Authors: Isaac Asimov
Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos
—No vengo a pedirte que hagas menos de lo que puedas —repuso Viejo—, sino más de lo que haces. Piensa en la vergüenza en que nos has sumido a todos nosotros cuando hablaste con Stens Mayor la semana pasada.
Chawker Menor no recordaba nada vergonzoso relacionado con Stens, que era una joven tonta con la que se había limitado a charlar un poco.
—¿Con Stens? ¿Qué hice?
—No me digas que no te acuerdas. Stens Mayor repitió tus palabras a su Viejo y su Lady, que son buenos amigos nuestros, y esto se ha comentado en la Sección. ¿Qué se apoderó de ti, Menor, para atacar a las tradiciones de Gammer?
—No hice nada de eso. Ella me hizo preguntas relativas al
Grana Tour,
y le conté lo mismo que a todos los demás.
—¿No le dijiste que deberían permitir a las jóvenes ir al
Grand Tour?
—Oh…
—Exacto: oh…
—Pero, Viejo, le dije solamente que de haber ido al
Grand Tour
no necesitaría hacer preguntas, y cuando ella fingió asombrarse por mis palabras, repliqué que, en mi opinión, cuantos más gammerios vieran los Otros Mundos sería mejor para nosotros. En mi opinión, formamos una sociedad demasiado encerrada en sí misma y, mi Viejo, no soy el primero que lo dice.
—Sí, ya he oído estas mismas palabras a algunos radicales, pero no en nuestra Sección y menos en nuestra familia. Nosotros hemos sufrido más que los otros mundos; poseemos una sociedad más estable y más adaptada, y no tenemos sus problemas. ¿Existe el crimen aquí? ¿Existe la corrupción entre nosotros?
—Pero Viejo, esto lo conseguimos al precio del inmovilismo, la muerte en vida. Estamos encerrados, maniatados…
—¿Qué pueden enseñarnos los de los Otros Mundos? ¿No te regocijaste ante la idea de regresar a las Secciones encerradas y confortables de Gammer, con sus corredores iluminados por la luz dorada de nuestra propia energía?
—Sí, pero… bueno, también me siento mimado. En Otros Mundos hay cosas a las que me habría gustado acostumbrarme.
—¿Cuáles exactamente, Menor-loco-mío?
Chawker Menor consideró sus palabras. Tras una pausa, dijo:
—¿Por qué hacer simplemente asertos? Cuando pueda demostrar que cierta costumbre, la que sea, de los Otros Mundos, es superior a las de Gammer, exhibiré la prueba. Hasta entonces, ¿de qué sirve discutir?
—Ya has hablado tontamente. Menor, y te has hecho tan poco bien a ti mismo, que mejor sería asegurar que te has hecho daño. Menor, si te queda algún respeto hacia mí después de tu
Grana Tour,
que Lady propició en contra de mi voluntad, o si aún consideras el hecho de que no te niego nada de lo que mi crédito puede obtener para ti, mantendrás bien cerrada la boca de ahora en adelante. Si nos avergüenzas otra vez no te mantendré a mi lado. Entonces, podrás continuar tu
Grand Tour
mientras dure la Órbita, y habrás dejado de ser mi hijo.
—Lo que tú ordenes, Viejo —murmuró Chawker Menor—. A partir de este momento no diré nada más…, a menos que tenga pruebas.
—Como nunca las tendrás —sonrió Viejo adustamente—, me daré por satisfecho si cumples tu palabra.
La Final anual era un verdadero día festivo, el mayor acontecimiento social, la máxima exaltación del año. Ya estaban preparados cada uno de los treinta platos de materias primas magníficamente aderezados. Cada uno de los treinta jueces probaría cada plato a intervalos bastante largos para no deteriorar sus lenguas. Esto llevaría el día entero.
Honradamente, los gammerios tenían que reconocer que los casi cien ganadores que habían sido premiados y aclamados en la historia de Gammer no habían visto que sus platos figurasen en el Gran Menú como clásicos. Unos quedaron olvidados y otros fueron considerados ordinarios. Por otra parte, al menos dos de los platos favoritos de los gammerios, unas combinaciones que figuraron en los menús de todos los restaurantes y hogares durante veinte años aproximadamente, no habían salido victoriosos en el Concurso. «Terciopelo Negro», cuya extraña combinación de chocolate caliente y flores de cerezo lo había convertido en un dulce muy apreciado, ni siquiera había llegado a la Final.
Chawker Menor no tenía ninguna duda respecto al resultado. Estaba tan confiado que corría el peligro de llegar a aburrirse. Escrutaba las caras de los jueces, a medida que, de cuando en cuando, tomaban una pizca de comida de uno de los platos y se lo llevaban a la lengua. Sus expresiones eran totalmente neutras, y mantenían los ojos entornados. Nadie que se preciase de ser un buen juez podía permitirse el menor gesto de sorpresa o que un suspiro de satisfacción le delatase, y menos aún la menor demostración de desdén. Se limitaban a indicar el tanteo en las pequeñas tarjetas de computadora que llevaban.
Chawker Menor se preguntó si conseguirían reprimir un gesto de satisfacción cuando probasen
su plato.
