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Authors: Víctor Coviello Guillermo Barrantes

Tags: #Cuento, Fantástico

Buenos Aires es leyenda (9 page)

BOOK: Buenos Aires es leyenda
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Le contamos la opinión de
Daniel H
.

—Daniel sabe muy bien lo que pasa, les digo más: lo que les voy a contar ahora él también lo sabe. Fue en una de las excavaciones que dirigió. Supongo que no dice nada porque no tiene pruebas y tiraría su carrera al carajo. Igual, el tipo es un señor. Que eso quede bien claro.

Nos sentamos en uno de los bancos de Plaza de Mayo. Pedro temblaba visiblemente pero continuó el relato:

—Ruidos horribles, calor, una sensación de vómitos. Era como morirse un poco y todos estábamos lentos. Espero no escuchar nunca más algo así, por Dios. Me acuerdo de una oportunidad en que Daniel llevaba un grabador pero no se grabó un soto. Esas voces te llenaban el bocho y se quedaban ahí.

Dejamos atrás a un alterado Pedro y dirigimos la búsqueda hacia otro ángulo: el Departamento de Extensión Cultural del Colegio Nacional de Buenos Aires. Un gentil
Carlos D
. nos proporcionó una variada información. Como sabíamos que no podíamos abordar el tema del pozo directamente, elegimos el de las excavaciones de la red de túneles y nos encontramos con varias sorpresas:

—Este laberinto de túneles se ha construido en diferentes épocas y, como sabrán, se siguen descubriendo a medida que se hacen nuevos relevamientos. También hay muchos otros que fueron tapados de acuerdo con el crecimiento fabuloso que dominó la ciudad entre finales del siglo XIX y bien entrado el xx. ¿Cuál es su utilidad? Sabemos que en algunos casos en ellos se ocultaba gente por razones políticas. Probablemente, los túneles que pasan por acá abajo hayan tenido esa función primaria. También se habla de contrabando. Hay una teoría más interesante, que en los últimos años está empezando a correr con fuerza, que remite a las sociedades secretas, las logias masónicas. Quiero aclarar que las masonerías no perseguían fines ocultistas o, por lo menos, la inmensa mayoría se reunían con una noble intención.

En ese momento, le preguntamos sobre el mito en cuestión.

—Algunos dicen que en un punto determinado de San Telmo existe un pozo de una profundidad tal que es imposible medirlo, y no sólo eso sino que ese pozo da a…

En este punto,
Carlos D
., interrumpió el relato. Nos reímos incómodos mientras él se acomodaba el pintoresco moñito azul y continuó:

—… al Infierno, que se manifestaría en el centro de la Tierra. Otros sostienen la idea de que ese pozo sería una especie de portal, desde el que ascienden los lamentos de los condenados.

Entonces lo pusimos al tanto de nuestras averiguaciones, y él contestó:

—Hay muchas explicaciones racionales del asunto. Con respecto a las impresiones sensoriales del señor que entrevistaron, no es muy difícil deducir que las condiciones de trabajo en un estrecho espacio con deficiente ventilación, puede hacer estragos en cualquier persona: espejismos, ecos extraños y demás cuestiones.

»Con respecto al arqueólogo, respaldo su postura. Yo ya tenía noticias de este objeto vudú, pero no me parece nada extraño. Pensaría que era una forma, tal vez romántica, que tenían los negros de conjurar a los blancos. Evidentemente no resultó, porque fueron exterminados, pero ése es otro tema. En relación con los quilmes, lo que les puedo decir no es más de lo que ustedes averiguaron. Nosotros tenemos un par de libros en la biblioteca del Colegio que acreditarían lo de la transformación de «Guruc» en «Gruta». En su momento, consulté con geólogos. No destacan ninguna depresión sospechosa por la zona…

A pesar de sus afirmaciones, veíamos inquieto al señor
Carlos D
. Preguntamos varias veces si no tenía alguna otra información. Nos miró fijamente, después sacó una pequeña pipa del saco y de un bolsillo extrajo algo. Era tabaco. Nos quedamos en silencio esperando. Intentó varias veces hasta que finalmente la pipa se prendió. De entre el humo de esa chimenea en miniatura abrió la boca, después se quedó pensativo y finalmente se decidió:

—Hay algo más, claro, siempre hay algo. Cuando uno investiga un poco, una cosa lleva a la otra y se entra en un laberinto referencial, todo tiene que ver con todo. Les mencioné lo de las logias masónicas. Y dije que «la mayoría» seguían siendo inofensivas desde el punto de vista, digamos, esotérico. Bien, tengo referencias de una que se metió en temas sumamente oscuros.

