Muchas vidas, muchos maestros (19 page)

BOOK: Muchas vidas, muchos maestros
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Muy pocas personas pueden hacer lo que hizo Iris. Muchos de los que se jactan de psíquicos no hacen sino aprovecharse de los miedos del prójimo, así como de su curiosidad por lo desconocido. Hoy en día, los falsos parapsicólogos parecen brotar como hongos. La popularidad de libros tales como
Out on a Limb
, de Shirley MacLaine, ha provocado un torrente de nuevos «médiums en trance». Muchos vagan por ahí, anunciando su presencia, y se ponen en «trance» para decirle al público, embobado y sobrecogido, lugares comunes tales como: «Si no estás en armonía con la naturaleza, la naturaleza no estará en armonía contigo.» Estas declaraciones suelen hacerse con una voz muy diferente de la habitual en un médium; con frecuencia están teñidas de algún acento extranjero. Los mensajes son vagos y aplicables a una amplia variedad de personas. Muchas veces se refieren, sobre todo, a las dimensiones espirituales, que resultan difíciles de valorar.

Es importante separar lo falso de lo cierto, para que ese campo no caiga en el descrédito. Hacen falta científicos conductistas serios para que se encarguen de este importante trabajo; psiquiatras, para que efectúen diagnósticos y descarten las enfermedades mentales, las falsedades y las tendencias sociopáticas; también los estadísticos, los psicólogos y los médicos son vitales para estas evaluaciones y las pruebas posteriores.

Los pasos importantes que se den en este campo tendrán que utilizar una metodología científica. La ciencia postula una hipótesis (supuesto preliminar hecho sobre la base de una serie de observaciones) para explicar un fenómeno. A partir de ahí es preciso poner a prueba esa hipótesis bajo condiciones controladas. Es preciso demostrar y reproducir los resultados de esas pruebas antes de formar una teoría. Una vez que los científicos obtienen una teoría aparentemente sólida, ésta debe ser puesta a prueba una y otra vez por otros investigadores, con resultados iguales.

Los estudios detallados, científicamente satisfactorios, de los doctores Joseph B. Rhine, de la Universidad de Duke; Ian Stevenson, de la Universidad de Virginia, departamento de psiquiatría; Gertrude Schmeidler, del Colegio de la Ciudad de Nueva York, y muchos otros investigadores serios, demuestran que esto es posible.

16

Han pasado casi cuatro años desde que Catherine y yo compartimos esta increíble experiencia. Nos ha cambiado profundamente a ambos.

De vez en cuando ella pasa por mi consultorio para saludarme o para analizar algún problema que pueda tener. Nunca ha sentido la necesidad ni el deseo de someterse a otra regresión, ya sea para resolver un síntoma o para averiguar qué relación pueda haber tenido en el pasado con las personas a quienes acaba de conocer. La obra está terminada. Catherine está ahora en libertad para disfrutar plenamente de su vida, sin verse paralizada por sus síntomas incapacitantes. Ha hallado una felicidad y un contento que nunca había creído posibles.

Ya no teme a la enfermedad ni a la muerte. Para ella la vida tiene un significado y un objetivo, puesto que está equilibrada y en armonía consigo misma. Irradia una paz interior que muchos desean, pero pocos obtienen. Se siente más espiritual. Para Catherine, lo que ha ocurrido es muy real. No duda de la verdad de ningún fragmento, lo acepta todo como parte integrante de su persona, tal como es. No tiene interés alguno en estudiar los fenómenos psíquicos, pues considera que «sabe» como nunca podría saber mediante libros o conferencias. Muchas veces la buscan personas que van a morir o que van a perder a un miembro de su familia. Ella parece atraerlos. Se sienta a conversar con ellos y logra que se sientan mejor.

Mi vida ha cambiado casi tan drásticamente como la de Catherine. Me he vuelto más intuitivo; capto mejor las partes ocultas de mis pacientes, colegas y amigos. Al parecer, sé muchas cosas sobre ellos aun antes de lo debido. Mi sistema de valores, las metas de mi vida han adquirido un enfoque más humanista, menos acumulativo. Psíquicos, médiums, curanderos y otros aparecen en mi vida con frecuencia cada vez mayor, y he comenzado a evaluar sistemáticamente sus habilidades. Carole se ha desarrollado junto conmigo. Es especialmente capaz cuando se trata de ayudar en los casos de fallecimiento; ahora dirige grupos de apoyo para pacientes que agonizan por el sida.

He comenzado a meditar, cosa que, hasta hace poco, creía factible sólo para hindúes y californianos. Las lecciones transmitidas por medio de Catherine se han convertido en parte consciente de mi vida cotidiana. Al recordar el significado más profundo de la vida, al pensar en la muerte como parte natural de la existencia, me he vuelto más paciente, más empático, más afectuoso. También me siento más responsable de mis acciones, tanto las negativas como las elevadas. Sé que habrá que pagar un precio. Lo que va, efectivamente, vuelve.

