Lugares donde se calma el dolor (34 page)

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Authors: Cesar Antonio Molina

Tags: #Relato, Viajes

BOOK: Lugares donde se calma el dolor
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«¡Moscú! ¡Moscú! ¡Te quiero como un hijo, / como un ruso, con fuerza, ardor y cariño!», confesó Lérmontov en uno de sus poemas, pero —como escribe Tatiana Pigariova— «la madre-ciudad tan adorada por él se portó con la herencia del poeta como una madrastra. La casa museo donde había nacido fue demolida para dejar el solar a uno de los siete rascacielos estalinianos. Como compensación, en los años sesenta del siglo XX se instaló justo al lado una estatua del poeta que, a su vez, desempeñaba otra función, la de adornar el vacío que dejó la demolición de la Puerta Roja, monumento conmemorativo de la coronación de la emperatriz Isabel Petrovna».

En San Petersburgo, en La Casa de la Literatura, hay varias salas dedicadas al autor de
Un héroe de nuestro tiempo
. En este edificio neoclásico de mediados del siglo XIX, que fue la antigua Aduana, se conservan documentos y objetos originales de algunos de los más grandes escritores rusos. En las salas dedicadas a Lérmontov hay infinidad de retratos suyos; así como dibujos y acuarelas pintadas por su mano: ángeles, vírgenes y óleos con los rostros de su madre y su abuela (no son originales sino buenas copias) y de una de sus primeras novias, Barbara. Lérmontov tenía a gala ser descendiente de aristócratas escoceses y españoles. Siempre se vanaglorió de proceder del duque de Lerma, a quien vemos retratado imaginariamente por el poeta: tez oscura y barbado. Confesó que lo había soñado así. Aquí hay manuscritos de sus obras, cartas, libros y un buen montón de documentos.
El ataque de los húsares
lo pintó Mijaíl a partir de su experiencia guerrera. Entre los objetos que más apreciaba tenía la máscara mortuoria de Pushkin. Lérmontov a veces pintaba paisajes en compañía de su amigo Gagarin, también muy aficionado a este arte. Las pinturas son de carácter realista. La naturaleza que a él le gustaba reflejar expresaba muy bien su espíritu órfico. Estos lugares, fríos, inmensos, pétreos y desolados, sacan a la luz emociones muy profundas. «En el siglo XIX, en Rusia, los defensores del populismo, como Chernishevski, defendían que la función del arte era ayudar a los hombres a satisfacer más racionalmente sus necesidades, diseminar el conocimiento, combatir la ignorancia, el prejuicio y las pasiones antisociales, mejorar la vida en el sentido más literal y estrecho de estas palabras. Así se dedicaron a difundir que el principal valor de pintar marinas consistía en que mostraban el mar a quienes, como los habitantes de la Rusia central, vivían demasiado lejos de él para poder verlo por sí mismo», escribe Berlin. Nada más alejado de la pintura intimista de Lérmontov a pesar de los grandes espacios que captaba. También se ven en este museo espadas, cuchillos y pistolas de su propiedad, así como diversos objetos personales: el icono de la abuela, pantuflas, bastones, abrecartas, monederos, hombreras, el cepillo para las uñas, diversos libros, un catalejo, etc. La pistola que utilizó para el duelo es una copia, «… estos gatillos asiáticos fallan con mucha frecuencia cuando están mal engrasados o cuando no se aprieta bastante con el dedo. Confieso que no me gustan nada las armas de fuego circasianas, me son antipáticas; tienen la culata muy pequeña, y al apuntar se quema uno las narices. En cambio, los sables ¡ésos tienen toda mi admiración!». El suceso aconteció en Massuck, muy cerca de Chechenia. Un amigo dibujó los últimos momentos de su vida, el cuerpo muerto y desfigurado por los golpes contra las rocas. Lérmontov fue enterrado en el mismo lugar donde cayó. Un año después sus restos fueron trasladados a una finca que había heredado de su madre. Ahora el lugar del duelo está marcado por un mojón. «Disparé… Cuando se disipó el humo, vimos que Gruschnitski había desaparecido; en el lugar donde había estado quedaba una ligerísima columnita de polvo que se extendía hasta el borde del abismo […]. Al descender el sendero vi allá abajo, entre las rocas, el cuerpo ensangrentado de Gruschnitski, y cerré involuntariamente los ojos…»

La Casa de las Fuentes (San Petersburgo)

