Cruising

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Authors: Frank García

BOOK: Cruising
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Frank García nos narra una historia que huele a vicio, sabe a sexo y suda placer en cada una de sus páginas. El morbo de lo desconocido, el descubrimiento de nuevas prácticas y la sensación de dominio sobre sus compañeros sexuales son las líneas maestras sobre las que se asienta la historia de Rafa, el auténtico macho protagonista de Cruising.

Adéntrate en una vorágine de sexo y pasión. El desenfreno, el vicio y el puro placer conducen a Rafa hasta los bares más morbosos de Madrid en su búsqueda de lo único que le hace sentirse vivo: el sexo. "Si la realidad sexual de Frank García es puro morbo, imagina hasta dónde puede llegar en sus fantasías más ocultas y perversas incluidas en esta edición"

El autor madrileño debutó con esta novela erótica consiguiendo un gran éxito y logrando el Premio Narrativa 2010 a la Mejor Novela Romántica por la perfecta combinación del más puro morbo con el verdadero sentimiento del amor. En su nueva novela, Puro deseo, volveremos a vivir los tórridos placeres vividos en sus propias carnes y que le han marcado profundamente.

Frank García

Cruising

ePUB v1.0

Polifemo7
06.12.11

Foto portada: © Getty Images

© Frank García 2010

© de esta edición: Odisea Editorial, 2011

Palma 13, local izq. - 28004 Madrid

Tel.: 91 523 21 54

www.odiseaeditorial.com

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ISBN: 978-84-15294-15-3

D.L.: SE-3627-2011

Impreso por Publidisa

Impreso en España/Printed in Spain

A quienes mantienen viva la verdadera amistad

a quienes aman desinteresadamente

y a quienes luchan porque un día

todo mejore a nuestro alrededor

CAPÍTULO I

Por fin había llegado el viernes y la puta rutina de la semana quedaba atrás. Llegué a casa y de forma rápida me duché, preparé algo de cena que ingerí mientras veía la televisión, en la que sólo echaban mierda, y me vestí. Salí rumbo a Chueca. Cinco paradas y el deseo de satisfacer mis instintos más primarios. Tenía ganas de follar, simplemente eso. Meter la polla en un culo caliente y embestirle hasta quedar saciado.

A veces, en aquellos días de rutina, mientras voy en el metro hasta el curro, pienso en lo que mi vida ha cambiado en sólo unos meses, cuando decidí romper con el pasado y venirme a Madrid.

El año antes de decidirme a dar el gran paso, todo comenzó a derrumbarse. Mi ciudad, por llamarla de alguna forma, pues resulta más un pueblo grande que una ciudad, parece no querer evolucionar y un día es igual al otro, sin novedad, sin esperanzas, sin sueños, pues el propio ambiente en el que te mueves rompe cualquier deseo de alcanzar la meta deseada. Si intentas destacar en algo te miran raro y, por supuesto muchos menos declarar que eres gay, entonces son capaces de lanzar los mayores insultos que una persona es capaz de aguantar. Aunque a mí, sinceramente, todo eso me resbala mucho.

Aquel último año había perdido mi trabajo, mis amigos poco a poco se iban alejando, pues comenzaban a formar sus propias familias: casarse, tener niños y amodorrarse ya en casa. Esa es la vida normal de un ciudadano de esta ciudad. Encontrar el amor de su vida o si no es el amor, alguien con quien compartir el resto de la vida, tener hijos y dejarse abandonar a la mayor de las suertes. Yo no estaba dispuesto a todo aquello por lo que una noche, tras apagar el ordenador y dejar de chatear con los amigos, sin moverme del sillón mirando el monitor en negro, me planteé salir de aquella rutina que me estaba encarcelando.

Madrid era una ciudad que conocía. Algunos fines de semana iba a ver a los amigos y salir de la monotonía; pero ahora, ahora estaba dispuesto a que Madrid fuera mi nuevo hogar. Olvidarme de todo lo que me encarcelaba a las rejas de esta ciudad. Necesitaba salir, respirar, sentirme libre y sobre todo, ser yo mismo.

