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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (11 page)

BOOK: Patriotas
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Pese a que cada miembro del grupo debía adquirir las destrezas básicas, se les animaba a que cada uno se especializara en una materia. La teoría era que cada uno desarrollaría una habilidad específica y que luego, si el tiempo lo permitía, adiestraría a su vez a los demás. Todd eligió la logística; T. K., el personal; Mary se convirtió en oficial médico. Mike Nelson escogió explosivos y demoliciones, y su mujer, Lisa, las artes marciales. Tras volverse un experto en prácticamente todas las armas de fuego existentes, Dan Fong se convirtió en el «armero de la unidad».

Kevin Lendel tenía dos especialidades: la primera de ellas eran las comunicaciones; la segunda, el almacenamiento y la preparación de comida. Esta última especialidad la eligió porque siempre le había encantado cocinar. Ken Layton era el coordinador de transporte, mientras que su mujer Terry se presentó voluntaria para coordinar la compra y adquisición de material. Durante el breve periodo de tiempo en que perteneció al grupo, Jeff Trasel, que ya se había formado en casi todos los campos, se designó a sí mismo «coordinador táctico» y bibliotecario. Después de su marcha, Mike Nelson lo reemplazó como coordinador táctico, mientras que Kevin asumió las funciones de bibliotecario.

Para incrementar el entrenamiento táctico coordinado por Jeff y luego por Mike, Todd, Mary y T. K. hicieron cursos de entrenamiento con pistola y con rifle. Fueron a la escuela de entrenamiento con armas de fuego Front Sight, situada cerca de Las Vegas, en Nevada. Llevaron a cabo los cursos de «La pistola como arma defensiva» y «Práctica de rifle», ambos de cuatro días de duración. Estos cursos intensivos les sirvieron para adquirir más confianza en el manejo de las armas de fuego. Cuando volvieron, los Gray y T. K. compartieron con el resto del grupo cuanto habían aprendido en Front Sight. Los cursos eran relativamente caros, costaban mil seiscientos dólares cada uno, pero tal y como Todd no dejaba de repetir al resto de sus compañeros: «Ha sido un dinero muy bien gastado».

Aparte de las armas y de los víveres, la otra inversión de mayor magnitud que llevó a cabo el grupo fue en vehículos. Antes de que los Gray y Kevin Lendel se trasladaran a las colinas de Palouse, el resto del grupo vivía o bien en Chicago o bien en alguno de los barrios que se extendían alrededor del núcleo urbano. Como según casi todas las previsiones, el plan sería el de «salir de ahí zumbando», el transporte era una cuestión que nunca se pasaba por alto. En este tema, los miembros del grupo dejaron que las decisiones las tomara Ken Layton.

Este les convenció de que compraran coches y camionetas antiguas fabricadas en Estados Unidos, y que los arreglaran y modificaran a su gusto. Desde el punto de vista de Ken, los nuevos modelos eran demasiado complicados, se estropeaban con demasiada facilidad, requerían de herramientas muy especializadas para su reparación y además eran demasiado caros. También señaló que los coches último modelo llamaban la atención y eran un símbolo de riqueza y que, por lo tanto, podían convertirse en objetivos en los periodos de agitación social. Convenció al resto de sus compañeros de que compraran coches de la marca Ford de finales de los sesenta o de principios de los setenta, o camionetas Dodge Power Wagon. La única norma que les puso es que tuviesen la estructura perfecta, que nunca se hubiesen visto implicados en una colisión y que no estuvieran oxidados. Así que la mayoría tuvieron que comprarlos en estados donde los vehículos no se oxidasen con facilidad: California, Arizona y Nuevo México. Casi todos los encontraron en internet a través de la página
Hemming's Auto News.

Al final, la mayoría de los miembros del grupo siguieron las sugerencias de Ken. Los Gray compraron una Power Wagon del año 1969, pero no tuvieron tiempo de sustituir el Escarabajo del año 1979 de Mary. Los Nelson compraron un Ford Bronco de 1968 y un Ford Mustang de 1969, pero siguieron teniendo un Plymouth Horizon para ir a trabajar. Kevin Lendel se compró una camioneta Ford F 250 con tracción en las cuatro ruedas. Cuando formaba todavía parte del grupo, Trasel se compró una Power Wagon, la suya de 1970. Dan Fong, inconformista como siempre, sustituyó su Cámaro de 1989 por una camioneta Toyota de 2003 con tracción en las cuatro ruedas. Ken y Terry Layton siguieron el ejemplo de los Nelson y se compraron un Bronco de 1968 y un Mustang de 1967, los dos con motores de cuatro mil quinientos centímetros cúbicos.

Una de las ventajas de tener a Ken en el grupo era que, después de las horas de trabajo, tenía acceso a un garaje perfectamente equipado. Aunque se ofreció a hacer la mayor parte de los trabajos de restauración, insistió también en que los miembros del grupo estuviesen presentes y le ayudaran durante las fases más importantes del proceso. De esta forma, según el razonamiento de Ken, todos los integrantes del grupo sabrían cómo estaban construidos sus vehículos y cómo funcionaban, y probablemente serían capaces de llevar a cabo algunas reparaciones sencillas.

