El simbolo (25 page)

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Authors: Adolfo Losada Garcia

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción

BOOK: El simbolo
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—Y Peter…, ¡Dios mío!, Peter… —comenzó a recordar.

Thomas intentó calmarla, pero las noticias que le tenía que dar no le iban a facilitar mucho el trabajo. Tras intentar explicárselo de una manera que le afectara lo menos posible, Natalie comenzó a llorar, pues como Thomas, veía que aquel agujero era lo último que iba a ver, que no tenían salida.

—¿Cómo puede ser que nos hayan encontrado Thomas? —le preguntó Natalie.

—La verdad es que no lo sé. Esta gente debe de ser como un pulpo, tiene brazos por todas partes —le respondió mientras se asomaba desde donde estaba para mirar lo que pasaba en la boca del agujero.

—¿Qué miras? Es que…


Shhh
… —la hizo callar Thomas.

Lo que estaba viendo era que aquellos dos hombres a los que había hecho referencia la voz estaban haciendo algo en la abertura, algo que le resultaba muy familiar a Thomas.

—¡Explosivos! —le gritó a Natalie.

Thomas, viendo que lo que estaban haciendo era colocar explosivos para volver a sellar la entrada, cogió a Natalie, encendió la luz de su foco y comenzó a adentrase por la cueva rápidamente.

—¿Cómo que explosivos? ¿Pero qué pasa? —preguntaba Natalie muy asustada.

—No preguntes y nada, por Dios. Pase lo que pase no te pares —le decía Thomas estirando de ella.

De repente, Thomas dejó de nadar y miró hacia atrás, como si estuviera esperando a alguien o alguna cosa. Una extraña sensación comenzó a recorrerle el cuerpo, como si le succionaran desde el lado hacia donde miraba. En ese mismo instante, Thomas abrazó a Natalie y la miró fijamente a los ojos, no hubo palabras entre ellos, pero Natalie comprendió que algo malo iba a suceder, pues en los ojos de Thomas se podían ver reflejados el temor y la tristeza.

De repente, y sin previo aviso, la sensación de succión cambió por una fuerte corriente que les comenzó a empujar hacia el interior de la cueva, separándolos y provocando que se fueran golpeando contra las paredes de roca hasta perder el sentido y quedar a merced de la fuerte corriente.

En el exterior, en la cabina del barco, se encontraba frente la radio aquel hombre de voz misteriosa que hablaba con sus dos buzos:

—El agujero ha quedado sellado nuevamente. ¿Qué hacemos ahora señor? —le preguntó uno de los buzos.

—Recoged el cadáver del agua y quemad el barco con él en su interior. Debe parecer un accidente —les decía mientras se levantaba riéndose.

Ya en su embarcación, los tres hombres miraban cómo el barco era consumido por las llamas.

—Recordad que nunca debe ser descubierto nuestro secreto. Lo que ha sido entregado, generación tras generación, debe descansar en el olvido, y nosotros debemos velar para que siga así, cueste lo que cueste.

A la mañana siguiente, todos los periódicos y canales de televisión hablaban del trágico accidente y del fatídico final del científico Peter Lowes, fallecido al incendiarse su barco debido a una explosión ocasionada por una incorrecta manipulación de explosivos.

Mientras tanto, en las entrañas de la tierra, bajo toneladas de agua e inmersa en la más profunda oscuridad, se podía escuchar una voz, una voz que reflejaba dolor, una voz que no dejaba de gritar un nombre:

—¡Thomas! ¿Dónde estas?

Aquella voz era la de Natalie, que milagrosamente había logrado sobrevivir.

Sin dejar de llamar a Thomas, y muy preocupada porque quizás él no lo había conseguido, se levantó a duras penas del suelo rocoso y húmedo, y con la única ayuda de sus manos, comenzó a palpar el suelo buscándolo.

—¡Thomas! Si estás malherido y no puedes hablar, al menos haz ruido para que te pueda localizar —gritaba por si la escuchaba.

Llevaba unos diez minutos de búsqueda, cuando inesperadamente se interpuso algo en su camino.

—¿Qué es esto? —se preguntó a sí misma—. Esto es…

Lo que había hallado en el suelo era uno de los focos con los que iban equipados y que, para su suerte, funcionaba perfectamente.

Tras encenderlo, comprobó que se hallaba en una enorme estancia excavada en la roca, una estancia que no era natural, sino que claramente había sido creada por la mano del hombre; menos el suelo, toda la estancia estaba alisada, tanto paredes como techo.

De repente detuvo la luz en un punto, era una abertura en la pared, no muy grande y colocada a ras de suelo, por la que fluía poca agua.

—Seguramente habré salido expulsada por ella —pensó en voz alta.

Tras unos minutos más de búsqueda, pasó la luz del foco fugazmente por un bloque de techo que se hallaba en el suelo y, tras enfocar a otro lugar, lo volvió a iluminar, pues algo que se encontraba tras él le llamó la atención.

—¿Eres tú, Thomas? —preguntó mientras se acercaba lentamente.