La Casa de las Fuentes está situada en el centro de la ciudad de San Petersburgo, «en la Venecia de las dagas», en «el estuario del Leteo-Neva», en «Piter, la vieja ciudad, / construida con el sudor del pueblo…», como metafóricamente describe Anna Ajmátova la posteriormente rebautizada y sovietizada como Leningrado. La Casa de las Fuentes pertenece a un ala del antiguo Palacio Sheremetev, una de las mansiones petersburguesas más espléndidas del siglo XVIII. Fue aquí donde residió la poeta durante las tres décadas más decisivas de su vida. La familia Sheremetev construyó el palacio a comienzos del siglo de la Ilustración. También se la conocía como La Casa de las Fuentes (Fontanny Dom) por las muchas fuentes que rodeaban el inmueble. La estructura barroca fue llevada a cabo, a mediados del mil setecientos, por los arquitectos Chevakinski y Argunov. Ricos y mecenas, los descendientes del mariscal de campo Boris Sheremetev llegaron a poseer más de doscientos mil siervos, entre ellos, actores, compositores y músicos. El coro del palacio fue ensalzado por personalidades, por ejemplo, Liszt. Ahora el recinto alberga el Museo de la Vida Musical. Contiene una magnífica muestra de instrumentos antiguos, partituras y otros muchos recuerdos de conciertos y representaciones.

Anna Ajmátova se estableció inicialmente en el ala norte del palacio en el otoño del año 1918. Este espacio se había dividido en pisos comunales, quedando así en entredicho el lema de la divisa colocado en el escudo de La Casa de las Fuentes, que decía:
«Deus conservat omnia»
(«Dios lo conserva todo»). Dicha leyenda figurará «a manera de prólogo» en
Poema sin héroe
.

Llegó la escritora con su segundo marido, el orientalista, asiriólogo y poeta Vladimir Kazimirovich Shileiko, famoso por su don de lenguas. Entre las muertas y las vivas dominaba más de medio centenar. En ese año de 1918 Anna se separó de su primer esposo Nikolái Gumiliov y se casó con Shileiko. De ese año es este poema de Nikolái titulado «Un sueño»: «Extraviado en un sueño tonto / Desperté muy afligido: / Soñé que tú amabas a otro / Y que él te había ofendido. // Entonces me arrojé de mi cama / Como un asesino huye del cadalso / Y miré con aire sombrío / Los faroles opacos brillando. // Quizás, nadie tan solitario / Ha vagabundeado tanto esa noche / Por las calles tristes y oscuras / Y por los cauces secos de los ríos. // Te he amado así sin remedio / No tengo alternativa / Mas sabes bien que no podría / Inquietar tu corazón. // Sé que él te ofendió / Aunque todo haya sido en un sueño / Sin embargo, yo sé que me muero / Por ese sueño sin razón» (Versión de J. Bustamante). Ajmátova no era de San Petersburgo sino de Bolschoi Fontan, cerca de Odessa, donde había nacido en el año 1889. Su padre era ingeniero de la marina mercante. Cuando niña, se fueron a vivir a Tsárskoye Seló, la pequeña ciudad endonde estudió de niño Pushkin, cercana a la antigua capital rusa fundada por Pedro el Grande. Separados los padres, ella se marchó con la madre a Yevpatoriya y terminó los estudios de bachillerato y universitarios en la ciudad de Kiev, donde cursó derecho y literatura. El verdadero apellido de Anna era Gorenko. Ajmátova lo tomó de su bisabuela materna, que pertenecía a la nobleza rusa. En 1910 se casó con Gumiliov. Con él viajó a París y conoció a Modigliani, que le pintó un retrato del cual ella ya jamás se separó. Durante esos años participó en la agitada vida cultural de San Petersburgo. Fue fundadora del acmeísmo con Mandelstam, Gumiliov, Godoreski y otros poetas. Publicó en revistas poemas y notas críticas, así como dio a la luz sus primeros libros:
La tarde
(1912),
El rosario
(1913)
y La bandada blanca
(1917). Coincidiendo con la aparición del primer poemario, nacería su único hijo, Lev Gumiliov. Ajmátova confesó que le intrigaba la idea de serle útil a un gran erudito y evitar así los problemas de celos y rivalidad surgidos con Gumiliov. Su segundo esposo desempeñó importantes trabajos académicos y representativos. No fueron suficientes cargos para evitar los años de hambre y penurias: «Había dejado a Gumiliov sin llevarme nada conmigo. Shileiko estaba enfermo. Él podía prescindir de todo menos de su té y el tabaco. Raramente cocinábamos, pues no sólo no había comida, ni siquiera recipientes para cocinarla». Cuando Gumiliov obtuvo el divorcio se casó inmediatamente con Anna Nikolaevna Engelhardt, aunque continuó manteniendo relaciones amistosas con su anterior esposa y el nuevo marido. En el año 1919 una edición del
Gilgamesh
fue publicada conjuntamente por Gumiliov y Shileiko. El primero había vertido este poema épico del francés, mientras que el segundo había escrito la introducción.