El proceso de restauración de los vehículos en que tanto hincapié hizo Ken resultó ser muy costoso tanto en tiempo como en dinero. Lo primero que hacía era extraer el motor y la transmisión de cada uno de los vehículos y mandarlos a otros talleres para que fuesen totalmente reconstruidos. Acto seguido, él mismo hacía algunas reparaciones menores, pulía la carrocería y le daba una capa de pintura final, normalmente con un tono terroso. Para esto usaba una pintura brillante con una sustancia igualadora añadida. Eso hacía que protegiese con mucha más fuerza contra la oxidación. Más o menos al mismo tiempo, o bien rehacía, o bien sustituía el carburador por uno nuevo. A continuación, le enviaban de vuelta el motor y la transmisión, los volvía a colocar y sustituía al mismo tiempo todas las piezas auxiliares (aparte del carburador) por piezas nuevas. Eso incluía radiadores, motores de arranque, alternadores, bombas de combustible, bombas de agua, baterías, solenoides del motor de arranque, manguitos y correas.

Después, Ken reconstruía la suspensión del vehículo, y normalmente la modificaba para poder darle un uso como todoterreno, y alineaba los frenos, y a veces eso incluía reemplazar el cilindro maestro. En la mayoría de los casos, no hacía falta sustituir el sistema eléctrico. Cuando terminaba el trabajo, Ken prácticamente había fabricado un vehículo nuevo que sería perfectamente capaz de aguantar por lo menos diez años más de actividad extrema.

Una vez tenían acabados los vehículos y se habían empezado a recuperar económicamente, la mayoría de los miembros del grupo hicieron todavía algunas modificaciones según sus propias preferencias. En la mayoría de los vehículos de cuatro ruedas se instalaron depósitos adicionales de gasolina, amortiguadores más fornidos y jaulas de seguridad. La inmensa mayoría se instaló también escáneres de radio de la policía de marca Bearcat y emisoras de banda ciudadana individual de cuarenta canales de tipo Cobra 148GTL. Kevin convenció al resto de que todos adquirieran este modelo algo más caro de banda individual. Con ese modelo, sus BC podían sintonizarse en todo el ancho de banda, tanto en la parte superior como en la inferior. De esta manera, en la práctica las radios funcionaban como si tuviesen ochenta canales. Además, la emisión por banda individual (SSB) tenía mejor calidad y era capaz de establecer transmisiones de mayor cobertura. Aparte de esto, las emisiones realizadas en emisoras de banda individual eran ininteligibles para las emisoras que solo utilizaban AM, con lo que la seguridad en las transmisiones se veía reforzada.

Poco después de zanjar el debate acerca de las armas, se consensuó también el tema del equipamiento de comunicaciones. El sistema de comunicación principal sería la radio con auriculares modelo TRC-500 de 500 mW de potencia. La «Truco 500», como enseguida comenzaron a llamarla, demostró ser la elección ideal. No eran demasiado caras, no fallaban y, gracias a que tenían un sistema de activación por la voz (VOX), eran perfectas para las patrullas.

Las únicas desventajas de las TRC-500 eran que no tenían mucha cobertura y que solo tenían dos frecuencias. Estas dos frecuencias eran bien conocidas y resultaban fáciles de interceptar. Este problema lo resolvió Kevin Lendel gracias a sus dotes mágicas con la electrónica. A partir de unos anuncios que había en la contraportada de una revista para radioaficionados, encontró un proveedor que hacía radios a galena. Kevin seleccionó una frecuencia justo por debajo de los 49.380 MHz de las TRC-500. Como lo que estaba haciendo no era del todo legal, hizo el pedido con un nombre falso. Se las enviaron a un apartado de correos en el centro de Chicago donde no solían hacer demasiadas preguntas cuando se contrataba el servicio.

Al soldar las radios a galena dentro de las TRC-500, Kevin aprovechó también para sellar todas las junturas con silicona RTV. De esa forma, los aparatos serían mucho más impermeables y por lo tanto más apropiados para su uso sobre el terreno.

El grupo siguió el consejo de Jeff Trasel y decidió comprar varios teléfonos de uso militar. Tal y como Trasel solía decir: «Si no estás en contacto, estás jodido». Los teléfonos de campaña, conectados a través de cable bipolar WD-1, reducirían la dependencia del grupo de las radios en la zona de refugio. Los dos modelos que se contemplaron fueron el TA-312 y el TA-1: ambos se podían adquirir en el mercado de excedentes del ejército. El TA-312 proporcionaba una mejor calidad de sonido, pero era más caro. El TA-1 era un teléfono de emergencia que se activaba por la voz y que no precisaba de baterías. El TA-312 tenía también esa opción, pero normalmente funcionaba con unas pilas D-cell para poder abarcar una cobertura mayor. El grupo calculaba que iba a necesitar un campo telefónico de corta distancia, así que decidieron elegir el modelo TA-1.