Cuando estuvo lo bastante cerca, comprobó que efectivamente era Thomas, que se encontraba boca abajo y sobre un charco de sangre. Rápidamente, y dándole gracias a Dios, se apresuró a darle la vuelta para comprobar si estaba bien. Al hacerlo, acercó su cara a su nariz y comprobó que aún respiraba. También vio que aquel charco de sangre procedía de una profunda brecha que tenía en la frente.

—Tranquilo Thomas, yo cuidaré de ti —le decía mientras intentaba pararle la hemorragia.

Sentada en el suelo y con el cuerpo de Thomas entre sus piernas, Natalie no dejaba de pedirle a Dios que se pusiera bien. Había olvidado completamente dónde estaban y las circunstancias por las que ahora se encontraban así; su único pensamiento era para él.

Agotada y dolorida por los golpes que había sufrido, se quedó dormida abrazada a Thomas.

ASOMBROSO

N
atalie, que se estaba despertando, buscó con sus manos el cuerpo de Thomas, pero ya no estaba. Asustada, abrió los ojos rápidamente y comprobó que estaba a oscuras y sola.

—Thomas, ¿dónde estás? —gritaba desesperada.

No comprendía lo que había ocurrido, ya no tenía ni el foco ni a Thomas. «¿Dónde está ahora? ¿Nos habrán encontrado otra vez?», se preguntaba.

De repente, procedente del agujero que había visto antes, vio salir un haz de luz.

—¿Quién es? ¿Eres tú, Thomas? —preguntaba sin moverse del suelo.

Nadie contestó a sus preguntas, pero veía cómo aquel haz de luz se hacía cada vez más intenso, indicándole que, fuera quien fuera, se acercaba peligrosamente hacia donde estaba ella.

Aquella luz, ante la mirada atónita de Natalie, iluminó desde la entrada del agujero el interior de la sala y se dirigió a ella, cegándola momentáneamente.

—¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Dónde está Thomas? —le preguntaba con los ojos cerrados al portador de la luz.

—Soy yo, Natalie —le respondió Thomas apartándole la luz de la cara.

Natalie, al escucharle, se levantó y lo abrazó tan fuerte como pudo.

—Me has asustado, creí que te había vuelto a perder —le decía sin soltarle.

—Tranquila, no te vas a deshacer de mí tan fácilmente —comenzó a reírse—; es un milagro que hayamos sobrevivido. Cuando la corriente comenzó a arrastrarnos por el interior de la cueva, pensé que sería nuestro fin.

—¿Cómo estás, te encuentras bien? —le preguntó Natalie mirándole la brecha de la frente.

—Sí, sí, ha dejado de sangrar. Estoy bastante magullado y dolorido, pero bueno, podría haber sido peor.

—¿Dónde habías ido?

—Al despertarme y verte durmiendo, decidí dejarte descansar un rato más y me puse a explorar este lugar por si encontraba alguna salida.

—¿Has encontrado alguna? —le preguntó esperanzada.

—No, pensé que quizás por ese agujero la encontraría y me adentré en él, pero llegado un punto está completamente inundado.

—Estamos atrapados, es nuestro fin —le dijo Natalie abrazándolo de nuevo.

—No digas eso, mira dónde nos encontramos. Este lugar no es natural, está hecho por la mano del hombre, seguro que hay alguna salida escondida por aquí.

Tras tranquilizarla con sus palabras, comenzaron a buscar la salida por todos lados, pero sin éxito, hasta que…

—Thomas ven, ¡corre! —le gritó Natalie, que estaba en el extremo de unas de las paredes.

Tras acercarse e iluminar lo que con tanta insistencia le quería mostrar Natalie, Thomas quedó maravillado, sin palabras.

Lo que había encontrado detrás del moho que cubría la pared era un grabado, pero no un grabado cualquiera. Era el mismo símbolo que Thomas encontró en su excavación, el símbolo que había grabado en la pared que daba paso a la sala.

—Es fantástico, no me lo puedo creer. Aquí está lo que buscábamos.

—Sí Thomas, el acertijo tenía razón, estamos muy cerca.

—Espera, mira…, debajo del símbolo parece que hay otra cosa —le dijo entregándole el foco a Natalie.

Thomas comenzó a quitar con sus manos el moho y al dejar al descubierto lo que había, exclamó:

—¡Asombroso! Una inscripción dentro de un sello egipcio. Esto sí que no esperaba encontrármelo.

—Rápido, lee lo que pone, quizás diga por dónde podemos salir.

—No puedo —le dijo encogiéndose de hombros.

—¿Cómo que no puedes? —le preguntó extrañada.

—Pues eso, no puedo. He perdido mi mochila y en ella lo llevaba todo, el diccionario que había hecho para traducir esta escritura, el medallón y todo lo demás.

—No puede ser, debemos buscarla, tiene que estar por aquí —le dijo mientras miraba por el suelo.

—No te canses, no está. Mientras dormías la he buscado y no la he encontrado; debió caerse cuando nos arrastró la corriente.

