Cruising (15 page)

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Authors: Frank García

BOOK: Cruising
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—Preferiría que me contaras cosas sobre ti. Cuéntame una de tus aventuras.

—Está bien —colocó los cojines detrás de su espalda y se acomodó. Cogí el paquete de cigarros, el mechero y un cenicero y me tumbé boca abajo con la almohada en mi pecho. Encendí un cigarrillo y se lo ofrecí a él, lo tomó y prendí otro para mí.

—Adelante, descúbreme una de tus historias.

—Será difícil superar a las tuyas.

—Cada uno tiene sus aventuras, cada uno vive la sexualidad dependiendo de lo que le rodea. Así que deléitame con una de esas historias.

—Te contaré una que viví en Londres, al mes de llegar… La verdad que me costó adaptarme a sus costumbres. Son muy diferentes a nosotros. En todo, en la forma de comer, en sus horarios para el trabajo, en la forma de divertirse. Tienen un carácter muy distinto. Nosotros somos más locos a la hora de salir de fiesta, ellos en cambio… Bueno, eso lo dejaremos. Las primeras semanas apenas salía de la habitación que tenía asignada en una residencia, donde se quedaban algunos trabajadores y estudiantes. Me refugiaba allí y veía la televisión hasta quedarme dormido. Algunas noches salía a reconocer el lugar para sentirme más adaptado y siempre terminaba en el cine. No buscaba nada en concreto, no deseaba tener contacto con nadie, estaba hundido y roto por dentro. Aquel cabrón me había dejado una profunda huella. Lo quería demasiado. Cuando me entrego por amor, soy un idiota.

—Todos lo somos. Por eso nunca he querido comprometerme con nadie. Pero continúa.

—Llegué a la residencia después de currar, me duché, cené algo y me sentí agobiado en aquella habitación. Abrí la ventana y comprobé que la temperatura seguía siendo muy agradable. Me puse un vaquero y una camisa negra y salí. Busqué un nuevo rumbo y fui al Soho, la zona gay por excelencia de Londres. Pregunté a unos chicos y me aconsejaron que fuera al bar
Code
en
Archer Street.
El local es muy amplio y con un diseño muy moderno. Me acerqué a la barra y pedí una cerveza. Llevaba la camisa desabrochada, más o menos como anoche y algunos chicos se fijaron en mí. Uno de ellos me tocó el culo, le miré y pasé de él dirigiéndome a la pista donde la gente bailaba y me puse a provocar con mis movimientos de cadera.

—Qué cabrón —le interrumpí.

—Necesitaba olvidar, despejarme y salir de la rutina que me estaba bloqueando. Como te decía, me puse a bailar y pronto me entró un buen macho, como tú dices, que se puso a bailar frente a mí. Por sus movimientos detecté que era activo y me pegué más a él, juntando mi paquete con el suyo.

Me agarró por las nalgas, me apretó contra él y me besó. Besaba bien y le seguí el juego. Noté como crecía su polla dentro del pantalón y le sonreí:

—Espero que tengas un buen rabo. Mi culo está hambriento.

—Tendrás el rabo que deseas y si eres bueno, tal vez te invite a mi fiesta de mañana.

—Veamos lo que haces con esa polla. Vamos a los baños.

—Eres muy provocador.

—Estoy caliente y busco un buen macho que me encienda aún más.

Llegamos a los baños y nos metimos en uno con puerta, cerramos y me echó un buen polvo. El cabrón tenía un buen rabo y sabía cómo usarlo. Era italiano y llevaba en Londres dos años viviendo. Estaba bien relacionado en el ambiente y una vez al mes organizaba una fiesta en su casa. A la una cerraron el local y me invitó a pasar la noche en su casa. Acepté y estuvimos follando toda la noche. Luego nos quedamos dormidos y al mediodía me levanté y cuando me estaba vistiendo me preguntó dónde iba.

—A la residencia. No quiero molestar. Me lo he pasado muy bien contigo.

