—Quiero tenerte —dijo sencillamente Richie—. Puedes usarlo en mí.
—Vale —respondió con una sonrisa y fijó la vista en el consolador, que comenzó a lamer despacio, buscando provocar a su compañero.
—Mira que eres guarro. —Richie rió mientras le quitaba el consolador de la mano—. Si quieres lamer algo, tienes esto que es mejor. —Señaló a su propia erección y volvieron a ponerse cruzados.
Tras varios minutos en los que sólo se oyeron sus respiraciones y algún ruidito osado, Tommy gimió largamente y dijo entrecortado:
—Ya no aguanto más, como sigas así me correré. Métemela.
—Me gustas así de puto —dijo Richie sin pensar y lo hizo girarse para tener un mejor ángulo. Luego de echar un poco de lubricante y ponerse el condón, comenzó a penetrarlo con lentitud.
Tommy no fue capaz de decir nada, aunque sabía que Richie no lo había dicho con mala intención, pero ese «puto» se sintió como otro clavo en su ataúd. Cerró los ojos con fuerza para que el otro, concentrado como estaba con la penetración, no viera lo dolido que se sentía por el calificativo y con un suspiro cogió el dildo, lo lubricó a conciencia y comenzó a introducirlo poco a poco.
—Uh… qué bien se siente. —Richie jadeó, empalándose más—. Voy a extrañar esto. —Cerró los ojos un momento y luego los abrió, buscando los de Tommy. Mientras lo miraba, comenzó a moverse despacio, deseando capturar para siempre ese recuerdo que, aunque aún no lo sabía, lo acompañaría muchas veces los momentos más difíciles.
—Yo que tú intentaría llevar a Cindy al lado oscuro —comenzó a decir Tommy entre suaves jadeos—. Seguro que si le regalas un arnés con una buena polla acaba cogiéndole el gusto. Algo así como «yo tengo el poder» de los
Masters
del Universo.
Richie sacudió la cabeza ante la imagen mental.
—Oh, calla. —Fue todo lo que dijo, riendo a su pesar. No conseguía imaginarlo, pero tampoco pudo seguir pensando. Los movimientos de Tommy generaban sensaciones que requerían toda su atención. Lo sujetó por las caderas y empujó, olvidándolo todo.
Tommy lanzó un gemido ronco y comenzó a jadear cuando Richie empezó a moverse con fuerza contra él. Se aferró a su hombro y trató de concentrarse en penetrarlo con el consolador al mismo ritmo: quería que se corriera antes.
El orgasmo llegó, incontenible, y Richie se aferró con fuerza al cuerpo de Tommy, descargándose entre palabras de amor.
—Oh, Tommy… Te amo. —Fue su última frase antes de quedarse quieto.
—Yo también te quiero, Richie —respondió y tras unos segundos en los que se masturbó con fuerza, acabó corriéndose con un gruñido y colapsó despatarrado con el pelirrojo encima y sin ninguna gana de apartarlo. Luego abrió los ojos y lo miró—: Richie, tal vez me meto donde no me llaman, tal vez voy a decir algo que no te guste, tal vez debería callarme ahora que estoy a tiempo, pero no puedo… Si me amas, ¿no crees que cometes un error quedándote con Cindy?
—Yo… —Richie se quedó helado al oír esas palabras. Por un momento temió que todos los sentimientos se le desbordasen, pero se recordó una vez más que Sasha y Tommy se amaban y él no tenía derecho a interponerse. Quizá cuando se alejara, Sasha se decidiría por fin—. Escucha, cielo. Te amo, es verdad, pero también amo a Cindy y quiero estar con ella. Quiero tener una oportunidad de ser feliz.
—De acuerdo —respondió tomándole el rostro con las manos—. Yo sólo quiero que seas feliz.
Richie suspiró, acunándolo entre sus brazos. Sería feliz con Cindy, lo sabía. Pero a veces habría deseado nunca haber tenido que compartir a Tommy.
