Authors: Frank García
—Vale. Vamos a casa.
Por fin había llegado a Chueca, bajé por la calle Pelayo y llamé al timbre del Eagle. Allí dentro, desde que me admitieron por primera vez, pasaba los mejores momentos de sexo y con el morbo siempre asegurado. Como era habitual, Pedro me abrió la puerta y sonrió. Le saludé con un beso en los labios, como si se tratase de una contraseña. Mantuvimos una corta conversación, le toqué el culo y entré.
Pedro es un tío que vestido de cuero da la sensación de ser un tipo muy duro; pero cuando le conoces descubres a una persona muy distinta. Organiza muy bien las sesiones de los viernes, siempre con un morbo diferente y la gente confiando en él. Sabía muy bien a quien dejar entrar o no y tenías que ganarte su confianza que, sinceramente a mí, me resultó muy fácil. Viste siempre con chaleco, unos
chaps
de cuero negro y suspensorio. Los pezones atravesados uno por un grueso aro y el otro por una barra. En la nariz también lleva otro aro. Sus botas militares completan su atuendo.
Ya dentro saludé a algún conocido, pedí mi cerveza y me senté en uno de los taburetes de la primera barra. Nada más entrar en el
Eagle
te encuentras una primera barra, la más tranquila, donde la gente suele conversar. El segundo espacio, tras una cortina de cuero negro, crea un ambiente más morboso. Al frente te encuentras unas escaleras que suben a los baños y a la zona más oscura, luego sigue un banco y a la izquierda, una cruz de castigo donde de vez en cuando alguno de los asistentes se deja atar. En el techo cuelga una gran barra con cuerdas y cadenas que sirven para el bondage entre otras prácticas. Subiendo las escaleras, la luz se vuelve más tenue y sólo unas bombillas rojas iluminan una especie de andamio y un banco de metal al fondo cubierto de telas negras. A la izquierda y resguardado también entre barras de metal y cuero negro está el sling. Las paredes son negras al igual que el suelo donde se crea una atmósfera muy especial, que en un principio puede provocar sensación de claustrofobia, aunque la verdad, siempre me he sentido como en mi segunda casa.
Allí sentado, tomando la cerveza y mirando como Pedro disfrutaba mientras le retorcían los huevos, me vino a la memoria la primera vez que intenté entrar. No me dejó, me miró de arriba abajo y me dijo: "No, lo siento, así no puedes entrar". Me largué de muy mala hostia, porque aquel lugar me provocaba y deseaba conocerlo. La segunda vez me volvió a mirar y me dijo: "Pasas si te desnudas". La noche era muy fría y no me dio la gana y me fui de nuevo cabreado, a la tercera dicen que va la vencida y me volvió a proponer ponerme en bolas y acepté. Entré, me despeloté y cuando me vio la polla me la cogió y me dijo:
—Joder tío, con este rabo vas a triunfar esta noche.
Tenía razón, aquella noche acabé con la polla rota. Muchos de los presentes estaban en pelotas y otros con cuero negro. La mezcla de ambas pieles me provoca una sensación estimulante. Cuero blanco, cuero negro. Me excitaba. Mi polla pasaba de mano en mano hasta que me encontré con un hermoso ejemplar: El chaval debía de tener unos 23 años y un verdadero cuerpazo. Su torso era ancho y ligeramente velludo. Su espalda fornida terminaba en una amplia curva lumbar de la cual brotaban las nalgas más hermosas que he visto en toda mi vida. Las piernas fuertes como un toro y un buen rabo. La cabeza rapada y las facciones jóvenes y masculinas. Aquel culo era espectacular y me la puso dura cuando lo rocé. Me miró y sonrió:
—¿Te gusta?
—Mira como me la has puesto cabrón.
—Coge un condón del gorro y fóllame aquí mismo.
—¿Delante de todos?
—O lo haces aquí o no catas mi culo.
Cogí un condón del gorro militar que cuelga encima de la primera barra, me lo puse y lo incliné contra la barra. La gente se puso a mirar. Escupí en su culo y cuando tenía el glande en su agujero, noté que ya estaba dilatado. Se la metí de golpe y el tío gritó:
—¡Hijo de puta! —miró hacia atrás con deseo.
—En este culo, no es la primera polla que entra hoy, así que disfruta de la mía.
Le follé como a un perro, sin contemplaciones, haciéndole gritar cada vez que la metía y la sacaba de golpe. La gente se pegó más a nosotros y algunos me empezaron a meter mano. Me calentaron como a un toro y aquel chaval recibió una buena follada y yo una corrida increíble. Se volvió y me comió la boca.
—Quiero que me vuelvas a follar luego.
—Si quieres me pongo otro condón y repetimos. Mira, sigue igual de dura.
—No sé si mi culo volvería a resistir otra follada seguida.
—¿Lo intentamos?
—¿Nos vamos a casa? Podemos follar toda la noche.
—Me gustaría probar algún culo más. Pero si me esperas a que folie un par de buenos machos, me voy contigo.
—Luego no querrás más.
—Te aseguro que sí. Me pones muy bruto. Además, si te duchas bien, ese culo te lo como hasta que te corras sin tocarte.
