Read Patriotas Online

Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (15 page)

BOOK: Patriotas
9.81Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Terry Layton se encargaba de coordinar las grandes compras. A menudo, el garaje de los Layton parecía más un almacén que un lugar destinado a que aparcasen los coches. En una ocasión, prácticamente la mitad del garaje estaba repleto de raciones de combate del ejército. Terry se preguntaba qué pensarían los vecinos de todo aquel ajetreo, pero nunca ninguno le preguntó nada al respecto.

Como muchos grupos de
survivalistas,
el de Todd se enfrentó a un dilema que aparentemente no tenía solución: casi todos los miembros querían irse a vivir a un lugar seguro, pero era prácticamente imposible encontrar trabajos como los suyos en una zona apartada y fundamentalmente agrícola como la parte central del norte de Idaho. Solo los Gray y Kevin Lendel consiguieron trabajar en casa con un buen sueldo. El resto del grupo tenía listas las mochilas para «salir de ahí zumbando» y los bidones de gasolina llenos y debidamente cuidados para que no se degradaran. Todos aprovecharon el ofrecimiento de los Gray para que «precolocaran» la mayoría de los suministros en el refugio. Para hacer eso posible, Todd y Mary habían dejado vacía la mayor parte del sótano.

A lo largo de los dos años posteriores a que compraran la casa cerca de Bovill, el sótano fue llenándose poco a poco. Aparte de los objetos más voluminosos, como los cubos de plástico con capacidad para casi veinte litros de agua, que estaban llenos de cereales, arroz, alubias y leche en polvo, la mayoría del material del grupo estaba almacenado en taquillas del ejército que Mike Nelson había encontrado en la tienda de excedentes Ruvel en la avenida West Belmont, en Chicago. Todd les dijo a sus compañeros que si preferían podían poner candados. Al principio del nuevo siglo, todas las paredes del sótano estaban cubiertas de taquillas, y en la parte central había unos grandes palés de madera sobre los que estaban amontonadas las cosas más voluminosas, como los cubos de cereales, las redes de camuflaje y las garrafas de plástico de veinte litros de agua cada una. Cada contenedor llevaba una pegatina con el nombre del propietario, la fecha de compra y la fecha de caducidad prevista.

Tener que recorrer dos mil quinientos kilómetros para llegar hasta el refugio no era la situación ideal, ni mucho menos. Sin embargo, y dadas las circunstancias, se trataba de la mejor opción. Lo único que podían hacer era mantener viva la esperanza y leer atentamente los periódicos.

6. Abogados, armas y dinero

«Solo aquellos que combaten la tiranía son capaces de ver los males que provoca.»

John Hay,
Días castellanos, II
(1875)

Matt y Chase Keane volvieron a la parte oriental de Washington poco después de que el dólar se desplomase. A diferencia de la mayoría de estadounidenses, para ellos el colapso supuso un alivio. La situación de anarquía que se propagó por todo el país les concedió la oportunidad de poder volver a casa sin miedo a que los detuviesen. Hace cuatro años, los Keane habían estado implicados primero en un tiroteo con un agente de Carolina del Norte y con un ayudante del sheriff del condado de Randolph, y minutos después, en otro con un oficial de policía de Asheboro. Esos sucesos cambiaron sus vidas para siempre.

Antes de que tuviesen lugar los tiroteos, los Keane se ganaban la vida como vendedores ambulantes en ferias de armamento y trabajando como jornaleros. Eran dos jóvenes inteligentes y trabajadores que podrían haber conseguido un trabajo bien pagado en la industria del valle de Spokane, pero los dos se negaron a afiliarse a la Seguridad Social, con lo que solo podían trabajar por su cuenta o conseguir trabajos de corta duración donde pudieran cobrar en metálico. Entre feria y feria, trabajaban poniendo vallas, cortando y recogiendo leña, en fábricas de ladrillos, conduciendo cosechadoras durante la época de cosecha y reuniendo el heno.

