Read A tres metros sobre el cielo Online

Authors: Federico Moccia

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

A tres metros sobre el cielo (18 page)

BOOK: A tres metros sobre el cielo
6.31Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads
Veintiuno

Bajo la ducha, Babi se peina el pelo lleno de bálsamo. En el 103.10 de la radio transmiten los últimos éxitos americanos. Anastasia ha subido al tercer puesto. Babi echa la cabeza hacia atrás mecida por aquella lenta melodía. Una ligera cascada de agua le quita el bálsamo, que se desliza por su cara, rozándole las facciones, las delicadas protuberancias.

Alguien llama a la puerta.

—Babi… te llaman por teléfono.

Es Daniela.

—Voy enseguida.

Se envuelve rápida en una toalla y va hasta la puerta. Daniela le da el inalámbrico.

—Date prisa, estoy esperando que Andrea me llame.

Babi se encierra de nuevo en el baño y se sienta sobre la suave tapa de la taza.

La voz de Pallina parece excitada.

—¿Estabas en la ducha?

—¡Claro, si no, no me habrías llamado! ¿Qué es lo que es tan urgente?

—Pollo me ha llamado hace diez segundos. Me ha dicho que el otro día se lo pasó muy bien conmigo. Me ha pedido disculpas por lo que pasó en el restaurante y me ha dicho que me quiere ver. Me ha pedido que esta noche vaya con él a las carreras.

—¿A qué carreras?

—Esta noche todos van a la Olimpica con las motos y hacen carreras. A toda velocidad, dos en cada moto sobre una sola rueda. ¿Te acuerdas? Francesca nos dijo que había ido. Dijo que era muy guay. ¡Ella ha sido incluso
camomilla
…!

—¿
Camomilla
?

—Sí, a las que van detrás las llaman así porque tienen el cinturón doble de
Camomilla
[5]
para atarse al que conduce. La regla es que deben ir vueltas con la cara hacia atrás.

—¿Vueltas con la cara hacia atrás? Pallina, ¿qué te pasa?, ¿has perdido la cabeza? Casi empiezo a lamentar haberme sacrificado por ti…

—¿A qué sacrificio te refieres?

—¿Cómo que a qué? ¡La comunicación y todo lo demás!

—¡Venga, la estás haciendo durar demasiado, esa historia de la comunicación!

—Sí, bueno, pero mientras tanto, yo estoy castigada y no puedo salir hasta el lunes.

—Está bien, pero mira que yo no te estoy pidiendo que vengas conmigo. Sólo quería un consejo. ¿Qué piensas? ¿voy?

—Ir a ver a los que corren es aún más idiota que correr con las motos. Además, puedes hacer lo que quieras.

—Bueno, tal vez tengas razón. Por cierto. Le he dicho a Dema que salgo con Pollo. ¿Estás contenta?

—¿Yo? ¿Y a mí qué me importa? Es tu amigo. Sólo te dije que, en mi opinión, si se enteraba por otro le iba a sentar mal.

—Sí, ya lo he entendido. En cambio no le ha sentado nada mal. A mí me parecía incluso contento. ¿Ves cómo te habías equivocado? No era verdad que estaba enamorado de mí.

Babi se acerca al espejo. Quita con la toalla un poco de vapor. Aparece su imagen con el teléfono en la mano y aire de fastidio. A veces Pallina resulta realmente exasperante.

—Bueno, mejor así, ¿no?

—¿Sabes qué te digo, Babi? Me has convencido. No voy a las carreras.

—¡Bien! Hablamos luego.

Babi sale del baño. Pasa delante de Daniela y le devuelve el teléfono. Daniela no dice nada, pero parece molesta, como si quisiera hacer notar que su hermana ha pasado demasiado tiempo al teléfono. Babi va a su habitación y empieza a secarse el pelo. Entra Daniela con el teléfono.

—Es Dema. Es inútil que te diga que todavía vale lo mismo de antes.

Babi apaga el secador y coge el teléfono.

—Hola, Dema, ¿cómo estás?

—Fatal.

