Authors: Frank García
—Cabrón —le comenté mientras su lengua limpiaba mi glande. Se deslizó por mi cuerpo y nos besamos penetrándole de nuevo. Continué durante un rato a un ritmo suave. La saqué y le puse a cuatro patas, separé sus nalgas y entró sola hasta el fondo. Suspiró una vez más, le levanté y pegué su espalda a mi pecho. Los dos estábamos empapados en sudor y le abracé. Me corrí de nuevo y esta vez fui yo quien poniéndole boca arriba, se la mamé hasta que descargó dentro de mi boca. No dejé que se escapara ni una gota. Era el néctar del amor y así lo ingerí. Mi cara se unió de nuevo a la suya, nuestras pollas ahora en reposo permanecían unidas y nuestros cuerpos oliendo el amor y el deseo. Así permanecimos largo tiempo, acariciándonos la cara el uno al otro, besando nuestros ojos, mordisqueando la nariz, los lóbulos de las orejas, la barbilla para volver a nuestros labios y besarnos con profundidad.
—Has probado mi semen —sonrió.
—Sí. El mejor desayuno que he degustado jamás. Me tendré que alimentar de él con más frecuencia —continué tumbado encima de él, cara a cara y de nuevo nuestros penes se pusieron duros—. Te amo.
—Lo sé. Ya me lo habías demostrado, pero ahora… Ahora ha sido distinto.
—Ahora he probado tu ser y lo haré siempre. Porque nada que brote de nuestro amor debe de perderse.
Separó las piernas y le penetré de nuevo, quedándome quieto.
—Así es como quiero estar siempre contigo. Unido a ti como siameses.
—Te amo. No salgas de dentro de mí. No sabes la sensación que percibo cuando estás así, dentro. Siento que me llenas por completo, como si lo que me faltara apareciera de repente.
No le dije nada, simplemente le besé los labios.
—Quiero que me cuentes el final de aquella historia.
—¿Crees qué es necesario?
—¿Por qué no? Esas historias forman parte de un pasado y me gusta como las cuentas. Es como si me estuvieras leyendo una novela erótica.
—Pero uno de los protagonistas soy yo y ahora mi mundo es otro.
—Sí, tu mundo ahora soy yo, pero quiero saber de ti. Quiero conocerte profundamente. Quiero que en momentos como éste, me cuentes historias.
—Está bien —le dije y me dispuse a acomodarme.
Al hacerlo se salió un poco la polla y creyendo que la iba a sacar me agarró las nalgas con fuerza y apretó.
—No te preocupes, mientras no se baje, no saldré de ti — le sonreí—. ¿Dónde nos quedamos en la historia?
—Estabais tumbados en pelotas en aquel camastro el tío bueno y tú.
—Se llama Iván. Sí, tras el agotador momento entre los cuatro nos quedamos tumbados allí. Mi arnés estaba en el suelo y toda la ropa desperdigada por todo el camastro.
—Estoy reventado —comentó Iván—. Tengo la polla rota.
—¿Y el culo?
—Mi culo tiene mucho aguante tío. Ya ves como entra tu rabo, y quiero que me vuelvas a follar, si puedes, antes de salir de aquí.
—Claro tío. Mi polla está deseando entrar las veces que haga falta ahí dentro. ¡Joder que culo tienes cacho cabrón!
—Tengo sed, ¿vamos a tomar una cerveza?
—Sí, pero antes pasemos por el guardarropía, quiero dejar todo esto, salvo el arnés. Quiero estar en bolas como tú.
Nos levantamos y nos calzamos las botas, me coloqué el arnés y lo ajusté bien. Iván me miraba.
—Como te queda ese arnés tío. La forma de tu pecho resalta aún más entre el cuero y el metal.
Me miré y sonreí:
—La verdad que nunca me había puesto uno y me gusta, queda muy sensual.
—Necesito que me folles tío. Me pones a mil así y no puedo salir con el calentón que tengo ahora mismo.
—Está bien tío. Dame un condón y te dejaré bien relajado, aunque primero disfrutaremos los dos.
Me colocó el condón con la boca y le penetré con fuerza, con mucho ritmo. Los dos deseábamos aquel momento de placer y a la vez saber cómo había evolucionado la fiesta. Llevábamos mucho tiempo en aquel privado. Toqué su rabo y noté como salían los chorros de leche. Era muy lechero el cabrón. Se corriera las veces que fueran, siempre tenía cantidad de leche. Me corrí y me quité el condón. Lo tiré a la papelera y salimos.
El ambiente en el local se había desmadrado o al menos me lo pareció. Era la primera vez que estaba en una fiesta de estas características, pero aquello me pareció desmesurado: Las puertas de todos los privados estaban abiertas y en el interior, con la luz encendida se veían cuerpos revolcándose los unos con los otros, algunos se acercaban a las puertas y se quedaban mirando, los había que pasaban de largo, pero otros se sumaban a aquellas orgías de carne y deseo. En cualquier esquina, cualquier rincón, contra las columnas, las penetraciones estaban a la vista de todos y algunos invitaban a otros a unirse. En aquella pista de baile, los magreos y las mamadas eran lo normal. Nos acercamos a la barra y pedimos dos cervezas. Un chico se encontraba a un lado con el culo en pompa mientras otro se lo estaba comiendo e introduciéndole una porra de policía. Con las botellas de cerveza en la mano, nos giramos y nos apoyamos contra dicha barra observando todo aquel paisaje sexual. Un tío vestido de militar sin camisa pasó junto a nosotros y nos miró. Iván le sonrió y éste se agachó y se puso a mamarnos a los dos.