Matt y Chase eran conservadores de pura cepa, y al igual que muchos otros, estaban convencidos de que los incidentes de Waco y de Ruby Bridge no habían sido otra cosa que masacres llevadas a cabo por el gobierno contra seguidores de la ley de Dios que lo único que querían era que los dejasen tranquilos. Pensaban que la Ley Brady, que exigía un periodo de espera para conseguir una pistola o un revólver, era una pantomima. Según su parecer, la Ley Omnibus de 1994, que prohibía los llamados «fusiles de asalto» y los cargadores de más de diez cartuchos, era completamente anticonstitucional. Cuando semejante ley dejó de estar vigente en 2004 sintieron un gran alivio, pero volvieron a horrorizarse ante la elección de Barack Obama como presidente y la posible amenaza de que esa infame ley volviese a entrar en vigor.

Los Keane se burlaban de los cuerpos de policía y de las leyes que surgían de Washington D. C, y se referían a este como el «Distrito de Criminales» o el «Distrito de Caldeos». Los Keane odiaban a los políticos profesionales de la capital. También odiaban a la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF) y al FBI. Habían crecido admirando al FBI, pero habían acabado por despreciarlo con todas sus fuerzas. La agencia estaba totalmente politizada y corrupta, y todos los agentes que no eran leales a los políticos profesionales de la capital habían sido purgados. En su laboratorio criminal, famoso en el mundo entero, se habían fabricado pruebas, como en el caso del atentado de Lockerbie. Los dos hermanos estaban convencidos de que el atentado de Oklahoma había sido montado por el gobierno: demasiadas pruebas apuntaban a que habían sido dos las bombas que habían estallado casi al unísono, una de las cuales debía de estar en el interior del edificio federal Alfred P. Murrah. También existían pruebas que afirmaban que la ATF estaba al corriente de lo que iba a suceder.

Los Keane llegaron a la conclusión de que el atentado de Oklahoma era una operación del gobierno, al igual que el anterior atentado del World Trade Center, ya que un agente secreto les dio a los terroristas instrucciones detalladas de cómo construir la bomba, les ayudó a conseguir los materiales e incluso les dio clases de conducir a los terroristas que acababan de entrar en el país para que pudiesen llevar el camión hasta el lugar del objetivo.

Los Keane estaban convencidos de que en el caso de Oklahoma también había implicados agentes secretos del FBI. Por la razón que fuera, igual que en la acción del World Trade Center, no habían llevado a cabo las detenciones hasta después de que los atentados tuvieron lugar. Los Keane habían llegado a la conclusión de que el FBI estaba tan politizado y sus métodos eran tan despiadados, que estaba dispuesto a sacrificar cientos de vidas de civiles a cambio de un gran rédito político. Pensaban que Timothy McVeigh y Terry Nichols no eran más que «pequeñas piezas», cabezas de turco, y sabían que el gobierno federal, intencionadamente, había evitado localizar y condenar a entre dos y siete personas más, y había ordenado la rápida demolición de los restos del edificio Murrah para destruir las pruebas de las explosiones que pudiesen haber tenido lugar en el interior. Su conclusión era que al menos uno de esos tipos estaba a sueldo de los federales.

Los hermanos habían tenido unos cuantos líos de poca importancia con la ley, sobre todo por temas de tráfico. Matt casi nunca llevaba el carné de conducir, y la mayoría de las veces no cambiaba de nombre los coches en el registro del estado de Washington. Para él, según la ley, con un contrato de venta era suficiente para demostrar que el coche era de su propiedad.

