El espectáculo llegó a su fin cuando Richie le dio un beso a Sheyla que huyó de sus brazos, y tomando la gabardina, se tapó e hizo una graciosa reverencia.
Sasha dio gracias a Dios, aplaudiendo con todo el mundo mientras Robert recolectaba las prendas dispersas y se las entregaba a Sheyla para que se cambiase en el dormitorio.
—Al fin —susurró Sasha al oído de Tommy.
Sheyla, ya vestida, se acercó a Richie y le dio un beso en la mejilla, susurrándole algo que lo hizo reír. Señalaron a Tommy y Richie se le aproximó.
—Sheyla era clienta del
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. Me ha pedido que consiga tu teléfono —dijo con una risita—. Dice que jamás ha sentido algo como lo tuyo y que le gustaría verlo con sus propios ojos.
—¿¡Qué!?—exclamó Tommy—. Oh, Dios mío. —La miró con disimulo; estaba hablando con Robert, que le pagaba por los servicios—. Dile que me siento muy halagado, pero… pero… —No se le ocurría ninguna excusa—. Dile que soy gay —susurró de repente.
—Pero no lo eres —apuntilló Sasha con retintín.
—No, no lo soy —le gruñó—. Pero una chica así me asusta. Si fuera un chico seguramente no lo dudaría, pero las chicas me asustan cuando son tan liberadas. Recházala pero con delicadeza, Richie, por favor.
—Vale, tranquilo… es una chica de mundo, no se lo va a tomar mal.
Mientras Richie se despedía de Sheyla, Tommy entró al dormitorio y descubrió que la enorme cama donde habían dormido los tres tantas veces ya no estaba allí y había sido reemplazada por una cama de campaña.
Un impulso le hizo buscar en el armario casi vacío y descubrió que no quedaba nada de los juguetes sexuales.
«¡Joder! Espero que no los haya tirado.»
Ryan lo sorprendió mirando el armario abierto con una expresión que no pudo descifrar.
—Hombre, parece que se te hubiera perdido tu mascota.
—No, bueno... es que está todo tan vacío. Como ilustrando más que se va.
—Ya. La cama se la llevó Robert y yo me llevaré algunos muebles. El apartamento se quedará vacío, pero Richie no quiere venderlo aún.
—¿Y qué va a hacer con él? —Tommy cerró el armario tras una última mirada y se apoyó en la puerta mirando a Ryan.
—Lo mantendrá hasta su regreso, supongo. Richie no es muy comunicativo con sus cosas.
—¿Crees que volverá? Cindy parece que quiere poner mucha tierra por medio.
Ryan lo miró de modo extraño y Tommy calló, esperando no haber hablado de más.
—Claro que volverá. Éste es su hogar, ¿no? Quiero decir, una vez que Cindy termine su contrato y adquiera experiencia, volverán. Es lo que ella nos ha explicado en su última visita a Chipping Camden.
—No sabía que habían ido a visitaros… Así que Cindy ya conoce a vuestros padres y demás...
—¡Por supuesto que los conoce! —dijo Ryan sorprendido por el comentario—. Hace casi un año que Richie la llevó a casa por primera vez y mis padres están encantados con ella. Van siempre que pueden.
Sasha se asomó en ese momento buscando a Tommy.
—Aquí estás. Vamos al salón.
Ambos salieron dejando a Ryan preguntándose cómo su hermano habría llegado a conocer a esos dos. Concluyó que seguramente eran clientes de aquel famoso
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y prefirió no ahondar en el asunto.
La velada se prolongó hasta entrada la madrugada, entre licor, bromas y toda clase de consejos sexuales, aunque Sasha estaba seguro de que Richie sabía más de eso que todos sus amigos juntos.
Tommy acabó tirado en un sillón rumiando su descontento. Quería a Richie y por él estaba sobrellevando todo el tema, pero había muchas cosas que no lo hacían feliz. El chofer había pasado por ellos a las dos, pero Sasha le había dicho que volviera en un par de horas. Finalmente apareció a las cuatro y volvieron a casa.
