Cuentos breves y extraordinarios (3 page)

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Authors: Adolfo Bioy Casares,Jorge Luis Borges

Tags: #Relato, #Cuentos

BOOK: Cuentos breves y extraordinarios
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Del capítulo XCI del décimo libro de la
Heimskringla
.

El juramento del cautivo

El Genio dijo al pescador que lo había sacado de la botella de cobre amarillo:

—Soy uno de los genios heréticos y me rebelé contra Salomón, hijo de David (¡que sobre los dos haya paz!). Fui derrotado; Salomón, hijo de David, me ordenó que abrazara la fe de Dios y que obedeciera sus órdenes. Rehusé; el Rey me encerró en ese recipiente de cobre y estampó en la tapa el Nombre Muy Alto, y ordenó a los genios sumisos que me arrojaran en el centro del mar. Dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, lo enriqueceré para siempre. Pero un siglo entero pasó, y nadie me dio la libertad. Entonces dije en mi corazón: a quien me dé la libertad, le revelaré todas las artes mágicas de la tierra. Pero cuatrocientos años pasaron y yo seguía en el fondo del mar. Dije entonces: a quien me dé la libertad, yo le otorgaré tres deseos. Pero novecientos años pasaron. Entonces, desesperado, juré por el Nombre Muy Alto: a quién me dé la libertad, yo lo mataré. Prepárate a morir, oh mi salvador.

De la noche tercera del libro de
Las Mil y Una Noches
.

Nosce te ipsum

Al Mahdi cercaba con sus hordas a Khartum, defendida por el general Gordon. Hubo enemigos que se pasaron a la ciudad sitiada. Gordon los recibía uno por uno y les indicaba un espejo para que se miraran. Le parecía justo que un hombre conociera su cara antes de morir.

Fergus Nicholson
,
Antología de espejos
, Edimburgo, 1917.

Una despedida

Parker no había muerto al día siguiente, septiembre 16, pero estaba muy dolorido. Ya no lo calmaba la morfina; no podía comer ni beber. Nos costó acomodarlo en la parte de atrás del camión. La bala, que lo atravesó de un lado a otro, le había destrozado el estómago. Afortunadamente el camino era bastante liso, de modo que el ajetreo del camión no era intolerable.

Había una luz muy clara y un sol radiante. Estábamos ahora en el desierto, no sin alguna mata o arbusto, pero demasiado lejos del agua, para el hombre y su ganado.

Bajo un arbusto vi una enorme hiena, dando vueltas y vueltas, como un perro antes de echarse a dormir; una hora después vi una pareja de orix. Las pesadas bestias, grandes como novillos, de pelaje blanco como la nieve y grandes cuernos curvos, pastaban en las matas de olor dulzón. Detuvimos el camión para mirarlos, porque ninguno de nosotros habíamos visto nunca animales así, ni volvimos a verlos. Lo ayudamos a Parker a incorporarse, para que él los viera también. Nos pareció importante que los viera antes de morir.

Vladimir Peniakoff
,
Private Army
.

El intuitivo

Dicen que en el riñón de Andalucía hubo una escuela de médicos. El maestro preguntaba:

—¿Qué hay con este enfermo, Pepillo?

—Para mí —respondía el discípulo— que se trae una cefalalgia entre pecho y espalda que lo tiene frito.

—¿Y por qué lo dices, salado?

—Señor maestro: porque me sale del alma.

Alfonso Reyes
,
El deslinde
(1944).

Vidas paralelas

Cuando nació Confucio, un unicornio recorrió la comarca. Por la forma y el tamaño parecía un buey. La madre del Maestro ató en el cuerno del animal una cinta. Setenta y siete años después el unicornio reapareció y lo mataron; la cinta estaba rota.

Confucio dijo:

—El unicornio ha vuelto; han pasado los años; el día de mi muerte está próximo.

E. R. Huc
,
L'Empire Chinois
(1850).

Cómo descubrí al Superhombre

A los lectores de Bernard Shaw y de otros escritores modernos les interesará la noticia del descubrimiento del Superhombre. Yo lo descubrí: vive en South-Croydon.

Mi hallazgo será un severo desengaño para Mr. Shaw, que ha seguido una pista falsa y anda buscándolo por Blac-kpool; y en cuanto a la esperanza de Mr. Wells de producirlo, a base de cuerpos gaseosos, en un laboratorio particular, siempre la creí predestinada al fracaso. Afirmo que el Superhombre de Croydon nació de una manera normal, aunque, por supuesto, él no tiene nada de normal.