—Te espero. Dejaré que se recupere.
—No folles con nadie más. Resérvate para mí.
Así lo hizo, se sentó y se tomó una cerveza. Subí a la parte de arriba y un tío se estaba follando a otro. Le toqué el culo, lo tenía prieto y duro. Me miró
—¿Quieres clavármela mientras yo se lo hago a éste?
—Claro.
Me dio un condón y me lo puse. Dejó la polla dentro del culo del otro y le metí el rabo hasta el fondo. Su interior estaba muy caliente, demasiado caliente para mi polla, que en pocas embestidas me hizo eyacular, pero seguí dentro de él. La saqué y al quitarme el condón, un tío se agachó y me la comió. Me la dejó limpia como una patena y sentí de nuevo que me corría, intenté quitarle la cabeza y él se resistió.
—Me corro tío, me corro —le susurré.
El tío no hizo el menor caso y le llené la boca. Estaba agotado. Bajé las escaleras y en el mismo taburete me esperaba aquel chico.
—Hola Rafa, ¿cómo estás?
-—No puedo creérmelo. ¡Andrés! ¡Joder tío! ¿Cuánto tiempo sin verte? Ahora mismo me estaba acordando de ti.
—¡¿Sí?! He estado fuera de Madrid un tiempo —cogió mi paquete— Qué extraño que no esté dura… me alegro que te acuerdes de mí —sonrió.
—Porque aún no ha visto tu culo y sí, estaba recordando el primer culo que me follé aquí.
—¿Nos vamos a casa? Prefiero estar cómodo y contigo además las sesiones siempre son largas.
—Te diré que hoy estoy muy cabreado. Ya sabes lo que significa eso.
—Perfecto. Llevo sin follar casi tres meses.
—Vamos a follar hasta que se nos salga el corazón.
Antes de salir, Pedro sonrió.
—Qué cabrón eres, no sólo te vas tú, sino que te llevas ano de los mejores ejemplares que ha entrado aquí.
—No Pedro. No es uno de los mejores, es el mejor. El que más dura me la ha puesto.
—A ti te la pone dura cualquier culo, menudo perro estás hecho.
—Es cierto que pocos culos no me ponen, pero Andrés es el mejor y tiene aguante. No como muchos que vienen de sobrados y luego cuando se la metes entera, te piden que se la saques.
—Es que tu rabo no lo aguanta cualquiera.
—Hay rabos más grandes que el mío y aquí los has visto.
—Muy pocos y más grandes te aseguro que no.
—Nos vamos, que si nos quedamos hablando, se nos va el tiempo —le besé y le toqué el culo—. Tengo ganas de fistearte un día de estos.
—Cuando quieras, ya sabes que siempre está dispuesto.
Andrés y yo salimos. Llegamos a su casa y nos desnudamos. Nos fuimos a la cama y follamos hasta que nos corrimos dos veces cada uno. Luego, curiosamente, me apeteció hablar. Cogí un cigarro y lo encendí. Él se quedó apoyado sobre mis piernas con la cara pegada a mi rabo.
—¿Qué has hecho todo este tiempo?
—Trabajar. Me salió un curro en Londres y he estado allí de guía para españoles. Una mierda, pero pagaban bien y sólo se trabajaba por las mañanas. Dormía la siesta y después me iba al ambiente.
—Triunfarías con ese culo.
—Te vas a reír, pero allí he sido más activo que pasivo.
—No me lo puedo creer, aunque gastas un buen rabo y es bonito. Sabes que las pollas grandes no me gustan, pero la tuya, con esa piel tan fina, nada venosa y circuncidada como la mía, me encanta para mamarla.
—Encontraba muy pocos activos que me gustaran de verdad. No sé, no me excitaban, en cambio, como activo funcionaba muy bien.
—Me parece perfecto que seas un buen versátil. Pero conmigo ese culo se abre sólo.
—Tú eres muy distinto. Follas bien y sabes dar placer, no sólo complacerte a ti mismo. Muchos activos se creen que un culo es para satisfacerse ellos y que el pasivo se joda.
—Sí, todavía queda mucho egoísmo machista. Se creen que por meterla son menos maricones y no tienen ni puta idea de calentar a un pasivo.
—Eso es lo que me ocurría allí. Casi todos me pedían que me arrodillara, que se la mamara y luego me daban la vuelta. En más de una ocasión me levantaba y me largaba. Me llamaban calientapollas, pero me la sudaba, estaba hasta los cojones de tanto macho frustrado. La mayoría eran casados que, seguramente hartos de sus mujeres o de que ellas no les daban lo que querían, buscaban el culo de un tío antes de pagar a una puta.
—Pues aquí tienes uno para cuando quieras. Tu culo y mi rabo conectan muy bien. Me gusta como besas, como peleas en la cama y tienes un cuerpo para comértelo entero. Sigues igual de bueno que el primer día.
—Gracias, tú también. Tal vez más fuerte que antes. Te veo más musculoso.
—Voy de vez en cuando al gimnasio. Algo se tiene que notar.
—¿Has follado con alguien del gimnasio?