Una tarde, mientras caminaba por la ciudad, no aguanté más. Llegué a casa, cogí la maleta más grande que tenía y comencé a llenarla con la ropa que creí necesaria para aquella primera escapada. Mi madre entró en la habitación y vio la escena.

—¿Qué haces?

—Me voy. Me largo de esta puta ciudad. Aquí no hay trabajo, no hay esperanzas de futuro, mis amigos se han vuelto unos putos muermos y yo no aguanto más. Necesito vivir mi vida.

—Pero… ¿Dónde pretendes ir? Aquí tienes una casa y todavía te queda paro. Nosotros no te exigimos nada, ni te presionamos para que encuentres trabajo. Sabemos como está la situación y…

—No mamá. No quiero pudrirme en esta ciudad. ¿No te das cuenta? La gente no hace nada por cambiar y la ciudad se muere día a día.¡Que le den por el culo a todos! Yo necesito vivir mi vida.

—¿Dónde vas a ir?

—Me largo a Madrid. Allí tengo amigos y seguro que encontraré algún trabajo, aún me quedan siete meses de paro. Voy a llamar a un colega para saber si me alquila una habitación y empezaré desde cero. Total, menos que cero tengo ahora.

—Pero aquí no te falta de nada. Haces lo que quieres y nadie te exige nada.

—¡Qué hago! Pasear como un zombi de un lado para otro, intentar quedar con algún amigo que ya no puede salir de casa porque tiene que cumplir con la familia. Ni siquiera ir al cine, porque ni un puto cine queda en la ciudad. Comprendo que para vosotros todo resulte natural y normal, pero yo necesito vivir y no agonizar.

—Las cosas cambiarán.

—No en esta ciudad. Llevo aquí 28 años y nada ha cambiado. Abre los ojos. ¡Nada cambia en esta mierda de ciudad! Todo es igual día a día, mes a mes, año tras año. Las empresas están echando a gente todos los días, cada vez hay más paro.

—Hay paro en todos los sitios.

—Pero aquí no hay posibilidades de progresar. La gente joven que está en paro se está largando a otros sitios. Se está convirtiendo en una ciudad para viejos y yo no quiero envejecer aquí. No. Necesito vivir.

—¿Crees que en Madrid encontrarás trabajo nada más llegar?

—No. Pero aún tengo esos meses de paro y puedo pagarme el alquiler, la comida y buscar mientras tanto. Madrid es muy grande y da posibilidades. Esta ciudad no, esta ciudad se muere.

—¿Qué va a decir tu padre?

—Seguro que él lo entiende mejor que tú. Recuerda que también dejó su cuidad y se instaló aquí.

—Pero a él le ofrecieron un buen trabajo, no se vino con las manos vacías.

—Yo tampoco me voy con las manos vacías. No voy a mendigar, puedes estar segura. Voy a luchar por sobrevivir en una nueva ciudad y buscar mi espacio.

—Está bien. La cena estará enseguida. Cuando venga tu padre no le digas nada hasta después de cenar. ¿Cuándo piensas irte?

—Como muy tarde dentro de dos días. Quiero arreglar algunas cosas antes. Ir al INEM y comentarles que me voy a Madrid a buscar trabajo y cómo sellar mi cartilla para no perder el desempleo. Despedirme de la familia, los amigos y…

El primer asalto había terminado. Mi madre salió de la habitación en dirección a la cocina y yo continué haciendo la maleta. Miraba el armario sin saber qué llevarme. Volvería a por nuevas cosas pero, al menos, los primeros meses no pensaba acercarme por aquí para nada. Por unos instantes lo dejé y encendí el ordenador. Conecté el chat donde hablaba con los amigos y les comuniqué que me iba a Madrid. De ésta forma daba un nuevo paso. A ellos siempre les hablaba de mis proyectos y muchas veces me llamaban loco. Pero no, no estaba loco. Al menos mientras tenga un par de pelotas bien puestas y esas las tengo bien grandes.