Sus padres no son indignos del ser prodigioso que han dado al mundo. El nombre de Lady Hypatia Smythe-Browne (ahora Lady Hypatia Hagg) nunca será olvidado en los barrios pobres, tan atendidos por su benéfico celo. Su constante grito de
Salvad a los niños
fustigaba la negligencia cruel de quienes permiten al niño la posesión de juguetes de color vivo, pernicioso para la vista. Alegaba estadísticas irrefutables que demostraban que los niños a quienes no les vedan el espectáculo del violeta y del bermellón propenden muchas veces a la miopía en la extrema vejez; y a su cruzada infatigable se debe que el azote de las bolitas casi fuera barrido de las casas de inquilinato. La abnegada señora recorría las calles de sol a sol quitando los juguetes a los niños pobres, bondad que les llenaba los ojos de lágrimas. Su obra fue interrumpida, en parte por su nuevo interés en la religión de Zoroastro, en parte por un paraguazo feroz. Se lo infirió una disoluta verdulera irlandesa, que, al regresar de alguna orgía, se encontró en su dormitorio insalubre con Lady Hypatia descolgando una oleografía vulgar, cuya influencia, para no decir otra cosa, no podía ser edificante. La celta, analfabeta y alcoholizada, no sólo agredió a su bienhechora, sino que la acusó de robo. La mente, exquisitamente equilibrada, de Lady Hypatia, padeció un eclipse transitorio, durante el cual contrajo enlace con el doctor Hagg.

Hablar del doctor Hagg es innecesario. Quienes tengan la más leve noticia de esos atrevidos experimentos de Eugenesia Neo-Individualista, que constituyen la preocupación esencial de la democracia británica, sin duda conocen su nombre y lo han encomendado más de una vez a la protección personal de una Entidad impersonal. Desde muy joven aplicó a la historia de la religión su vasta y sólida cultura de ingeniero electricista. Poco después era uno de nuestros geólogos más ilustres, y logró esa clara visión del porvenir del socialismo, que es patrimonio de los geólogos. Al principio pareció advertirse una grieta, fina pero visible, entre sus opiniones y las de su aristocrática esposa. Ella era partidaria (para decirlo con su poderoso epigrama) de proteger a los pobres contra sí mismos; él sostenía, con una nueva y vigorosa metáfora, que en la lucha por la vida el triunfo debía adjudicarse a los triunfadores. Los dos, sin embargo, acabaron por percibir que sus respectivas opiniones eran inequívocamente modernas y en este luminoso adjetivo sus almas encontraron la paz. El resultado es que la unión de los dos tipos más altos de nuestra cultura, la gran dama y el hombre de ciencia autodidacto, fue bendecida por el nacimiento del Superhombre, del ser que aguardan día y noche todos los obreros de Battersea.

Encontré, sin mayor dificultad, la casa del doctor Hagg: está ubicada en una de las últimas calles de Croydon y la domina una fila de álamos. Llegué a la hora del crepúsculo y es comprensible que me pareciera advertir algo oscuro y monstruoso en la indefinida mole de aquella casa que hospedaba a un ser más prodigioso que todos los seres humanos. Fui recibido con exquisita cortesía por Lady Hypatia y su esposo, pero no vi en seguida al Superhombre, que ya ha cumplido los quince años y vive solo en una pieza apartada. Mi diálogo con los padres no aclaró del todo la naturaleza de esa misteriosa criatura. Lady Hypatia, que tiene un rostro pálido y ansioso, ostentaba esos grises y medias tintas con los que ha dado alegría a tantos hogares pobres en Hoxton. No habla del fruto de su vientre con la vanidad vulgar de una madre humana. Tomé una decisión audaz y pregunté si el Superhombre era lindo.

—Crea su propio canon, como usted sabe —respondió con un leve suspiro—. En ese plano es más bello que Apolo. Desde nuestro plano inferior, por supuesto… —y volvió a suspirar.

Tuve un horrible impulso y dije de golpe:

—¿Tiene pelo?

Hubo un silencio largo y penoso. El doctor Hagg dijo con suavidad:

—Todo en ese plano es distinto: lo que tiene no es… lo que nosotros llamaríamos pelo, aunque…

—¿No te parece —murmuró su mujer—, no te parece que, para evitar discusiones, conviene llamarlo pelo, cuando uno se dirige al gran público?

—Quizá tengas razón —dijo el doctor, después de un instante—. Tratándose de pelo como ése hay que hablar en parábolas.

—Bueno, ¿qué diablos es —pregunté con alguna irritación— si no es pelo? ¿Son plumas?

—No plumas, según nuestro concepto de plumas —contestó Hagg con una voz terrible.

Me levanté, impaciente.

—Sea como fuere, ¿puedo verlo? —pregunté—. Soy periodista y sólo me traen aquí la curiosidad y la vanidad personal. Me gustaría decir que he estrechado la mano del Superhombre.

Marido y mujer también estaban de pie, muy incómodos.

—Bueno, usted comprenderá —dijo Lady Hypatia con su encantadora sonrisa de gran dama—. Usted comprenderá que hablar de manos…, su estructura es tan diferente…

Olvidé todas las normas sociales. Arremetí contra la puerta del aposento que encerraba sin duda a la criatura increíble. Entré: la pieza estaba a oscuras. Oí un triste y débil gemido; a mi espalda retumbó un doble grito:

—¡Qué imprudencia! —exclamó el doctor Hagg, llevándose las manos a la cabeza—. Lo ha expuesto a una corriente de aire. ¡El Superhombre ha muerto!