Babi escucha en silencio. Casi parece que hayan escrito para él
Un'emozione per sempre
, la canción de Eros. «
Vorrei poterti ricordare così…
»
[6]
Pero ¿en qué modo, si no tiene nada que recordar? Babi renuncia a decírselo. También porque Dema le hace mil preguntas.

—Pero cómo, después de todo el tiempo que he ido detrás de ella, ¿va y empieza a salir con ése? Y, además, ¿quién es?

—Se llama Pollo, es todo lo que sé.

—¿Pollo? ¡Qué nombre! ¿Qué espera encontrar en él? Es un violento, uno de esos gamberros que vinieron la otra noche a la fiesta de Roberta. ¡Chusma, y Pallina va y se enamora!

—Bah, enamorada, Dema… ¡le gustará!

—No, no, enamorada. ¡Me lo ha dicho ella!

—Ya sabes todo lo que dice Pallina, ¿no? La conoces mejor que yo. Esta noche, por ejemplo, quiere ir a ver las carreras en la Olimpica… Cinco segundos después cambia de idea. ¿Ves cómo es? A lo mejor dentro de poco se da cuenta del error que ha cometido y rectifica. Venga, Dema, ya verás cómo pasa eso.

Dema permanece en silencio. Se ha creído sus palabras o, en cualquier caso, ha querido creer en ellas. «Pobre —piensa Babi— . ¡Y menos mal que no estaba enamorado!»

—Sí, puede que tengas razón. Tal vez pase justo eso.

—Ya lo verás, Dema, es sólo cuestión de tiempo.

—Sí, sólo espero que no sea demasiado. —Luego, trata de quitarle hierro a todo aquel asunto—: ¡Babi, por favor, no le digas nada a Pallina de esta llamada!

—Por supuesto, y ánimo, ¿eh?

—Sí, gracias.

Cuelgan. Entra Daniela.

—Caramba, Pallina sale con Pollo, ¡increíble! Y Dema, claro, está destrozado.

—Ya, pobre, lleva una vida detrás de ella.

—¡Sin esperanza! Es el clásico amigo de las mujeres.

Tras emitir ese duro juicio, Daniela se aleja con el teléfono pero, antes de que pueda salir de la habitación, el aparato vuelve a sonar.

—Hola. Sí, ahora te la paso. Babi, te lo suplico, no estés una hora.

—¿Quién es?

—Pallina.

—¡Lo intentaré!

Babi coge el teléfono.

—¿Has roto con Pollo?

—¡No!

—Lástima…

—¿Con quién hablabas que estaba siempre ocupado?

—Con Dema, está destrozado.

—¡No!

—¡Sí, le ha sentado fatal! Pobre, me ha pedido que no te lo diga. Te lo ruego, haz como si no supieras nada, ¿eh?

—Tal vez no debía haberle dicho que salgo con Pollo.

—Pero ¿qué dices, Pallina?, si se hubiese enterado habría sido peor.

—Habría podido esperar hasta el último momento.

—¿Qué último momento? Podrías no salir con Pollo y basta.

—No toquemos ese tema. Digamos, más bien, que he decidido que en la vida es mucho más divertido ser idiotas…

—¿Y entonces?

—Entonces, voy a las carreras.

Babi sacude la cabeza. A esas alturas, el pelo ya casi se le ha secado solo.

—Está bien, diviértete.

—Me ha llamado Pollo y pasa a recogerme enseguida. ¿Qué piensas, tengo que ir allí a divertirme o a hacer la que se queda mirando las carreras y se aburre un poco?

Pallina se ha pasado. Babi explota.

—Oye, Pallina. Vete a las carreras, sube a una de esas motos, haz el caballito, sal con todos los gamberros de este mundo pero, por favor, ¡no le des tantas vueltas!

Pallina suelta una carcajada.

—Tienes razón. Pero, escucha, tienes que hacerme un último favor. Como no sé a qué hora acaban las carreras, le he dicho a mi madre que voy a dormir a tu casa.

—¿Y si tu madre llama?

—Imposible. Esa no me busca nunca… Más bien déjame las llaves bajo la alfombrilla del portal. En el sitio de siempre.

—Está bien.

—Ah, no te olvides, ¿eh? ¡Pobre Dema! ¿Crees que debo hacer algo?

