Read El complot de la media luna Online
Authors: Clive Cussler,Dirk Cussler
Tags: #Aventuras, #Ciencia Ficción
Pronto notó que los brazos le pesaban como plomo, y en varias ocasiones las olas la arrastraron hacia las rocas de la costa, pero consiguió llegar hasta las embarcaciones. En la Zodiac no había radio, así que fue hasta la cubierta de la embarcación más próxima, una barca de madera de la que Zakkar se había apropiado. En el interior de la pequeña timonera encontró una radio y llamó de inmediato al
Aegean Explorer
.
Giordino, Dirk y Gunn estaban en el puente cuando la voz frenética de Summer sonó en la radio.
—Summer, aquí el
Explorer
. Adelante —respondió Gunn con calma.
—Rudi, encontramos la galera dentro de la cueva. Aparecieron tres hombres armados. Yo escapé, pero papá sigue allí e intentan matarlo.
—Tranquila, Summer. Ya estamos de camino. Procura permanecer escondida hasta que lleguemos, y no te expongas a ningún peligro.
Kenfield ya había virado el
Explorer
y aceleraba a máxima velocidad cuando Gunn colgó el transmisor. Dirk se acercó a mirar por la ventana del puente.
—Estamos a seis o siete millas —dijo a Gunn—. No llegaremos a tiempo.
—Dirk tiene razón —convino Giordino—. Detén el barco.
—¿Qué quieres decir con «detén el barco»? —gritó Gunn.
—Danos dos minutos para lanzar el
Bala
y llegaremos allí en un instante.
Gunn lo pensó un momento. Pitt era más que un jefe para él, era como un hermano. Si la situación hubiese sido a la inversa, sabía muy bien qué habría hecho Pitt.
—De acuerdo —aceptó con ciertas reservas—. Pero no dejéis que os maten.
Dirk y Giordino corrieron de inmediato hacia la puerta.
—Al, me reuniré contigo en cubierta —dijo Dirk—. Tengo que recoger algo.
—Ni se te ocurra perder el autobús —respondió Giordino y desapareció por la popa.
Dirk bajó hasta la cubierta inferior, donde estaban los alojamientos de la tripulación. Corrió al camarote de su padre, entró y se detuvo junto a una mesa pequeña. Encima había un estante con libros. Dirk buscó entre los libros. Su mirada se posó sobre un volumen encuadernado en cuero de
Moby Dick
, de Hermán Melville. Sacó el libro y abrió la tapa.
—A la gran bestia blanca, Ismael —murmuró, luego se metió el libro bajo el brazo y salió corriendo del camarote.
Pitt casi se había olvidado de Zakkar, que por fin había subido por la proa y estaba llamando a su compañero a gritos. Al no obtener respuesta, encendió la linterna de Salaam y alumbró hacia la cubierta de popa. El rayo de luz pasó por la figura de Pitt, que estaba de pie con un escudo en la mano y una sonrisa en el rostro.
Pero cuando Zakkar disparó su Uzi, Pitt ya se había camuflado al otro lado del mástil y las balas pasaron por encima de su cabeza y alcanzaron la cubierta del timón. Pitt no esperó a que Zakkar mejorase su puntería: se deslizó como una serpiente por la cubierta y bajó la escalerilla mientras Zakkar echaba a correr tras él.
El cuerpo de Alí apenas se veía en el pequeño cuadrado de luz que llegaba a la cubierta inferior desde lo alto. Pitt vio que la cabeza presentaba un ángulo poco natural, signo de que se había partido el cuello en la caída. Se arrodilló de inmediato junto al cuerpo y buscó el arma en el suelo, pero no estaba allí. Alí la había soltado durante la caída y el arma había rebotado y acabado debajo de alguno de los bancos de los remeros. Pitt había dejado la linterna en la cubierta superior cuando había arrojado la
pilum
; no tenía ninguna posibilidad de encontrar el arma en la oscuridad.
