Un asesinato musical (26 page)

BOOK: Un asesinato musical
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—Pero en su concierto anterior, el de la obertura de
Guillermo Tell,
Gabriel hizo las veces de concertino.

—¿Y qué? —replicó Theo molesto.

—¿No cree que eso puede generar celos en el concertino habitual? Que es Avigdor, ¿no es así?

—Sí, sí —dijo Theo impaciente—, pero hay ocasiones en que desempeña ese papel algún otro de los mejores violinistas de la orquesta, y, por otro lado, Avigdor siempre cobra lo mismo. De hecho, estaba encantado de que Gabi fuera el concertino. Consideraba un honor cederle el puesto.

—A veces me pregunto cómo se sienten los músicos cuando las notas que tocan son absorbidas constantemente por el sonido general de la orquesta o cuando tienen que tocar una y otra vez las mismas notas. Debe de ser muy frustrante estar esperando a que te llegue el turno de tocar, o tocar siempre lo que tocan todos los demás.

Theo lo interrumpió:

—Tiene usted una visión muy romántica de las cosas. No voy a negar que la gente se queme al cabo de veinte o treinta años, pero, en conjunto, todo marcha bien. En un ambiente de emoción y entusiasmo, ese tipo de cosas se olvidan. Un ejemplo es la Sinfónica de Chicago, allí nadie se siente de más. Es lo que debe ocurrir en una orquesta realmente buena. En Berlín los músicos cobran por concierto y participan en los beneficios de la orquesta. Y ellos mismos escogen a sus directores. No es lo común. Pero a veces, sobre todo en este país, las orquestas funcionan como organismos oficiales, y, como es natural, la rutina pesa mucho, se trata de un trabajo como cualquier otro. Hay descontentos, quejas, exigencias de cambio, y también murmuraciones y rencores. Pero en esta orquesta no sucede eso; en general, el director es la clave. Un buen director es capaz de poner en pie una orquesta y sacarla adelante. Y, además, ¿no ha visto usted a Avigdor? ¿Sería capaz de matar a alguien? No de esta manera, eso por descontado.

—No sé nada de la vida íntima de Gabriel —dijo Michael—. Nita apenas me ha hablado de él. Ni siquiera sé si debemos notificarle su muerte a alguien. Sólo recuerdo que estuvo casado, hace mucho, y que no tiene hijos. Pero tal vez vive con alguien, o tiene una relación especial con alguna mujer. En todo caso, hay que avisar a la familia.

—¿Qué familia? —dijo Theo desdeñoso—. Nosotros somos su única familia.

—Entonces ¿quizá a su ex mujer?

—Lleva siete años viviendo en Alemania —dijo Theo—, y no mantenían ningún contacto. Y con nosotros aún menos. Es una mujer espantosa. Vulgar, codiciosa, sólo le trajo problemas. Ninguna de mis mujeres ha sido así, gracias a Dios. Y debe usted saber —dijo alzando la voz y agitando un dedo— que he tenido muchas mujeres. Soy un experto en matrimonios —declaró sin sonreír—. Gabriel no tiene hijos, y tampoco tenemos parientes dignos de mención —luego dejó caer la voz hasta un susurro titubeante y bajó la mirada—. Pero hay alguien... quizá deberíamos decírselo a Izzy.

—Izzy —repitió Michael—. ¿Quién es Izzy?

—Pues... vive con Gabi, en su casa —dijo Theo a la vez que se ponía en pie y embutía las manos en los bolsillos.

En ese momento, no había lugar para la delicadeza.

—¿Su hermano vive con un hombre? ¿En el sentido de convivir, de tener una relación homosexual?

—Eso creo —dijo Theo, y echó a andar de nuevo. Pero esta vez, en lugar de mantener la vista fija en el suelo, la clavó en la ventana; carraspeó antes de decir—: Nunca se lo he preguntado directamente, pero eran algo más que compañeros de piso. A mí no me importa. No me importa en absoluto. Vive y deja vivir, no me molesta, y hay muchos artistas... músicos... no se imagina cuántos... Cuando fui a Nueva York por primera vez no daba crédito a lo que veía. Copland, Mitropoulos y, cómo no... —y miró la fotografía de Bernstein—. En resumen, es muy normal en nuestra profesión, puede que incluso esté relacionado con su esencia.

