—¡Hey!
—Tengo un mejor uso para eso. —Uniendo la acción con la palabra, Sasha se arrodilló y comenzó a lamer el hielo haciéndolo girar y deslizarse por el ombligo, y jugando con él mientras lo hacía subir hacia uno de los pezones de Tommy ayudándose con los dedos.
—Oh, sigue. Se siente muy bien.
Sasha continuó pasando el hielo alternativamente por los dos pezones, deleitándose al notar lo duros que se ponían y el modo en que Tommy se agitaba y gemía en el sofá. Olvidó la confesión de Richie y de hecho se olvidó del mundo, concentrado solamente en aquél que se estremecía con sus caricias. No podía comprender cómo Tommy podía ser bisexual, viéndolo tan entregado. Quería ser el único que pudiera hacerlo vibrar con sus toques, el único que pudiera amarlo…
Tommy cerró los ojos. Momentos como ese eran un maravilloso preludio para el sexo que vendría luego. Entonces los abrió y miró a Richie que los contemplaba con ¿tristeza? ¿nostalgia? Por un momento se sintió egoísta, había olvidado a su querido Richie como le pasaba a menudo cuando estaba con Sasha.
Con una dulce sonrisa le tendió la mano.
—Ven —susurró y Richie se puso de pie, para arrodillarse también a su lado.
—Dragón…
—No digas nada. —Tommy le sonrió con un nudo en el corazón. Todavía no asimilaba el papel de Cindy en la relación que tenían los tres pero algo le decía que traería cambios.
—De modo que te vas —dijo Tommy a Alison con más pesar del que quería demostrar.
—Será sólo por quince días y vendré para el inicio del curso. Me muero por conocer Los Angeles —replicó ella con entusiasmo.
No se veían desde el fin de curso, hacía dos meses. Tommy había estado de viaje y Alison había estado ocupada con Roscoe, que resultó ser «maravilloso» según confesó. Esa tarde lo había llamado para darle la noticia y se habían encontrado en un pub cerca del apartamento de ella. Tommy la veía radiante.
—Las playas son fantásticas. Fui cuando era un crío y lo único que recuerdo es el hotel frente a la playa, mis castillos de arena, el mar, el sol... —Calló un momento—. Claro que entonces yo tenía otros intereses.
—No jugaré con castillos de arena. —Alison rió—. Pero aprovecharé el mar y el sol. Y todo te lo debo a ti. —Le tomó la mano por encima de la mesa y se la acarició con ternura—. Has sido el mejor de los amigos.
—No digas eso, te hice enfadar algunas veces…
—De eso se trata, ¿no? Conocer a una persona en las buenas y en las malas. Y no fue tan malo, me diste la oportunidad de leer ese ensayo y entenderte mejor.
—Ese ensayo es…
—No digas nada. Me pareció muy original y muy sincero. Creo que ese es el verdadero Tommy y me alegro mucho de haberlo leído.
Tommy sonrió y la besó en la mejilla. Estaba feliz por ella y bromeó y rió como siempre, como si nada le pasara. Incluso conoció a Roscoe cuando llegó a recoger a Alison, y estuvo encantador con él.
Después de subir al auto, Alison le dijo:
—Creo que debes seguir escribiendo cosas así.
—No es para tanto…
—Ya lo verás, creo que vas a sorprenderte. —Alison agitó la mano despidiéndose y él también lo hizo.
«De modo que fue el ensayo —se dijo—. Eso la convenció de que yo no represento una apuesta a futuro. También ayudé a que Patrick y Alan sean novios; y gracias a mí, Richie conoció a Cindy. ¿Por qué siempre termino arreglándole la vida a todo el mundo y mi propia vida sigue siendo una mierda?»
Tommy comenzó su último año con sentimientos encontrados. No había podido contarle a Sasha lo de su postulación a Oxford y las noticias de Richie y Alison lo habían hecho sentir que los perdía.
Se acabaron las veladas cocinando en el apartamento de Alison o saliendo con ella y sus amigos a Camden Palace. Ahora Alison no tenía mucho tiempo para esas cosas.
Y Richie… no quería pensar en Richie. Ahora sabía que las veces que no podía salir con ellos era porque estaba con Cindy. Lo había hablado con Sasha, pero el ruso simplemente decía que cada persona debe tomar su camino.
Cavilaba sobre eso, sentado en la cafetería del campus, cuando su radar gay detectó a un atractivo hombre que venía directo hacia él.
—Disculpe, ¿usted es Thomas Stoker? —preguntó.
—Así es.
—Kenneth Emerson de Top Men Magazine. ¿Puedo sentarme?
—Desde luego. —Tommy le ofreció la silla frente a él, preguntándose qué podría querer de él un periodista de la revista gay de moda.
Emerson abrió su portafolios y sacó unos papeles que le tendió:
—¿Es usted el autor de este ensayo?