—Desnúdate y vuelve a la cama. Descansemos un rato más. Como te dije, una vez al mes organizo una fiesta en esta casa y tú estás invitado, si quieres claro.

Me desnudé y volví a la cama sin decir nada. Sobre las tres de la tarde me desperté porque me estaba comiendo la polla. Al ver que me despertaba me saludó.

—Buenas tardes. Me gusta despertar a mis invitados de una forma especial.

—Pues sigue, es la mejor manera de volver del mundo de los sueños. Dame la tuya, yo también quiero mamar. Hicimos un 69 pero nos detuvimos sin corrernos, por petición de él.

—Mejor será que guardemos fuerzas para esta noche. Te prometo una buena velada. Serás el único español en la fiesta y le darás un toque más internacional —se rió.

Se levantó y le seguí. Preparó algo de comer y luego me propuso dar una vuelta por el centro, quería comprar algo de ropa. Estuvimos toda la tarde de tiendas y después entramos en un bar a tomar una pinta de cerveza. Era un tipo conversador y sencillo, pero en la cama era muy vicioso.

—¿Más que yo?

—Nadie aguanta en la cama como tú. Ni en la cama ni fuera de ella. Al menos de los tíos que he conocido. Eres una máquina sexual, mi máquina sexual —se inclinó, me besó y prosiguió con su relato—: Llegamos a casa sobre las siete de la tarde y le ayudé a preparar el salón dejando completamente libre el espacio central. El sofá y los sillones los cubrimos con una tela cálida y suave. Los muebles retirados se juntaron todos contra una de las paredes y el espacio libre se rodeó de colchones. En dos de las esquinas se colocaron recipientes llenos de condones y en las otras dos papeleras con bolsas de plástico. Su idea, la de Marco que era como se llamaba, es que a medida que fueran llegando, se desnudaran en la entrada y metieran toda su ropa en una bolsa que les entregaba y cerraba poniendo una etiqueta de papel con el nombre. De esta forma, todos pasaban al gran salón, completamente desnudos o como mucho, con ropa interior. Adaptó la luz, colocó en algunos estantes incienso y puso una música que resultaba perfecta, incluso se podía bailar.

—Ya está todo listo —comentó sonriendo—. Ahora falta que vayan llegando y disfrutemos de la fiesta.

—¿Alguna vez te han dejado colgado?

—Sí. La primera que organicé fue un fracaso de asistencia, pero un éxito en cuanto al morbo y el sexo que hubo. Invité a unos treinta y asistieron diez, pero te aseguro que todos quedamos más que complacidos. El éxito de aquella corrió de boca en boca entre los que asistieron, hablando con otros amigos, los cuales fui conociendo cuando salía de marcha.

—¿Cómo contactas y las organizas?

—Ahora ya es muy fácil, aunque hay una regla: Invito a quince o veinte ya conocidos y ellos traen una persona nueva, las novedades.

—¿Yo soy tu novedad?

—Sí —sonrió abrazándome—. Tú eres mi novedad y se van a quedar de piedra. Estás muy bueno, eres agradable y encima versátil. Con un buen culo y un buen rabo, que esta noche probaré. Tengo ganas de que me la metas —miró el reloj—. Enseguida empezarán a venir. Mejor será que nos desnudemos y nos duchemos, debemos dar ejemplo.

Así lo hicimos pero nuestra ropa no fue a las bolsas, sino a su habitación. Nos duchamos juntos y nos la mamamos durante un rato y justo mientras nos secábamos sonó el timbre de la puerta. Marco fue a abrir y yo me quedé en el cuarto de baño. Escuché varias voces y reconozco que me puse algo nervioso. Si bien estar desnudo me gusta, como bien sabes, no sabía que me deparaba aquellos primeros instantes. Me miré en el espejo, sonreí y me dije: "Te vas a divertir, lo sé, así que relájate". Uno de los chicos, ya desnudo entró en el baño. Me miró, sonrió y se fue directo a la ducha con una toalla. Se presentó mientras se duchaba.