Era mediodía cuando Sasha entró a despertar a Tommy en Greenshaw Hall. Llevaba una bandeja con el desayuno y la dejó sobre la mesilla de noche, para luego descorrer las cortinas como solía hacer Perkins, el mayordomo de los Andrew.
Un gruñido salió de entre las almohadas y Tommy se giró y se tapó hasta la cabeza con las colchas. Le dolía la cabeza, tenía sueño, la lengua como el esparto y el estómago en centrifugado. No estaba tan mal como la última vez pero ciertamente no se encontraba bien.
—Tommy —susurró Sasha sentándose en la cama—. Es mediodía, mi tren sale en un par de horas.
Una mano salió de entre las colchas y lo aferró con fuerza por la camisa. No quería que se fuera. Sólo iban a ser unos días, estaba haciendo su tesis y volvería para la boda, pero de cualquiero modo, no quería que se fuera.
—Te traje el desayuno —dijo Sasha, sujetándole la mano y se la besó.
—¿Has traído antiácido y analgésicos?
—Están en la bandeja —dijo Sasha, retirando las mantas—. Y son de Thot Labs.
—¿Con eso qué quieres decir…? ¿Que me van a hacer mejor efecto? —Tommy alargó la mano hacia la mesilla buscando las gafas, se las puso y se medio incorporó, acomodando las almohadas
—Claro. «Mejor calidad de vida al alcance de todos» —dijo Sasha repitiendo el eslogan de Thot Labs y le acercó a Tommy un vaso con agua y una pastilla.
—¡Me duele la cabeza!
—Recuerdo que alguien prometió hace unas semanas que jamás volvería a beber —canturreó.
—Ese alguien te pidió que no le dejaras beber, nunca. No te vi impedírmelo mucho —se quejó mientras tomaba una pastilla detrás de otra—. Qué poco me cuidas.
Sasha se echó a reír.
—Estabas muy entretenido. Era obvio que lo pasabas bien. De hecho, creo que te divertiste más que el novio con ese baile.
—Nah. —Negó con la cabeza mientras partía un bollito y lo untaba con mantequilla—. Estuvo bien pero tampoco fue para tanto. Además, la sorpresita de Richie me dejó pasmado la mayoría de la noche.
—Es cierto. Pero hasta cierto punto lo entiendo… Quién lo diría, el liberal Richie no ha salido del armario. ¿Te importa mucho eso?
—No me importa, incluso entiendo que no haya querido hablar de ese aspecto de su vida a su familia. Pero no es sólo eso. Por momentos me parecía un extraño…
—Así que no he sido el único en pensarlo.
—¿Sabías que había estado llevando a Cindy a Chipping Camden con sus padres desde hace casi un año? Jamás nos lo dijo y eso me duele.
—No lo sabía…
—Entiendo que a ellos no les hablara de nosotros, pero ¿por qué ocultarnos cosas? Debería saber que no lo íbamos a juzgar ni nada de eso.
—Ya lo oíste, tiene dos mitades, como esos de personalidades múltiples. A su segunda mitad le avergonzaba que su familia supiera de su primera mitad, por eso la rechazó.
—¿Eh? Explícamelo como si fuera tonto, que no lo he entendido.
Sasha se echó a reír.
—Era broma. Pero quizá haya algo de cierto. Es obvio que la familia de Richie no tiene idea de cómo es en realidad. Son gente sencilla y quizá pensó que no encajaríamos allí. Eso sólo lo puede decir él, pero me temo que no habrá ocasión de preguntárselo.
—¿Crees que pensó que no nos agradarían sus parientes? ¡Pero llevó a Cindy! —Tommy dejó la bandeja en la mesilla y tumbándose de lado para mirar a Sasha.