Sonreí. Sabes que nunca hablo de mis conquistas o de mis amantes, eso es coto privado.
—Siempre tan reservado. Seguramente por eso tienes tanto éxito: por la forma en que tratas a un tío.
—No creas. No suelo tratar a los tíos como a ti o a Carlos, mi amigo. Vosotros dos sois especiales. Es cierto que cuando te conocí, lo único que pensé es "ese culo tiene que ser mío"
—¡Qué cabrón! —me golpeó el pecho mientras me lo decía.
—Pero he pensado en ti varias veces. Cuando estuvimos follando aquí, aquella primera vez, me entregaste mucho de ti y eso me gustó.
—La gente se suele confundir conmigo. Cuando voy al
Eagle
o a otros sitios donde puedo estar en pelotas, todos se creen que soy presa fácil y no es así. Me gusta exhibirme, me gusta enseñar mi cuerpo. Sé que estoy muy bueno y me apetece mostrarlo. Por cierto, se te ha vuelto a poner dura.
—Sí. Hace un rato que ya está pidiendo guerra; pero no te extrañes, tú pones a un muerto.
—¿Quieres qué follemos otra vez?
—Más tarde. Me gustaría saber más cosas de ti.
—Me alegro de esa respuesta —sonrió tumbándose encima de mí.
—Sí haces eso cabrón, no me podré contener.
—Me tendrás siempre que quieras y no te preocupes, no me voy a enamorar de ti. Sé que no eres hombre para un solo hombre.
—De momento no busco el amor, de momento busco pasar buenos ratos y conocer buena gente, aunque ya te digo que estoy hasta la polla, cada vez hay más divinas en la calle, aunque luego son unas zorras de cuarto oscuro en la sauna.
—Eres incorregible. ¿Cómo vas en el trabajo?
—Bien, me beneficio a uno de los encargados. Es puro vicio el cabrón, le va el
leather
y le gusta que le sometan.
—No te veo yo como amo.
—¿No? ¿Por qué?
—No sé. Te veo más sexual de cuerpo a cuerpo que de látigo.
—Tienes que venir a casa y ver mi traje de cuero. Dicen que con él impresiono.
—¿Ya no vives con Carlos?
—No. Carlos se echó novio y viven juntos. Parecen muy felices y me alegro. Carlos necesitaba un buen tío a su lado. Se lo merece, es el mejor amigo que tengo aquí en Madrid.
—Espero que nosotros también lo seamos.
—Si no te vuelves a escapar, eso está hecho. Me gustas tío, no sólo por tu cuerpo y por tu forma de pelear en la cama. Me gustas porque se puede mantener una conversación contigo.
—Cuando alguien me da confianza, me suelo abrir mucho.
—Ya lo creo que te abres —le sonreí maliciosamente y le toqué las nalgas—. Nunca he visto unas nalgas como éstas y eso que Carlos las tiene muy bonitas.
—¿Follabais mucho cuando vivíais juntos?
—Sí. Los dos sabíamos calentarnos el uno al otro, pero además me aportó muchas cosas el muy cabrón.
—¿Te llegaste a enamorar de él?
—No. Lo nuestro es una gran amistad, entonces con sexo, ahora sólo amistad. Nos vemos de vez en cuando y algún sábado que otro quedamos para cenar los tres y luego terminamos bailando como locos en el
Black & White.
Su novio es un poco raro, pero conmigo se comporta bien y mientras haga feliz a Carlos, todo perfecto.
—Me gustaría ir contigo a bailar un día.
—Si quieres vamos mañana y provocamos al personal. Me encanta hacer eso delante de todos los chaperos.
—Mañana por la mañana quería ir a comprar algo de ropa. Estoy pensando en un pantalón de cuero negro, así podríamos ir los dos conjuntados.
—Sí, con camisas negras y luego nos las quitamos. Nos quedamos con los pantalones marcando y luciendo el cuerpo.
—Se te ha puesto más dura todavía.
—Si te soy sincero, la tengo a reventar pero no quiero follarte a no ser que tú lo desees.
—No, ya me has dado bastante, pero no me gusta que un tío como tú se quede así.
—Durmamos un poco. Date la vuelta, te abrazaré, colocaré mi polla contra tu culo para que los dos estén a gusto y mañana nos levantamos pronto y te acompaño a las compras.
—Eres un encanto —y me besó adoptando la postura que le había sugerido.
—Eso lo puedes decir en la intimidad entre los dos, pero nunca en la calle.
—En la calle seré tu perra.
—No, en la calle, si estamos de morboseo, serás mi perro. Me gustan los hombres. No me gusta el tratamiento femenino entre los tíos —le acaricié su torso— y tú tienes cuerpo y mente de macho.
—Sí, lo soy. Pero ya no estoy acostumbrado a que me traten de macho cuando soy pasivo.
—Deja a los ignorantes que mueran tontos —le besé el cuello—. Un pasivo no es una mujer, es un macho que disfruta con su culo, como yo disfruto con la polla.
—Esas son las cosas que te diferencian de los demás. Eres muy sensible.
—No te equivoques. Contigo lo puedo ser, pero no soy sensible.