»¿Recuerdan
La Mazorca
de Juan Manuel de Rosas? ¿«Mueran los salvajes unitarios» y demás consignas para eliminar a la competencia? Siempre me interesó el tema. Una vez, leí una entrevista a uno de los verdugos, es decir a un mazorquero. Don Alves, se llamaba. Era un hombre centenario en ese entonces, allá por el 1900. Aclaro que esta nota estaba en una revista de historia muy posterior, por el '53, al cumplirse cien años de la caída del Restaurador de las Leyes. Ese personaje me atrajo. Me impresionó leer que para no perder la práctica cada tanto «se bajaba un perro o gato de la zona», cortándole la cabeza de un solo tajo. Temible.

Para sintetizar, en un momento de la entrevista comentó un episodio que me llamó la atención: la rebelión del capitán Mendoza Fuentes. Aparentemente, Rosas le tenía mucha estima y aquél traicionó su confianza. Bien, el mazorquero, siguiendo las órdenes del Restaurador, decapitó al traidor, pero ahí no terminó la cuestión. Debía trasladar el cuerpo a un lugar… túneles, pasadizos. Lo llevó en una bolsa. Don Alves, tipo muy curtido, admitió que le daba un poco de miedo. Llegó a un túnel amplio iluminado con antorchas y ahí vio gente con túnicas negras, encapuchada. Dejó la bolsa. Todos hablaban un extraño dialecto. De pronto, desde el suelo don Alves vio formarse una hendidura y sintió calor, mucho calor. Se quería ir, pero su sentido del deber lo mantenía en su firme lugar. Cuando el calor se hizo insoportable, alguien le tapó lo ojos. Lo obligaron a cargar la bolsa y caminar hacia el frente, hacia el calor. Don Alves se detuvo, no por esa sensación sino por los gritos, gritos como nunca escuchó jamás, que salían de esa hendidura espesa y abrasadora. Por fin, alguien le dijo en criollo que tirara la bolsa. Don Alves asegura que no escuchó el golpe en el fondo. De pronto, todas las «manifestaciones» cesaron.

El señor
Carlos D
. parecía transformado. Los ojos enrojecidos dentro del humo de la pipa, lo que le daba un aspecto inquietante. Al ver nuestras caras, se disculpó por su emoción y minimizó la anécdota agregando que podían ser sólo dichos de un viejo, refiriéndose al verdugo.

Le agradecimos y nos fuimos más confundidos que antes.

Tiempo después, encontramos en un sitio de internet una leyenda urbana muy similar a la del pozo. Ésta ocurría en un lugar ya de por sí inquietante: Siberia. Varios científicos de la Universidad de Kiev analizaban un terreno para buscar, aparentemente, pozos petrolíferos. Se trataba de una investigación que se hacía para el Estado, por lo cual dedujimos que habría ocurrido unos cuantos años atrás.

La expedición estaba a cargo de un tal profesor Strugavaski. Hallaron el pozo en cuestión y no podían medir la profundidad. Los elementos arrojados en su interior no encontraban eco. Pero eso no era lo peor. Captaban otra cosa. Al principio, pensaron que eran emisiones de radio producidas por alguna fuente natural. Después se dieron cuenta de que lo que escuchaban eran… voces. Voces humanas sufriendo lo indecible en ese «pozo que comunicaba al Infierno». Los científicos, menos Strugavaski y un par de colaboradores, abandonaron la expedición. No se sabe qué pasó con ellos. La noticia apareció en el principal diario oficial,
Pravda
, y contiene muchas contradicciones, como ocurre con todas las leyendas.

La nuestra no viene a cambiar las cosas.

Recoleta

El cuadro parlante

La siguiente es la versión que más ha trascendido de una llamativa fábula barrial:

Cierto día se cerró una exposición de arte, más específicamente de obras inéditas de jóvenes pintores, en el Centro Cultural Recoleta (otras fuentes aseguran que fue en el Museo de Bellas Artes), y los artistas, como se había convenido, retiraron sus obras personalmente. Así, todos los cuadros fueron reclamados… menos uno. El Centro lo mantuvo expuesto durante un determinado tiempo (algunos dicen que aún puede distinguirse una débil marca en la pared donde permaneció colgado), pero, al no tener noticias del autor de la obra, fue finalmente envuelto en papel y abandonado en algún sótano. Así permaneció (se suele hablar de un período de varios años) hasta que alguien descubrió la olvidada pintura. En qué circunstancias fue encontrada conforma un relato aparte, pero vale la pena citar un resumen del relato, ya que hace mención, por primera vez, de las «especiales» facultades del lienzo en cuestión.