Durante la última semana su combinación había llegado a la perfección, había alcanzado el pináculo glorioso del sabor, que no podía mejorarse, que no…
—¿Esperando ganar? —murmuró Chawker Mayor al oído.
Chawker Menor se estremeció y se volvió rápidamente. Chawker Mayor iba vestido completamente en platón y estaba muy elegante.
—Vamos, Mayor-mío —replicó Chawker Menor—, te deseo la mejor de las suertes. Quiero que alcances el mejor de los puestos.
—Después del tuyo, si ganas, ¿verdad?
—¿Rechazarías el segundo lugar si yo ganara?
—No puedes ganar. He realizado ciertas comprobaciones. Conozco tu subespecie de las primeras materias; conozco tus ingredientes…
—¿Has pasado el tiempo trabajando o haciendo de detective?
—No te inquietes por mí. No tardé mucho en aprender que no existe modo alguno de combinar tus ingredientes para hacer algo que valga la pena.
—Supongo que lo comprobaste con la computadora.
—Naturalmente.
—Entonces, no sé cómo he podido llegar a la Final. Tal vez no lo sepas todo respecto a mis ingredientes. Mira, Mayor, la cantidad de combinaciones eficaces de unos cuantos ingredientes es astronómica si consideramos las posibles proporciones y los posibles tratamientos antes y después de mezclarlos, el orden de la mezcla y el…
—No necesito tus conferencias. Menor.
—Entonces, ya sabrás que ninguna computadora actual ha sido programada con la complejidad de una lengua hábil. Escucha, es posible añadir algunos ingredientes en cantidades tan escuálidas que la lengua no los detecte y sin embargo agreguen una pizca de sabor que represente un gran cambio.
—¿Lo aprendiste en los Otros Mundos, jovencito?
—Lo aprendí yo mismo.
Y Chawker Menor se alejó antes de ser obligado a hablar demasiado.
No cabía la menor duda de que el Gran Viejo Tomasz, aquel año igual que en los precedentes, tenía al Comité de Jueces en el hueco de su lengua, como dice el refrán.
Miraba arriba y abajo de la larga mesa en la que los jueces estaban ya sentados por orden de preferencia, con el propio Tomasz en el centro de todos ellos. Ya habían alimentado a la computadora, y ésta ya había dado el resultado. En la sala donde los concursantes, sus amigos y familiares estaban sentados, aguardando la gloria y, a falta de ésta, anhelando al menos el consuelo de poder degustar todas las muestras, reinó un completo silencio.
El resto de Gammer, posiblemente sin ninguna excepción, contemplaba la escena por el holo-vídeo. Al fin y al cabo, habría platos adicionales que significarían el festín de una semana, y la opinión popular no siempre estaba de acuerdo con la de los jueces, aunque ello no afectaba al ganador del premio.
—No recuerdo un Concurso —murmuró Tomasz— en el que haya habido tan pocas dudas respecto a la decisión de la computadora, o un acuerdo tan general.
Hubo asentimientos de cabeza, sonrisas y miradas de satisfacción. «Parecen sinceros, pensó Chawker Menor, y no que deseen solamente halagar al Gran Viejo; por tanto, se trata de mi plato.»
—Este año —prosiguió Tomasz— he tenido el privilegio de probar un plato más sutil, más tentador, más ambrosíaco que todos los anteriores, a pesar de mi larga experiencia. Es el mejor. Y no consigo figurarme cómo podría ser superado.
Levantó las tarjetas.
—El premio es unánime y la computadora sólo ha sido necesaria para la ordenación de las aprobaciones. El vencedor es… —hizo una leve pausa para añadir un efecto teatral a sus palabras y terminó—: … Chawker Menor por su plato titulado Cumbre Montañosa. Joven…
Chawker Menor avanzó para adueñarse de la cinta, la placa, los créditos, los apretones de manos, las grabaciones de sus palabras, las sonrisas, y los demás concursantes escucharon sus puestos en la lista. Chawker Mayor quedó en quinto lugar.
El Gran Viejo Tomasz fue en busca de Chawker Menor poco después y enlazó su brazo con el del joven.
—Bien, Chawker Menor, hoy es un día maravilloso para ti y para todos nosotros. No exagero. Tu plato era el mejor de todos, y es el más estupendo de cuantos he probado. Pero siento una gran curiosidad. Sí, estoy intrigado. He identificado todos los ingredientes, pero no existe forma alguna que pueda producir lo que has producido. ¿Te molestaría compartir tu secreto conmigo? Si te niegas no te lo reprocharé, pero en el caso de un producto tan fabuloso como el tuyo…
—No me importa contarte mi secreto, Gran Viejo. Al contrario, quiero que lo sepa todo el mundo. Le prometí a mi Viejo que no diría nada hasta obtener la prueba. ¡Y tú acabas de proporcionármela!
—¿Cómo? —se asombró el Gran Viejo—. ¿Qué prueba?
