Cuentos completos (593 page)

Read Cuentos completos Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos

BOOK: Cuentos completos
5.14Mb size Format: txt, pdf, ePub

Papá me dijo:

—Lo has hecho muy bien, hijo. No podemos atrapar al ladrón, pero por lo menos hemos recuperado las monedas.

—Sí que podéis atrapar al ladrón, papá. Es alguien que no leyó bien el cartel de la cajita de los viejos. El cartel ponía
viejos,
en plural, y
campaña
con eñe, pero como estaba escrito a mano la humedad había borrado la ese final y el ladrón leyó
viejo,
donde ponía
viejos
y además no vio la tilde de la ñ de campaña o ni siquiera sabía qué significaba esa palabra que él transformó en
campana.
Pero si hubiera sido un buen lector, él mismo habría suplido la ese y la tilde de la eñe casi borrada, puesto que el artículo
los
indicaba la concordancia en plural del nombre,
viejos,
que le seguía, y aquí la palabra
campana
no significaba nada. Repito, se trata de una persona con poco hábito de lectura, casi analfabeta o que es extranjera y no conoce bien nuestro idioma. Todo lo que tienes que hacer es buscar a alguien del museo que sea extranjero o que lea muy mal y tenga un vocabulario muy pobre. Esto reducirá mucho el número de personas sospechosas entre los empleados.

Así fue. Capturaron al ladrón antes del día de Navidad y el Museo entregó a Nacho diez mil pesetas de recompensa por su ayuda y otras tantas a Papá Noel por entregar la moneda. Esto alegró las Navidades de ambos.

Yo no quise aceptar ninguna recompensa, porque no hice más que realizar mi trabajo de detective, pero también tuve unas felices Navidades.

Un caso de necesidad (1975)

“A Case of Need”

Lo que ocurrió con Santi Vidal fue que necesitaba esas respuestas para aprobar el examen de ciencias. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que fue él quien, a escondidas, copió el examen que el profesor tenía preparado.

Santi fue el único muchacho de mi clase que no asistió al gran Concurso Nostalgia que organizamos en el colegio como uno de los actos de Fin de Curso, porque iba bastante mal de notas y su padre estaba muy enfadado con él y le había amenazado con meterlo interno durante el verano si no sacaba mejores calificaciones. Santi pidió permiso para aprovechar el tiempo y quedarse a estudiar en el laboratorio de ciencias, situado al fondo de la clase de ciencias donde está la mesa del profesor, y por eso todo el mundo pensó que había sido él quien tocó los cuestionarios de exámenes de esa asignatura.

Pero yo no creía lo mismo. Santi no necesitaba esas respuestas para conseguir unos puntos más y en todo caso no era el único que necesitaba mejorar las notas. Alguien más podía haberlas necesitado para mantenerse al frente de la clase, para obtener la Matrícula de Honor.

Yo soy una especie de medianía. No me importa sacar notas altas, pero algunas veces me molesta no haberlas obtenido. Mi padre es detective del cuerpo de policía y algún día yo también voy a serlo. Yo creo que se precisa otro tipo de educación que la que se consigue en la escuela con otros chicos. Papá me dice que todo tipo de educación es necesaria, y algunas veces creo que tiene razón.

El Concurso Nostalgia no me interesó y no participé en él. Lo organizaban unos cuantos hombres de negocios a los que supongo les servía de publicidad y los padres y profesores del Colegio parece ser que estaban de acuerdo en que era una excelente idea. Lo comprendo, era nostalgia para ellos.

Los alumnos participantes tenían que contestar preguntas sobre arte, cine e historia correspondientes a personajes que hubieran llenado los 60 primeros años de nuestro siglo. Para nosotros esto ya es historia antigua pero los padres tenían más posibilidades de saberlo y esto les permitía parecer muy inteligentes ante sus hijos, al menos por una vez.

Estoy seguro de que yo también hubiera podido participar, pero se trataba de leer mucho y para ello hubiera tenido que sacar tiempo de mis estudios normales. Por otra parte estaba seguro de que Paula ganaría. Ha ganado todos los concursos en los que participa, de ortografía, de historia, de acontecimientos locales…, etcétera. Para ella ganar es muy importante.

Y eso es todo. Paula tuvo que estudiar mucho para el concurso y seguramente le faltó tiempo para preparar los exámenes finales de ciencias. Ganaba el concurso pero perdía el examen y temiendo sacar una mala nota era imprescindible que viera las preguntas, o sea hacer trampa en el examen.

El viejo señor Randol, el profesor de ciencias, podía haber cambiado las preguntas cuando se dio cuenta de que alguien había revuelto sus papeles, pero es un hombre mezquino y no lo hizo. Puso el examen tal como lo había preparado y cuando Santi Vidal lo entregó, el señor Randol acusó a Santi de tramposo ante todo el mundo.

Santi se defendió diciendo que había estudiado mucho, pero nadie le creyó. El sólo había entrado en la clase vacía para ir al laboratorio mientras todo el mundo estaba viendo el Concurso Nostalgia en el auditorio. Tenía que haber sido él. Sólo yo creía en la inocencia de Santi. Era muy amigo mío y sabía que no era capaz de hacer una cosa así. Yo sospechaba de Paula Ruiz.