—Si lees el código estatal de circulación —le dijo una vez a su amigo Dave—, no dice nada acerca de los automóviles de uso privado. Solo habla de vehículos comerciales que circulen realizando algún tipo de actividad comercial. Las autoridades engañan a la gente haciéndole creer que todas esas leyes les atañen también a ellos, pero no es verdad. Un vehículo de motor que realiza una actividad comercial y aprovecha el privilegio de circular por la carretera, eso significa transportar productos comerciales, ya sean carga o pasajeros que pagan un billete. Si solo se trata de ti y de tus «invitados» (nada de «pasajeros»), que viajáis juntos, entonces estáis ejerciendo vuestro derecho de locomoción y no aprovechando el privilegio de circular. Se trata de una distinción muy importante de la que la mayoría de la gente no hace uso, y que esos tribunales jurisdiccionales irregulares y arbitrarios casi nunca reconocen.

Tanto los dos hermanos Keane como su hermana pequeña habían sido educados en casa. Una vez habían aprendido a leer, a escribir y a hacer cuentas, sus padres les permitieron que estudiaran de forma completamente independiente. La más pequeña, Eileen, quería ser veterinaria: trabajaba a tiempo parcial como ayudante en una clínica veterinaria local. A Chase le interesaba la música: se apuntó a clases de guitarra, violín y piano. A Matt le fascinaba el sistema legal, así que se pasó dos años yendo con su padre al centro de Spokane. Una vez allí, su progenitor lo dejaba cada mañana con un paquete con el almuerzo frente a la biblioteca legal del condado y lo recogía al final de la tarde. Matt empezó a hacer esto a la edad de dieciséis años. Al ver el interés que tenía, una de las bibliotecarias lo tomó bajo su protección. Los primeros libros que le dio fueron un ejemplar de
Investigaciones legales
de Stephen Elias y uno del
Diccionario de derecho de Black.
Los abogados que veían a Matt en la biblioteca se imaginaban que ejercía el Derecho o que era un asistente de algún abogado que llevaba a cabo una investigación. Matt se sumergía en el estudio lleno de entusiasmo. Estaba dotado de una memoria fotográfica. En cuestión de semanas ya recitaba los nombres y los aspectos claves de los casos de forma literal. Desde que era niño, había hecho lo mismo con los versículos de la Biblia.

A Matt y a Chase los acusaron en tres ocasiones de vender armas sin tener la licencia federal de armas de fuego: dos veces fueron otros vendedores, y la otra, un promotor de ferias de armas. Era cierto que ninguno de los dos tenía licencia, pero no veían la necesidad de tenerla. Matt había estudiado con detenimiento las leyes federales acerca de las armas de fuego. En 2007, el promotor de una feria en Oregón se acercó al puesto de los Keane y le preguntó a Matt, como quien no quiere la cosa:

—¿Lo que estáis vendiendo es una colección privada o tenéis la licencia federal?

La expresión «colección privada» era el eufemismo que se usaba en las ferias de armamento para que alguien que vendía armas modernas montase un puesto sin necesidad de tener licencia.

—Señor —respondió Matt con franqueza—, soy un vendedor de armas, pero no tengo la FFL.

—Pues si estás implicado en este negocio —respondió malhumorado el promotor—, la ley te exige tener una licencia de armas. —Las palabras «implicado en el negocio», la misma expresión que aparece en la ley federal, hicieron que Matt se lanzara a la carga. Durante los siguientes cinco minutos, el promotor se quedó sentado en silencio mientras el joven le daba una lección acerca la inaplicabilidad de la Ley Federal de Armas de Fuego a los ciudadanos del estado.

—Voy a explicarle —comenzó Matt— algunos conceptos acerca de la aplicabilidad de las leyes y le ruego que preste la máxima atención.