Al mismo tiempo que Zakkar corría a popa, Pitt avanzaba hacia proa a tientas a lo largo del pasillo central que separaba los puestos de los remeros. Todas las armas romanas estaban en cubierta, no tenía con qué defenderse en ese espacio a oscuras. Su única esperanza era llegar a la escalerilla de proa mientras Zakkar bajaba por la popa.
Sin embargo, Zakkar sabía que huía de él y no titubeó en bajar por la escalerilla. Pitt le oyó bajar y, al ver delante un débil rayo de luz que entraba por la escotilla de proa abierta, apuró el paso.
Zakkar llegó a la cubierta inferior, dedicó solo un instante a observar el cuerpo de Alí y luego barrió la cubierta con el haz de la linterna. Detectó un movimiento en el extremo más lejano y la luz se detuvo sobre Pitt, que intentaba llegar a la escalerilla de proa. Zakkar apuntó y disparó una ráfaga.
Pitt se tiró al suelo en el mismo momento en que las balas se hundían en las maderas de alrededor. Había varios cajones apilados cerca de la base de la escalerilla, y se arrastró deprisa para colocarse detrás, a cubierto. Zakkar avanzó y disparó de nuevo; los proyectiles destrozaron la esquina de uno de los cajones, unos centímetros por encima de la cabeza de Pitt.
Desarmado, Pitt se encontraba en una situación desesperada. Su única posibilidad era conseguir subir por la escalerilla antes de que Zakkar se acercase más. De nuevo buscó un arma, pero solo vio otro esqueleto cerca. El cuerpo de otro legionario romano, pues una coraza y un casco cubrían los huesos. El soldado muerto debía de haber caído por la escotilla cuando lo mataron en el combate, se dijo Pitt. Observó la armadura y, de pronto, alargó la mano y la arrancó de los huesos secos.
En el siglo
IV
, los soldados romanos utilizaban el hierro en la mayor parte de su blindaje. Enormemente pesado, podía soportar las lanzas más afiladas y las más fuertes espadas, y quizá, pensó Pitt, resistiría las balas de una metralleta Uzi de nueve milímetros. Se puso el pesado casco circular; en la parte de atrás tenía una pieza añadida para proteger el cuello. Después estudió el peto. Conocido con el nombre de
cuirass
, era una plancha de hierro moldeada con la forma del pecho de un hombre y una espaldera a juego. Pitt vio que la habían hecho para un hombre más bajo que él.
Sin perder tiempo en ponerse la
cuirass
, se echó las dos placas a la espalda y las ató alrededor del cuello con una correa de cuero. Se arrastró hasta el pie de la escalerilla, miró hacia la cubierta superior, respiró hondo, y luego subió lo más rápido que se lo permitieron los brazos y las piernas.
Zakkar, todavía a unos quince metros de distancia, corría por el pasillo con la linterna apuntada a la escalerilla cuando vio subir a Pitt. El experimentado asesino se detuvo de inmediato y levantó el arma. Sujetó la linterna debajo del cañón con la mano izquierda, apuntó a Pitt y apretó el gatillo.
Las maderas alrededor de Pitt estallaron en una lluvia de astillas cuando las balas impactaron en el travesaño que sujetaba la escalerilla. Sintió tres golpes fuertes en la espalda, como los golpes de un ariete, que le empujaron hacia delante, pero pudo seguir subiendo. Impulsándose con los brazos y las piernas, saltó a la cubierta superior una fracción de segundo antes de que la siguiente ráfaga destrozase los peldaños superiores de la escalerilla donde habían estado sus pies.
Pitt, sorprendido de haber conseguido salir ileso de la cubierta inferior, corrió hasta la borda. Sin quitarse la armadura romana, se preparó a saltar por encima de la borda cuando vio en la cubierta una
pilum
idéntica a la que le había lanzado al primer pistolero. Decidido a tomar la ofensiva, recogió la lanza y se acercó a la escotilla.
