Matar a Pablo Escobar (48 page)

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Authors: Mark Bowden

BOOK: Matar a Pablo Escobar
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Por supuesto que matar a Pablo nunca había tenido nada que ver con el narcotráfico. Fueron su violencia y su ambición las que acabaron con él. Pero Toft era un agente de la DEA, un «poli», y nunca había perdido de vista la verdadera razón por la que estaba allí, mientras observaba las rondas de felicitaciones que duraron días..., semanas..., meses... Toft se volvió más y más cínico acerca de la importancia de su trabajo.

Seis meses más tarde se jubiló, dejó Colombia y dejó también una pequeña bomba de tiempo. Molesto por las alabanzas que el Gobierno colombiano recibía de su socio del norte, amargado por las traiciones silenciosas de su círculo de poderosos amigos colombianos, Toft apareció en un programa de televisión para acusar públicamente al presidente electo Ernesto Samper de pertenecer a la lista de los tantos otros «empleados» del cártel de Cali. Toft entregó al periodismo copias de escuchas secretas en las que Miguel Rodríguez Orejuela, uno de los narcos más conocidos del mundo, hablaba de transferir tres millones y medio de dólares a las arcas de la campaña de Samper. El presidente negó las acusaciones pese a que las cintas hayan sido autentificadas, y sostuvo que su comité de campaña nunca aceptó el dinero. Toft no le creyó. Tampoco le creyeron Busby ni los demás funcionarios de la embajada. Las «narcocintas» empañaron los cuatro años de mandato de Ernesto Samper y volvieron algo más tensa la relación entre los dos gobiernos.

Las cintas también lograron que se le declarara la guerra al cártel de Cali. Avergonzados por las revelaciones, Estados Unidos presionó a Colombia para que se tomaran medidas enérgicas. El supuestamente corrupto general Vargas fue reemplazado por el general Serrano, que desató una implacable caza de corruptos dentro de la PNC y una guerra sin cuartel contra los capos de Cali. En poco menos de dos meses se arrestó a Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela y a seis de sus tenientes.

En la actualidad, Joe Toft vive en Reno, estado de Nevada, y juega al tenis sin descanso. Su hija Jennifer ha seguido sus pasos y se ha convertido en agente de la DEA.

—No sé cuál será la moraleja de la historia —especula Toft—. Espero que no sea que el fin justifica los medios.

Agradecimientos

Me gustaría agradecer a todas aquellas personas que desearon permanecer en el anonimato y sin cuya ayuda escribir este libro no habría sido posible. La cacería humana que acabó con la vida de Pablo Escobar es otra de esas complejas misiones en la historia reciente de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos que —como mi anterior relato bélico,
Black Hawk Down
— podría haber permanecido en la sombra para la gran mayoría. La controversia de si Estados Unidos tiene o no derecho a asesinar a ciudadanos extranjeros fuera de su propio territorio merece ser estudiada y debatida con rigor, pero creo que esta historia en particular deja claro que en ocasiones debe hacerse.

Robert J. Rosenthal y David Zucchino, del
Philadelpbia Enquirer,
me mostraron su entusiasmo desde el principio de este proyecto y me apoyaron durante su concreción. Una vez más querría agradecer a Morgan Entrekin por su cuidadosa edición y corrección del texto y constante apoyo; a Brendan Cahill, por su ayuda siempre cargada de optimismo y eficiencia; a Michael Hornburg, Beth Thomas y Bonnie Thompson por su diligencia a la hora de transcribir y editar; a Don Kennison, Chuck Thompson y Diana Marcela Álvarez por corregir las galeradas; y a toda la gente amable y talentosa de mi editorial Grove/Atlantic. Y una vez más gracias a mi agente literaria, Rhoda Weyr, cuyos consejos son siempre acertados.

Debo agradecerle al mayor Fernando Buitrago de la Policía Nacional de Colombia su inestimable ayuda en mi primer viaje allí, y a Jay Brent y Gerardo Reyes, cuya asistencia en mi segundo viaje fue inconmensurable. De la bogotana María Carrizosa sólo puedo decir que fue un hallazgo, y le doy las gracias a Adriana Foglia por haberme conducido hasta ella. Eduardo Mendoza me brindó su tiempo generosamente y su disposición para traducir textos de un momento a otro, lo que me permitió mantener conversaciones por correo electrónico con fuentes colombianas. El general Hugo Martínez demostró una educación y solicitud a toda prueba, incluso al contestar preguntas acerca de los temas más espinosos. En cuanto al ex presidente César Gaviria, actual secretario general de la Organización de Estados Americanos, también fue de gran ayuda.

Gracias a Arthur Ferguson de Ballard, Sphar Andrews & Ingeshall, LLP por haberme prestado parte de su despacho en Baltimore; a Michael Evans, del Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, por compartir conmigo sus investigaciones; al DEA (Departamento Estadounidense Antidroga) por permitirme entrevistar a los agentes que tomaron parte en aquella misión. Y por último, gracias una vez más a mi mujer Gail y a mis hijos por tolerar con entereza mis largas ausencias, incluso aquellas que ocurren en mi propio hogar.