Tommy tomó las hojas. Era el ensayo que le había alcanzado a Alison, el que publicara años atrás en la revista de Randy. El color le subió a las mejillas al ver el título: «El sexo como un medio de expresión, de conocimiento, de ayuda al prójimo, y un mecanismo de poder». ¿Cómo habría llegado a las manos de Emerson? Por un momento pensó en negarse, pero era absurdo. Además, no se avergonzaba de haberlo escrito.
Alzó la barbilla en un gesto que habría resultado típico de Sasha, y dijo con aplomo:
—Así es.
—Apenas lo hemos leído la semana pasada. Nos llega mucho material, ¿sabe? Y no siempre es de la misma calidad que éste. Por eso estoy aquí.
—No le entiendo…
—Queremos publicarlo, señor Stoker. En el número que saldrá en octubre. Claro que necesitamos darle forma y para eso he venido.
—Pero yo no he… —Tommy calló, entendiendo de pronto lo que Alison le había dicho. ¡Ella había enviado el artículo a la revista! Una sonrisa adornó su rostro—. Desde luego, dígame qué tengo que hacer.
Después de revisar las notas de Emerson, ambos llegaron a un acuerdo y Tommy se comprometió a enviarle el artículo y reunirse con él en tres días para terminar todo.
—Enviaremos el cheque por correo después de la publicación —dijo Emerson—. Ha sido un placer.
Tommy le tendió la mano, pero entonces pensó en su nombre impreso en una revista gay de circulación nacional y se sonrojó. A pesar de que había pasado un año desde su último escándalo, todavía sufría las consecuencias.
—Espere. Me gustaría firmar con un seudónimo.
—Por supuesto. ¿Cuál será el seudónimo?
Tommy lo pensó un momento. Le habría gustado que Sasha y Richie estuvieran allí para ayudarlo a elegir, pero no estaban y tenía que tomar sus propias decisiones. Entonces le vino a la mente un nombre y sonrió mientras se lo dictaba a Emerson:
—Thomas Morecock.
Sasha pasó su cumpleaños número veinticuatro con Richie y Tommy, bebiendo y bailando hasta las cinco de la mañana.
«Como en los viejos tiempos», pensó.
Volvió a Oxford la primera semana de octubre, después de dos semanas idílicas con Tommy, en las que habían hablado de todo, excepto de su relación.
Su habitación era la misma y Larry compartía la contigua, como en el curso anterior. En su primera noche había quedado con el abogado en salir a cenar y luego se quedaron hablando hasta tarde.
—Y bueno, es como dice Henrietta: «La forma lo es todo» —reflexionó Larry—. Así que organicé una cena formal en el Ritz e invité al dueño de la galería donde ella deseaba exponer. Después del postre todo fue muy sencillo. La exposición será en un mes.
Sasha esbozó una sonrisa. No le atraía del todo el arte de Henrietta, él prefería algo más clásico, como el cuadro del hombre desnudo que tenía Tommy. De todas formas, era un logro importante que las pinturas de Henrietta se exhibieran en la galería Tate.
—Felicitaciones.
—El mérito es de ella. Los críticos la han calificado como «original e intensa». ¿Qué te parece?
—Más bien, ¿qué te parece a ti, Larry? Tú eres el más indicado para juzgar eso —dijo Sasha riendo.
—Oh, vamos. No creo que el
Manual
incluya un capítulo sobre pintura, ¿verdad?
—«Vive, ríe, goza y folla. Si eres pintor, haz un cuadro con eso.»
Larry rió.
—Se lo diré a Henrietta. —Al cabo de un momento, observó—: Me gusta el
Manual
. ¿No has pensado escribirlo en serio algún día? Sé que estuviste haciendo artículos para esa revista…
—No lo creo —señaló Sasha—. Esa etapa ya pasó. Lo mío no es escribir, pero conozco a una persona que podría hacerlo perfectamente.
Ninguno dijo nada más, pero ambos sabían que hablaba de Tommy.
Tommy enfrentó esa nueva separación con toda la calma que pudo, pero la actitud de Sasha había vuelto a ser la misma. Visitas espaciadas y pocas noticias durante el año. Ese abandono inexplicable y los encuentros intensos para luego pasar por otra etapa de abandono.
No lo entendía, pero no acertaba a negarse cuando Sasha, luego de semanas de ausencia, aparecía de pronto y reclamaba sus besos.
Así llegó diciembre y la siempre presente invitación de Alex para que Sasha pasara la Navidad en Greenshaw Hall.
El ruso llegó el 23 por la tarde y pasó toda la velada discutiendo con Alex la política de la URSS y el inminente fin del comunismo. Tommy lo observó argumentar y se sintió orgulloso: Sasha exponía sus ideas con una claridad que permitía que alguien no especializado en Economía pudiera entenderlo.
Alex también lo estudiaba y Tommy pensó que había traído a colación el tema para observarlo.
—¿Y cómo van las cosas en Birmingham? —preguntó Sasha—. He oído que descontinuaron el PraxFlu debido a las bajas ventas.
—No me lo recuerdes… Perdimos dos licitaciones importantes con el Estado y en esas circunstancias no valía la pena seguirlo fabricando. Lo intentaremos el año que viene, como ThotFlu.