Zakkar ya estaba al pie de la escalerilla y, como medida de prudencia, había apagado la linterna. De pronto reinó un silencio letal en la galera; los dos hombres permanecían inmóviles en la oscuridad. Zakkar comenzó a subir la escalerilla centímetro a centímetro. Como no podía sujetar al mismo tiempo la linterna y el arma mientras subía, sujetó la linterna con los dientes y mantuvo la Uzi apuntada hacia arriba.
Solo había asomado la cabeza a la cubierta cuando vio que Pitt se movía a un par de metros de distancia. La
pilum
abandonó la mano de Pitt y rotó en espiral en su vuelo hacia el árabe. Pero el blanco era pequeño. Zakkar agachó la cabeza y la
pilum
se clavó en el marco de la escotilla sin mayores consecuencias.
Zakkar sacó la Uzi y abrió fuego sin apuntar, para cubrirse mientras acababa de subir, y siguió disparando hasta vaciar el cargador.
Pitt ya estaba en la borda y saltó por el costado cuando las balas silbaron a su alrededor. Pero los disparos le hicieron perder el equilibrio y aterrizó con torpeza en la arena, unos cinco metros más abajo. Un estallido de dolor le atravesó el tobillo cuando se levantó y dio un paso; decidió descargar todo el peso en el otro pie. Con el tobillo torcido, de pronto le pareció que el canal de agua estaba muy lejos. En cambio el cuerpo de Salaam estaba muy cerca. Solo a unos pocos pasos. Pitt sabía que llevaba una pistola.
Se acercó a la pata coja, se inclinó sobre el cadáver y buscó alrededor de las manos.
—¿Busca esto? —preguntó una voz burlona desde la galera.
Pitt miró titubeante por encima del hombro y vio que Zakkar le apuntaba a la cabeza con el arma del pistolero muerto.
Pitt no entendió por qué el árabe no le disparó de inmediato. Zakkar permaneció inmóvil durante unos segundos y entonces Pitt se dio cuenta de que estaba mirando más allá de él. Con cautela, siguió la mirada hacia el canal, donde una perturbación poco habitual aparecía en el agua. Debajo de la superficie se veía un resplandor mortecino que poco a poco aumentaba de intensidad mientras una masa de burbujas agitaba el agua. Lo primero que emergió de las profundidades fue una hilera de faros de xenón, seguida por una cabina de acrílico y luego un largo casco blanco. Pitt sonrió cuando el
Bala
salió a la superficie y se quedó flotando en el canal de la gruta.
Dirk y Giordino, sentados a los controles, miraban con verdadero asombro la gran caverna y la galera romana en el centro. Entonces vieron a Pitt apuntado por el arma de Zakkar, los dos iluminados por los faros del sumergible. Cuando Dirk reconoció al árabe, casi se ahogó.
—Es el terrorista de Jerusalén —tartamudeó—. No dejes de alumbrarlo.
Antes de que Giordino pudiese responder, Dirk había saltado del asiento y abierto la escotilla de popa. En un instante, pasó por encima del tanque de lastre con el libro de Hermán Melville en la mano. El sumergible estaba a casi tres metros de la orilla cuando Giordino lo viró para encararlo a la galera, pero Dirk no esperó a que se acercase más. Corrió por el tanque de lastre, saltó al canal y nadó hasta la costa con el libro por encima de su cabeza.
En la cubierta de la galera, Zakkar miró la escena con inquietud. Movió la pistola hacia Pitt, disparó y lo vio caer en la arena. Entonces dedicó su atención al sumergible. Aunque oyó el chapoteo de Dirk al saltar al agua, no pudo verle salir a la orilla debido a las luces cegadoras del
Bala
. Apuntó con cuidado, disparó, destrozó uno de los faros, y luego disparó varias veces contra la burbuja de acrílico y rompió otro faro. Entonces vio una figura alta que aparecía en la costa con los brazos extendidos hacia delante.
