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Authors: Cesar Antonio Molina

Tags: #Relato, Viajes

Lugares donde se calma el dolor (38 page)

BOOK: Lugares donde se calma el dolor
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Ajmátova descubrió en el presente muchas historias del pasado encerradas entre aquellos muros de la Casa de las Fuentes. En el jardín interior estaba el viejo roble, bajo el cual, en los años veinte, Ajmátova y Punin fueron fotografiados. El roble del jardín Sheremetev sobrevivió a la segunda guerra mundial; junto a él se cavaron trincheras donde los residentes de la Casa de las Fuentes encontraron refugio de las incursiones aéreas. Frente a la ventana de la habitación de Ajmátova crecía un arce al que ella se refiere en
Poema sin héroe
en la «Segunda parte.
Intermezzo
. Cruz». Lleva por cita la frase de María Estuardo, reina de Escocia:
«My future is my past»
. Eliot, en los
Cuatro Cuartetos
, lo transformó en
«In my beginning is my end»
. También incluye otra cita de Pushkin perteneciente a «Una casita en Kolomna»: «Bebo en las aguas del Leteo / El médico me ha prohibido la tristeza». El texto de Ajmátova dice así: «Lugar de la acción: Casa de Fontanka. Tiempo: 5 de enero de 1941. En la ventana el espectro de un arce nevado. Acaba de pasar la infernal arlequinada del año trece, despertando el silencio de la gran época taciturna, y dejando tras ella este desorden propio de los cortejos festivos o fúnebres: humo de antorchas, flores en el suelo, sagrados recuerdos perdidos ya para siempre. En la chimenea aúlla el viento y en este aullido se pueden adivinar profunda y hábilmente fragmentos ocultos de
Réquiem
. Sobre lo que aparece en los espejos mejor no pensar».

¿Se conserva aún el roble y el arce? Los árboles que se encuentran junto a mí, quizá medio centenar, son arces, robles, tilos; pero calculo —y no soy nada experto— que no tienen más de cuarenta años. Quizá un poco más los protegidos por una pequeña verja de hierro en medio del jardín ¿Son robles plantados en el mismo lugar donde estuvo el otro centenario? Quizá alguno fue testigo de los últimos años de la poeta. En el suelo aún se percibe la nieve sin derretir y las hojas muertas han sido retiradas por los jardineros: «En el pasado madura el futuro, / Y en el futuro el pasado se consume: / Una pavorosa fiesta de hojas muertas…».

Isaiah Berlin cuenta cómo entró en el piso donde en una humilde habitación vivía Ajmátova. Hoy, antes de llegar al piso, hay que pasar por un bajo donde está la recepción y hay varias salas de exposiciones temporales. En la entrada exterior hay una gran lápida fijada a la pared con el rostro joven en relieve de la poeta. Subo por esas mismas escaleras de madera, oscura y empinadas, hasta que llego al tercer piso. La puerta se encuentra entornada. La empujo y se me abre. Entonces, ante mí, aparece la entrada. Hay un paragüero repleto de paraguas de otras épocas. Ropa femenina de abrigo, también de otros tiempos, cuelga de un perchero de madera. Contra una de las paredes está apoyado un arcón. Encima de él, un generoso espejo y una vieja linterna abandonada sobre una pequeña mesilla. Todo este atrezo perteneció a la escritora. Da la sensación de que la vida continúa en aquel lugar ahora detenido. Inmediatamente después se accede a la cocina. La cocina, propiamente dicha, es de las antiguas: grande y de hierro. Sobre la mesa de madera donde comían, se apoya la señora que cuida de esta ala de la casa. Un ruidoso reloj continúa dando las horas. Encima de un armario de madera está la porcelana, un molinillo de café y otros instrumentos para cocinar. A partir de aquí se abre un larguísimo pasillo. Es estrecho y está únicamente iluminado por la luz artificial. Todas las habitaciones daban a él. El pasillo está sin reparar, descarnado, con las paredes tal cual debieron dejarlas los últimos inquilinos. Antes de pintarlas se las empapelaba con periódicos. Aunque no entiendo el cirílico, puedo adivinar la época mirando las fotos y los números árabes impresos bajo las cabeceras. Muchos pertenecen a los años cincuenta y sesenta. El papel de periódico tiene fama de proteger contra el frío, y el invierno en San Petersburgo era y es tremendo.