Aún escribo artículos científicos, doy conferencias en congresos de profesionales y dirijo el departamento de Psiquiatría. Pero ahora vivo entre dos mundos: el mundo fenoménico de los cinco sentidos, representado por el cuerpo y las necesidades físicas, y el mundo mayor de los planos no físicos, representados por el alma y el espíritu. Sé que los mundos están vinculados, que todo es energía. Sin embargo, muchas veces parecen guardar gran distancia entre sí. Mi trabajo consiste en conectar esos mundos, en documentar cuidadosa y científicamente esa unidad.

Mi familia ha mejorado. Tanto Carole como Amy han descubierto en sí capacidades psíquicas que superan el promedio normal, y alentamos alegremente el desarrollo de esos poderes. Jordán se ha convertido en un potente y carismático adolescente, líder por naturaleza. Por mi parte, por fin me estoy volviendo menos serio. Y a veces tengo sueños que se salen de lo común.

En los meses que siguieron a la última sesión de Catherine, en mis sueños comenzó a aparecer una tendencia peculiar. A veces tenía un sueño vívido, en el cual me encontraba escuchando una conferencia o formulando preguntas al conferenciante. El nombre de ese maestro era Filón. Al despertar, a veces recordaba parte del material analizado y lo anotaba. Aquí incluyo algunos ejemplos. El primero era una conferencia, en la cual reconocí la influencia de los mensajes de los Maestros.

«... La sabiduría se alcanza con mucha lentitud. Esto se debe a que el conocimiento intelectual, fácilmente adquirido, debe convertirse en conocimiento "emocional" o subconsciente. Una vez transformado, la huella es permanente. La práctica conductista es el catalizador necesario para esta reacción. Sin acción, el concepto se marchita y desvanece. El conocimiento teórico sin aplicación práctica no es suficiente.

»Hoy en día se descuidan el equilibrio y la armonía; sin embargo, son las bases de la sabiduría. Todo se hace en exceso. La gente se excede en el peso porque come demasiado. Los deportistas descuidan aspectos de sí mismos y de los demás por correr en exceso. La gente parece excesivamente mezquina. Se bebe demasiado, se fuma demasiado, se está demasiado de juerga (o demasiado poco), se conversa demasiado sin satisfacción, se tienen demasiadas preocupaciones. Hay demasiadas ideas en blanco o negro. Todo o nada. La naturaleza no es así.

»En la naturaleza hay equilibrio. Los animales destruyen en pequeñas cantidades. Los sistemas ecológicos nunca son eliminados en masa. Las plantas consumidas vuelven a crecer. Las fuentes de sustento proveen y vuelven a reponerse. Se disfruta de la flor, se come la fruta, se preserva la raíz.

»La humanidad no ha aprendido el equilibrio; mucho menos lo ha practicado. Se guía por la codicia y la ambición; se conduce por el miedo. De este modo acabará por aniquilarse. Pero la naturaleza sobrevivirá, al menos las plantas.

»En verdad, la felicidad arraiga en la sencillez. La tendencia al exceso en el pensamiento y en la acción disminuye la felicidad. El exceso nubla los valores básicos. Los religiosos nos dicen que la felicidad se logra llenando el corazón de amor, fe y esperanza, practicando la caridad y brindando bondad. En verdad tienen razón. Dadas estas actitudes, habitualmente vienen el equilibrio y la armonía. Son, colectivamente, un estado del ser. En estos tiempos son un estado alterado de conciencia. Es como si la humanidad no permaneciera en su estado natural mientras vive en la Tierra. Tiene que llegar a un estado alterado a fin de llenarse de amor, caridad y sencillez, para sentir pureza, para deshacerse de sus temores crónicos.

»¿Cómo se llega a ese estado alterado, a ese otro sistema de valores? Y una vez que se llega a él ¿cómo sustentarlo? La respuesta parece simple. Es el denominador común de todas las religiones. La humanidad es inmortal; lo que hacemos ahora es aprender nuestras lecciones. Todos estamos en la escuela. Todo es muy simple, si se puede creer en la inmortalidad.

»Si una parte del ser humano es eterna (y en la historia hay sobradas evidencias para pensarlo así), ¿por qué nos tratamos tan mal? ¿Por qué pasamos por encima del prójimo en "provecho" personal, si en realidad estamos desechando la lección? Al parecer, todos vamos hacia el mismo sitio, aunque a diferente velocidad. Nadie es más grande que los demás.

»Analicemos las lecciones. Intelectualmente, las respuestas siempre han estado ahí, pero esta necesidad de actualizarlas por experiencia, de hacer permanente la huella subconsciente al "emocionalizar" y practicar el concepto, es la clave de todo. No basta memorizar en la escuela dominical. Parlotear sin practicar de nada sirve. Resulta fácil leer sobre el amor, la caridad y la fe, o conversar sobre ello. Pero practicarlos, sentirlos, requiere casi un estado alterado de conciencia. No se trata del estado transitorio inducido por las drogas, el alcohol o una emoción inesperada. El estado permanente se alcanza mediante el conocimiento y la comprensión. Se mantiene mediante la actividad física, mediante la acción y la práctica. Consiste en tomar algo casi místico y transformarlo en cosa de todos los días mediante la práctica, haciendo de eso un hábito.

