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Authors: Franck Thilliez

Tags: #Intriga, #Policíaco, #Thriller

Luto de miel (10 page)

BOOK: Luto de miel
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—¿Paludismo? —aventuré.

Sacudió la cabeza, con esa bonita mueca de recién nacido.

—Si sólo fuese eso…

—¿Es decir?

—El marido Tisserand presentaba una larga herida en forma de guadaña sobre el pectoral izquierdo. Causada por un instrumento cortante, tipo escalpelo, y luego cosida de manera artesanal, con hilo de seda. Van de Veld ha estimado la cicatrización en unos diez días.

Cintas de humo serpentearon entre nuestros rostros, pintando de gris nuestros rostros pálidos.

—¿Tortura? —soplé en una nube borrosa.

—Es una palabra todavía demasiado suave. No hay nada para definirlo. Véalo con sus propios ojos…

Me tendió unas fotos. El Chianti me subió hasta la garganta.

—Se parece a…

—Cuando Van de Veld hizo la incisión…, estaba plagado, miles de larvas no más grandes que pulgas, hundidas en la piel como tantas brocas… Se dirigían a una destinación común…

Fruncí el ceño, los ojos clavados sobre los primeros planos de esos repugnantes gusanos blancos.

—¿El corazón?

—Así es. Según el entomólogo del laboratorio, se trata de larvas de
Cochliomyia hominivorax
. Unas moscas de Centroamérica que aovan en las heridas o los oídos. Las larvas se alimentan de carne, excavando surcos internos en los cuerpos de los huéspedes. Unos diez días después, alcanzan un órgano vital. Corazón, cerebro, hígado. Un único desenlace…

—La muerte.

—Sí, precedida de sufrimientos abominables. Le dejo imaginar lo que Tisserand ha debido soportar. En definitiva, que acortó su calvario…

El diafragma me privó los pulmones de aire. Tosí y acabé por aplastar el cigarrillo con violencia.

—Y eso no es todo —añadió—. A ese pobre tipo lo molieron a palos. Desde el exterior, las equimosis ya no son visibles, porque se remontan a más de diez días, pero las estructuras de los tejidos de numerosos músculos estaban seriamente dañadas. Piernas, brazos, espalda, pecho… La forma muy localizada de las lesiones deja presagiar que le pegaron una paliza con un objeto contundente, como un palo o una porra.

Hice crujir mi perilla. Del Piero echó su larga cabellera hacia atrás, desvelando la suave bajada de sus hombros, y preguntó:

—¿Por qué se ensañó con el hombre sin tocar a la mujer? La había limpiado, perfumado, rasurado hasta el sexo sin siquiera violarla. La ausencia de picadas, cuando la descubrimos, demuestra que ya sólo la utilizaba para infectar sus mosquitos… Entonces, ¿por qué la conservó con vida hasta el final? Ilumíneme, comisario. Parece que destaca en ese ámbito…

Mi interlocutora me miraba fijamente.

—Quería acompañar a esa mujer hasta su final, ponerla entre las manos del Señor para que Él decidiese. La llevó al purgatorio…

—¿El purgatorio?

—El lugar del juicio. Escoger el Paraíso o el Infierno. Según uno de mis conocidos, Paul Legendre, el asesino se habría inspirado en el Apocalipsis de San Juan para redactar el mensaje. Una «Cortesana» representa una Iglesia corrompida, que se aleja del camino recto de las Escrituras. Pero esa palabra, «Cortesana», también designa a Viviane Tisserand. Quizás el vínculo es un atrevimiento, pero creo que a los ojos de nuestro asesino, esa mujer estaba corrompida o era culpable. Por eso la lavó antes de su muerte. La preparó para ese encuentro con el Señor, sin por ello dejar de castigarla con sus propias manos. Y murió…, por ella misma…

Del Piero parecía arrollada por mis conclusiones. Tras la textura oscura de sus pupilas, me miraba fijamente con una intensidad casi felina.