Tan normal y evidente que nadie lo había mencionado, ni siquiera Nita, pensó Michael mientras preguntaba:

—¿Es el hombre al que vi después de que su padre... cuando estábamos...? ¿El que acompañó a Gabriel a casa de Nita? ¿Ese hombre bajito de pelo rubio?

—El mismo —dijo Theo, e hizo un gesto de asentimiento con aire de alivio—. Así que ya lo conoce. Llevan viviendo juntos un par de años —explicó—, pero nunca hemos hablado de eso, nunca le hemos dado importancia, aunque estoy convencido de que no fue fácil para mi padre —suspiró—. Ahora parece una tontería —susurró, y soltó una risa ronca—. La muerte pone las cosas en su sitio.

—Su padre lo sabía.

—Estoy convencido de ello —dijo Theo—. Pero nunca lo comentó.

—Nita no me había dicho nada.

Theo se encogió de hombros.

—Quizá porque no ha estado por aquí últimamente. Y, además, ¿es que hablan de todo?

—¿Quién? ¿Quién no ha estado por aquí últimamente?

—Izzy. Puede que a Nita no se le haya ocurrido comentárselo —se veía que no lo creía ni él mismo—. Izzy asistió a un congreso, de matemáticas o electrónica. No entiendo nada de eso. Luego se marchó de viaje, y regresó... regresó el día que nuestro padre... o el día antes. Estuvo en Holanda, por cierto. Por otro lado, Nita es tan tímida, no es una gran conversadora ni en sus mejores momentos.

—Si vivían juntos hay que notificárselo —dijo Michael—. Y tendré que hablar con él, claro.

—Se lo diré enseguida, ¿o prefiere decírselo usted? Podemos llamarle desde aquí, ahora mismo —dijo Theo cobrando ánimo, y señaló el teléfono.

Michael levantó una mano.

—Después, y no por teléfono. ¿Tenía usted mucha confianza con Gabriel?

Theo carraspeó, bajó la vista, se frotó las manos y levantó la cabeza.

—Depende de lo que se entienda por confianza. De pequeños siempre estábamos juntos, estudiamos con la misma profesora de violín, Dora Zackheim. ¿Ha oído hablar de ella?

Michael asintió vagamente.

—Los dos estudiamos con ella, pero somos muy distintos, siempre hemos sido muy distintos en todo, y en los últimos años no hemos hablado mucho, y teníamos montones de desavenencias.

—Competían el uno con el otro —aventuró Michael—. Rivalidad entre hermanos.

—Hablar de rivalidad entre hermanos es una exageración —dijo Theo haciendo una mueca—. Suena demasiado dramático. Ni siquiera sé si se podría hablar de competitividad. Sería más correcto hablar de diferencias, diferencias de temperamento, alejamiento. Gabi era introvertido, cerrado, y yo, bueno, yo... —sonrió—. Usted ya me conoce un poco.

—¿Entonces nunca le habló de la relación con su compañero, con Izzy? ¿Ni siquiera sabe si se encontraban en buenos términos? ¿Si se habían peleado hace poco?

—Que yo sepa, no —dijo Theo avergonzado—. Nunca he sabido que tuvieran problemas. Me resulta un tanto embarazoso darme cuenta de lo poco que sé de la vida íntima de mi hermano —reconoció—. Toda la gente de mi familia, salvo yo, es tan reservada, yo soy el único del que se sabe todo —añadió en un tono quejumbroso, con cierta coquetería; aquel tono delataba afectación y llevó a Michael a preguntarse si sería su manera de conquistar a los demás, sobre todo a las mujeres—. Por lo que se refiere a Izzy, apenas lo conozco... no los he visto juntos muchas veces, ni siquiera a Gabriel lo veía con frecuencia, a decir verdad. Sobre todo en los últimos tiempos. He estado en el extranjero, he viajado mucho. Las últimas ocasiones en que coincidimos, antes de la muerte de mi padre, creo que fueron el cumpleaños de mi padre y el aniversario de mi madre —quedó de pronto en silencio y miró a Michael con gesto sobresaltado—. ¡No estará pensando en Izzy! —exclamó, manifiestamente escandalizado—. Que haya venido aquí y... —soltó una risita—. Absurdo. ¡Qué absurdo! ¡Como una película mala!