Era un problema. Yo no tenía ningún deseo de traer complicaciones a nadie, pero tampoco me parecía justo que se culpara a alguien que no lo merecía.

Le expuse los hechos a papá.

No me preguntó detalles. Se dio cuenta de que era mi problema y me dijo:

—Dejar un crimen sin resolver significa que un inocente puede pasar por sospechoso durante el resto de sus días. Si la única manera de demostrar su inocencia es descubrir al culpable y presentarlo a los demás, ¿por qué no hacerlo?

—Tal vez la persona culpable confesará antes que ver condenado a un inocente —opiné yo. Papá esbozó una media sonrisa:

—No cuentes con ello —me dijo. Ahora ya sabía lo que tenía que hacer. Yo había estado en el auditorio durante el desarrollo del Concurso Nostalgia, todo el colegio estaba allí. Paula llegó a la final, al último turno de preguntas, junto a otros cinco muchachos. Los alumnos finalistas estaban fuera de toda sospecha. Yo podía haber contestado la mayoría de preguntas, porque me gusta mucho el arte y la historia, pero no me gusta hacer las cosas con el tiempo limitado. Además me hubiera quedado mudo sólo con ver a todo el público pendiente de mí. Pero nada de eso pareció molestar a Paula. Al pensar en ese día del Concurso Nostalgia me puse a revisar lo que había ocurrido.

Recordé cuando ella se había levantado para contestar a la pregunta:

—¿Qué tienen en común los nombres de Charlot y Picasso?

Al momento yo sabía que esos nombres eran dos seudónimos…

Pero Paula respondió mucho antes de que yo hubiera terminado de pensar. Con esa ridícula voz que tiene dijo:

—Son los seudónimos de dos artistas: Picasso, un pintor, y Charlot, un actor y director de cine.

Naturalmente la respuesta era correcta. Luego tuvo que decir los nombres verdaderos de cada uno en el orden que le habían dado. Charlot se llamaba Charlie o Carlos Chaplin y Picasso se llamaba… pero aquí fue donde falló.

Ella dijo «Pablo Picasso» como en un susurro y cuando el profesor le preguntó:

—Entre Pablo y Picasso hay el primer apellido, ¿cuál es?

Se quedó callada, negó con la cabeza y bajó del estrado llorando. Muchos niños se rieron, pero la mayoría lo sentían por ella y estaban preocupados. Tal vez fuera yo el único que quedó perplejo. Más tarde, cuando el concurso ya estaba a punto de terminar, Paula volvió a sentarse en la última fila, con la cara roja de haber llorado.

Después, cuando se divulgó lo que había ocurrido con las preguntas del examen, me imaginé que cuando bajó del estrado había ido corriendo a mirar los papeles del profesor. Sólo de esta forma podía seguir siendo la primera en ciencias.

Y fue la primera. Entregó un examen perfecto, pero naturalmente nadie se sorprendió por ello.

No me quedaba otro remedio que ir a hablar con el director. Era algo embarazoso, pero tenía que hacerlo. Me miró con cara de mal humor y me dijo:

—¿Me estás diciendo que Santi Vidal no copió las preguntas del examen?

—No señor, no lo hizo —dije—. No es de esa clase de personas. Naturalmente no existe ninguna prueba de que lo hiciera y no se le puede castigar, pero todo el mundo sospecha de él y esto es igualmente injusto.

—Yo no puedo hacer nada contra esto —dijo el director—. No pudo haber sido nadie más, a no ser que tú pienses que el señor Randol está equivocado y que nadie tocó sus papeles. Pero esto no me parece probable, es un señor que toma muchas precauciones y además tampoco creo que nos hubiera mentido.

No me quedó otro remedio que contarle que fue Paula, estaba casi seguro, debió hacerlo en el tiempo que estuvo fuera desde que bajó del estrado hasta que volvió a entrar en el auditorio.

—Si se lo pregunta —le dije— estoy seguro de que se verá descubierta y confesará.

El me dijo:

—Paula es la alumna más brillante de la escuela. ¿Por qué haría una cosa así?

—Tal vez para seguir siéndolo —le dije yo—. Tomó parte en el concurso Nostalgia y llegó un momento en que para prepararse tuvo que dejar el trabajo de la escuela. Al final, decidió que los exámenes de fin de curso eran más importantes que el concurso, entonces falló deliberadamente en la respuesta y de esta forma pudo…

—No puedo creer esto, jovencito —me dijo con voz enojada—. No tienes ninguna prueba y ningún derecho para hacer semejante acusación.

Me sentía totalmente sudado por la angustia, pero no podía volverme atrás.

—Tengo más pruebas contra Paula que las que nadie ha podido presentar contra Santi —dije—. Fue una mala pasada para Paula que se le hiciera esa determinada pregunta, porque era imposible que fallara del modo que lo hizo. Estaba tan preocupada que no se dio cuenta de que no podía equivocarse en esa respuesta.