—Pero… ¿cómo podría haber sabido que a Tisserand sólo le quedaban unas horas de vida?

—No lo sabía, o no de forma precisa. El hecho de que haya sucumbido en ese momento ha debido de reforzar sus creencias, coincidiendo de forma perfecta con sus convicciones. Desde su punto de vista, es Dios quien juzgó y reclamó a esa mujer, no él.

Del Piero se apretaba las palmas de las manos bajo la barbilla.

—¿Y el marido?

—Según Legendre, cuando nuestro asesino habla de «abismo» y de «onda que se tornará roja», hace referencia a Satán, al que sus propios discípulos tiraron a un pozo de lava. Para la Bestia, no hay perdón posible, no hay confesionario. La muerte brutal es la única salida… El paralelismo con Olivier Tisserand, muerto en un foso, es evidente.

Aplasté el dedo índice sobre la mesa.

—Ese desgraciado no ha golpeado al azar. Un vínculo lo suficientemente fuerte lo unía a los Tisserand para llegar a tales extremos. Les dedicó tiempo, paciencia, se devanó los sesos para elaborar un guión diabólico. Piense en el mensaje, inaccesible, en las molestias que se ha tomado para bajar a Tisserand a treinta metros de profundidad. A ambos los mancilló desde el interior, con los insectos. Usted hablaba de una violación, estaba totalmente en lo cierto. Los violó, con el frío dominio del verdugo, del ejecutor. Una violación orgánica, espiritual. La carne, el espíritu. Piense también en Viviane, atada, rasurada, forzada a tragar miel y asaltada de picaduras. Imagínese por un solo instante el suplicio de su marido. La incisión en carne viva, la puesta de las moscas, esas larvas que le devoran las entrañas. Tortura física, tortura moral. En cuanto a Maria…

La comisaria adoptó una expresión de asco.

—¿Cree… que aún está viva?

—No salvó a los padres, no salvará a la hija. Todo es cuestión de tiempo. En su prosa, tan sólo habla de las dos «Mitades», Maria no está implicada y, sin embargo, la retiene. Desempeña un papel preciso en su recorrido. Un papel personal, que no quiere compartir…

Las ideas fluían, me cegaban las imágenes. Del Piero ya no despegaba los ojos de mis labios.

—Nuestro organizador de pistas persigue un objetivo y quiere que le acompañemos. Por eso ha utilizado dos medios. El mensaje, con sus enigmas, y los mosquitos. Al contaminarnos, nos mete en su historia, nos implica. Formamos parte de su plan. Quiere demostrarnos algo. Quizás a través de esas siete mariposas, cada vez cercanas al lugar del crimen. Tenemos que hallar su sentido, si queremos avanzar. Del Piero arrugó una bola de papel, de rabia.

—¿El sentido de qué? Nos encontramos con dos cadáveres y una persona desaparecida, ¿qué hay que entender?

—El siete es un número muy poderoso, un símbolo de la renovación. Las mariposas hacen pensar en la resurrección. A Viviane la mataron en una iglesia. Todo nos lleva a… una especie de renacimiento. ¿Cuál es el sentido? Lo ignoro. Pero tenga siempre esto en mente: a los ojos de nuestro asesino, Viviane Tisserand está corrompida y su marido representa al diablo. Considera su muerte no un acto criminal, sino… una forma de justicia. A través de esa acción, nos señala que… renace… Me levanté.