El 14 de febrero Sasha se encaminó a su habitación en el
college
luego de llamar a Tommy para avisarle que iría ese fin de semana. Cuando entró en el edificio, Collins le dijo que un caballero deseaba verlo en la sala común y su sorpresa fue muy grande al encontrar un hombre que dijo ser Eustace Woodward, el abogado del señor Joseph Stoker.
—El señor Stoker desea que lo acompañe a tomar el té. Se aloja en el McDonald Randolph. He venido a recogerlo.
—Claro. Será un placer.
En el trayecto Sasha trató de averiguar sutilmente algo más sobre esa misteriosa invitación, pero Woodward declaró que no estaba informado.
El hotel era céntrico y muy elegante, con ese estilo que combina la modernidad y lo clásico, tan apreciado por los ingleses. Sasha se dejó conducir hacia la habitación del tío Joseph, donde servirían el té.
Le sorprendió encontrar a un frágil anciano envuelto en mantas, con ojos vivaces que lo examinaron con atención; unos ojos azules tan intensos como los de Tommy.
—Ah, el señor Sasha Ivanov. Es un placer conocerlo al fin —dijo sin levantarse y le tendió una delgada mano que Sasha estrechó—. Espero que me disculpe por no poder darle la bienvenida en forma más apropiada. Mi estado de salud no me permite hacer muchos esfuerzos.
—Descuide, señor. También es un placer conocerlo.
—Siéntese, muchacho. Tomaremos el té y las excelentes pastas que preparan aquí y me contará cómo lo trata Oxford.
Sasha se sentó y un camarero sirvió el té mientras el anciano despedía a Woodward.
—Estoy satisfecho —dijo el ruso—. El ritmo de estudios es intenso pero me agrada estar aquí.
—Ya veo, ya veo. —El tío Joseph bebió un poco de té y dejó la taza con manos temblorosas—. Mi salud ya no es la de antes, lo que constituye un singular contratiempo. Hay tantas cosas que yo querría hacer…
—Sin duda ha hecho grandes cosas, señor. Su sobrino Tommy me ha hablado mucho de usted.
—Ah, mi Tommy. ¿Sabe, Ivanov? Ese muchacho es como el hijo que nunca tuve… o quizá el nieto. Me recuerda mucho a mí lo que quiere decir que probablemente será como yo cuando sea mayor y no me refiero a lo físico.
Sasha sonrió preguntándose qué le querría decir. A pesar de su apariencia frágil, el anciano se veía muy lúcido.
—Tommy es mi mejor amigo —dijo con orgullo y los ojos de Joseph lo miraron muy atentos—. Es un hombre y un amigo extraordinario y me honra conocer por fin a su pariente más querido.
Hablaron de las próximas regatas y de algunas anécdotas del tío Joseph en Oxford y Sasha se relajó. El anciano era un ameno conversador y los minutos pasaron rápidamente, pero en ocasiones se sentía estudiado.
«Ideas mías —se dijo Sasha—. Me he vuelto desconfiado, seguramente a causa de mi primer encuentro con el clan Stoker. Aunque… no me ha dicho por qué estoy aquí.»
Cuando el camarero retiró el servicio, ayudó al anciano a sentarse junto a la chimenea y se sorprendió de lo poco que pesaba y lo vulnerable que se veía, aunque tenía una gran energía y según él mismo había expresado momentos atrás, muchos deseos de vivir.
La habitación estaba muy caliente a pesar de que no hacía tanto frío y en ese ambiente cálido y relajado, Sasha decidió hacerle una pregunta directa:
—Señor, ¿puede decirme el por qué de esta entrevista? Si espera algo de mí o si…
—Espero muchas cosas —dijo el tío Joseph—. Y la razón es muy sencilla: me gusta conocer a los amigos de mi sobrino favorito, de modo aproveché este viaje de negocios para pedirle que se reuniera conmigo.
—Entiendo.
—Sucede que este hotel es mío. O debo decir lo era hasta hace algunas horas. Lo he vendido.