—¿Tu eres la novedad de
Marco?

—Sí —le contesté.

—Yo soy amigo de él desde hace casi un año. Te lo vas a pasar bien, te lo aseguro y con ese cuerpo que tienes, vas a causar sensación.

—¿Eres versátil?

—Lo soy, ¿tu?

—También. Genial, nos follaremos los dos —se acercó y me tocó el rabo.

—Quiero ver cómo crece —se arrodilló y me la mamó, al instante se puso dura—. Sí señor, un buen rabo para mi culo. Quiero que seas el primero en metérmela —se levantó y me besó—, así que no te alejes mucho de mí.

Volvimos al salón y Marco me presentó a los otros cinco chicos que habían llegado. Debo de reconocer que al menos aquellos seis primeros ejemplares estaban muy bien. Tres de ellos eran, como decirlo,
tripareja
—se rió— eran tres en la relación y claro, cada uno trajo a su novedad. Dos de ellos se pusieron a bailar mientras Marco se morreaba con uno de ellos. La fiesta había comenzado y aquel primer chico se acercó y me tocó de nuevo. Me decidí y lo abracé comiéndole la boca, se excitó y en pocos segundos nos encontrábamos en uno de aquellos colchones en el suelo devorando nuestros cuerpos. Uno de los que bailaba nos miró.

—Pronto empezáis vosotros.

Mi compañero de faena sacó mi rabo de su boca y le miró.

—Este macho lo pruebo el primero, que luego hay mucha loba suelta —y volvió de nuevo a comerme la polla.

El timbre sonaba en aquellos instantes constantemente.

El chico y yo dejamos de jugar y nos quedamos sentados mientras comenzaba el desfile de carne en el salón. En poco más de media hora, más de treinta tíos estábamos reunidos en pelotas en aquel salón. Unos bailando, otro rozándose, otros hablando y algunos metidos en faena como mi compañero y yo.

—Me encanta tu polla —comentó.

Le giré poniéndole boca arriba y yo me tumbé encima de él ofreciéndole mi culo. Acarició mis nalgas, las abrió, metió la lengua y… Era un experto comedor de culos. Tenía una lengua grande y la sabía usar hasta el punto que me volvió loco. Me olvidé del resto de gente. Aquello era una orgía, pero yo estaba muy a gusto con aquel tío, para qué buscar más, ya habría tiempo el resto de la noche y por lo que intuí, mi compañero tampoco deseaba más. Cambiábamos de postura, uníamos nuestros cuerpos, con las pollas muy duras la una con la otra mientras nos comíamos la boca. Me miró y sonrió.

—Coge un condón y fóllame.

—¿Ahora? —le pregunté mientras mis ojos contemplaron que algunos ya lo estaban haciendo. Cogí un condón y me senté en su polla mientras me lo colocaba. Tenía un rabo normal, con el glande ligeramente tapado por la piel, pero en el momento de ponerse bravo, su enorme capullo quedaba al descubierto. Le levanté las piernas, le atraje hacia mí y le penetré poco a poco.

—Sí tío. Eso es… Métela así, que rabo más bueno.

Dos chicos se acercaron a nosotros, uno le metió la polla en la boca a mi compañero y el otro me ofreció la suya. La tomé con una de las manos y se la mamé. La tenía muy dura y se colocó un condón, se puso por detrás de mí, me comió el cuello y me preguntó si podía follarme. Le dije que sí y me la metió. Seguía muy bien mi ritmo y me sentí genial en medio de aquellos dos tíos.

—Estás muy bueno tío —me dijo mientras dejándola quieta dentro de mí me abrazaba y comía la oreja—. Tienes un culo delicioso —se separó y agarrándome fuerte por la cintura comenzó a galopar dentro de mí.

