El jardinero nocturno (30 page)

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Authors: George Pelecanos

Tags: #Policíaco

BOOK: El jardinero nocturno
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—Tuviste una pelea con él en el Twilight la noche de su muerte. Tenemos un testigo.

—Mi abogado —volvió a pedir Dominique Lyons.

Green cruzó los brazos sobre su enorme torso y se arrellanó en la silla con la mirada fija al frente.

—A Bo se le ve un poco triste, ¿no? —comentó Antonelli.

—Exasperado, más bien —repuso Ramone.

—Vosotros veis a un tío mudo —dijo Rhonda—. Yo veo a uno que habla por los codos.

—¿De verdad?

—Ya lo veréis.

—¿Necesitas ayuda? —se ofreció Antonelli—. Sé muy bien cómo aflojarle la lengua a una mujer. Sólo necesito mi encanto.

—Y mucho alcohol —dijo Ramone.

—No, ya sigo yo. —Y Rhonda se marchó.

Ramone bajó el volumen de la pantalla uno porque no había nada de interés. Por fin Rhonda entró en el box dos y ofreció el refresco a Darcia, que abrió la lata y bebió un largo trago. A continuación encendió otro pitillo.

—Tengo cuatro hijos —comenzó Rhonda, apagando la cerilla.

Darcia siguió fumando.

—Cuatro hijos, y estoy sola. No es que me queje. Son de dos padres distintos, pero ninguno de ellos era lo que podríamos llamar un hombre de familia. Al primero lo eché, y cuando vi que el segundo era un pendón, le dije que se fuera por el mismo camino. Hasta hoy ninguno de los dos me ha mandado ni un céntimo, pero es que si me lo ofrecieran tampoco lo aceptaría. No digo que mis hijos no estarían mejor con un hombre bueno en casa, pero no tuvimos esa opción. Es difícil, no voy a mentir. Ha sido una lucha, y todavía lo es, pero nos va bien. Saldremos adelante. »Mírame, Darcia, y dime lo que ves. Una mujer ya madura, con un poco de barriga y ropa del JCPenney, con ojeras y zapatos planos. Hace cinco años que no voy a un buen restaurante, y ya ni me acuerdo de cuándo fui por última vez a una fiesta de verdad. Pero no hace mucho yo era como tú, también tenía lo que hay que tener. En los años ochenta solían mandarme de infiltrada a los clubes donde los peces gordos de la droga celebraban sus fiestas. Hablo del R Street Crew, el Mr. Edmond, todos, porque sabían que los jovencitos con pasta querrían hablar conmigo. Hoy cuando voy por la calle, apenas me miran. Así de rápido se pasa, cariño. Y entonces, ¿qué te queda? »Te voy a decir lo que te queda. Te quedan las personas a las que quieres, y que te quieren. Cuando miro a mis hijos no me arrepiento de un solo minuto de los que he pasado con ellos. Ni siquiera me importa lo que veo en el espejo, porque sé que al final no significa gran cosa. Mi objetivo no era este trabajo, ni el sueldo, ni nada que se pueda comprar. Mi objetivo era sacar adelante a mi familia, saber que siempre me llevarán en el corazón. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo?

—Venga, Rhonda —la animó Ramone desde la otra sala.

—Tienes la oportunidad de salir del camino en el que te has metido —insistió Rhonda—. Quedarte limpia y empezar a criar a tu hijo como es debido, tú misma. Como hicieron contigo tus padres. Apártate de la clase de hombres con que has estado y empieza de nuevo. Te podemos ayudar. Tenemos un programa de protección de testigos. Te pondríamos en un piso, lejos de donde estás ahora. Te dejaríamos instalada.

—Yo no sé nada —insistió Darcia. La ceniza se acumulaba en el pitillo. Había dejado de fumar y todavía no la había sacudido.

—¿Cómo vas a proteger a ese hombre? Está ahora mismo en otra sala de interrogatorios como ésta, traicionándote.