Para llevar a cabo la visita hay que recorrer todo el pasillo hasta el fondo y, desde allí, volver hacia la entrada por otro corredor paralelo que va dejando a la vista las habitaciones. Si pudiéramos verlo desde fuera, sería como uno de esos pisos de las casas de muñecas, abiertos, sin fachada. Al fondo del corredor surge una habitación semicircular ganada a otro espacio distinto al que tuvo la vivienda. Se alberga aquí todo un museo relacionado con la época de la poeta. En las vitrinas hay manuscritos, documentos, fotos, objetos personales, tales como guantes y abanicos, postales de Roma, París, Venecia, Florencia o Moscú enviadas por ella o a ella. Siluetas recortadas de Mandelstam, Maiakovski, Blok, Gumiliov. Cartas, carnets de identidad. Invitaciones para acudir a las fiestas artísticas y literarias del cabaret El Perro Vagabundo, así como las medallas que este establecimiento otorgaba a sus clientes más respetables. La que se muestra perteneció a Nikolái Gumiliov. Fotos con Stanislavski y un montón de intelectuales, artistas y escritores de aquel tiempo. Entre los manuscritos se pueden ver fragmentos del
Poema sin héroe
. Hay primeras ediciones de Ajmátova y sus amigos más cercanos, así como revistas literarias y manifiestos acmeístas y futuristas. De entre los cuadros y dibujos hay uno muy dramático de Goncharova titulado
La fosa común
. Un ángel se desliza sobre los muertos, cerrándoles los ojos abiertos antes de que se los coman los cuervos. Hay un retrato al óleo de Gumiliov pintado en París, así como grabados del siglo XVIII de San Petersburgo. Uno de los retratos de la escritora fue pintado por Olga DellaVos- Kardovskaya. Está una edición de la
Divina comedia
en ruso, así como la
Ilíada
que Gumiliov llevaba siempre consigo. Las páginas por donde se abre la obra de Homero están totalmente anotadas en los márgenes, como el resto del volumen. La letra es pequeña y escrita a lápiz. Su propietario jamás se desprendió del libro. Lo acompañó tanto a la guerra como a las prisiones por donde pasó hasta que le quitaron la vida. Hay una carta de su otro marido, Punin, enviada desde Samarcanda adonde había sido evacuado durante la primera guerra mundial: «Cuando creía que me iba a morir, pensaba en usted». Aquí se ve el original de la foto familiar de ella, Gumiliov y Lev, el hijo de ambos. También están las ropas, el birrete y los diplomas entregados por la Universidad de Oxford, cuando la nombraron doctor
honoris causa
. Hay otros varios recuerdos del joven Brodsky, a quien Anna consideró un hijo poético. En una especie de gran
collage
de fotos aparecen todos los miembros de aquella Edad de Plata que acabaron suicidados, asesinados, desterrados interior o exteriormente y, al fin y al cabo, perseguidos. Una de las vigilantes, al darse cuenta de que estoy mirando al jardín, me indica el lugar donde pusieron —según ella—una estatua de Stalin para que cada mañana, al levantarse, no se olvidara de quién mandaba. Semejante adefesio era una profanación, pero por aquellos tiempos la profanación era algo habitual.

Después de contemplar esta recreación de la vida literaria de San Petersburgo durante las dos primeras décadas del siglo XX, comienzan las habitaciones. En la primera se explica la transformación de Petersburgo en Leningrado. Hay folletos de las fiestas literarias, conciertos , representaciones teatrales, lecturas poéticas; recortes de periódicos como, por ejemplo, el
Petrogradskaya Pravda
; una ilustración dedicada a la ejecución de Nicolái Gumiliov y también las últimas ediciones rusas de libros de poetas contemporáneos exiliados después de la revolución.

La siguiente habitación es el estudio de Nicolái Punin. Está recreada según debieron tenerla él y Ajmátova entre los años 192o y 1938. Hay un escritorio y encima de él libros y manuscritos de ambos. La mesa de trabajo tiene un cristal que protege la madera, cubierta con un tapete verde. El tintero está junto a una lámpara de pie. A Punin le gustaba lo oriental y en uno de los armarios con libros hay un pequeño buda. Una cámara antigua de fotosse sostiene sobre un trípode junto a una cartera de trabajo. En las paredes hay retratos de Anna realizados por Zinaida Serebriakova y Nikolái Tirsa. Esta habitación, como el resto de las demás, es de un espacio mínimo. Aquí Ajmátova vivió años de silencio, olvido y creación. Aquí además asistió al arresto de Punin y a los sucesivos de su hijo Lev Gumiliov. Aquí escribió gran parte de su obra y comenzó el
Réquiem
.

La siguiente estancia es la sala de estar donde se reunían la familia y los amigos. También servía de comedor. Está pintada de rosa. Tiene un tresillo rojo, un arcón, tocadiscos y algunos vinilos, varios de ellos de música española, un álbum de fotos, estufa de azulejos y un dibujo de Pushkin de 1899 firmado por Muta. Hay fotografías del archivo de la familia Punin y Arens (la anterior esposa), manuscritos de Ajmátova de este período y documentos de la época del terror, tales como el pase de Ajmátova y Punin para poder atravesar el Palacio Sheremetev, llegar al jardín interior y ascender a las habitaciones de la casa.