—Tommy, sólo hago conjeturas. La verdad la sabe Richie y nadie más que él. —Optó por cambiar de tema—. Sus hermanos me simpatizaron y me gusta la idea de una boda en el campo. ¿Compartiremos la habitación en la posada?
—¿Escandalizaremos al pueblo?
—Después de esa cena, definitivamente no. Pero las habitaciones son dobles. —Guiñó un ojo—. Vamos, apúrate, quiero que me acompañes a la estación.
Tommy asintió, tomo una ducha rápida y velozmente se vistió para ir a despedirlo.
A mediados de agosto Tommy recibió una carta de Oxford. La encontró en la bandeja de la correspondencia cuando volvía de sus clases de cocina y la guardó en el bolsillo de su chaqueta sin darle mucha importancia.
—¿El señor cenará? —preguntó Perkins y Tommy negó.
—No, gracias. He comido algo por allí. Puede retirarse, no lo necesitaré esta noche.
—Entonces buenas noches, señor.
Tommy suspiró y comenzó a subir las escaleras. Hacía apenas tres días que los Andrew habían partido a Grecia y ya se sentía terriblemente solo.
«Falta poco para que venga Sasha», se dijo y eso lo animó. Tendría que decirle de una buena vez que aceptaba ir a Birmingham, que vivirían juntos.
Una vez en su habitación, miró su cuadro con ojos soñadores. Ese cuadro siempre le hablaba de amor y le devolvía el optimismo.
—Será genial —le susurró al cuadro, pensando en el futuro—. Viviremos como Alan y Patrick y tú nos acompañarás. Te colgaremos en el cabecero de nuestra cama.
Entonces se acordó de la carta y la abrió, pero cuando la comenzó a leer, su expresión cambió completamente.
¡Tenían una vacante! Alguien había fallado y le ofrecían una vacante para estudiar Filosofía en el Christ Church College. ¡Era magnífico!
No. No lo era.
Tenía la propuesta de Sasha, que se suponía que estaba «pensando»: la propuesta largamente esperada de vivir juntos, aunque fuera en Birmingham, y su propio deseo de estudiar Filosofía. Las dos cosas que más deseaba en la vida eran opuestas.
«Y el tío Joseph. Le prometí al tío que iría a Oxford.»
Estaba hecho un lío y no quería precipitarse. Su decisión, cualquiera que fuese, volvería a trastornarle la vida, estaba seguro. Tanto pensar en Sasha y su Teoría del Caos estaba haciéndole efecto.
—El «efecto mariposa» —murmuró—. Todo lo que decidas ahora será usado en tu contra.
De pronto la visión de su cuadro no le trajo ningún consuelo y giró en medio de su habitación buscando un rincón dónde esconderse de esa decisión que era inevitable.
Arrugó la carta y la metió en el armario, en el maletín de su colección de ropa interior, donde Perkins jamás miraba. Quería olvidarla, hacer de cuenta que jamás la había recibido, como si el simple hecho de no verla hiciera desaparecer la realidad.
Entonces vio el estuche de su violonchelo y lo tomó con ternura, para ponerse a tocar una melodía melancólica que le recordó a Sebastian.
«Tú sí sabrías qué hacer —pensó—. Por favor, dímelo…»
Pero no hubo respuesta milagrosa y al día siguiente lo primero que hizo fue tomar el teléfono para contárselo a Richie.
—¿Hola? —dijo el pelirrojo con urgencia en la voz. Tommy colgó. Richie estaba atareado con los preparativos de la boda y el viaje y no era justo darle una precupación más.
«No tengo que decidirlo hoy. Me dan hasta fin de mes para enviar los documentos.»
Pero los días pasaban y no se decidía. Incluso habló con el tío Joseph y le confesó su situación.
—Puedo congelar la vacante un año, pero no sé... Es tan difícil decidir lo mejor...
