Authors: Isaac Asimov
Tags: #Ciencia Ficción, Misterio, Fantástica, Cuentos
—Ni siquiera estamos seguros de la profundidad de la atmósfera. Las presiones…
—¡Las presiones! Mr. Demerest, mire a su alrededor. ¿Por qué cree que se construyó la Base Submarina, en realidad? ¿Para explotar el océano? Las instalaciones del Bajío Continental se bastan para eso. ¿Para aumentar los conocimientos acerca de los fondos marinos? Para eso podríamos haber utilizado los batiscafos, ahorrándonos los cien mil millones de dólares invertidos en la Base Submarina.
»¿No comprende, Mr. Demerest, que el objetivo de la Base Submarina es el de poner a punto los mecanismos que explorarán y colonizarán Júpiter? Mire a su alrededor y vea los principios de un entorno joviano: lo más aproximado que podemos alcanzar en la Tierra. Sólo es una leve imagen…, pero es el comienzo. Destruya esto, Mr. Demerest, y destruirá toda esperanza para Júpiter. Pero, si nos permite vivir, conquistaremos juntos la gema más brillante del sistema solar. Y mucho antes de que podamos alcanzar los límites de Júpiter, estaremos preparados para ir a las estrellas, a los planetas tipo-Tierra que las rodean… y también a los planetas tipo-Júpiter. Luna City no será abandonada, porque es imprescindible para ese objetivo final.
Demerest dijo:
—En Luna City nadie ha oído hablar de eso.
—No ha oído hablar usted. Pero en Luna City hay quien lo sabe. Si les hubiese hablado usted de su plan de destrucción, habrían tomado medidas contra usted. Naturalmente, no podemos ir pregonando estos proyectos, que sólo son conocidos por unas cuantas personas. La opinión pública se muestra reacia a aceptar los proyectos planetarios. Si el CPP se muestra avaro, es porque la opinión pública limita su generosidad. ¿Qué cree que diría la opinión pública si supiera que nuestro próximo objetivo es Júpiter? Pero nosotros continuamos, y todo el dinero que podemos conseguir lo dedicamos a los diversos aspectos del Proyecto Gran Mundo.
—¿El Proyecto Gran Mundo?
—Sí —dijo Annette—. Ahora ya lo sabe, y yo he incurrido en una imperdonable indiscreción. Pero no importa, puesto que todos nosotros estamos muertos, y también el proyecto…
—Un momento, Mrs. Bergen…
—Suponiendo que cambiase usted de idea, no crea que puede ir por ahí hablando del Proyecto Gran Mundo. Eso terminaría con el proyecto de un modo tan definitivo como con la destrucción de la Base Submarina. Y terminaría con su carrera y con la mía. Ahora, si quiere, puede pulsar ese botón.
El rostro de Demerest expresaba una angustia indecible.
—No sé…
Bergen tensó su cuerpo todavía más, dispuesto a aprovechar la indecisión de Demerest para saltar sobre él, pero Annette le agarró por el brazo.
Finalmente, Demerest soltó su láser.
—Cójalo —dijo—. Me considero a mí mismo bajo arresto.
—No podemos arrestarle sin dar a conocer toda la historia —dijo Annette. Cogió el láser y se lo entregó a Bergen—. Será suficiente que regrese a Luna City y guarde silencio. Hasta entonces, ejerceremos sobre usted una discreta vigilancia.
Marido y mujer estaban solos de nuevo. No se habían atrevido a pronunciar una sola palabra hasta que Demerest fue entregado a dos hombres para que le vigilaran hasta que llegara el próximo batiscafo.
Bergen fue el primero en hablar.
—A partir de este momento, todos los visitantes serán cacheados —dijo.
—He pasado mucho miedo, John —dijo Annette.
—Te has portado estupendamente, querida. Y tu idea del Proyecto Gran Mundo fue realmente genial. Nunca se me hubiese ocurrido una cosa semejante.
—Lo siento mucho, John, pero tuve que improvisar algo. Sabía que Demerest no era un asesino. Desde su punto de vista, es un patriota. Y creo que, en el fondo, deseaba que le proporcionásemos un pretexto para no actuar. De modo que se me ocurrió darle aquel pretexto. Lamento haberte engañado, John.
—A mí no me has engañado.
—¿De veras?
—¿Cómo podías engañarme? Sabía que no eras miembro del CPP.
—¿Por qué estás tan seguro? ¿Porque soy una mujer?
—No. Porque el miembro del CPP soy yo, simplemente. Y esto es estrictamente confidencial. Y, si no te importa, empezaré a moverme para iniciar lo que sugeriste, exactamente el Proyecto Gran Mundo.
—¡Estupendo!
Annette meditó unos instantes y, lentamente, su rostro se iluminó con una sonrisa.
—¡Estupendo! —repitió—. Las mujeres también sirven para algo.
—Nunca lo he negado —admitió Bergen, sonriendo también.
“Thiotimoline to the Stars”
—Será el mismo discurso. supongo —decía el alférez Peet con aire fatigado.