—No es verdad. —Joder. ¿Te crees que eres su chica, es eso? Me imagino que a Shaylene le habrá dicho lo mismo, y a todas las chicas a las que se esté follando y explotando. ¿No lo sabías? Y ahora está ahí dentro diciendo que fuiste tú la que tuviste la idea de matar a Jamal.

—Eso no es verdad.

—Pues sea o no verdad, es lo que va a declarar. Puede que fuera él quien apretara el gatillo, pero la sentencia será menor si la idea fue tuya.

—Pero ¿por qué iba yo a querer hacer daño a Jamal?

—No lo sé. Dímelo tú.

—Jamal era bueno.

—Habla, Darcia. Tú puedes, tú no eres una asesina. Tienes la misma mirada bondadosa de tu madre. Te van a acusar de cómplice de asesinato y te vas a pasar una buena temporada a la sombra, ¿y todo por qué? Tú no has hecho daño a nadie, no podrías. Eso lo sé.

A Darcia se le escapó una lágrima que rodó por su mejilla.

—Háblame. Yo no te puedo ayudar si no me dejas. Ya sé que estás cansada de la vida que llevas, ¿no es así?

Darcia asintió con la cabeza.

—Habla.

La chica apagó el cigarrillo y se quedó mirando el humo que ascendía de la colilla en el cenicero.

—Esa noche Jamal me trajo una rosa. Fue su único error.

—¿Y qué pasó?

—Pues estábamos hablando en la barra, y Dominique vio que me daba la rosa. Y no es que Dominique estuviera celoso ni nada de eso, pero sabía que Jamal y yo…

—Jamal no era un cliente. Era tu novio.

—Yo no le dejaba darme dinero. Y eso fue lo que cabreó a Dominique. Yo ni siquiera consideraba a Jamal un cliente. Era bueno conmigo.

—¿Discutieron Jamal y Dominique en el Twilight?

—Dominique quería achantarlo, pero Jamal no se dejó, lo cual empeoró las cosas. Yo sabía el autobús que pillaba para ir a su casa y todo eso, y Dominique me obligó a decírselo y a ir con él. A mí me dio miedo decir que no. No pensaba que Dominique le fuera a machacar demasiado. Me imaginé que intentaría darle un par de hostias y eso, pero no lo que pasó al final. En el fondo pensé que, si iba, podría calmarlo.

—¿Disparó Dominique a Jamal White?

—Lo alcanzó con el coche entre la Tercera y Madison, en el lado del parque. Entonces salió del Lex y le pegó tres tiros.

—Darcia, esta pregunta es muy importante. Sé que el gorila de la puerta cachea a todo el mundo por si llevan armas, así que no es probable que Dominique fuera armado en el Twilight. ¿Llevaba una pistola en el coche?

—No.

—¿No qué?

—Que antes no llevaba pistola. Cuando salimos del Twilight fuimos a ver a un tío que le vendió una.

—¿Esa noche?

—Sí.

—Mierda —masculló Ramone en la oscuridad de la sala de vídeo.

—Parece que Dominique no es tu hombre —dijo Antonelli.

Ramone se frotó la cara. En ese momento apareció en la puerta el detective Eugene Hornsby, con la ropa arrugada y desaliñada.

—Garloo está en el parking, Gus. Dice que tiene que hablar contigo ahora mismo. Tiene algo que enseñarte y quiere que salgas.

—Me cago en la puta. —Ramone se levantó al instante con expresión muy agitada.

—Yo sólo soy el mensajero —se defendió Hornsby.

30

Bill Wilkins estaba en el Impala, con la puerta abierta y un pie ya fuera del coche. Fumaba un cigarrillo exhalando el humo lejos de Ramone, que en el asiento del pasajero miraba los papeles que Wilkins le había dado en un sobre marrón.

—¿De dónde dices que has sacado esto? ¿De los archivos del historial del ordenador? —preguntó Ramone.

—Básicamente son las páginas por las que estuvo navegando la semana antes de su muerte. Tenía programado borrar el historial una vez a la semana.