—Piensa en ti, Tommy. No lo hagas por mí, ni por Sasha ni por nadie. Lo que decidas, hazlo por ti.
Pero llegó la boda de Richie y aún no se decidía.
La boda se efectuó el 25 de agosto en Chipping Campden, ciudad comercial de los Costwolds en Gloucester, donde los padres de Richie tenían sus dominios: una enorme casona de campo estilo victoriano, algo descuidada.
Sasha y Tommy llegaron en el primer tren y se instalaron en la posada que los Porter habían reservado para los invitados que venían de Londres. Tenía vista a la plaza principal del pueblo y un baño pequeño pero privado donde Sasha se refugió para cambiarse.
—Apúrate, Sasha —apremió Tommy—. Tenemos el tiempo justo para vestirnos e ir a la iglesia. Se vería muy mal si llegáramos tarde siendo los testigos.
La puerta del baño se abrió.
—Ya estoy listo.
Sasha se había vestido de blanco, como le gustaba hacer en ocasiones especiales.
—Cindy va a pensar que le quieres hacer competencia. —Tommy rió—. ¿No sabes que el blanco está prohibido en una boda?
—A mí me gusta. —Sasha se miró en el espejo para arreglarse la corbata—. Es elegante y me sienta bien. ¿Por qué iba a estar prohibido?
—No es una ley, es más bien una norma tácita. Sólo la novia puede ir de blanco. Es su día y bla, bla, bla. —Hizo un gesto vago con la mano—. Aunque a mí también me gustas así —susurró con gesto cómplice. Se había vestido de negro sin imaginar que Sasha iría de blanco—. Ahora somos las piezas de un juego de ajedrez.
—Tú el rey y yo la reina —bromeó Sasha aludiendo al poder que tiene la reina en el tablero.
—Ya —murmuró Tommy—. Todos quieren proteger al rey. Pero estoy en el equipo contrario, querido.
Sasha le pellizcó el trasero.
Llegaron a la iglesia cuando la ceremonia estaba a punto de comenzar. Robert los divisó y los hizo sentarse adelante, junto a las amigas de Cindy que no les quitaban ojo.
«Seguramente están tratando de adivinar si somos solteros para echarnos el guante —pensó Tommy, incómodo. Recordaba a algunas: eran las chicas que acompañaban a Cindy el día en que la conocieron, en el Heaven—. Me pregunto si esa Alice seguirá igual de remilgada.»
—Allí está Richie —susurró Sasha.
El pelirrojo se veía nervioso en el altar. Les sonrió y Tommy respondió agitando la mano.
—Esto me recuerda en cierto modo a la boda de Angel y Alex. ¡Cómo me hubiera gustado que hubieras estado con nosotros! —gruñó—. Ese maldito Yeats…
—Shh, ya viene la novia.
Todas las miradas se volvieron hacia ella. Cindy estaba preciosa, avanzando del brazo de su padre. Conforme avanzaba, el silencio se hizo en la pequeña iglesia.
Cuando llegaron junto a Richie, el padre le hizo entrega simbólica de la novia. Al verlos juntos, Tommy se sintió agobiado por un sentimiento de fatalidad, como si su querido Richie le estuviera cerrando la puerta de su corazón en las narices.
La madre de Cindy lloraba emocionada y él estuvo a punto de hacer lo mismo, por razones muy distintas, pero logró sobreponerse al sentir la mano de Sasha presionándole suavemente el brazo, como queriendo decir que él siempre estaría allí.
«Hasta que te vayas a Birmingham», pensó, pero eso le recordó la decisión que debía tomar y prefirió desconectarse del mundo, arrullado por las palabras del sacerdote pero sin oírlas.
Sasha no se perdía detalle. Observador por naturaleza, le gustaba analizar a la gente y pronto notó que el vestido de la novia era el tema de conversación de las amigas de ésta, y que las señoras más ancianas observaban el decorado con ojo crítico, como si calcularan cuánto se había gastado.