—¿Por qué no? —replicó el teniente Prohorov, cerrando los ojos y arrellanándose cuidadosamente, de modo que descansaba sobre los riñones—. Hace quince años que lo pronuncia ante la clase que termina los estudios en la Academia de Astronáutica.
—Palabra por palabra, apuesto —dijo Peet, que lo había oído el año anterior, por primera vez.
—Supongo que sí. ¡Qué pelma! ¡Ah, quién tuviera un alfiler para pinchar la presuntuosidad!
Pero en ese momento entraba la clase, todos uniformados y expectantes, desfilando seguros, distribuyéndose en filas con precisión, cada uno, fuese hombre o mujer, yendo a ocupar el asiento que le habían asignado al compás de un mitigado redoble de tambor, para luego sentarse todos a la vez cuando sonó un golpe fuerte.
En ese momento entró el almirante Vernon y se dirigió muy tieso hacia el podio.
—¡Promoción del veintidós, bien venidos! Los días de colegio han terminado. El verdadero estudio empieza ahora.
»Han aprendido ustedes todo lo que hay que saber sobre la teoría clásica de los vuelos espaciales. Los han llenado a ustedes hasta rebosar de astrofísica y mecánica relativista celeste. Pero no les han hablado de la tiotimolina. Aun así, habrá muchos puestos que podrán ocupar todavía en el mundo astronáutico. Sin embargo, el de piloto quedará excluido.
»Voy a iniciarles en esta materia en este día, el de su licenciatura, con la única conferencia que les darán sobre el tema. Después de esta primera lección, las experiencias con la tiotimolina deberán hacerlas en vuelo, y pronto descubriremos si tienen talento para manipularla.
El almirante hizo una pausa, y pareció ir mirando cara por cara como si tratase de descubrir el talento inicial que poseyera cada uno. Luego estalló:
—¡Tiotimolina! Mencionada por primera vez en 1948 por Azimuth, o, quizá, Asymptota, personaje que es muy probable no haya existido jamás. No queda ningún ejemplar del artículo original que se supone escribió, sino unas vagas referencias al mismo, ninguna de ellas anterior al siglo XXI.
»El estudio en serio empezó con Almirante, quien o descubrió la tiotimolina o la redescubrió, si hemos de aceptar la leyenda de Azimuth-Asymptota. Almirante elaboró la teoría del impedimento hiperestésico y demostró que la molécula de tiotimolina está tan distorsionada que un extremo se ve obligado a extenderse a través de la dimensión temporal hacia el pasado, y el otro hacia el futuro.
»A causa de la extensión hacia el futuro, la tiotimolina puede interactuar con un acontecimiento no producido todavía. Por ejemplo, para citar uno clásico, puede disolverse en agua un segundo antes, aproximadamente, de que se le haya añadido el agua.
»Por supuesto, la tiotimolina es un compuesto muy simple, relativamente hablando. Posee, realmente, la molécula más sencilla capaz de presentar propiedades endocrónicas, es decir, la doble extensión pasado-futuro. Al paso que esta propiedad hace posibles ciertos aparatos únicos, las verdaderas aplicaciones de la endocrinicidad tuvieron que esperar que se formasen moléculas más complicadas; polímeros que combinaban la endocronicidad con una estructura firme.
»Pellagríni fue el primero en formar resinas y plásticos endocrónicos, y, veinte años más tarde, Cudahy descubrió la técnica para unir plásticos endocrónicos a metales. Entonces hubo la posibilidad de construir objetos endocrónicos grandes: naves espaciales completas, por ejemplo.
»Consideremos ahora qué pasa cuando una estructura endocrónica tiene grandes dimensiones. Lo describiré cualitativamente tan sólo; no se necesita más. Los teóricos lo han elaborado todo matemáticamente; pero yo todavía no he conocido a ninguno que supiera pilotar una nave estelar.
»La diminuta molécula de la tiotimolina es extraordinariamcnte sensible a los estados probabilísticos del futuro. Si uno está seguro de que añadirá el agua, se disolverá antes de que el agua sea añadida. Si queda en su mente la más leve duda de si la añadirá o no, la tiotimolina no se disolverá hasta que el agua sea añadida real y efectivamente.
»Cuanto mayor es la molécula poseedora de endocronicidad, menos sensible a la presencia de la duda. Se disolverá, se hinchará, cambiará de propiedades eléctricas, o interactuará de alguna manera con el agua, aun en el caso de que uno esté casi seguro de que no le añadirá el agua. Mas ¿qué pasa entonces si uno no añade realmente el agua? La respuesta es muy sencilla. La estructura endocrónica se internará por el futuro en busca del agua; y si no la encuentra, seguirá internándose por el futuro.
»El efecto es muy similar al del asno que persigue una zanahoria atada a un palo colgada a medio metro de su hocico; salvo que la estructura endocrónica no es tan lista como el asno, y no se cansa nunca.