—¿Y cómo puedes decir que ella no podía equivocarse en esa respuesta? ¿Acaso lees en la mente de los demás?

—No señor, pero yo sabía la respuesta y luego la consulté para estar seguro. Paula conocía el primer apellido de Pablo Picasso. Sabía que el nombre de Charlot era Charlie Chaplin y en éste es en el que podía haberse equivocado, pero lo que no es posible es que olvidara el apellido de Picasso, como fingió.

—Yo no me acuerdo del nombre completo de muchos pintores o artistas que usan seudónimo —dijo el director—. Y no me sorprende que Paula tampoco se acordara.

Mi respuesta hizo que el director interrogara a Paula y naturalmente ella confesó.

Yo le había dicho al director:

—¿Cómo quiere que Paula se olvidara de su propio apellido, señor? El primer apellido de Pablo Picasso es Ruiz. Pablo Ruiz Picasso.

El décimotercer día de Navidad (1977)

“The Thirteenth Day of Christmas”

Ese año todos estuvimos muy contentos cuando hubo pasado el día de Navidad.

Fue una Nochebuena horrible. Yo permanecí despierto todo el tiempo que pude esperando, en cualquier momento, oír el estallido de una bomba. Mamá estuvo también despierta, junto a mí, hasta la medianoche del día de Navidad, hasta que papá llamó para anunciar:

—Perfecto, no ha ocurrido nada. Estaré en casa tan pronto como pueda.

Mamá y yo bailamos de alegría por el comedor como si celebráramos la llegada del Papá Noel. Al cabo de una hora llegó papá y nos fuimos a la cama. Ese día dormimos mejor que nunca.

Nuestra familia es un caso especial. Papá es detective de la policía y esos días, con las amenazas de los terroristas, puede llegar a estar muy ocupado. Por eso, cuando el día 20 de diciembre llegó a la Comisaría la amenaza de que el Día de Navidad estallaría una bomba en las oficinas soviéticas de las Naciones Unidas, se lo tomaron muy en serio.

Todos los miembros del cuerpo fueron puestos en servicio.

También intervino el Servicio Secreto. Los soviéticos tenían sus propios medios de seguridad, pero a papá no le bastaban.

El peor día fue la víspera de Navidad.

—Si alguien está lo suficientemente loco para querer colocar una bomba y no le asusta el ser apresado luego, lo más probable es que lo consiga por muchas precauciones que tomemos.

La voz de papá delataba una angustia que raras veces notábamos en él.

—Supongo que no existe ningún medio para saber de quién se trata —dijo mamá. Papá negó con la cabeza.

—La amenaza está escrita con letras de periódico pegadas sobre un papel, sin huellas dactilares, sólo manchas. Lo único que tenemos es un material corriente que no podemos investigar porque no nos llevaría a nada, y una amenaza. ¿Qué podemos hacer?

—Supongo que debe tratarse de alguien a quien no le gustan los rusos —comentó mamá.

—Esto no nos ayuda mucho —dijo papá—. Naturalmente los soviéticos dicen que se trata de una amenaza de los judíos y hemos tenido que vigilar a los de la Liga para la defensa de los Judíos.

—Pero papá —intervine yo—, esto no tiene ningún sentido. El pueblo judío no hubiera elegido el día de Navidad para hacer una cosa así, ¿no te parece? Para ellos ese día no significa nada y tampoco significa nada para la Unión Soviética. Oficialmente son ateos.

—Con los rusos no puedes razonar de esta manera —dijo papá—. Y ahora ya es hora de ir a la cama porque mañana, Navidad o no, puede ser un mal día.

Papá salió. Estuvo fuera todo el día de Navidad y para todos nosotros fue un día fatal. Mamá y yo ni siquiera abrimos nuestros regalos, estuvimos todo el santo día sentados al lado de la radio y el televisor, esperando noticias.

Luego, a medianoche, cuando papá llamó para decir que no había ocurrido nada ya pudimos respirar tranquilos, pero tampoco nos acordamos de abrir los regalos.

No lo hicimos hasta el día 26. Este fue nuestro día de Navidad. Papá tuvo el día libre y mamá preparó el pavo con veinticuatro horas de retraso.

Lo pasamos muy bien y no hablamos del caso hasta después de la cena. Mamá empezó:

—Supongo que nadie, fuera quien fuera, pudo encontrar la manera de colocar la bomba debido a la gran vigilancia que había.

Papá sonrió, apreciando la lealtad de mamá.

—No creo que la vigilancia pudiera extremarse hasta ese punto, pero ¿qué más da?

—La cuestión es que no ha habido bomba. Tal vez no fuera más que una broma pesada. Pero la gente estaba preocupada y los soviéticos de las Naciones Unidas se han pasado unas cuantas noches sin dormir. Para la persona que quería colocar la bomba esto puede haber sido una satisfacción casi tan grande como si el artefacto hubiera estallado.

Other books

My Demon Saint by R. G. Alexander
Lucky You by Carl Hiaasen
Veiled Threat by Helen Harper
The New Black by Richard Thomas
The Benson Murder Case by S. S. van Dine
Small Apartments by Chris Millis