—¿No habíais comprado el laboratorio por su tecnología para fabricar genéricos? ¿Qué pasó? —preguntó Tommy.
—Pues… —Alex pareció incómodo y Angel se encargó de continuar:
—Errores administrativos. Tomaron nota sobre los requerimientos mínimos y luego alguien olvidó algún papel. Perdimos las licitaciones por errores administrativos y pasó algo similar en dos clínicas privadas.
—Oh —murmuró Tommy y posó sus ojos en Sasha como pidiéndole respuestas.
El ruso bebió un poco de agua antes de intervenir.
—En un laboratorio los centros de investigación y la tecnología son muy importantes, pero no son lo único importante. Praxa Labs poseía la mejor tecnología en genéricos y eso no ha cambiado, pero la mejor tecnología no ha servido de mucho en este caso. Los laboratorios constantemente hacen fusiones o absorciones, porque el tiempo que se necesita para investigar o diseñar la tecnología de producción es corto y la competencia es feroz. Compran tecnología pero olvidan el engranaje para venderla y aunque muchas de las ventas se negocian entre bastidores, algunos errores simplemente no se perdonan.
Alex asintió, expresando su aprobación.
—¿Y qué harás? —quiso saber Tommy.
—He enviado a Peter Stoner a reorganizar las cosas allí y me ha prometido solucionar los problemas en tres meses.
Sasha no dijo nada, pero dudaba que tres meses bastaran. Siempre atento a las noticias de la industria farmacéutica, sabía que se necesitaban cambios más profundos.
La conversación derivó hacia otros temas, pero Alex se quedó pensativo y de pronto frunció el ceño un poco. Acababa de tener una idea y mientras más le daba vueltas, mejor se convencía de que era lo más acertado.
—¿Listo? —exclamó Sasha apenas abrió la puerta de la habitación de Tommy, el 24 a las 11:45, después de la cena navideña con los Andrew.
Tommy sonrió, de espaldas mirando la chimenea, mientras sostenía en las manos su regalo. Había estado inquieto durante la cena y sospechaba que por eso los Andrew habían optado por despedirse temprano: le estaban dando espacio para pasar la velada con Sasha, como habían hecho siempre, desde que se conocieron.
El ruso tenía un pesado paquete en las manos y otro más pequeño encima. Había pasado varias horas buscando un regalo apropiado para alguien que lo tenía todo, y se había decidido por la traducción al inglés de la enciclopedia de cocina
Larousse Gastronomique
.
—¿Qué tienes allí? —dijo Tommy volviéndose, con su paquete oculto en la espalda.
—Ven tú mismo a descubrirlo —dijo Sasha con voz insinuante, colocándolo sobre el escritorio.
Tommy avanzó un par de pasos y el ruso lo envolvió en un cálido abrazo y le quitó el paquetito que llevaba.
—Aún faltan unos minutos.
—Oh, vamos.
Sasha colocó el paquete sobre el escritorio y se sentó en el sillón junto a la chimenea, tirando de Tommy hasta tenerlo sobre sus piernas.
—Si sigues con eso no esperaré a la Navidad para cobrarme mi regalo en especias —declaró Tommy riendo.
—Esperaremos. Los regalos no pueden abrirse antes de medianoche.
La espera transcurrió del modo más placentero, entre besos, susurros y risas, y cuando por fin el reloj dio la última campanada, Sasha le dio un beso profundo para luego susurrar:
—Feliz Navidad.
Tommy fue el primero en levantarse, impaciente por abrir sus regalos. Tal como había sospechado, el primer paquetito era la octava matrioska, recuerdo de cada año que lo unía a Sasha.
Mientras el ruso desenvolvía su regalo, Tommy lo observó, evocando el día en que se conocieron. Sasha había madurado deprisa, y el tiempo en Thot Labs y ahora en Oxford le había hecho adoptar un aire de practicidad y eficiencia que hacía que incluso Alex tomara nota de lo que decía; pero en ese momento, despeinado a causa de los besos compartidos, sonriente y emocionado al abrir el walkman que Tommy le había regalado y la cinta con sus canciones favoritas que le había grabado, no parecía un ejecutivo eficiente. Era sólo Sasha, su amor.
—¿Qué miras?
—A ti. Creo que Oxford te ha traído algunas canas.
Sasha le hizo una mueca y se pasó una mano por el cabello casi de plata.
—Si las tuviera, no se notarían —afirmó, picado—. ¿No abrirás tu otro regalo?
—Claro. —Tommy le hizo un guiño y desenvolvió el paquete, sospechando que se trataría de alguna novela. Al ver la enciclopedia, se quedó sin habla.
—¿Te gusta? Pensé que si te estás tomando tan en serio eso de cocinar, necesitarías documentarte.
«Típico de Sasha. Le gusta tener toda la información para poder actuar.»
—¿De qué te ríes? —cuestionó el ruso.
—De nada. Me encanta —susurró Tommy comenzando a hojear la enorme enciclopedia—. Me tomará siglos leerlo, pero me encanta.