»Si una nave es endocrónica toda entera —es decir, si los grupos endocrónicos se han fijado al casco a intervalos cortos— es fácil montar un artefacto para suministrar agua a los puntos clave de la estructura, pero arreglando dicho artefacto de tal modo que aunque siempre parezca a punto de suministrar el agua, nunca la suministre en realidad.
»En este caso, los grupos endocrónicos corren adelante por el tiempo, arrastrando consigo al resto de la nave, incluidos los objetos que contenga y la tripulación.
»Naturalmente, no hay conceptos absolutos. La nave se mueve adelante por el tiempo con respecto al universo; lo cual equivale exactamente a decir que el universo se mueve hacia atrás en el tiempo con respecto a la nave. La velocidad a que se mueve adelante la nave, o se mueve hacia atrás el universo, se puede regular con gran exactitud modificando del modo oportuno el mecanismo para añadir agua. La manera adecuada de proceder a esta modificación se puede enseñar, en cierto modo; pero sólo la podrá aplicar quien posea un talento innato. He ahí lo que vamos a averiguar en ustedes: si poseen dicho talento.
Nuevamente hizo una pausa para examinarlos con la mirada. Luego continuó, en medio de un silencio total:
—Pero ¿De qué sirve todo ello? Consideremos los vuelos estelares y repasemos algunas cosas que aprendieron ustedes durante sus estudios.
»Las estrellas están a distancias increíbles, y el viajar de una a otra, considerando el límite que impone la luz a las velocidades, exige años, siglos, milenios. Una manera de resolverlo consiste en montar una nave enorme con una ecología cerrada; un universo diminuto, encerrado en si mismo. Un grupo de personas partirá con él, y de este modo la décima generación de sus descendientes llegará a una estrella lejana. Ningún hombre hace el viaje entero, pues aún en el caso de que la nave regrese al punto de partida, habrán transcurrido varios siglos.
—Para que la tripulación original llegara a las estrellas, habría que emplear técnicas de hibernación que los tuvieran en animación suspendida durante casi todo el viaje. Pero la hibernación es un procedimiento muy inseguro, y aun en el caso de que la tripulación sobreviviera y regresase, se encontraría con que en la Tierra habrían transcurrido varios siglos.
—Para que la tripulación original llegara a las estrellas durante su vida natural, sin hibernarla, sólo sería necesario acelerar la velocidad hasta aproximarse a la de la luz. El tiempo subjetivo se retarda, y a la tripulación le parecerá que sólo ha invertido unos meses en el viaje. Pero el tiempo viaja al ritmo normal para el resto del universo, de modo que cuando la tripulación regresara se encontraría con que, aun cuando ellos no hayan envejecido ni recogido experiencias sino como si sólo hubieran sido dos meses, quizá, para la Tierra habrán transcurrido muchos siglos.
»En todos los casos, los viajes estelares implicarán una enorme duración de tiempo en la Tierra, aunque no para la tripulación. Si se regresa a la Tierra, se regresará siempre muy lejos en el futuro de la Tierra, lo cual significa que el viaje interestelar no es psicológicamente práctico.
»Pero… Pero, graduados… —Fijó en ellos una mirada penetrante y añadió en voz baja, tensa—: Si utilizamos una nave endocrónica, podemos sincronizar exactamente el efecto "dilatación del tiempo" con el efecto endocrónico. Mientras la nave viaja por el espacio a velocidades enormes y sufre un enorme retraso en ritmo de tiempo percibido, el efecto endocrónico mueve al universo para atrás en el tiempo con respecto a la nave. Compensando adecuadamente, cuando la nave regrese a la Tierra y sus tripulantes hayan notado dos meses, digamos, de duración del viaje, el universo entero habrá experimentado igualmente sólo el paso de dos meses. De este modo, la navegación interestelar se convierte en una cosa práctica.
»Aunque sólo si se la trata con mucho cuidado.
»Si el efecto endocrónico se retrasa un poco con respecto al de "dilatación del tiempo", la nave regresará al cabo de dos meses para encontrar una Tierra cuatro meses más anciana. Quizá no sea mucho, y quizá ustedes piensen que ha de poder resistirse muy bien; pero no es cierto. Los miembros de la tripulación se encontrarían desfasados. Encontrarían que todo lo que les rodease habría envejecido dos meses con respecto a ellos. Peor todavía la población en general pensaría que los miembros de la tripulación tienen dos meses menos de lo que les corresponde. Lo cual crearía resentimiento y malestar.
»Del mismo modo, si el efecto endocrónico se acelera un poco en relación al de "dilatación del tiempo", la nave puede regresar al cabo de dos meses para encontrarse con que para la Tierra no ha pasado el tiempo. La nave retorna en el mismo momento en que se está elevando por el firmamento. El resentimiento y el malestar se producirían también en este caso.
»No, graduados, ningún vuelo interestelar se considerará satisfactorio, en esta flota estelar, a menos que el tiempo transcurrido para la tripulación y el transcurrido para la Tierra concuerden minuto a minuto. Una desviación de sesenta segundos se considerará una tarea mal hecha, y no significará mérito alguno para el que la haya realizado. Una desviación de ciento veinte segundos no se admitirá siquiera.