Se dice que uno de los empleados encargados de la limpieza del Centro Cultural escuchó lo que parecía ser la voz de una niña, proveniente de uno de los sótanos. Temiendo que la hija de algún visitante se hubiera perdido por aquellos subsuelos, el empleado descendió, linterna en mano, y trató de localizar a la criatura. Al escuchar nuevamente aquella vocecita, decidió que estaba metida en uno de los sótanos de archivo. Hacia allí fue… pero en aquel lugar tampoco había nadie.

Sin embargo, el empleado escuchó otra vez a la niña, y un escalofrío le subió por la espalda. La voz salía de una caja. El hombre la inspeccionó. No había nadie vivo en su interior. Sólo un paquete, algo rectangular envuelto en papel. El hombre lo abrió. Era un cuadro. Una pintura. Decidió que era muy bonita para continuar en aquella caja. Y entonces subió con su hallazgo bajo el brazo. Cuando volvió a bajar para continuar con la búsqueda de la niña, todo fue en vano. La niña perdida no se manifestó nunca más.

Aunque no existe en la fábula pasaje alguno en el que se afirme que la voz provenía de la obra de arte, podemos tomar este cuento como la primera sugerencia de que estamos ante un cuadro con la facultad de emitir sonidos similares a la voz humana.

Bien, sea ésta la manera en que el cuadro fue rescatado de su oscuro nicho o no, la versión del mito que estábamos siguiendo asegura que las autoridades del Centro Cultural decidieron exponerlo en algún lugar público, donde la gente que transitara pudiera apreciarlo. De este modo, la obra redescubierta terminó colgada en uno de los corredores del vecino shopping Buenos Aires Design. (Ambos complejos, el shopping y el Centro Cultural, se ubican en el mismo espacio verde, la plaza Intendente Alvear). Y allí, la pintura comenzó a echar fama, a alimentar el mito del cuadro que habla. Hasta que un día desapareció misteriosamente (la teoría de que fue robado es la más aceptada), y ya nadie volvió a verlo. Y el mito creció aún más.

Sin embargo, a pesar de esta creciente aceptación, la gente no parece ponerse de acuerdo a la hora de especificar qué «decía» la pintura a las personas que pasaban cerca de ella:

Nicolás P
.: «Yo trabajaba en
Wendy's
, acá en el shopping, hace como unos seis años. Era común escuchar decir a la gente que el cuadro le hablaba. La mayoría decía, si mal no recuerdo, que uno de los personajes de la pintura simplemente los había saludado».

Rubén W
.: «El cuadro sólo decía fechas, así me contaron. Si pasabas por al lado y el tipo del dibujo te decía una fecha, entonces en esa fecha te iba a pasar algo importante. O te casabas, o te ganabas la lotería, o te morías».

Raúl F
.: «Ese cuadro era un hijo de mil putas. A los tipos los puteaba o los escupía, a las minas les decía piropos o les chiflaba. Al Bichi, un amigo mío, le dejó un lindo gargajo chorreando en el cachete. Después los de seguridad lo tuvieron que sacar al Bichi cuando quiso hacer mierda el cuadro a trompadas. A mí esa pinturita me dijo "boludo" bien clarito. Rápido, pero clarito. De eso estoy seguro».

En cambio, encontramos cierta coincidencia en los testimonios con respecto al dibujo que aparecía en el lienzo:

Mónica S
.: «Era el cuadro de un hombre y un árbol. Había algo de siniestro en el dibujo, pero no recuerdo qué era».

Carlos. C
.: «La voz parecía salir del tipo dibujado. El tipo, completamente desnudo, descansaba apoyado en el tronco de un árbol».

Florencia E
.: «Había un hombre durmiendo, pero era la pintura medio abstracta, parecía un Dalí. Si era un Dalí, era una copia, seguro. No van a poner un Dalí en un shopping».

Florencia no fue la única que sugirió el nombre de un autor (aunque su opinión no se correspondería con la versión de que el cuadro proviene de una exposición de obras inéditas de jóvenes pintores); tenemos también el testimonio de alguien que no sólo nombró un posible creador, sino que describió el dibujo con bastante detalle:

Martín V
.: «El dibujo mostraba a un joven seduciendo a una muchacha. Los dos estaban sentados en el césped. Y detrás de ellos había ovejas. No me acuerdo muy bien el nombre del pintor, pero creo que era algo así como Waldis o Caldis».

Ahora bien, lo que prometía ser un testimonio jugoso, por la cantidad de datos y por cierta certeza del interlocutor, acabó, a nuestro parecer, en una simple confusión. Luego de investigar los elementos mencionados por Martín, hallamos una novela con el enigmático título de «Informe sobre Probabilidad A» (
Report on Probability A
), cuya trama gira en torno a una pintura que encaja perfectamente con la descripción dada por el entrevistado. Y no sólo eso: el autor de la novela es Brian W. Aldiss, a quien la confusión lo podría transformar, sin mucha demora, en el señor Waldis o Caldis.

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