Esa noche, al salir de Croydon, vi hombres enlutados cargando un féretro que no tenía forma humana. El viento se quejaba sobre nosotros, agitando los álamos, que se inclinaban y oscilaban como penachos de algún funeral cósmico.

G. K. Chesterton
.

El despertar del rey

Agentes franceses en el Canadá, después de la derrota de sus armas, en 1753, divulgaron entre los indios la información de que el rey de Francia había quedado dormido durante los últimos años, pero que acababa de despertar y que sus primeras palabras fueron: «Hay que arrojar inmediatamente a los ingleses que se han metido en el país de mis hijos rojos». La noticia cundió por todo el continente y fue una de las causas de la famosa conspiración de Pontiac.

H. Desvignes Doolittle
,
Rambling Thoughts on World History
(Niagara Falls, 1903).

Muerte de un jefe

Derrotadas las lanzas de Cacharí por la tropa de línea, éste quedó por muerto en las márgenes de la laguna que hoy lleva su nombre. Cuentan los vecinos que durante dos días y dos noches el cacique, enloquecido y moribundo, gritaba como para proseguir la pelea: "Aquí está Cacharí, Cacharí, Cacharí".

León Rivera
,
Bocetos de un asistente
(La Plata, 1894).

El aviso

En una de las antiguas guerras de Escocia, el jefe del clan de los Douglas cayó en manos del enemigo. Al otro día llevaron a su habitación en la torre, una cabeza de jabalí en una fuente. Douglas, al verla, comprendió que su suerte estaba sellada. Esa noche lo decapitaron.

George D. Brown
,
Gleanings in Caledonian byways
(Dunbar, 1901).

La explicación

El implacable escéptico Wang Ch'ung negó la estirpe del fénix. Declaró que así como la serpiente se convierte en pez y la laucha en tortuga, el ciervo, en épocas de paz y de tranquilidad, se convierte en unicornio y el ganso en fénix. Atribuyó estas mutaciones al "líquido propicio" que, 2356 años antes de la era cristiana, hizo que en el patio del emperador Yao creciera césped de color escarlata.

Enwin Broster
,
Addenda to a History of Freethinking
(Edimburgo, 1887).

Un mito de Alejandro

¿Quién no recuerda aquel poema de Robert Graves, en el que se sueña que Alejandro el Grande no murió en Babilonia, sino que se perdió de su ejército y fue internándose en el Asia? Al cabo de vagancias por esa geografía ignorada, dio con un ejército de hombres amarillos y, como su oficio era la guerra, se alistó en sus filas. Así pasaron muchos años y en un día de paga, Alejandro miró con algún asombro una moneda de oro que le habían dado. Reconoció la efigie y pensó: yo hice acuñar esta moneda, para celebrar una victoria sobre Darío, cuando yo era Alejandro de Macedonia.

Adrienne Bordenave
,
La modification du Passé ou la seule base de la Tradition
(Pau, 1949).

La fuerza de la fe

Cuando las tropas del duque de Orléans sitiaban Zaragoza, el clero de la ciudad persuadió a los pobladores que tales tropas eran apariencias producidas por un sortilegio.

Voltaire
,
Le Siècle de Louis XIV
.

La obra y el poeta

El poeta hindú Tulsi Das compuso la gesta de Hanuman y de su ejército de monos.

Años después un rey lo encarceló en una torre de piedra. En la celda se puso a meditar y de la meditación surgió Hanuman con su ejército de monos y conquistaron la ciudad e irrumpieron en la torre y lo libertaron.

R. F. Burton
,
Indica
(1887).

Eugenesia

Una dama de calidad se enamoró con tanto frenesí de un tal señor Dodd, predicador puritano, que rogó a su marido que les permitiera usar de la cama para procrear un ángel o un santo; pero, concedida la venia, el parto fue normal.

Drummond
,
Ben Ionsiana
(c. 1618).

La mendiga de Nápoles

Cuando yo vivía en Nápoles, había en la puerta de mi palacio una mendiga a la que yo arrojaba monedas antes de subir al coche. Un día, sorprendido de que no me diera nunca las gracias, miré a la mendiga; entonces vi que lo que había tomado por una mendiga más bien era un cajón de madera, pintado de verde, que contenía tierra colorada y algunas bananas medio podridas.

Max Jacob
,
Le Cornet à Dés
(1917).

Omne admirari

Macedonio Fernández está en lo de Dabove. Hay un perro debajo de la mesa.

Macedonio observa:

—Qué inteligente es este perro. No confunde mi mano con un pedazo de carne. Es un fuerte intelectual, che.

Estanislao González
,
Apuntes de un vecino de Morón
(Morón, 1955).

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