La fase inicial de la vida de Ajmátova en La Casa de las Fuentes tan sólo duró dos años. La dedicó íntegramente a ayudar al marido en sus metas científicas. El palacio había sido abandonado por los antiguos propietarios. Estaba medio vacío y aún deambulaban por entre los salones algunos de los viejos criados. El pasado y el presente convivían, a veces violentamente, y Ajmátova se sintió guardiana de ambos. En el otoño del 192o el matrimonio abandonó La Casa de las Fuentes y pronto se separaron. Ella comenzó entonces un peregrinaje por diferentes domicilios de la ciudad, hasta que retornó, a finales de la década de los veinte, a La Casa de las Fuentes. Esta vez, sin embargo, se alojó en el ala sur, en concreto, en el apartamento del crítico de arte Nicolái Punin, con quien había iniciado una relación amorosa. Vivían aquí la primera esposa de Punin, su hija, la madrastra, el ama de llaves de la familia y, posteriormente, se incorporaría el hijo de Anna. Con anterioridad Ajmátova había visitado varias veces a Punin en ese lugar. En una carta él le dice: «La habitación quedó vacía cuando tú te fuiste». La vida en La Casa de las Fuentes era complicada para Ajmátova debido a la presencia en el apartamento de la primera familia de Punin. En su juventud Nicolái Punin había publicado en la revista
Apollon
junto con Gumiliov y Ajmátova. Los intereses profesionales de ambos amantes estaban relacionados con el arte bizantino y los antiguos iconos rusos. Punin fue uno de los fundadores del departamento de iconos en el Museo de Arte Ruso. Él siempre fue muy sensible a la religión desde el agnosticismo: «Sin religión, no puede existir un verdadero sentido del mundo, ni siquiera una visión del mundo». Ajmátova tampoco se identificaba con los intentos del arte comunista por destruir los logros culturales del pasado y crear algo absolutamente nuevo. Ni el nuevo régimen, ni el nuevo arte realista, lograron llevar a cabo las transformaciones sociales y espirituales que tanto habían esperado. En el año 1925 Punin escribió en su diario: «Respecto a la política sentimos como si el final aún no estuviera a la vista; el final debería haber llegado hace mucho. Esto produce una sensación de vacío. Respecto a la cultura nos han hecho retroceder medio siglo. La sensación es de ahogo. Nos estamos asfixiando, atrofiando y agotando». Punin criticaba la imposición del realismo como único método creativo. A pesar de todo no se exilió. Ajmátova compartió la vida con este hombre más tiempo que con ningún otro. Se casaron en 1925 y se separaron en 1938, sin abandonar la casa y teniendo a los mismos vecinos. Fue un amor difícil y tormentoso. La sombra de la primera mujer —que no quería divorciarse— planeaba sobre ambos. Ajmátova tuvo siempre la mala conciencia de haber destruido un hogar.

A finales de 1926 la poeta se instaló de nuevo y definitivamente en La Casa de las Fuentes. El estudio de Punin se convirtió en la habitación de la amante. Punin y sus dos Annas tuvieron que admitir esta compleja situación y sobrellevarla de la mejor manera posible. Ella siguió publicando:
Llantén
(1921),
Anno Domini MCMXXI
(1922) y, a partir de aquí, le fue prohibido publicar hasta el año 1940. Acusado de haber preparado una conspiración contra Lenin, Nikolái Gumiliov fue ejecutado en 1921. Lev, el hijo de ambos, se instaló con su madre en el año 1929. Después de la revolución se lo habían dejado a su abuela paterna en la ciudad de Bezhetsk, en la provincia de Tver. A comienzos de los treinta se promulgó una ley de «densificación» de la habitabilidad de las viviendas. Las autoridades soviéticas pensaban que una sola habitación era suficiente para dormir, trabajar, reposar, comer y recibir visitas. Así pues, los apartamentos se transformaron en comunas. Todas las habitaciones daban a un pasillo donde estaban los servicios comunes. Bulgákov en
Corazón de perro
ironiza sobre este proceso. Lev armó un estudio al final del pasillo e improvisó una cama encima de un baúl. La vida se complicó cada vez más, la leña empezó a escasear, se introdujeron las cartillas de racionamiento, el libre comercio fue prohibido y comenzaron a formarse grandes colas para conseguir queroseno. La relación entre Ajmátova y su hijo fue siempre tensa. Más por parte de él que de ella. Nunca se sintió bien recibido en La Casa de las Fuentes y, además, alojó en su corazón un profundo resentimiento contra la madre por el hecho de haber pasado su infancia sin ella. A todo esto había contribuido también la sombra de su padre, desaparecido a causa de la represión política. Cuando Gumiliov fue ejecutado, Lev tenía nueve años. A partir de entonces sus mismos compañeros de colegio lo marginaron. En San Petersburgo Lev únicamente fue admitido en una escuela de la cual Punin era el director. La entrada en la universidad la tuvo vetada durante años debido a sus «orígenes sociales». En el año
1933
Lev fue detenido sin motivo alguno por primera vez.