—¿No lo ha visto por aquí hoy?

—No.

—¿Qué ha sucedido exactamente entre bastidores? ¿Dónde se encontraba usted mientras Gabriel estaba allí? —preguntó Michael despreocupadamente mientras devolvía el chelo a su funda.

—¿Yo? ¿Que dónde me encontraba yo? —repitió Theo aturdido, y frunció el ceño en aparente esfuerzo por recordar—. Yo... creo que estaba con la timbalista. Durante el ensayo no había conseguido sacarle lo que quería y continué trabajando con ella... El ensayo terminó sobre la una y media. Parte de la gente empezó a dispersarse, otros se quedaron. Gabi tenía programada una reunión con montones de posibles candidatos extras para su grupo, y salió del escenario. No me fijé en qué momento se fue, y luego, según creo, comenzaron a buscarlo porque había desaparecido, y después Nita fue ahí atrás y... lo demás ya lo sabe.

—Pero ¿no había nadie más por ahí? ¿Nadie vio nada?

—No sabría decírselo —se disculpó Theo—. Estaba ocupado... se suponía que íbamos a tener ensayo general mañana por la mañana, y los timbales... No estaba prestando atención.

—Al menos podrá decirme si usted abandonó el escenario en algún momento.

—¿Cuándo? ¿Una vez terminado el ensayo?

Michael asintió con la cabeza.

—Que yo recuerde, no. Creo que no —Theo titubeó—. Puede que... pero no recuerdo si fue después del ensayo o en el descanso. Más bien creo que fue en el descanso. Tenía que hacer una llamada telefónica, pero tengo una memoria horrible, no me puedo fiar de ella. Claro, ahora caigo en la cuenta de que había gente rondando por ahí, debió de ser muy arriesgado para... quienquiera que haya sido. En cualquier momento podría haber aparecido alguien... pero al final fue la pobre Nita quien lo encontró —su cara asumió de pronto una expresión de sobresalto—. Pero ¿quien le interesa soy yo? ¿Quiere saber lo que estaba haciendo yo? ¿Pretende sugerir...? —el sobresalto había dado paso a la indignación en su rostro. Sus hermosos labios se torcieron—.
¿Yo?
—preguntó acalorado.

Michael guardaba silencio.

—¿Es eso que llaman una coartada lo que pretende extraerme con estas preguntas? ¿Quiere que le diga cuál es mi coartada?

—¿Estuvo en el escenario todo el rato?

Theo asintió con un gesto, sin que la indignación se borrara de su rostro.

—Y, ahora, dígame, ¿qué amigos de confianza tenía Gabi, aparte de Izzy? —preguntó Michael mientras observaba por la ventana los coches que aparcaban junto al edificio. Vio llegar a músicos de la orquesta que ya le sonaban conocidos, todos con expresión de perplejidad, y también a periodistas de la prensa y de las dos cadenas de televisión, con fotógrafos y cámaras a su zaga. Aun cuando saliera por la entrada de artistas, pensó espantado, le deslumbrarían los focos de las cámaras. Era algo que detestaba en cualquier circunstancia, y esta vez había que evitarlo a toda costa, decidió, a toda costa. «Que hablen con Balilty», pensó para sí. Sólo alcanzaba a ver la entrada principal, y estaba seguro de que Balilty llegaría por la entrada lateral.