—Me parece que por hoy ya has hecho bastante, Pallina.

Babi apaga el teléfono. Daniela casi se lo arranca de las manos.

—Menos mal que te he pedido que no estuvieras mucho, ¿eh?

—¡Qué puedo hacer! Ya has oído el lío que se ha armado. Te lo ruego, no se lo digas a nadie, lo de Pollo y Pallina.

—¿Y a quién quieres que se lo diga?

El teléfono suena de nuevo. Es Giulia.

—¿Se puede saber a quién se le ha quedado pegado el teléfono a la oreja?

—Hola, Giuli. Perdona, eh, era mi hermana.

Daniela va a su habitación. Nada más cerrar la puerta, revienta al no poderse aguantar.

—No sabes qué noticia, Giulia. ¡Pallina sale con Pollo!

—¡No!

—¡Sí! ¡Dema está destrozado pero, te lo suplico, no se lo digas a nadie!

—Por supuesto, faltaría más.

Giulia escucha el resto de la historia pensando ya en lo que le va a contar más tarde a Giovanna y Stefania.

Veintidós

Babi sale de su habitación. Lleva puesta una bata rosa suave y acolchada sobre un pijama de felpa azul claro, y en los pies unas cálidas zapatillas. La ducha le ha ayudado a recuperarse del cansancio del
footing
, pero no está nada contenta. Aquella noche la dieta sólo le permite una miserable manzana verde. Cruza el pasillo. Justo en ese momento siente girar la llave en la cerradura de la puerta. Su padre.

—¡Papá!

Babi corre a su encuentro.

—Babi.

Su padre está furioso. Babi se detiene.

—¿Qué ha pasado? No me digas que no he puesto bien la Vespa, que no has conseguido entrar en el garaje…

—¡Qué narices me importa a mí la Vespa! Hoy han venido a verme los Accado.

Al oír aquellas palabras, Babi palidece. ¿Cómo no se le ha ocurrido antes? Debería haberles contado a sus padres todo lo que pasó.

Raffaella, que ha acabado de lavar las dos manzanas verdes preparando de ese modo la cena, entra en el salón.

—¿Qué querían de ti los Accado? ¿Qué ha pasado? ¿Qué tiene que ver Babi?

Claudio mira a su hija.

—No lo sé. Dínoslo tú, Babi, ¿qué tienes que ver?

—¿Yo? ¡Yo no tengo nada que ver!

Daniela se asoma a la puerta.

—¡Es verdad, ella no tiene nada que ver!

Raffaella se vuelve hacia Daniela.

—Tú calla, nadie te ha preguntado.

Claudio coge a Babi por un brazo.

—Puede que no sea culpa tuya, ¡pero ese que estaba contigo tiene que ver y cómo! Accado ha tenido que ir al hospital. Tiene el tabique nasal fracturado en dos puntos. El hueso se ha hundido y el médico ha dicho que medio centímetro más y le agujereaba el cerebro.

Babi permanece en silencio.

Claudio la mira. Su hija está descompuesta. Le suelta el brazo.

—Puede que no me hayas entendido, Babi, medio centímetro más y Accado habría muerto…

Babi traga saliva. Se le ha pasado el hambre. Ahora ni siquiera le apetece la manzana. Raffaella mira preocupada a su hija, luego, al verla tan alterada, adopta un tono sereno y tranquilo.

—Babi, por favor, ¿puedes contarme esa historia?

Babi alza los ojos. Son claros y están asustados. Es como si la viera por primera vez aquella noche. Empieza con un «Nada, mamá» y prosigue contándoselo todo. La fiesta, los que se colaron, Chicco, que llamó a la policía, esos que hicieron como que se marchaban y, en cambio, los esperaron debajo de casa. La persecución, el BMW destrozado. Chicco que se para, el chico de la moto azul le pega, Accado interviene y el chico le pega también a él.

—Pero cómo, ¿Accado te dejó sola con ese gamberro? ¿Con ese violento, no te llevó con él?

Raffaella está conmocionada. Babi no sabe qué contestarle.

—Puede que pensase que se trataba de un amigo mío, yo qué sé. Lo único que te puedo decir es que, después de los golpes, todos escaparon de allí y yo me quedé a solas con él.