Natalie se quedó pensativa y le comentó a Thomas que debían intentar buscarla en el interior del agujero, a lo que él se negó. Le dijo que era demasiado peligroso adentrarse en él, pues no sabían si las paredes serían estables y, además, sin una bombona de oxígeno era casi imposible lograrlo, pues no aguantaría mucho rato. Natalie, que no estaba dispuesta a morir en aquel lugar y que estaba decidida a salir de allí, salió corriendo hacia el agujero, mientras que Thomas, que fue corriendo tras ella para persuadirle de su temeraria idea, cayó al suelo y vio con impotencia cómo se introducía por el agujero y desaparecía.

A oscuras y solo, Thomas se levantó del suelo y se acercó hasta el agujero, se introdujo por él y caminó a ciegas hasta donde el agua cortaba el paso. Al llegar, se sentó y se dispuso a esperarla. Mientras lo hacía, rezaba para que no le ocurriera nada y, de vez en cuando, gruñía reprochándole lo cabezona que llegaba a ser cuando quería.

Los minutos pasaban y Natalie no aparecía.

Thomas comenzó a desesperarse, pues había calculado que llevaba más de cinco minutos dentro del agua y no daba señales de vida. Miles de cosas se pasaron por su cabeza, desde un derrumbamiento de alguna de las paredes, hasta que se hubiera adentrado demasiado y que al intentar volver, se hubiera quedado sin oxígeno. Muy preocupado, se levantó, cogió aire y se dispuso a tirarse al agua para intentar encontrarla, cuando de repente, tras casi diez minutos de espera, apareció Natalie dándole un susto de muerte.

—¡Dios mío! Creí que te había pasado algo. ¿Cómo has conseguido aguantar tanto bajo el agua? —le preguntó Thomas mientras se levantaba del suelo tras el susto.


Ja, ja, ja
, como me has dicho tú antes, no te vas a deshacer de mí tan fácilmente —continuó riéndose, y prosiguió—: Además, mira lo que he encontrado.

Natalie, que aún estaba en el agua, dejó el foco sobre el suelo y, ayudándose con sus dos manos, sacó del agua una bombona de oxígeno; atada en un extremo de ella se encontraba la mochila de Thomas. Lo había logrado.

Mientras salía del agua, le explicó a Thomas la suerte que había tenido encontrando la bombona de oxígeno, ya que el que tenía ella en sus pulmones se le estaba acabando y que gracias a ella, pudo adentrase todavía más en el agujero. Le comentó también que cuando lo daba todo por perdido, vio algo bajo un montón de piedras y ese algo era una de las asas de la mochila.

Tras las explicaciones y una pequeña reprimenda por parte de Thomas hacia Natalie, por la locura que había cometido, se acercaron hasta el lugar donde estaba la inscripción.

Impaciente por saber lo que ponía, Thomas sacó de la mochila su diccionario y comenzó a traducir aquella inscripción, mientras Natalie la alumbraba con el foco.

—¿Qué pone? —le decía ansiosa.

Pero Thomas no respondía, estaba muy concentrado, repasaba una y otra vez la traducción para no equivocarse con ella. De repente, se apartó unos pasos de la pared y se sentó en el suelo. Su rostro había cambiado, no tenía expresión alguna, su mirada estaba perdida, parecía que no estuviera, como si lo que había traducido le hubiera causado tal impresión que lo hubiese transportado a otro mundo. Natalie, sorprendida ante su reacción, no dejaba de preguntarle qué pasaba, pero Thomas, que continuaba inmerso en su trance, no le respondía.

Tras unos minutos de desconcierto, Thomas susurró:

—Ahora lo entiendo todo, ahora entiendo por qué estos hombres tenían tanto interés en guardar este secreto.

—¿Pero qué dices, Thomas? Me estás asustando. ¿Me quieres decir lo que pone?

Thomas levantó la mirada y dijo:

—Natalie, esto es increíble, no tengo palabras para describir este momento. En esa inscripción hay un nombre y el estatus social de dicha persona.

—¿Cómo dices? ¿Sólo pone eso? No creo que sea para tanto.

—Sí Natalie, solamente pone eso, pero te aseguro que cuando te lo diga te vas ha quedar como me he quedado yo.

—Pues dímelo ya de una vez, no me tengas más en vilo.

—Primero, y para que tome forma toda esta historia, debemos recordar lo que traduje del sarcófago. Como ya te expliqué, dentro de él había multitud de inscripciones, que debido al derrumbamiento estaban incompletas, pero había una que me llamó la atención más que ninguna, aquella inscripción era el nombre de la persona que estaba momificada en su interior y decía: «Soy Aketarram, uno de los sabios supremos de la…», y así acababa. Pensé que el fragmento que faltaba indicaba de qué poblado sería y así era, porque al ver aquí nuevamente el símbolo y al haber traducido esta inscripción, está claro que estas dos personas estaban relacionadas y venían del mismo lugar. En verdad te digo que me he quedado sorprendido, jamás en la vida hubiera pensado una cosa igual.

—¿Pero qué pone? Ya no aguanto más —le decía muy nerviosa y sin entender aún qué quería decirle.

Thomas se levantó, se acercó hasta la inscripción y comenzó a traducírsela, mientras pasaba sus dedos por ella.

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