»Según lo que he estudiado, tanto la Ley Nacional de Armas de Fuego de 1934, la NFA, como la Ley de Control de Armas de 1968, la GCA, son deliberadamente engañosas, y como consecuencia de esto millones de ciudadanos soberanos, innecesariamente y sin ser conscientes de ello, están sujetos a una falsa jurisdicción. Ambas leyes indican que son aplicables «dentro de Estados Unidos», para «comercio entre estados o con el extranjero» a menos que estén excluidas por la ley. Más adelante, esas leyes definen que los «Estados Unidos» incluyen el distrito de Columbia, la mancomunidad de Puerto Rico y las posesiones de Estados Unidos. Esto se corresponde con la «jurisdicción exclusiva» tal y como está definida en el artículo uno, sección ocho, cláusulas diecisiete y dieciocho de la Constitución.

»Si consulta la Ley Pública 99-308, capítulo 44, sección 921 (a) (2) podrá leer lo siguiente: «Ese término, "comercio entre estados o con el extranjero", incluye el comercio en cualquier lugar dentro del estado y cualquier lugar fuera de ese estado, o dentro de cualquier posesión de Estados Unidos (sin incluir la zona del Canal) o el distrito de Columbia, pero ese término no incluye el comercio entre lugares dentro de ese mismo estado sino de fuera del estado. El término "estado" incluye el distrito de Columbia, la mancomunidad de Puerto Rico y las posesiones de Estados Unidos (sin incluir la zona del Canal)».

Un grupo de curiosos empezó a juntarse en torno al puesto de Matt mientras este recitaba en voz alta de un tirón los textos legales.

—Según las investigaciones que he llevado a cabo, creo que el término «incluye», más que expandir una definición, la restringe. Esta cuestión se dilucidó en numerosos casos federales y estatales, como
Montello Salt Co. contra Utah,
221 U. S., 452 hasta 466, y en la decisión del Tesoro número 3980 volumen 29, de 1927. En esa en particular se dice que «incluye» significa «se compone como miembro», «limita» y «se compone como totalidad». Si «incluye» significara una lista incompleta de ejemplos, tal y como es su uso habitual en la lengua vernácula, sin duda el Congreso habría utilizado la frase «incluyendo entre otros a...» o algo parecido.

» Según la definición estricta de la palabra en la ley federal, la también llamada Ley de la Letra Negra, y contrariamente a lo que se piensa habitualmente, si algo no está «incluido», entonces eso significa que está «excluido».

»Dado que el término «incluye» está sujeto a una definición estricta, cuando los legisladores quieren sustituir esa definición temporalmente en una sección individual o en un párrafo, suelen utilizar la palabra «comprende». Para dar un ejemplo, citaré la sección 6103 (b) (5) (a) del código de la Dirección General Impositiva en que el Congreso desarrolló temporalmente («para esta sección») el término «estado» para que abarcara los cincuenta estados: «El término "estado" comprende cualquiera de los cincuenta estados, el distrito de Columbia, la mancomunidad de Puerto Rico, las islas Vírgenes estadounidenses, la zona del Canal, Guam, la Samoa americana...».

»Por otro lado, cuando habla de «posesiones», yo entiendo que tanto la NFA como la GCA se refieren a las islas Vírgenes estadounidenses, Guam y la Samoa americana, así como a ciertos enclaves federales dentro de los cincuenta estados soberanos, como los fuertes militares federales, los astilleros, etcétera. Es evidente que los cincuenta estados soberanos no son «posesiones» del gobierno federal de Estados Unidos. La naturaleza de las posesiones del gobierno federal de Estados Unidos está descrita en el artículo 1, sección 8, cláusulas 17 y 18 de la Constitución. Así que lo esencial es que la jurisdicción federal no alcanza a los ciudadanos individuales de los cincuenta estados soberanos y de las mancomunidades.

BOOK: Patriotas
9.81Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Elmer Gantry by Lewis, Sinclair, 1885-1951
Sunshine Beach by Wendy Wax
The Three Rs by Ashe Barker
The Unnaturalists by Trent, Tiffany
Captured Heart by Angelica Siren
The Devil All the Time by Donald Ray Pollock
Hotel Ladd by Dianne Venetta
The Elephanta Suite by Paul Theroux