—¿Lo ha vendido, señor?
—¿Le sorprende? Pues sí, lo he vendido. He vendido muchas cosas durante los dos últimos años y antes de que me pregunte por la razón, se la diré: quiero dinero. Ah, el dinero… A veces se convierte en una responsabilidad. ¿Le importa mucho el dinero, Ivanov?
—A todos les importa, supongo —dijo Sasha con cautela, tratando de adivinar las intenciones del anciano que parecía estar evaluando cada palabra que pronunciaba.
—Esa no es una respuesta, querido amigo mío. Porque puedo llamarlo amigo, ¿verdad? —Sasha asintió—. Entonces, ¿le importa mucho el dinero?
«Demonio de hombre —se dijo Sasha—. No acepta una evasiva.»
Lo miró a los ojos y decidió ser sincero. Después de todo, lo que iba a decir no era ningun crimen.
—Me importa, en efecto.
—Muy bien. —El anciano pareció complacido—. ¿Y qué haría si tuviera dinero? Mucho dinero.
—No lo sé, muchas cosas…
—No, no. Puede hacerlo mejor. Vamos, muchacho. Cuénteme lo que haría si tuviera mucho dinero.
Sasha lo pensó bien. Por un momento sintió que lo estaban poniendo a prueba y que muchas cosas dependerían de su respuesta y deseó conocer mejor al tío de Tommy para poder saber lo que se traía entre manos. Nunca se había sentido tan evaluado. Ni siquiera en sus entrevistas de trabajo.
—Bien. Suponiendo que tuviera dinero y dependiendo de la cantidad, seguramente lo invertiría.
—Invertir está muy bien. ¿En qué lo invertiría?
—Dependería de la cantidad, pero podría ser en la Bolsa, o en la compra de inmuebles o empresas quebradas. La última es una inversión a mediano plazo.
—Interesante. —Los ojos del anciano brillaron—. ¿Y qué haría con las ganancias?
—Las volvería a invertir.
—¿Y las pérdidas?
—No perdería, señor —dijo Sasha con algo de arrogancia—. Jugaría a ganador, evaluaría bien el escenario.
—Eso es magnífico, querido Ivanov.
«Y ahora es cuando me da el cheque», pensó Sasha, pero eso no sucedió. En lugar de ello, el tío Joseph le comenzó a hablar de la infancia de Tommy y sus ojos se humedecieron un poco al recordar la muerte de Sebastian.
—Fue una desgracia para todos, pero en modo alguno fue culpa de Tommy. Lamentablemente ese evento marcó la vida de mi sobrino en muchos aspectos. Tommy es un joven un tanto alocado, deseoso de dar y recibir cariño. Me alegra haber conocido a alguien que lo quiere bien y que velará por él cuando yo no me encuentre en este mundo. ¿Lo hará, Ivanov? ¿Hará eso por mí?
—Desde luego, señor. Tommy tendrá en mí al mejor de los amigos.
—Muchas gracias. —Un acceso de tos interrumpió al anciano que pulsó el timbre llamando a su asistente—. Temo que nuestra entrevista tendrá que terminar aquí, querido amigo. Es hora de mis medicamentos…
—Claro, señor. Que descanse… —Sasha se puso de pie para ayudarlo, pero el asistente entró en la habitación y tuvo que quedarse allí, de pie mirando al anciano que tosía. «Se ve muy mal. Parece que en cualquier momento se fuera a partir en dos.»
—Debe usted prometerme algo —murmuró el tío Joseph cuando su acceso de tos se calmó un poco—. Mi sobrino no debe saber jamás de esta entrevista.
—Desde luego, señor. ¿Puedo saber el motivo?
—Tommy no me ha visto en todo este tiempo y me cree en el extranjero. Si supiera que he venido aquí en lugar de ir a verlo, se sentiría muy mal. Y temo que si me viera así, se sentiría mucho peor.