—No está mal el ambiente.
—No —respondí mientras miraba como aquel tío nos comía la polla a los dos.
—La mama bien el cabrón. Como siga así me voy a correr.
—Quiero tu leche en mi boca, que me la inundes —le dijo el chico sonriéndome
—De eso no te quepa la menor duda. Es muy lechero.
Aquellas palabras le debieron excitar y mientras me la meneaba a mí, se la comía a él con ansiedad. Otro tío se agachó y le quitó la mano al chico para mamarla.
—Hostias, éste sí que la mama bien.
Iván se corrió en la boca de aquel tío y viéndole a él me excitó al máximo. Intenté sacar la polla de aquella boca antes de venirme, éste se negó y descargué en su interior toda la leche. Relamió mi glande y lo dejó limpio y brillante, como si nada hubiera sucedido. Los dos se fueron y nosotros dimos un trago a la cerveza.
—Buenos mamadores —sonreí a Iván.
—Ya lo creo. Mira, están fisteando a un tío en aquella mesa.
Aquella práctica la había visto algunas veces en el
Eagle
y seguía sin entender que placer se podía obtener metiendo el puño en el culo o recibiéndolo. Aquello para el pasivo debía de ser altamente doloroso y lo más asombroso, comprobar hasta el punto que un ano se dilata.
—Me encantaría fistear a un tío.
—Si tu pareja te lo permite, podrías fistearme a mí —intervino un chico que estaba a nuestro lado—. Tengo mucho aguante.
Iván no dijo nada, le apartó de la barra y le miró el culo. Le tocó las nalgas y oteó su ano mientras le introducía dos dedos en su interior. Los sacó y comprobó que lo tenía limpio.
—Está bien tío, pide unos guantes y lubricante. Ese culo pide una buena sesión.
Miré a Iván con sorpresa y me guiñó un ojo.
—Te voy a enseñar a fistear, te aseguro que es una gozada sentir el puño dentro del culo de un tío y como se abre…
—He visto hacerlo en el
Eagle
, pero no entiendo qué placer se puede encontrar en esa práctica.
—Lo descubrirás por ti mismo cuando lo hagas. Yo no te puedo contar nada.
El chico volvió con guantes y un bote de lubricante.
—¿Vamos? —le preguntó sonriéndole.
Nos abrimos camino entre la gente de la pista. Roces de manos acariciaban todas las partes de mi cuerpo a su paso, pero no me detuve. Quería ver como Iván fisteaba. Te diré que el brazo de Iván es más fuerte y voluminoso que el mío. Iván es todo un toro, de verdad, y no me podía imaginar cómo aquel brazo… Una de las mesas de billar estaba vacía. El chico se tumbó y se colocó en posición: levantó las piernas, las asentó en el borde de la mesa separándolas bien. Iván se colocó los guantes y pronto varios de los que por allí se encontraban nos rodearon. Tomó el bote de lubricante y se aplicó una gran cantidad en los guantes. Unió sus manos y lo extendió sin dejar un hueco de sus dedos sin la crema. Luego cogió otra cantidad y la aplicó en el ano del chico y comenzó a meterle los dedos. Aquel ano estaba bien dilatado, en unos segundos cuatro de los dedos entraban y salían sin ninguna resistencia. Comenzó a jugar con las dos manos, introduciendo cuatro dedos de cada mano y pronto pasó a los cinco sin meter aún el puño. Tomó otra cantidad de crema y se la volvió a aplicar en las manos y entonces juntó los dedos de la mano derecha y comenzó a meterlos hasta que todo el puño entró. El chico emitió un sonido de placer e Iván me miró sonriendo.
—Tiene un buen culo para fistear, si tuviera un guante mayor, éste cabrón disfrutaría como se merece.
Al cabo de un rato, de meter y sacar una y otra mano en el culo de aquel chico, un
leather
se acercó ofreciendo un guante negro y largo a Iván.
—Veamos hasta donde tiene aguante ese cabrón —le dijo el
leather.
Iván sonrió y extendió el brazo al leather para que le colocara el guante. Éste accedió y se lo puso. El guante le llegaba más arriba del codo y se lo sujetó con un adhesivo que llevaba dicho guante. Se untó con la crema todo el guante. No me lo podía creer. Nunca había visto meter más allá del puño, pero por lo visto Iván quería intentar llegar más allá y ante nuestro asombro fue introduciendo más y más. El chico pidió que sacara el puño y pensé que la sesión se terminaba ahí, pero no, se colocó de pie encima de la mesa e Iván entendió lo que deseaba. El chico se puso en cuclillas e Iván se arrodilló, comenzando de nuevo a meter el puño, como el que se mete un palillo en la boca, y el chico estiró bien su espalda. Iván metía y metía más y más su potente brazo mientras otro tipo le echaba crema sobre el guante. Aquella gente sabía muy bien lo que estaba haciendo Iván, pero yo estaba totalmente acojonado. El chico se fue incorporando e Iván se quedó quieto con el brazo dentro y levantándose de la misma forma, muy suave y tranquilamente. Continuó metiendo el brazo más y más, estaba a punto de llegar al codo y el chaval aquel aullaba de placer y respiraba con fuerza. Todo su cuerpo se agitaba.