—La idea de este plato se me ocurrió en Kapper, uno de los, otros mundos, y por eso lo he llamado Cumbre-Montañosa, como tributo a Kapper. Usé ingredientes corrientes, Gran Viejo, cuidadosamente mezclados, menos uno. Supongo que habrás detectado el Sabor-Jardín…
—Sí, pero con una leve modificación que no entendí. ¿Cómo puede ese Otro Mundo del que hablas afectar a la materia prima?
—Porque no era Sabor-Jardín, Gran Viejo, no era un producto químico. Empleé una mezcla complicada para que pareciera Sabor-Jardín, una mezcla de cuya naturaleza no estoy aún totalmente seguro.
Tomasz frunció el ceño.
—¿Quieres decir que no podría reproducir tu plato?
—Oh, sí, puedo reproducirlo, Gran Viejo. El ingrediente a que me refiero es el ajo.
—Éste es el término vulgar del Sabor-Monte —repuso Tomasz con impaciencia.
—No el Sabor-Monte, que es una mezcla química muy conocida. Hablo del bulbo de la planta.
El Gran Viejo Tomasz abrió mucho la boca, lo mismo que los ojos.
—Ninguna mezcla puede duplicar la complejidad de un producto al crecer, Gran Viejo —prosiguió Chawker Menor con entusiasmo—, y en Kapper cultivan una variedad especialmente delicada que usan en sus primeras materias. La usan incorrectamente, sin apreciar todas sus potencialidades. Al momento comprendí que un verdadero gammerio podía hacerlo muchísimo mejor, de modo que traje conmigo cierta cantidad de cabezas de ajo para aprovecharme de sus cualidades. Tú mismo has dicho que es el mejor plato que ha pasado por tu lengua, y yo digo que si queremos una prueba mejor del valor que tendría abrir un poco nuestra sociedad, entonces…
Tuvo que callar de repente, y mirar a Tomasz con sorpresa y alarma. El Gran Viejo se alejaba rápidamente.
—He comido… —gruñó con su voz gangosa—… un producto de la Tierra…
El Gran Viejo se había ufanado de que su estómago estaba tan firme que jamás había vomitado, ni siquiera en su infancia. Y ciertamente, nunca había vomitado nada en el Gran Salón del Concurso. Pero en aquel instante el Gran Viejo sentó un precedente en ambos aspectos.
Chawker Menor no se había recobrado. Jamás se recobraría. Si era el destierro lo que había sentenciado su Viejo, se desterraría. Y nunca volvería.
El Viejo no había venido a verle marchar. Ni tampoco el Mayor, claro. Bien, ni importaba. Chawker Menor juró interiormente que se abriría camino sin ayuda ajena, aunque tuviera que trabajar como cocinero en Kapper.
Sin embargo, Lady sí estaba allí, la única en el aeropuerto espacial en verle partir, la única en aceptar a esa no-persona en que él se había convertido. La mujer se estremeció y pareció muy triste, mientras que Chawker Menor se hallaba presa de un deseo desesperado de justificarse.
—Mi Lady —exclamó furiosamente—, esto es
injusto.
Era el mejor de todos los platos combinados en Gammer. El Gran Viejo lo confesó:
el mejor.
Aunque tuviese una cabeza de ajos, no significa que el plato fuese malo, sino que los ajos eran buenos. ¿No lo entiendes? Bien, voy a subir a la nave. Dime cómo ves el asunto. ¿No comprendes que esto significa que debemos convertirnos en una sociedad abierta y aprender de los demás, como ellos aprenden de nosotros, o que pereceremos?
La plataforma estaba a punto de elevarle hacia la entrada de la nave y ella le contempló con tristeza, como si supiese que no volverían a verse.
Él empezó a elevarse y se inclinó sobre la barandilla.
—¿Qué hice de malo, Mi Lady?
—¿No comprendes, Menor-mío —repuso ella con voz estrangulada por la emoción—, que tú no fuiste…?
El chirriar de la portezuela de la nave al abrirse ahogó las dos últimas palabras, y Chawker Menor entró y dejó la vista de Gammer a sus espaldas para siempre.
Birth of a Notion
Que el primer inventor de una máquina del tiempo con posibilidades reales de utilización fuese un entusiasta de la ciencia ficción no fue en ningún modo una coincidencia. Era inevitable que así fuera. ¿Qué otro motivo podría haber impulsado a un físico por lo demás cuerdo a osar examinar tan sólo las diversas teorías marginales que parecían indicar la posibilidad de manipular el tiempo en las mismas fauces de la teoría general de la relatividad?
Para ello se requería energía, desde luego. Todo requiere energía. Pero Simeón Weill estaba dispuesto a pagar el precio. Cualquier cosa (bueno, casi cualquier cosa) con tal de hacer realidad su oculto sueño de ciencia ficción.
El problema era que no había forma de controlar la dirección ni la distancia a través de la cual se vería proyectado cronológicamente quien usara la máquina. Todo era producto de colisiones temporales al azar entre los taquiones acoplados. Weill era capaz de hacer desaparecer ratones e incluso conejos, pero no hubiera sabido decir si los mandaba al futuro o al pasado. Un ratón reapareció, de modo que debía de haber realizado un corto recorrido hacia el pasado y parecía perfectamente indemne. ¿Los demás? ¿Quién hubiera podido decirlo?