Zakkar disparó de inmediato y una bala rozó la oreja izquierda de Dirk. El joven continuó avanzando en línea recta, hacia el árabe, sin parpadear. Las emociones corrían por su cuerpo, de amorosos pensamientos dedicados a Sophie a tórridas descargas de furia y venganza. Pero en ningún momento sintió miedo.
Apuntó a Zakkar con el Cok 45 que sujetaba al final de sus brazos extendidos, y apretó el gatillo. Ni la detonación ni el retroceso de la 45 demoró su paso: siguió avanzando y apretando el gatillo a cada paso, como un soldado autómata.
El primer disparo de Dirk arrancó un trozo de la borda delante de Zakkar; el terrorista titubeó y su disparo de respuesta salió demasiado alto. No tuvo una segunda oportunidad. La siguiente bala de la 45 de Dirk atravesó el hombro de Zakkar y casi le arrancó el brazo. Giró sobre sí mismo, cayó sobre la borda y recibió otro disparo en el costado.
Tumbado sobre la borda mientras la vida se le escapaba, a Zakkar no se le permitió una muerte lenta. Dirk siguió avanzando y disparó otras cinco balas, hasta dejar una desagradable masa de carne sanguinolenta que chorreaba por el casco de la galera. Permaneció mirando el cuerpo del terrorista muerto y el silencio reinó en la caverna durante unos segundos, y luego Dirk oyó un chapoteo detrás de él y se giró.
Summer, que había ayudado a guiar al
Bala
en la entrada de la caverna, se acercaba ahora por la cornisa sumergida. Al llegar a tierra firme, corrió jadeante hacia Dirk.
—¿Dónde está papá?
Dirk señaló con gesto sombrío la figura con casco y armadura romana, tumbada junto al primer pistolero muerto. Giordino había acercado el sumergible a la orilla y había bajado para unirse a Dirk y Summer en la carrera hacia Pitt.
El director de la NUMA se movió poco a poco, abrió los ojos y dedicó a sus hijos una sonrisa cansada.
—Papá, ¿estás bien? —preguntó Summer.
—Estoy bien. Solo un poco mareado. Ayudadme a levantarme.
Dirk y Summer le ayudaron y Giordino observó la armadura con una sonrisa.
—Ave, César —dijo, y se golpeó el pecho con el puño.
—Tendría que dar las gracias a César —respondió Pitt al tiempo que se quitaba el casco. Lo sostuvo en alto y mostró la mella en el metal cerca de la sien, donde la bala de Zakkar había pasado rozando.
—Ha tenido que hacerte sonar la campana —comentó Giordino.
Pitt se quitó la coraza de la espalda y la examinó. Tres agujeros de bala habían atravesado el peto, pero solo habían dejado una mella en la placa de la espalda. Pitt había salvado la vida gracias a la armadura.
—Esto dice mucho en favor de la ingeniería romana. —Pitt dejó caer la armadura al suelo y miró a Dirk y la 45 que todavía empuñaba—. Esa Colt me suena.
Dirk le entregó el arma a regañadientes.
—Una vez me dijiste que Loren te había enviado un arma a Mongolia oculta en un ejemplar hueco de
Moby Dick
. Busqué en tu camarote y lo vi en el estante. Espero que no te importe.
Pitt sacudió la cabeza y miró los restos ensangrentados que quedaban de Zakkar.
—Le has hecho trizas.
—Ese malnacido dirigió los ataques en Cesarea y Jerusalén —informó Dirk con frialdad; no mencionó que Zakkar era responsable indirecto de la muerte de Sophie.
—Es muy curioso que acabase aquí —intervino Summer.
—Sospecho que tu amigo británico tuvo que ver algo al respecto —dijo Pitt, y señaló a Bannister.