—La persona a la que perseguimos está en muy buena forma física y es espiritualmente madura. Eso nos conduce a una edad incluida entre los veinte y los cuarenta y cinco años. Buscamos un hombre fuerte, capaz de dominar a una persona con la corpulencia de Olivier Tisserand, escalar andamiajes o bajar a treinta metros de profundidad, que domina las técnicas de submarinismo. Probablemente soltero, que vive en un lugar aislado para retener ahí a tres adultos. Asestó cuchillazos a las figuras de los pósteres de actores estadounidenses, le había vendado los ojos a Viviane. La mirada que le lanzan los otros lo molesta. Quizá presenta un defecto físico, un problema en el rostro. O bien se avergüenza de sus acciones. Es organizado, minucioso, debe de frecuentar las bibliotecas y le apasionan los insectos. Hace cría de mariposas, entre las cuales esfinges de la calavera. ¿Está abonado a revistas? Calypso Bras también me habló de mercadillos de insectos, valdría la pena investigarlo.

Los labios de la comisaria, un poco entreabiertos, soplaban una forma de solicitud.

—Finalmente, anotemos el aspecto religioso. La complejidad del texto, ese conocimiento profundo de los entresijos del catolicismo, el lugar escogido para «presentarnos» a su víctima. Por muy increíble que pueda parecer, ese hombre cree en Dios. Sus actos, convénzase, le parecen… justos, lo que complica muchísimo nuestro trabajo. ¿Por qué? Porque se comporta como usted y yo. Es el banquero, el cartero, el mozo de mantenimiento… Procure que se censen también los clubes de submarinismo. Seguramente es socio de alguno…

Cortinas de oscuridad apagaban lentamente nuestros rostros. La noche caía con sus grandes sombras movedizas. Concluí:

—Quería mi opinión… Se la he dado… Disculpe si me he extendido un poco…

Del Piero encendió una lámpara de trabajo.

—Lo que cuenta casa perfectamente con el entorno social de los Tisserand. Tengo que confesarlo, estoy… impresionada.

—No es nada del otro mundo. Ahora me toca a mí escucharla…

Esta vez, su sonrisa rozaba lo auténtico.

—Intercambio de buenos modales, ¿verdad?

—Colaboración inteligente, mejor dicho… Reunió un montón de hojas.

—Los Tisserand se casaron en 1970. Pasaron buena parte de su vida en Grenoble. En esa época, son psicoterapeutas en un hospital psiquiátrico. Dejan su región en 1982 destino a París, donde, tras el nacimiento de Maria, fundan una clínica de evaluación de la peligrosidad en Ivry. Una estructura especializada en el tratamiento de pacientes violentos, traídos por los servicios sociales o los establecimientos de salud que no poseen las instalaciones adecuadas. Los internos, de dieciocho a unos cuarenta años de edad, permanecen noventa días, vigilados por psicólogos, enfermeros y personal competente. Una última oportunidad antes del viaje de ida a un hospital psiquiátrico o a la pri…

De repente, se dobló y desapareció a toda prisa, antes de volver a aparecer con un rostro más ligero.

—Efectos secundarios sin consecuencia, decía Diamond, ¡y una mierda! Mi estómago no deja de rugir. No aguantaré un mes así.

Mis labios formaron un sucedáneo de risita. Tras sus aires de tótem inquebrantable, esa mujer cada día me gustaba más. El calor sofocante le alisaba la blusa de una transparencia discreta, un velo de sudor iluminaba sus formas ocultas.

—Sin embargo, tendrá que hacerlo. Volvamos a los Tisserand, por favor…

—Ah… Sí. Tuvieron que mudarse varias veces. Ventanas rotas, coche con pintadas, agresiones verbales y escritas. En los últimos tiempos, al marido lo agredió un tipo de veintiséis años. El hermano de uno de los «internos»… En definitiva, que ese gran berenjenal cuadra con sus palabras. Es evidente que tras eso se esconde una oscura historia de venganza.

—Opino lo mismo, pero una venganza muy elaborada, que implica también a su hija… Más concretamente… Le había pedido a Sibersky que interrogase a los obreros que restauraron la iglesia…

—Sin resultados. Ninguno recuerda haberse percatado del mensaje en la columna. Según el jefe de obra, vista la dureza del hormigón y la profundidad de las letras, se necesitaron por lo menos tres o cuatro horas para inscribir la advertencia. Nos enfrentamos a un amante incansable del buen trabajo, pero ya lo había adivinado…

—¿Y la investigación de proximidad? ¿Han podido interrogar a testigos? ¿Quién se encarga de establecer la lista de los fieles? Habría que…

Del Piero dio una palmada.

