—Estás muy guapa —ronronea Christian desde la cama—. ¿Sabes?, puedes llamar y decir que estás enferma.
Me obsequia con esa media sonrisa devastadora, ciento cincuenta por ciento lasciva. Oh, es tan tentador… La diosa que llevo dentro hace un mohín provocativo.
—No, Christian. No puedo. Yo no soy un presidente megalómano con una sonrisa preciosa que puede entrar y salir a su antojo.
—Me gusta entrar y salir a mi antojo.
Despliega su gloriosa sonrisa un poco más, de manera que ahora aparece en IMAX de alta definición.
—¡Christian! —le riño.
Y le tiro la toalla, y se echa a reír.
—¿Una sonrisa preciosa, eh?
—Sí, y ya sabes el efecto que tiene en mí.
Me pongo el reloj.
—¿Efecto? —parpadea con aire inocente.
—Sí, lo sabes. El mismo efecto que tiene en todas las mujeres. La verdad es que resulta muy cansino ver cómo todas se derriten.
—¿Ah, sí?
Arquea una ceja y me mira. Se está divirtiendo mucho.
—No se haga el inocente, señor Grey. La verdad es que no te va nada —le digo distraídamente, mientras me recojo el pelo en una cola de caballo y me calzo mis zapatos de tacón alto.
Ya está. Así voy bien.
Cuando voy a darle un beso de despedida, él me coge y me tira de nuevo en la cama, y se inclina sobre mí, sonriendo de oreja a oreja. Oh. Es tan guapo: esos ojos que brillan traviesos, ese pelo alborotado que le queda después de hacer el amor, esa sonrisa fascinante. Ahora tiene ganas de jugar.
Yo estoy cansada, la cabeza todavía me da vueltas por todas las cosas que averigüé ayer, mientras que él está fresco como una rosa y de lo más sexy. Oh, es exasperante… mi Cincuenta.
—¿Qué puedo hacer para tentarte a quedarte? —dice en voz baja.
Siento un pálpito en el corazón y empieza a latirme con fuerza. Es la tentación personificada.
—No puedes —refunfuño, forcejeando para incorporarme—. Déjame ir.
Él hace un mohín y desiste. Sonriendo, paso los dedos sobre sus labios esculpidos… mi Cincuenta Sombras. Le quiero tanto, con toda la oscuridad de su devastada existencia. Ni siquiera he empezado a procesar los acontecimientos de ayer ni cómo me siento al respecto.
Alzo la cabeza para besarle, agradecida por haberme lavado los dientes. Él me besa fuerte y largamente, y luego de repente me coge y me levanta, dejándome aturdida, sin aliento y temblorosa.
—Taylor te llevará. Llegarás antes si no tienes que buscar aparcamiento. Está esperando en la puerta del edificio —dice Christian amablemente, y parece aliviado.
¿Acaso le preocupa la reacción que pueda tener esta mañana? Estaba segura de que lo de anoche… bueno, lo de esta madrugada, le habría demostrado que no pienso salir huyendo.
—Vale. Gracias —musito, decepcionada por estar de pie, confundida por sus dudas, y vagamente enfadada porque una vez más no conduciré mi Saab.
Pero, en fin, tiene razón: con Taylor llegaré antes.
—Disfrute de su mañana de vagancia, señor Grey. Ojalá pudiera quedarme, pero al hombre que posee la empresa para la que trabajo no le gustaría que su personal faltara a su puesto solo por disfrutar de un poco de buen sexo.
Cojo mi bolso.
—Personalmente, señorita Steele, no tengo ninguna duda de que él lo aprobaría. De hecho, puede que insistiera en ello.
—¿Por qué te quedas en la cama? No es propio de ti.
Cruza las manos detrás de la cabeza y me sonríe.
—Porque puedo, señorita Steele.
Le miro y meneo la cabeza.
—Hasta luego, nene.
Le lanzo un beso y salgo por la puerta.
* * *
Taylor me está esperando y por lo visto sabe que voy tarde, porque conduce como un loco y consigue que llegue al trabajo a las nueve y cuarto. Cuando aparca junto a la acera, me siento agradecida… agradecida por estar viva: conducía de un modo terrorífico. Y agradecida por no llegar espantosamente tarde: solo quince minutos.
—Gracias, Taylor —murmuro, pálida como una muerta.
Recuerdo que Christian me contó que conducía tanques; quizá también pilote coches de carreras.
—Ana —asiente a modo de despedida, y yo salgo corriendo para la oficina.
Mientras abro la puerta del vestíbulo pienso que por lo visto Taylor ha superado esa formalidad de «señorita Steele», y eso me hace sonreír.
Claire me sonríe cuando cruzo a toda prisa la recepción en dirección a mi mesa.
—¡Ana! —me llama Jack—. Ven.
Oh, maldita sea.
—¿Qué horas son estas? —me increpa.
—Lo siento. Me he dormido —respondo, poniéndome como la grana.