Claudio sacude la cabeza.

—Es cierto que Accado escapó. Se arriesgaba a morir desangrado con esa nariz rota. En cualquier caso, se ha acabado para ese muchacho. Filippo lo ha denunciado. Hoy vinieron a mi despacho a contarme toda la historia por corrección. Me dijeron que procederán por vía legal. Quieren saber el nombre y los apellidos de ese chico. ¿Cómo se llama?

—Step.

Claudio mira perplejo a Babi.

—¿Cómo Step?

—Step. Se llama así. Yo, al menos, lo he oído nombrar siempre así.

—¿Y eso por qué, es americano?

Daniela interviene:

—¡Qué va a ser americano, papá! Es un apodo.

Claudio mira a sus hijas.

—Pero digo yo que ese chico tendrá un nombre, ¿o no?

Babi le sonríe.

—Claro que lo tiene, pero yo no lo sé.

Claudio pierde de nuevo la paciencia.

—Pero ¿cómo les puedo decir yo a los Accado que mi hija va por ahí con uno que ni siquiera sabe cómo se llama?

—Yo no voy por ahí con él. Estaba con Chicco… ya te lo he dicho.

Raffaella interviene:

—Sí, pero luego volviste a casa en moto con él.

—Pero, mamá, si Chicco y los Accado se habían marchado, ¿de qué otro modo podía volver? ¿Me quedaba ahí en la calle, de noche? ¿Qué hacía, volver a casa sola? Lo intenté. Pero pasados unos minutos se paró uno tremendo con un Golf y empezó a molestarme. Entonces hice que me acompañara.

Claudio apenas puede creer lo que oye.

—¡No, si ahora resulta que tendremos que darle las gracias a ese Step!

Raffaella mira enfadada a sus hijas.

—No podemos hacer un papelón semejante. ¿Lo habéis entendido? Quiero saber de inmediato el nombre de ese chico. ¿Está claro?

En ese momento, Babi recuerda lo que le dijo Daniela esa misma mañana. Todavía era pronto, ella estaba medio dormida, pero está segura.

—Dani, tú sabes cómo se llama. ¡Díselo!

Daniela mira a Babi sorprendida. ¿Qué le pasa, se ha vuelto loca? ¿Decirlo? ¿Denunciar a Step? Recuerda lo que le hicieron a Brandelli y muchas otras historias más que le han contado. Le destrozarían la Vespa, le pegarían, la violarían. Escribirían cosas terribles sobre las paredes del colegio con su nombre, cosas indecentes que, desgraciadamente, todavía no ha hecho. ¿Denunciarlo? Pierde la memoria en un abrir y cerrar de ojos.

—Mamá, sólo sé que se llama Step.

Babi arremete contra su hermana.

—¡Mentirosa! ¡Eres una mentirosa! Yo no me acuerdo, pero esta mañana me has dicho su nombre. Tú y tus amigas lo conocéis de sobra.

—Pero ¿qué estás diciendo?

—¡Eres sólo una cobarde, no lo quieres decir porque tienes miedo! Tú sabes cómo se llama.

—No, no lo sé.

—¡Sí que lo sabes!

Babi se interrumpe repentinamente. Como si algo se hubiera abierto, desatado, aclarado en su mente. Ahora recuerda.

—Stefano Mancini. Se llama así. Lo llaman Step.

A continuación, mira a su hermana y cita sus palabras:

—Yo y mis amigas lo llamamos 10 y Matrícula de Honor.

—Muy bien, Babi.

Claudio saca del bolsillo una hoja sobre la que anota todo. Escribe el nombre antes de olvidarlo. Mientras escribe se pone nervioso. Ha leído algo que tendría que haber hecho, pero ya es demasiado tarde.

BOOK: A tres metros sobre el cielo
6.31Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

First Gravedigger by Barbara Paul
The Legend of Kareem by Jim Heskett
River Town by Peter Hessler
Black Horn by A. J. Quinnell
Tamed by Emma Chase
No Time for Goodbyes by Andaleeb Wajid
The Age of Miracles by Marianne Williamson
A Deceit to Die For by Luke Montgomery