—Dale lo fuerte que quieras, mi culo aguanta todo lo que le des —aquellas palabras le pusieron muy bruto y el tío me tumbó sobre mi otro compañero y galopó con fuerza hasta que se corrió. Se dejó caer sobre mí empapado de sudor —Ahora te toca a ti. Veamos como galopas. A quien estaba penetrando me miró, me cogió la cara con las dos manos y me besó.

—Follatelo bien, es puro vicio, yo te follaré a ti y seguiré tu ritmo. Sentí liberado mi culo de la polla del otro y saqué la mía. Me dio un condón y lo cambié. Tiró los usados a la papelera y volvimos al colchón. El chaval se puso a cuatro patas, le abrí las piernas y toqué su ano, estaba húmedo. Mientras, el otro me acariciaba el pecho pegado a mi espalda.

—Quiero ver como se la metes —me susurró al oído—. Hazlo de golpe —le miré—. Hazme caso, métesela de golpe.

Situé mi glande en el ano, le agarré de la cintura y se la metí hasta el fondo. El chaval gritó, me miró y sonrió. Le penetré con todas las fuerzas que puede y el otro hizo lo mismo en mi culo. En uno de aquellos momentos me abrazó:

—Me gustaría que nos corriésemos los dos a la vez y quiero echarte mi leche por toda tu espalda. Volvimos a penetrar con fuerza, sin descanso. Sentí que mi torso se humedecía y de la frente caían las primeras gotas de sudor. Aquel culo era toda una gozada galoparlo de esa forma. Tenía unas nalgas prietas y duras, redondeadas y voluminosas y un ano tan caliente que pensé que sería capaz de derretir el látex. Sentí que sacaba la polla de mi culo y eso significaba que estaba a punto de llegar al orgasmo y aceleré. El chico ya no decía nada, sólo resoplaba y me corrí lanzando un aullido que no era habitual en mí.

—Ya me conoces, soy muy silencioso —asentí con la cabeza y no le interrumpí, me estaba poniendo muy caliente— Bueno, me desplomé sobre él y sentí el calor de la leche del otro chico caer por toda la espalda. Su leche era abundante y parecía no tener final. Le apodé aquella noche la regadera. Extendió toda la leche por mi espalda y me abrazó.

—¿Nos duchamos juntos? —me susurró al oído.

El otro había desaparecido del colchón buscando más diversión. Yo me tumbé boca arriba y el chico se tumbó encima de mí.

—Sé que esto es una orgía, pero a mí me gusta estar contigo.

—No hay problema. Tú también me gustas.

—Duchémonos juntos y follemos en la ducha.

Se levantó y me ayudó a incorporarme, cogió unos condones y nos fuimos al baño.

—Eres muy sensual, tío —me dijo—. Tu piel me pone muy cachondo.

—¿Sólo mi piel? —le pregunté mientras cogía el bote de gel y le ofrecía mi culo.

—Eres un vicioso. Te diré algo. Te gustará que te folien, pero tú lo haces muy bien y quiero sentirte dentro más veces.

—Las que tú quieras. Sí. Me vuelve loco que me metan una buena polla o mejor, que sepan usarla bien. El tamaño en ocasiones no importa, pero un buen culo, me saca de mis casillas.

—¿Te gusta el mío?

—¿Crees qué estaríamos aquí, con todos los machos que están en el salón, si no me gustara lo que tengo delante y como lo usas?

Me abrazó y me comió la boca. Froté su espalda con gel y él hizo lo mismo sin despegar nuestros cuerpos. Nuestras pollas ya estaban otra vez pidiendo guerra, pero las dejamos a su aire. Nos enjabonamos todo el cuerpo el uno al otro. Al agacharse para pasar el gel por mis piernas metió mi polla en su boca y me la mamó durante unos instantes antes de enjabonarla. Yo hice lo mismo. Existía buena química entre los dos y la aprovechamos. Tomé la ducha en las manos y le aclaré todo el cuerpo y luego él hizo lo mismo. La volvimos a colocar en su sitio y me ofreció un condón. Miré a mi polla y luego a él.

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