—Esto es…

—Son sólo ejemplos de las páginas de inicio. Si te metes un poco más, la cosa se pone bastante fuerte. Explícito del todo, créeme. Rollo homosexual, básicamente. Primeros planos de pollas, penetración anal, mamadas. También muchas pajas.

—Asa era gay.

—Seguro.

Ramone se acarició el bigote.

—Yo creo que ya me lo imaginaba desde el informe de la autopsia. No sé por qué no me centré más en ello. Supongo que no quería que fuera verdad.

Wilkins tiró el cigarrillo al suelo.

—No quiero quitarle importancia. La verdad es que me llevé un palo al ver los archivos, sabiendo que conoces al chico y todo eso.

—Buen trabajo.

—Ojalá hubiera averiguado más. Quiero decir que no había nada de correspondencia. O tenía mucho cuidado con los e-mails o no utilizaba el correo electrónico. Los adultos pescan a los chicos en los chats, así conectan con ellos. Yo mismo lo he hecho. —Wilkins advirtió la mirada de Ramone—. Con mujeres, Gus. Mujeres casadas, en su mayoría, si quieres saberlo. Son las más fáciles de… conocer. Las maravillas de Internet.

—¿Has hablado con Terrance Johnson?

—Joder, no. De esto no. De todas formas estaba borracho. No hacía más que preguntarme por el caso, si hemos encontrado ya el arma, todo eso. Yo me largué echando chispas con los papeles bajo el brazo.

—Borracho a las nueve de la mañana.

—La verdad es que lo entiendo —comentó Wilkins.

—¿Sabes? A mí también me preguntó si habíamos encontrado el arma.

—¿No creerás…?

—No. ¿Con qué motivo? Terrance Johnson puede ser un auténtico gilipollas, pero es imposible que matara a su hijo. —Ramone miró a través del parabrisas—. Pero eso sí explica lo de la guerra civil.

—¿Cómo?

—Los sitios esos que Asa visitaba sobre los fuertes y cementerios locales.

—Ya. Sitios de encuentro y de ligue.

—Ya me los imagino quedando por Internet. Un adolescente no tiene casa propia, y supongo que muchos de los adultos no quieren que la gente vea a un niño entrando en su casa. Seguro que la mayoría de esos pedófilos están casados.

—Fort Stevens sería un buen sitio. Entre la Trece y Quackenbos, no lejos de la casa de Johnson. Y con todos esos terraplenes y, ¿cómo se llaman?, parapetos para esconderse.

—¿No habrá allí un monumento a Lincoln-Kennedy?

—Que yo sepa no. Aunque bueno, al presidente Lincoln le dispararon durante la famosa batalla que hubo allí. La única vez que estuvo en un campo de batalla durante toda la guerra civil. Pero no hay ningún monumento, que yo recuerde. Igual en ese cementerio nacional que hay un poco más arriba.

—¿En Georgia Avenue?

—El que da con Venable Place. Es un cementerio pequeño, donde enterraron a los soldados caídos en aquella batalla.

—Bill, eres…

—Ya lo sé. Vosotros pensáis que a mí sólo me interesan las tías y la cerveza. Pues que sepáis que me gusta leer. Te juro que cuando estoy en casa no hago otra cosa.

Ramone ordenó sus pensamientos.

—Tú sabes lo que me preocupa, ¿no?

—¿Qué?

—Vale, Asa era gay. Pero ¿tiene eso algo que ver con su asesinato?

—¿No crees que estamos algo más cerca?

—Sí, pero no lo veo.

—¿Y el sospechoso de Rhonda?

—Ahí está la cosa. La novia de Dominique Lyons lo está acusando del asesinato de Jamal White. Pero dice que Dominique no compró el arma hasta la noche que mató a Jamal. A Asa lo mataron la noche anterior.

—Así que hay que encontrar al tío que le vendió a Lyons la pistola.

—Rhonda está en ello.

—¿Sargento?