—Rafa, la cena está lista —gritó mi madre.

—Voy —me despedí momentáneamente de los amigos del chat y salí a cenar. Mi padre estaba como siempre, sentado a la mesa mirando la televisión. Mi madre acercó la fuente con los filetes y las patatas y la colocó en el centro. Sirvió primero a mi padre, luego a mí y terminó con su plato. Se sentó y los tres como borricos nos quedamos mirando la televisión. Salvo raras ocasiones se hablaba durante la cena y también en raras ocasiones, hablábamos los tres. Más monotonía, más ganas de largarme cuanto antes de todo aquello que me ahogaba.

Regresé a la habitación. No consideré oportuno aquel momento para hablar con mi padre, estaba ensimismado con la película y aún quedaban dos días para irme. Para qué molestarle en aquel momento. Ya en la habitación decidí no continuar en el chat y cerré el ordenador. Me desnudé, cogí un cigarrillo, el cenicero y me tumbé encima de la cama. Miré a través de la ventana y mientras consumía el cigarrillo me fue llegando el sueño. Dejé la colilla en el cenicero y éste en la mesilla, apagué la luz y me quedé tumbado boca arriba, sin colocar nada encima del cuerpo. Hacía ya calor y de esta forma descansaría más fresco.

A la mañana siguiente me desperté pronto. Me duché, me vestí, desayuné y salí a la calle con el objetivo de dejar las cosas bien cerradas y no tener que volverme por un imprevisto absurdo. En el INEM no me pusieron ningún obstáculo, todo lo contrario, me facilitaron algunas direcciones. Luego en correos cerré mi apartado personal, al que me llegaban algunas subscriciones y cartas que no deseaba vieran en mi casa y realicé algunas llamadas para cancelar aquellas suscripciones y otros temas. Al mediodía, ya más tranquilo, entré en uno de los bares y me tomé una cerveza con una tapa.

—¡Hola Rafa! Que raro verte por aquí a estas horas —intervino un amigo acercándose a la barra donde me encontraba sentado sobre un taburete.

—He salido a dejar algunas cosas en orden. Me voy a Madrid a buscar trabajo. Estoy hasta los huevos de esta ciudad.

—Estás loco. ¿Qué coño vas a hacer en Madrid?

—¿Qué coño haces tú aquí?

—No hace falta que te cabrees. Simplemente te he hecho una pregunta.

—Yo también. Esta ciudad es una mierda, se hunde día a día y yo al menos no pienso llegar al fondo.

—¿Y piensas qué en Madrid vas a encontrar la solución? La gran ciudad no es para nosotros.

—No lo será para ti. Conozco bien Madrid y no tengo ningún miedo. Además… ¡qué cojones! No tengo nada que perder.

—Te veo de vuelta en menos de dos meses.

—Ni lo sueñes amigo. En cuanto el autobús me aleje de aquí, sólo volveré en momentos puntuales.

—Volverás, de eso estoy más que seguro.

—¿Ahora eres adivino? —tomé lo que me quedaba en la jarra de un trago—. Tal vez tú no necesites nada más, pero yo sí.

—¿Te crees mejor que yo?

—No. Yo no he dicho eso. Eres tú el que me amenazas con que no duraré dos meses fuera de esta mierda.

—Esta mierda como tú dices, te ha dado…

—¿Qué me ha dado? Dímelo. ¿Qué me ha dado esta puta ciudad? Estudié como un puto cabrón, empecé a trabajar y cuando ya creía que todo comenzaba a funcionar van y cierran la puta empresa. Nos dejaron cuatro meses a deber, que adivina cuando coño lo cobraremos y al puto paro. Cada día más gente joven está sin esperanzas. Colgados todo el día de una botella y drogados hasta las patas. Viviendo en casa de sus padres porque no pueden independizarse. ¿Eso es vida? ¿Eso es lo que tengo que agradecer a esta ciudad? Pues si es eso, te la dejo a ti y que te aproveche —me levanté y desaparecí del bar.

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