—Sigue tío. Tienes un brazo fuerte pero lo aguanto.
Iván no hablaba, estaba concentrado, creo que no veía a nadie, salvo aquel culo que estaba trabajando. Empujó un poco más y entró el codo, casi rozaba ya el final del guante. Algunos de los presentes se mordían los labios y soltaban frases como: "Joder que aguante tiene el tío". "Ese culo está bien trabajado". "Así se fistea tío, que disfrute". "Éste es capaz de meterle hasta el hombro". Se había formado un gran corrillo a nuestro alrededor. Para los amantes de aquella práctica, sin duda era todo un espectáculo. Además Iván, con su impresionante cuerpo, destacaba entre muchos de ellos y su poderoso brazo entrando y saliendo de aquel culo, sobrecogía.
Sentí humedad en una de mis piernas y al mirar contemplé un chorretón de leche. Miré al tío que aún le goteaba el capullo.
—Lo siento tío, es que me he excitado.
—No lo sientas, lámelo y que no quede ni una gota.
Mi mirada le debió de acojonar, se agachó y comenzó a lamerme la pierna. Metió la mano entre las dos piernas y me cogió la polla echándola hacia atrás.
—Si me la quieres mamar, antes te lavas la boca.
El baño quedaba al lado y se fue, volvió y se puso a mamarme mientras Iván continuaba con su juego.
—Mama más fuerte cabrón —le cogí por la cabeza—. Trágala entera —se atragantaba con ella y le daban arcadas, pero la comía como yo deseaba—. Hijo de puta, me voy a correr —pero el tío continuó mamando sin detenerse.
Iván sacó el brazo por sugerencia del chico. Ya no aguantaba más y justo cuando sacó la mano, me corrí en la boca de aquel tipo. Iván me miró y sonrió. Cogí el rollo de papel y le quité el guante. El
leather
que le había prestado aquel guante negro, le dio una fuerte palmada en la espalda.
—Así se fistea. Buen espectáculo, y tú chaval —le dijo al chico que tenía el ano increíblemente abierto— cuando quieras me dejas tú número de teléfono y te fisteo. No se ven tantos culos como el tuyo. Esta es mi tarjeta y con ella tienes pagadas todas las consumiciones que desees en esta fiesta y en mi local.
El chaval cogió la tarjeta y le sonrió, luego se puso a cuatro patas e Iván tomando gran cantidad de papel le limpió toda la crema que salía por el culo. Por fin bajó al suelo y se abrazó a Iván.
—Gracias tío. Eres uno de los mejores que me ha fisteado. Le besó en la boca. Espero que nos veamos en otra ocasión.
—Un placer para mí también. Le dio un azote y el chaval se fue.
En unos minutos la gente volvió a la normalidad.
—Estoy seco. ¿Qué te parece si nos tomamos una cerveza?
—Sí, te la tienes merecida. Me has sorprendido.
—Te dije que era un buen versátil. Hasta hace dos años mi rol era activo y tan activo como tú, pero un día probé una polla y me volví loco.
—No me creo capaz.
—¿De qué?
—De ninguna de las dos cosas. No creo que en mi culo pueda entrar una polla y no sería capaz de fistear como lo has hecho tú.
—A lo primero te diré que es cuestión de probar y saber si te gusta o no. Hay mucha gente que no le gusta y no lo vuelve a intentar, pero no te quedes con las ganas. Si conoces a la persona adecuada en un momento determinado, inténtalo. Respecto a fístear, lo que yo he hecho, son años de experiencia. No recomiendo a nadie que lo haga si no sabe muy bien lo que está haciendo. Un culo es sagrado. Todos sabemos lo que tenemos en el interior de nuestro cuerpo y tenemos que saber muy bien hasta donde llegar y cómo hacerlo.
—El chaval ese me ha dejado…
—El chaval ese tiene un gran culo y muy bien trabajado. Eso también es muy importante. Muchos te piden que les fistees y sus culos no están preparados. Un ano hay que trabajarlo muy bien, saber hasta dónde llegar y por mucho que te pidan, ante todo saber una cosa, el que controla eres tú, no él. Él busca el máximo placer y no pone límites, por lo que tú debes controlar en todo momento.
—Te veía muy concentrado.
—Lo estaba, te aseguro que me olvido de todo cuando fisteo a un tío. Me concentro sólo en él, en sus movimientos, en sus gestos, en su ano, en su interior. Todos los sentidos están puestos en él.
Pedimos las cervezas y al pagar el camarero sonrió.
—Estáis invitados a todo lo que toméis.