—Dime.

—Has dicho que estoy haciendo un buen trabajo. —Es cierto.

—Estoy haciendo muchas horas extras.

—Vale.

—¿Me firmarás el once-treinta cuando entremos?

—Bésame el culo.

Ramone se miró el reloj. Eran más de las doce.

Ramone y Wilkins entraron en la sala de vídeo. Bo Green y Antonelli miraban, en la pantalla dos, a Rhonda Willis y a Darcia. En la uno estaba Dominique Lyons solo en el box, con la cabeza en la mesa y los ojos cerrados.

—¿Qué pasa? —preguntó Ramone.

—Bo ha dejado al chulo por imposible —contestó Antonelli—. Pero Rhonda ha conseguido que la chica cante.

—¿Y el arma?

—Dominique sacó el tambor del revólver y lo tiró por el puente Douglass. Luego tiró el resto en el Sousa. Así que está en pedazos en el río Anacostia, para siempre. Pero la chica nos ha dado el nombre y dirección del vendedor. Un tal Beano. Eugene está ahora buscando la ficha.

—Mira a Dominique —comentó asqueado Green.

—El hijoputa se está echando la siesta.

—Ya sabéis lo que dice el capitán —apuntó Wilkins—. Si pueden dormir en el box es que son culpables. Porque si no estarían berreando su inocencia a grito pelado.

—Deja que duerma —dijo Green—. El tío se cree que se va a ir de rositas. Pero ése a donde va a ir es al talego. Y yo pienso quedarme aquí sólo para verle la cara cuando se lo digamos.

—¿Y la chica? —preguntó Wilkins—. ¿La van a acusar también?

—Tenemos que hablar con el fiscal —dijo Green—. Pero me imagino que con lo que ha cooperado, y con su testimonio, quedará en libertad condicional. Rhonda le ha prometido protección de testigos. Es un comienzo.

—Parece que la putilla va a quitar el culo de la calle justo a tiempo para el día de la madre —saltó Antonelli.

—¿Tú es que nunca te callas? —le espetó Ramone.

Mientras Rhonda grababa la hora para la cámara, Ramone y Wilkins salieron. Antonelli se volvió hacia Bo Green.

—¿Yo qué coño he hecho?

—Supongo que es que no le gustan los gilipollas. No sé por qué, la verdad.

Ramone y Wilkins se encontraron con Rhonda en su cubículo. Ramone le tocó el brazo.

—Buen trabajo.

—Gracias.

—Tú ya terminas por hoy, ¿no?

—Sí. ¿Y tú, qué tal?

—De momento ha sido un día interesante. A mi hijo lo han echado del colegio, así que me planté allí, le monté un pollo a la directora y luego cuestioné la hombría del subdirector.

—Todo un diplomático.

—Además Bill ha encontrado cosas en el ordenador de Asa Johnson que vienen a demostrar que el chico era gay.

—Seguro que tú ya te lo imaginabas.

—Sí.

—Pero ¿qué tiene eso que ver con su muerte?

—Pues no sé si tendrá algo que ver. Espero que entre los dos podamos localizar al tío que le vendió a Lyons la pistola a ver si averiguamos de una vez qué ha pasado.

Eugene Hornsby se unió al grupo. Había buscado en la base de datos el nombre de Beano. El programa era capaz de localizar el apodo callejero y dar el nombre real, la última dirección conocida y los antecedentes. Hornsby pasó copias de la información. Había encontrado dos Beanos, pero uno estaba en la cárcel.

—Aldan Tinsley. Nuestro hombre tiene antecedentes por haber recibido y vendido propiedades robadas. Además de una detención reciente por conducir borracho.

—Darcia ha dicho que fueron con Dominique a un callejón detrás de una calle perpendicular a Blair Road —informó Rhonda—. No recordaba el cruce.

—Su última dirección conocida está en una manzana de Milmarson —comentó Hornsby.

—Eso está al lado de Fort Slocum, donde encontraron a Jamal.

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