»Comprendamos que nadie es mejor que otro. Sintámoslo. Practiquemos la ayuda al prójimo. Todos remamos en el mismo bote. Si no lo hacemos juntos, nuestros equipos se encontrarán muy solos.»

Otra noche, en un sueño diferente, hice una pregunta: «¿Por qué dice usted que todos somos iguales, cuando las contradicciones obvias son tan evidentes? ¿Diferencia en las virtudes, en el temperamento, el dinero, los derechos, la capacidad y el talento, la inteligencia, la aptitud para las matemáticas, y así hasta el infinito?»

La respuesta fue una metáfora: «Es como si dentro de cada persona se pudiera encontrar un gran diamante. Imaginemos un diamante de un palmo de longitud. Ese diamante tiene mil facetas, pero todas están cubiertas de polvo y brea. La misión de cada alma es limpiar cada una de esas facetas hasta que la superficie esté brillante y pueda reflejar un arco iris de colores.

»Ahora bien, algunos han limpiado muchas facetas y relucen con intensidad. Otros sólo han logrado limpiar unas pocas, que no brillan tanto. Sin embargo, por debajo del polvo, cada persona posee en su pecho un luminoso diamante, con mil facetas refulgentes. El diamante es perfecto, sin un defecto. La única diferencia entre las diferentes personas es el número de facetas que han limpiado. Pero cada diamante es el mismo y cada uno es perfecto.

«Cuando todas las facetas estén limpias y brillen en el espectro de la luz, el diamante volverá a la energía pura que fue en su origen. La luz permanecerá. Es como si el proceso requerido para hacer el diamante se invirtiera, liberada ya por toda la presión. La energía pura existe en el arco iris de luces, y las luces poseen conciencia y conocimiento.

»Y todos los diamantes son perfectos.»

A veces, las preguntas son complicadas y las respuestas, simples.

—¿Qué debo hacer? —preguntaba yo en un sueño—. Sé que puedo tratar y curar a la gente que sufre. Vienen a mí en mayor número de los que puedo atender. Estoy muy cansado. Pero ¿puedo negarme cuando me necesitan tanto? ¿Es correcto decir «Ya basta»?

—Tu papel no es el ser un salvavidas —fue la respuesta.

El último ejemplo que voy a citar fue un mensaje a otros psiquiatras. Desperté a eso de las seis de la mañana; en mi sueño había estado dando una conferencia a una vasta congregación de psiquiatras.

«En la carrera hacia la cada vez mayor incorporación de la medicación en psiquiatría, es importante que no abandonemos las enseñanzas tradicionales de nuestra profesión, aunque a veces parezcan vagas. Somos nosotros quienes aún conversamos con nuestros pacientes, con paciencia y compasión. Aún nos tomamos tiempo para hacerlo. Facilitamos el entendimiento conceptual de la enfermedad, curando con comprensión y mediante el descubrimiento inducido del conocimiento de sí mismo, no sólo con rayos láser. Aún utilizamos la esperanza para curar.

»En esta época actual, otras ramas de la medicina consideran que estos enfoques tradicionales de la curación son demasiado ineficaces, que consumen tiempo y no tienen base. Prefieren la tecnología al diálogo, la química de sangre analizada por computadora a la química personal entre el paciente y el médico, que cura al paciente y proporciona satisfacción al médico. Los enfoques idealistas, éticos, personalmente gratificantes de la medicina, pierden terreno ante los económicos, eficientes, aislantes y destructores de la satisfacción. Como resultado, nuestros colegas se sienten cada vez más aislados y deprimidos. Los pacientes, masificados y vacíos, como si nadie se ocupara de ellos.

«Debernos evitar la seducción de la alta tecnología. Antes bien, deberíamos ser modelos para nuestros colegas. Deberíamos demostrar que la paciencia, la comprensión y la compasión ayudan tanto al paciente como al médico. Reservar más tiempo para dialogar, para enseñar, para despertar la esperanza y la expectativa de curación: estas cualidades del médico-curandero, medio olvidadas, son las que debemos emplear siempre, como ejemplo para nuestros médicos colegas.

»La alta tecnología es maravillosa para la investigación y para facilitar la comprensión de la enfermedad humana. Puede ser un valioso instrumento clínico, pero jamás reemplazará las características y los métodos inherentemente personales de los verdaderos médicos. La psiquiatría puede ser la más digna de las especialidades médicas. Somos los maestros. No deberíamos abandonar este papel en aras de la asimilación: ahora, menos que nunca.»

Aún tengo ese tipo de sueños, aunque sólo ocasionalmente. Con frecuencia, mientras medito, mientras conduzco por la autopista o incluso en las ensoñaciones, me surgen en la mente frases, ideas, visualizaciones. Muchas veces se parecen muy poco a mi modo consciente y habitual de pensar o conceptualizar. Suelen ser muy oportunos para resolver cuestiones o preguntas del momento. Los uso en la terapia y en mi vida cotidiana. Considero que estos fenómenos son una expansión de mis capacidades intuitivas y me siento alentado por ellos. Para mí, son la señal de que me encamino en la dirección correcta, aunque aún me reste mucho camino por recorrer.

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