Notas

[1]
Clubes de campo. Los country clubs no representan sólo el éxito y el poder, sino el deseo de la burguesía local de separarse físicamente de un entorno pobre y por ende conflictivo. (N. del T.)

[2]
Un capo narcotraficante de tendencias pronazis, editor de un periódico en tinta verde (en honor a la marihuana) y dueño de su propia isla caribeña desde la cual distribuía su producto. Carlos Lehder merecería —como tantos otros personajes que aparecen en estas páginas—, un libro propio. (N. del T.)

[3]
A la publicación de este libro, un dólar equivale aproximadamente a unas doscientas ptas. Un millón de dólares, a doscientos millones de pesetas; y mil millones de dólares, a doscientos mil (2.00.000.000.000) millones de pesetas. (N. del T.)

[4]
Pablo Escobar no iba a ser despojado de su escaño hasta diciembre de 1984. (N. del T.)

[5]
El coronel del Ejército involucrado en la venta de armamento norteamericano a Irán y en el escándalo de la financiación de los «contras» nicaragüenses. (N. del T.)

[6]
Órgano que asesora al presidente norteamericano en materia de inteligencia y de defensa. (N. del T.)

[7]
Special Air Service: unidad antiterrorista de elite del ejército británico. (N. del T.)

[8]
El «sicariado» representa una cantera de jóvenes asesinos a sueldo, entrenados para atentar contra personajes altamente custodiados. No solo están dispuestos a matar, sino más que nada a morir, por ese dinero que sacará a sus familias de la miseria. (N. del T.)

[9]
La unidad de élite de más prestigio de las Fuerzas Armadas norteamericanas, cuya existencia se debate entre el secreto y el misterio. (N. del T.)

[10]
Siglas en inglés de very bigh frequency, o frecuencia muy alta. (N. del T.)

[11]
Siglas en inglés de very bigh frequency, o frecuencia muy alta. (N. del T.)

[12]
Decreto que prohibe el despliegue del Ejército o de la Fuerza Aérea fuera del territorio estadounidense, salvo autorización expresa del Congreso. (N. del T.)

[13]
Tropas de élite de la Armada norteamericana, especializadas en operaciones marinas, terrestres o aerotransportadas, operaciones clandestinas, de contrainsurgencia y guerrilla «no convencional». (N. del T.)

[14]
Se estimaba que las quince mil muertes ocurridas en los dos años anteriores estaban relacionadas directa o indirectamente con el narcotráfico.

[15]
Un término que crearía gran confusión entre las autoridades tras la fuga de Pablo. (N. del T.)

[16]
Koren formaba, junto con Yahir Klein, Mike Tzedaka y Maerot Shoshani, una oscura delegación israelí de representantes de industrias bélicas, militares en activo y mercenarios, que, paradójicamente, prestaban sus servicios al Gobierno, los paramilitares y los cárteles colombianos. (N. del T.)

[17]
Despegar es un eufemismo de la zona de Medellín que significa, naturalmente "matar", en el sentido de lanzar a alguien al interior de una tumba o acaso al mas allá.

[18]
Arma típica de las unidades antiterroristas. La granada ciega y deja sordos durante cuarenta segundos a todos los que se encuentren a tres metros a la redonda. (N. del T.)

[19]
La Agencia de Seguridad Nacional protege los sistemas de información norteamericanos y a la vez recaba y analiza «inteligencia» proveniente de otras naciones, infiltrándose en sus sistemas informáticos. (N. del T.)

[20]
Según algunos, un término acuñado por Toft, jefe de la DEA en Colombia. Todos coinciden sin embargo en que fue una etiqueta muy publicitada, acuñada durante el mandato de George Bush. (N. del T.)

[21]
Inmigrante mexicano que entra ilegalmente a los Estados Unidos cruzando el Río Grande. (N. del T.)

[22]
Ciudadano norteamericano de padres mexicanos. (N. del T.)

[23]
Tanto el U-2 como el SR-71 (también llamado Blackbird), son aeronaves militares especializadas en misiones espía, fotografía de alta definición y localización de objetivos.

[24]
Similares al que causara el reciente conflicto entre Estados Unidos y la República Popular China.

[25]
Hugo, el mayor de ellos, se había quedado en Colombia pues aún cursaba sus estudios en la Academia de la Policía en Bogotá.

[26]
Las patrullas del Vietcong asesinaban regularmente a aldeanos anticomunistas para someter a la población. Cuando esto sucedía, el Ejército norteamericano maquinaba (indirectamente) las muertes de importantes oficiales, creando todavía más terror en el bando comunista. (N. del T.)

[27]
Unidad de operaciones militares y paramilitares, especializada en guerra de guerrillas, sabotaje y actividades de contrainsurgencia. (N. delT.)

[28]
Típico atuendo paramilitar. (N. del T.)

[29]
Uno de los dos oficiales de Martínez que muriera ahogado. (N. del T.)

[30]
Organismo que aconseja al presidente en materia de inteligencia y defensa. (N. del T.)

[31]
Unos 6.160.000.000 millones de pesetas. (N del T.)

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