—Lo siento… yo…
—Descuide. —El anciano hizo un gesto quitándole importancia—. Y gracias. Woodward lo llevará de nuevo al
college
. Espero volverlo a ver pronto.
Sasha se despidió estrechándole la mano que notó débil y abandonó la habitación con la certeza de que Joseph Stoker no pasaría mucho tiempo en este mundo, y con la convicción de que ese evento afectaría mucho a Tommy.
La primera semana de marzo, Sasha llamó a Alex y quedaron de verse el fin de semana para hablar. Estaba ansioso; a punto de graduarse, esa misma semana había recibido una proposición interesante de los laboratorios Chemical United, competidores de Thot Labs, que lo habían contactado a través de una compañía de
head hunters
a causa de sus buenas referencias en Oxford.
Estaba seguro de que Alex le ofrecería mejores condiciones pero quería asegurarse. Sabía que un ejecutivo de Thot Labs ganaba mucho dinero y quería fijar cuanto antes las condiciones de trabajo. xxx Sin embargo, apenas entraron al estudio supo que algo iba mal, pues su amigo no lo miró a los ojos.
—Siéntate, Sasha. ¿Vodka?
Negó con la cabeza. Quería entrar en materia cuanto antes.
—Alex, estoy a punto de graduarme —anunció lo obvio—. Dedicaré el verano para hacer la tesis, y estimo que hacia octubre estaré disponible para lo que acordamos. Si sigue en pie, claro está.
Alex se sentó junto a él en el sillón y bebió un trago de whisky.
—Sigue en pie —se apresuró a decir. Luego alzó la vista y la enfocó en el rostro del ruso—. Pero ha habido un pequeño cambio de planes. Verás, tenemos problemas en la subdirección de ventas y he tenido que hacer varios ajustes pero no será suficiente. Estos meses cubriremos nuestras cuotas, pero para el próximo año necesito cambios. Quiero que vayas allí.
Sasha lo meditó. Una subdirección era más de lo que había esperado. Honestamente, esperaba una gerencia. Trató de no mostrar demasiado entusiasmo. «Sé cauto en los negocios —decía siempre Alex—. No muestres lo que estás pensando, ni siquiera cuando estés seguro de lo que tienes.»
—Eso es mucha responsabilidad, ¿no es cierto? —dijo tentativamente.
—Sí, pero te tengo plena confianza. No confío en nadie más para ese puesto. Hay que hacer muchas reformas y sé que no te temblará la mano a la hora de hacerlas. Y por supuesto, las condiciones del documento que firmamos ha variado; estamos hablando de ciento cuarenta mil libras al año, un porcentaje en el reparto de acciones, apartamento pagado y movilidad.
Sasha entrecerró los ojos. ¿Apartamento? Que él supiera, esa no era la política para los residentes en Londres…
—¡Un momento! ¿De qué subdirección estamos hablando exactamente?
—De la subdirección de ventas de Birmingham —dijo Alex.
—¿Birmingham? Nunca hablamos de eso, Alex. Quiero quedarme en Londres.
El empresario se veía incómodo. Repitió los problemas que tenía e invocó una vez más la ayuda de Sasha, pero él entrevió algo que era evidente que su amigo no quería contarle.
—Esto tiene que ver con la cena, ¿verdad? —Optó por un ataque directo.
Alex respondió, confirmando sus sospechas.
—Un poco. El escenario no es el que yo esperaba y desde luego no es lo que te había ofrecido.
—Déjame adivinar. ¿Ebenezer quiere moralizar el laboratorio? ¿Vas a dejarlo?
—Sasha, no olvides que, nos guste o no, se te pasó la mano. Tú provocaste la reacción no sólo de Ebenezer sino también la de McAllister. Se enteraron del documento que firmamos y han estado indisponiéndote con muchas personas. Cada acción provoca una reacción, sabes muy bien eso.
«Y ahora veo el efecto —pensó Sasha—. ‘El efecto Mariposa’. Grandioso.»