Finalmente, el grupo en su totalidad compró cuatro teléfonos TA-1 y más de mil quinientos metros de WD-1. Unos pocos objetos se compraron de forma comunal; en estos casos el gasto se repartía a partes iguales entre todos, si bien algunos miembros hacían «donaciones al grupo» o pagaban partes más altas en función de los recursos financieros que cada uno tuviese.

Una parte del equipo que era de carácter opcional, pero sobre la que también se hizo mucho hincapié, fue la armadura. Mike Nelson recomendó que cada integrante del grupo se comprara un chaleco extremadamente resistente a las balas, del mismo tipo que llevaban los cuerpos de operaciones especiales de la policía. Mike recomendó el modelo Hardcorps 3 con placas adicionales insertadas. A diferencia del chaleco que Mike llevaba diariamente como policía, que era relativamente fino, estos chalecos de alta resistencia eran capaces de detener prácticamente todo tipo de proyectiles disparados por una pistola o una escopeta. Con un poco de suerte, incluso podrían detener las balas de algunos rifles, pero los chalecos no eran tampoco la panacea: solo eran capaces de detener una bala disparada por un rifle de alto calibre si esta impactaba directamente en la placa antitrauma que llevaban en la zona del pecho. Evidentemente, no podían hacer nada contra un disparo en la cabeza, en la ingle o en alguna extremidad. Pese a todo, llevar un chaleco era mejor que nada. Los Gray, los Nelson y T. K. acabaron comprando los chalecos que resultaban más caros. El resto del grupo prometió adquirir alguno, pero nunca llegaron a cumplir esa promesa.

Otra pieza protectora que les recomendaron fue el casco. A mediados de la década de los ochenta, los efectivos terrestres del ejército estadounidense comenzaron a utilizar un casco moldeado con un tejido llamado kevlar, que era el mismo material con el que se construían los chalecos antibalas. Los soldados enseguida pasaron a llamarlos «cascos Fritz», por el borde que se extendía debajo de la oreja de quien lo llevaba, que hacía que se parecieran mucho a los cascos que habían utilizado los alemanes en las dos guerras mundiales del siglo XX. Al igual que los chalecos, los cascos kevlar costaban bastante dinero, razón por la que tan solo algunos miembros del grupo los compraron. Cuando a finales de los ochenta llegaron al mercado de saldos del ejército, costaban trescientos cincuenta dólares. En 2002, la cantidad de cascos kevlar era tal que el precio en el mercado civil cayó hasta poco más de cien dólares. En algunas ocasiones, se podía encontrar alguno en ferias de armas y en rastros a precios todavía más bajos.

Desde los primeros pasos de la formación del grupo, surgió la cuestión de para qué situación en particular estaban haciendo todos los preparativos. La mayoría de los miembros pensaba en un escenario de pánico bancario y de hecatombe financiera, que sería seguida por un derrumbe de las fuerzas de la ley y el orden. Otros se inclinaban más por una guerra de origen nuclear, biológica o química.

Dan Fong hacía hincapié una y otra vez en que debían estar preparados para resistir ante el establecimiento de un gobierno controlado por socialistas, fascistas o comunistas. Finalmente se decidió que era mejor que el grupo estuviese listo para enfrentarse a cualquier escenario concebible, y no solo a uno. Tal y como dijo Todd: «Sería un desastre que lo tuviésemos todo preparado para algún tipo de caos socioeconómico y luego fuésemos atacados con armas nucleares».

La única parte de los preparativos que el grupo de Todd decidió mantener en absoluto secreto fue la adquisición de material explosivo y de accesorios. Durante la fase de investigación para el trabajo de final de carrera, Mike entró en contacto con un amplio espectro de leñadores, granjeros y ganaderos. Uno de los ganaderos se llamaba Spence Loughran. Él y su mujer tenían doscientas cincuenta hectáreas de terreno a cuarenta kilómetros al norte de Moscow. En su propiedad, Spence tenía ganado y también vendía regularmente la madera. Cuando lo conoció, Spice estaba a punto de explosionar algunos tocones y despejar así una zona de árboles para utilizarla después como área de cultivo para el heno.

Mike le comentó a Spence que estaba interesado en el tema de los explosivos y se ofreció a ayudarle. Los dos disfrutaron mucho ya que a los dos, tal y como decían, les gustaba «ver saltar cosas por los aires». Al final de aquella jornada, una sincera amistad había surgido entre los dos hombres. Cuando Mike se lamentó de la cantidad ingente de papeleo que había que hacer para conseguir un permiso para poder comprar explosivos en Illinois, Spence se ofreció a incluirlo en su permiso manifestando que era empleado suyo. Cinco semanas más tarde, Mike recibió por correo una copia del nuevo permiso junto a un ejemplar de
El manual de explosivos,
en cuyo interior había información acerca de las medidas de seguridad y algunas tablas muy útiles. Loughran había incluido una dedicatoria: «Para el muchachote de ciudad. Actúa con sigilo y usa bien el coco. Que Dios te bendiga. Spence».

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