A comienzos de los años treinta el apartamento de La Casa de las Fuentes recibió nuevos inquilinos proletarios, que se atrevieron a enseñarles a Ajmátova y a Punin las nuevas formas revolucionarias de convivencia. A partir de entonces vivieron bajo la amenaza de ser denunciados. El propio palacio también sufrió las más duras transformaciones. Lo vaciaron de lo poco que aún contenía y lo dedicaron a diferentes menesteres burocráticos. En octubre del año
1935
, Lev Gumiliov y Punin fueron detenidos en La Casa de las Fuentes. La denuncia procedía de un delator cercano a ellos. Finalmente se supo que había partido de un compañero de estudios de Lev. Delatar voluntariamente o bajo amenazas era algo habitual en aquellos tiempos. Lev justificó su detención de la siguiente manera: «En aquella época, en Leningrado, se desató una persecución contra los universitarios procedentes de las familias de la
intelligentsia y los
estudiantes que sobresalían». Tras la detención del hijo y del antiguo marido, Ajmátova escribió el poema «Te llevaron al alba», incluido en
Réquiem: «Te
llevaron al alba, / y fui tras ti como en un entierro / En el ático oscuro llorabanlos niños, / Y ante la imagen sagrada se derretía la vela, / En tus labios estaba el frío del icono / Y un sudor mortal en tus cejas… ¡No lo olvidaré! / Como las viudas de los Streltsy / Aullaré bajo las torres del Kremlin». Ajmátova, aquella misma noche de las detenciones, se fue a Moscú y le escribió una carta a Stalin. Aseguraba en ella que ni su hijo ni su actual marido, Nicolái Punin, eran conspiradores ni criminales políticos. Ambos fueron liberados poco tiempo después. Anna nunca llegó a saber que ella también estuvo a punto de ser detenida. Durante este tiempo, la poesía le volvió a brotar tras una larga sequía de años. Así, lentamente, comenzó a escribir
Réquiem
. La noche después de la detención de Punin y su hijo, Ajmátova y la primera mujer de su entonces ya ex marido Punin, Anna Eugenievna Arens, temiendo un registro de la casa, quemaron en una estufa todos los documentos comprometedores. En aquellos momentos Anna debió pensar, una vez más, en las propuestas que tuvo para emigrar, pero ella ya lo había escrito y decidido: «Hubo una voz en mí. Llamó consoladora / y dijo: “Ven aquí, vente, / deja tu tierra apartada y pecadora, / deja Rusia para siempre. / La sangre de la mano yo te limpiaré, / del corazón arrancaré la negra vergüenza, / con nuevo nombre yo te cubriré / el dolor de la derrota y de la ofensa”. // Pero tranquila, indiferente, / con las manos tapé mis oídos, / para que esta lengua indecente / no ensuciara el espíritu afligido» (de
Llantén
, firmado en
1917)
. La novelista Nina Berberova (San Petersburgo,
1901-
Filadelfia,
1993)
se marchó con su familia en el año
1925
. Primero residió en París, donde pasó la ocupación alemana y la posguerra. Después, en el año
1950
, se fue a Estados Unidos a vivir un segundo exilio. Sus obras están permanentemente relacionadas con estos asuntos. En el año
1922
, Ernest Hemingway, publicaba en
The Toronto Daily Star
un artículo titulado «París está lleno de rusos». El escritor norteamericano contaba situaciones como las siguientes: «Vagan por París con la esperanza infantil de que todo se arreglará de algún modo, lo cual es encantador cuando se presencia por primera vez y algo exasperante al cabo de varios meses. Nadie sabe con exactitud cómo viven si no es vendiendo joyas, objetos de oro y reliquias de familia que trajeron consigo a Francia cuando llegaron huyendo de la revolución».

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