—¿Personas de confianza? Nita, quizá —repuso Theo vacilante; tragó saliva y durante un momento se le marcó la nuez en la garganta—. Con ella tenía más confianza que conmigo, eso desde luego —echó la cabeza atrás y se masajeó el cuello—. Mire —dijo—, yo... no vaya a pensar... yo quería mucho a Gabi, pero es una cuestión compleja. Éramos muy... muy distintos, dos personas diferentes. Yo me sentía más cercano a mi madre, Gabi era el niño de papá —torció las comisuras de los labios—. Somos totalmente distintos. Nita también. Y, aunque los dos tocábamos el violín, nuestra manera de abordar la música también era muy distinta. Otras familias musicales —continuó con amargura— se preocupan de que cada uno de sus hijos toque un instrumento distinto, pero Gabi escogió el violín, como yo, y nadie puso objeciones. Le dejaban hacer lo que quería. Y Dora Zackheim, lo mismo.

—Ella lo prefería a él —aventuró Michael.

Theo se encogió de hombros. Hizo un puchero. Era fácil imaginarlo de niño. Enfurruñado pero fingiendo indiferencia, con el encanto de quien es consciente de su buena apariencia pero, a la vez, está cargado de resentimiento disimulado. Theo bajó la cabeza y quedó en silencio.

—¿Le hablaba alguna vez de cuestiones íntimas? ¿De sus cosas personales?

Theo parpadeó y se miró la punta de los zapatos.

—No —reconoció con esfuerzo—. No sabía mucho de su vida, y desde que comprendí cuál era su relación con Izzy... me dejó muy desorientado, nunca se me había ocurrido esa posibilidad, y mi padre, el pobre —soltó una carcajada—. Yo y mis múltiples divorcios, Gabi y su novio, Nita y su hijo ilegítimo, ninguno salimos como es debido.

—¿Le preocupaba? ¿A su padre?

—No lo sé —reconoció Theo—. ¿Cómo saber lo que siente tu padre si él decide no hablar? Nunca se inmutaba cuando oía algo sobre nosotros. Cuando Nita se quedó embarazada y la dejó en la estacada ese elemento que se había buscado, y no es que yo lo conociera personalmente, pero hice mis averiguaciones, pues bien, Nita estaba destrozada y mi padre nunca se interesó por saber cómo se encontraba. Yo traté de hablar con él, tanto de Nita como de Gabriel, con mucho tacto, claro, del asunto de Gabriel, pero él nunca soltaba prenda. Además hay que recordar que yo no pasaba mucho tiempo en Israel, pero en nuestras conversaciones serias, mi padre se sentaba en su butaca, donde... donde estaba... donde lo encontraron, y no despegaba los labios. Ni una palabra. Nita llegó a hablar con él de Gabi, después de mi intento fallido. Creo que con ella fue más comunicativo. Pero a mí, en todo caso, nunca me dijo nada.

—¿Cómo es el amigo de su hermano?

—Apenas lo conozco. Sólo lo he visto unas cuantas veces, y Gabi nunca nos dijo: «Éste es mi amante»; dijo sencillamente: «Éste es Izzy». Lo único que sé de él es que es matemático. Es educado, de modales corteses. Y también entiende de música, la ha estudiado, e incluso toca el clavecín. Le gusta perorar sobre los instrumentos originales, las interpretaciones históricas, la música auténtica —añadió ondulando el labio superior—. Gabi me dijo una vez que Izzy le había enseñado muchas cosas, y hablaba de él como si fuera un auténtico músico, pero yo nunca lo he oído tocar. Conmigo hablaba muy poco... y sé que nunca le ha gustado... —se interrumpió porque llamaron a la puerta.

—Me habían dicho que estabas aquí —dijo Yaffa, del laboratorio, a la vez que echaba una ojeada al despacho—. Supuse que querrías saber... —prosiguió, pero se detuvo y clavó la mirada en Theo; éste dejó de pasearse, se puso muy tieso y la examinó con mirada de experto, entreteniéndose en la zona de las ingles, resaltada por los vaqueros ceñidos; luego la miró directamente a los ojos con aire irónico.

Michael señaló a Nita para silenciar a Yaffa y se dirigió a la puerta.

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