—Que no vuelva a pasar. Hazme un café, y después necesito que mandes unas cartas. Deprisa —grita, haciéndome dar un respingo.
¿Por qué está tan enfadado? ¿Qué le pasa? ¿Qué he hecho? Corro a la cocina a prepararle el café. Quizá debería haber faltado al trabajo. Podría… bueno, estar practicando sexo excitante con Christian, o desayunando con él, o simplemente hablando… eso sí que sería toda una novedad.
Jack apenas alza la vista cuando vuelvo a entrar en su despacho para llevarle el café. Me lanza una hoja de papel, garabateada a mano de forma ilegible.
—Pásalo a ordenador, tráemelo para que lo firme, después haz copias y envíalas por correo a todos nuestros autores.
—Muy bien, Jack.
Tampoco levanta la vista cuando salgo. Caray, sí que está enfadado.
Por fin me siento a mi mesa, sintiendo cierto alivio. Bebo un sorbo de té mientras espero a que se encienda el ordenador. Reviso mis e-mails.
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:05
Para: Anastasia Steele
Asunto: Te echo de menos
Por favor, utiliza la BlackBerry.
x
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia Steele
Fecha: 15 de junio de 2011 09:27
Para: Christian Grey
Asunto: Qué bien se lo montan algunos
Mi jefe está enfadado.
La culpa es tuya por tenerme despierta hasta tan tarde con tus… tejemanejes.
Debería darte vergüenza.
Anastasia Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:32
Para: Anastasia Steele
Asunto: ¿Tejemaqué?
Tú no tienes por qué trabajar, Anastasia.
No tienes ni idea de lo horrorizado que estoy de mis tejemanejes.
Pero me gusta tenerte despierta hasta tarde;)
Por favor, utiliza la BlackBerry.
Ah, y cásate conmigo, por favor.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia Steele
Fecha: 15 de junio de 2011 09:35
Para: Christian Grey
Asunto: Ganarse la vida
Conozco tu tendencia natural a insistir, pero para ya.
Tengo que hablar con tu psiquiatra.
Hasta entonces no te daré una respuesta.
No soy contraria a vivir en pecado.
Anastasia Steele
Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:40
Para: Anastasia Steele
Asunto: BLACKBERRY
Anastasia: si vas a empezar a hablar del doctor Flynn, utiliza la blackberry.
No es una petición.
Christian Grey
Ahora enfadado presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Oh, no, ahora él también está enfadado conmigo. Bueno, por mí que se ponga como quiera. Saco la BlackBerry del bolso y la miro con escepticismo. Mientras empieza a sonar. ¿Es que no puede dejarme en paz?
—Sí —contesto con sequedad.
—Ana, hola…
—¡José! ¿Cómo estás?
Oh, es agradable oír su voz.
—Estoy bien, Ana. Oye, ¿sigues saliendo con ese tal Grey?
—Eh… sí… ¿Por qué?
¿Adónde quiere ir a parar?
—Bueno, él ha comprado todas tus fotos, y pensé que podría llevarlas yo mismo a Seattle. La exposición cierra el jueves, o sea que podría entregarlas el viernes por la tarde. Y a lo mejor podríamos tomar una copa o algo. La verdad es que también necesitaría un sitio para dormir.
—Eso me parece estupendo, José. Sí, seguro que podremos arreglarlo de alguna manera. Deja que lo hable con Christian y te vuelvo a llamar, ¿vale?
—Muy bien, espero tu llamada. Adiós, Ana.
—Adiós.
Y cuelga.
Oh, vaya. No he visto ni sabido nada de José desde la inauguración de su exposición. Ni siquiera le he preguntado cómo le estaba yendo, o si había vendido alguna obra más. Menuda amiga.
Así que a lo mejor el viernes por la noche salgo por ahí con José. ¿Cómo se lo tomará Christian? Solo me doy cuenta de que me estoy mordiendo el labio cuando al final noto que me duele. Oh, ese hombre tiene un doble rasero. Él sí que puede —me estremezco al pensarlo— darle ese puñetero baño a su ex amante, pero a mí seguramente me caerá una bronca solo por querer tomar una copa con José. ¿Cómo voy a manejar todo esto?
—¡Ana! —Jack me saca de golpe de mis elucubraciones. ¿Sigue enfadado?—. ¿Dónde está esa carta?
—Eh… ya voy.
Maldita sea. ¿Qué le pasa?
Escribo la carta en un santiamén, la imprimo y entro en su despacho, nerviosa.
—Aquí la tienes.
La dejo sobre su mesa y me doy la vuelta para irme. Inmediatamente, Jack le echa un rápido vistazo, crítico y penetrante.
—No sé a qué te dedicas ahí fuera, pero yo te pago para trabajar —replica.
—Soy consciente de ello, Jack —balbuceo en tono de disculpa.
Y noto un rubor que se extiende lentamente bajo mi piel.
—Esto está lleno de errores —espeta—. Repítelo.