—¡Basta, comisario! ¡Conozco un poco el oficio, hombre! En Lyon también existen criminales. Esos puntos están en proceso, las informaciones van llegando. No desdeñaremos ninguna pista.

Me apoyé sobre la mesa, con las manos bien planas.

—¿A qué líneas de investigación da prioridad?

—La clínica y la red «insectos». Vamos a conseguir los historiales médicos de los pacientes, proceder a recortes geográficos, especialmente con Issy-les-Moulineaux. También disponemos de huellas digitales y genéticas, recogidas en el confesionario.

Encendí un último cigarrillo.

—¿A qué me destina?

Agitó la boca de izquierda a derecha, echando el humo por la nariz.

—¿Despacho o terreno?

—¿Usted que cree?

—Ha visitado el P3. ¿Le apetecen los insectos?

—¿Puedo escoger?

Levantó los hombros, mirando fijamente por enésima vez el teléfono mudo.

—Póngase en contacto con el entomólogo para las
Cochliomyia hominivorax
. Dese una vuelta por las aduanas, los aeropuertos, vea cómo se introducen esos bichejos en nuestro territorio. Meta las narices en los mercados, las tiendas especializadas. Y encuentre también la fuente de la miel… ¿Dónde la consigue? ¡Muévase, comisario, sé que eso le encanta! La calle y los monstruos que la habitan son suyos… Pero esta vez ¡manténgame informada de forma regular y respete los procedimientos! No admitiré ningún desliz de los chicos de mi equipo, por muy buenos que sean… Y… —Desvió la mirada hacia sus hojas.

—… Es muy bueno, comisario… Nuestras bases son sólidas, tengo confianza…

—Yo no. Una chica de diecinueve años se pudre en algún lado. Pululan centenares de anófeles infectados, dispuestos a atacar si no han empezado ya. El mensaje habla de plaga, de diluvio. Tengo la impresión de que este berenjenal no ha hecho más que empezar.

Y cuando me levantaba y los espectros de la noche devoraban los rojos del crepúsculo, restallaron los largos timbrazos obsesivos, que la comisaria se decidió a interrumpir tras una larga expiración.

—El laboratorio…

A veces tengo malos presentimientos. Pero nunca de tal intensidad…

Capítulo 12

«—Éloïse te sigue llamando, Franck. Cada vez es más difícil soportar sus llantos. Constantemente me repite que es culpa mía.

»—No, es culpa mía, cariño. Debería haber velado por vosotras. Todo es tan… doloroso para mí… Me gustaría tanto estar a vuestro lado. Ya nada tiene sentido aquí…

»—Hace frío y está oscuro a nuestro alrededor. ¿Por qué es así? ¿Qué ocurre, Franck? ¿Acaso hemos hecho el mal? Tengo frío… Tengo frío… Hay…, hay como presencias, a nuestro alrededor. Son… ¡Dios santo!

»—¡Suzanne! ¿Qué os está ocurriendo? ¡Suzanne!». Un grito. Oscuridad. Agua, por todas partes. Mi sudor. Jadeos. Los trenes. Bólidos en fusión que se arrancan las entrañas. En el agujero de la oscuridad, todos los miembros me temblaban, enlutados de frío. Una pesadilla…

La voz surgió.

—¡Mi querido Franck! ¿Qué te ocurre?

Un balazo en el pecho. Esa voz… ¡No! ¡No puede ser! Palpé el interruptor. Se erguía delante de mi cama, en bata, las manos pegadas al cuerpo. La pequeña del libro de
Fantomette
. Los ojos le brillaban con una luz plateada, el pelo, impecablemente peinado, le caía sobre los hombros. Se acercó más.

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