Oh, no. Empieza a sonar como alguien que yo me sé, pero la brusquedad de Christian puedo tolerarla. Jack está empezando a desquiciarme.
—Ah, y tráeme otro café de paso.
—Lo siento —musito, y salgo de su despacho tan deprisa como puedo.
Por Dios. Se está poniendo insoportable. Vuelvo a sentarme a mi mesa, rehago rápidamente la carta, que solo tenía dos errores, y la repaso a fondo antes de imprimirla. Ahora está perfecta. Le preparo otro café, y le dirijo una elocuente mirada a Claire para hacerle saber que estoy metida en un buen lío. Suspiro profundamente, y entro de nuevo en su despacho.
—Mejor —murmura de mala gana mientras firma la carta—. Fotocópiala, archiva el original y envíala por correo a todos nuestros autores. ¿Entendido?
—Sí. —No soy una idiota—. Jack, ¿pasa algo?
Él levanta la vista, y sus ojos azules se oscurecen mientras repasan mi cuerpo de arriba abajo. Se me hiela la sangre.
—No.
Es una respuesta concisa, grosera y despectiva. Yo me quedo allí plantada como la idiota que decía no ser, y luego vuelvo a salir disparada de su despacho. Quizá él también sufra un trastorno de personalidad. Vaya por Dios, estoy rodeada. Voy hacia la fotocopiadora —en la que, naturalmente, el papel está atascado—, y en cuanto la arreglo, descubro que se ha terminado el papel. Hoy no es mi día.
Cuando por fin vuelvo a mi mesa y empiezo a ensobrar, suena la BlackBerry. A través del cristal de su despacho, veo que Jack está al teléfono. Contesto. Es Ethan.
—Hola, Ana. ¿Cómo fue anoche?
Anoche… Me viene a la mente una rápida secuencia de imágenes: Christian arrodillado, su confesión, su proposición, los macarrones con queso, mis lágrimas, su pesadilla, el sexo, tocarle…
—Eh… bien —murmuro de forma poco convincente.
Ethan se queda callado, y al final decide pasar por alto mi evasiva.
—Estupendo. ¿Puedo ir a recoger las llaves?
—Claro.
—Pasaré por ahí dentro de media hora. ¿Tendrás tiempo para un café?
—Hoy no. He llegado tarde y mi jefe está furioso como un oso al que le hubiera picado una ortiga el culo.
—Suena mal.
—Suena fatal —digo soltando una risita.
Ethan se ríe y me alegra un poco el ánimo
—Vale, nos vemos a las tres.
Y cuelga.
Levanto la vista y Jack me está mirando. Maldita sea. Le ignoro a conciencia y sigo ensobrando.
Al cabo de media hora suena el teléfono de mi mesa. Es Claire.
—Ha vuelto. Está aquí, en recepción. El dios rubio.
Después de toda la angustia que pasé ayer y del día que el malhumorado de mi jefe me está haciendo pasar, es una alegría ver a Ethan, aunque enseguida tenemos que despedirnos.
—¿Nos veremos esta noche?
—Seguramente me quedaré con Christian.
Me ruborizo.
—Estás muy pillada, ¿eh? —comenta Ethan con cariño.
Me encojo de hombros. Si solo fuera eso… Y en ese momento me doy cuenta de que no solo estoy muy pillada: estoy pillada de por vida. Y lo más extraordinario es que Christian parece sentir lo mismo. Ethan me da un breve abrazo.
—Hasta luego, Ana.
Vuelvo a mi mesa, intentando digerir lo que acabo de descubrir. Oh, lo que daría por pasar un día sola para pensar en todo esto.
De pronto Jack aparece ante mí.
—¿Dónde has estado?
—He tenido que ir un momento a recepción.
Me está poniendo realmente de los nervios.
—Quiero mi comida. Lo de siempre —dice con brusquedad, y vuelve a entrar en su despacho.
¿Por qué no me habré quedado en casa con Christian? La diosa que llevo dentro cruza los brazos y frunce los labios: ella también quiere saber la respuesta a eso. Cojo el bolso y la BlackBerry y me encamino hacia la puerta. Reviso mis mensajes.
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:06
Para: Anastasia Steele
Asunto: Te echo de menos
Mi cama es demasiado grande sin ti.
Por lo visto, al final tendré que ponerme a trabajar.
Incluso los presidentes megalómanos tienen cosas que hacer.
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Christian Grey
Presidente mano sobre mano de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Y otro de él, algo más tarde.
De: Christian Grey
Fecha: 15 de junio de 2011 09:50
Para: Anastasia Steele
Asunto: La discreción
Es lo mejor del valor.
Por favor actúa con discreción… Tus e-mails de trabajo están monitorizados.
¿CUÁNTAS VECES TENGO QUE DECÍRTELO?
Sí. Mayúsculas chillonas, como tú dices. UTILIZA LA BLACKBERRY.
El doctor Flynn puede reunirse con nosotros mañana por la tarde.
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Christian Grey
Todavía enfadado presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.