La siguiente habitación es el lugar donde vivió Ajmátova desde el año 1938 al 1941. Fue la época del arresto, las prisiones y la segunda guerra mundial. Aquí acabó el
Réquiem y
comenzó a trabajar en
Poema sin héroe
. El arcón le perteneció y fue un regalo de su amiga, la actriz Olga Soudeikina, quien emigró de la Unión Soviética en el año 1924. Hay también un peine regalado por su primer marido, Gumiliov, así como una colección de botellas de cristal veneciano. Aquí también vivió su hijo Lev.

La última habitación es donde acabó de escribir
Poema sin héroe
. Aquí pasó los últimos años de su estancia desde 1944 a 1952. Hay manuscritos y documentos. En una colección hemerográfica se pueden ver alguno de los panfletos publicados contra ella y el escritor Mikáil Zoshenko. También se muestran números de la revista
Zvezda y Leningrado
. Se conserva la corteza de un abedul sobre la cual un preso inscribió un poema de Ajmátova durante el encierro en un campo de concentración estalinista.

Las estancias rehabilitadas no dan la sensación de abandono y decrepitud que debieron tener. Como ahora son estancias-museo están demasiado cargadas de objetos. Lo que vio Berlin fue distinto de lo que yo ahora contemplo si hago caso de su descripción: «La habitación estaba vacía y desnuda: ni alfombras en el suelo ni cortinas en las ventanas, sólo una mesa pequeña, tres sillas, un arcón de madera, un sofá y, cerca de la cama, un dibujo de Ajmátova —la cabeza inclinada, recostada en un diván—, un apunte rápido de su amigo Amadeo Modigliani…». Allí el Modigliani cuelga precioso, pero no sé si es el original o una copia. Sobrecoge pensar que aquí vivieron tantas vidas aterrorizadas, sin derechos, hambrientas y sometidas a todo tipo de vejaciones. Sobrecoge pensar que aquí pasó encerrada gran parte de su vida una de las más grandes poetas del siglo XX. Cada verso que escribía era un rezo: «Y no sólo por mi rezo, / Sino por quienes permanecieron allí conmigo, / En el frío feroz y en el infierno de Julio, / Bajo el muro rojo y ciego…»
(Réquiem)
.

Salgo nuevamente al jardín interior y me siento en uno de los bancos de madera. Desde aquí lo siento todo en calma, como si nada hubiera pasado. Miro hacia la ventana de la habitación de la escritora y me imagino cuántas veces debió tener ella sus ojos perdidos en este paraíso infernal. Como el frío no da cuartel me levanto y de nuevo salgo a la calle.

Stray dog: café, bar, restaurante, teatro, cabaret, galería. Iskusstv Sq. 5 (San Petersburgo)

El Perro Vagabundo existe. Se encuentra en una esquina de la Plaza de las Artes. La corta calle Mijaílovskaya enlaza la Perspectiva Nevski con la Plaza de las Artes, a la que da la fachada principal del palacio Mijaílovski, edificio central del Museo de Arte Ruso. El palacio fue construido por el arquitecto Carlo Rossi para el príncipe Miguel, hermano menor del emperador Alejandro I. Desde la Nevski se ve bien la parte central del palacio, así como la plaza delante de éste, en cuyo centro se alza el monumento a Alexander Pushkin, obra del escultor Mijaíl Anikushin. La estatua de pie del poeta fue instalada en el año 1957 para conmemorar los ciento cincuenta años del natalicio del escritor. Nicolás II compró el palacio e instaló en él el Museo Imperial de Arte Ruso Alejandro III. En 1916, contiguo al palacio, fue levantado otro edificio que lleva el nombre del arquitecto, Benois. En el museo hay una colección extraordinaria de iconos rusos de los siglos XI y XIII, entre los cuales sobresale la pequeña imagen de
El ángel del cabello dorado
. También se guardan pinturas de Andrei Rubliov y Simón Ushakov. La muestra de artistas rusos se prolonga hasta el siglo XX. El palacio de Miguel está en el centro del conjunto arquitectónico de la Plaza de las Artes. Otros edificios que la bordean son el teatro de la ópera y ballet Modest Mussorgski y la sala filarmónica Dimitri Shostakóvich, ubicada en el edificio de la antigua asamblea de la nobleza, construido por el arquitecto Paul Jacot. En la bellísima sala de columnas blancas actuaron Wagner, Mahler o Richard Strauss. En agosto del año 1942, en plena guerra mundial, fue interpretada por vez primera la
Séptima sinfonía
de Dimitri Shostakóvich. En el sótano de un edificio de esta misma plaza estuvo albergado el primer teatro-cabaret, El Perro Vagabundo, cuyas paredes estaban decoradas con pinturas de Serguei Sudeikin y otros pintores vanguardistas de principios del siglo XX. En la calle Mijaílovskaya se encuentra el edificio de uno de los hoteles más lujosos de Petersburgo, el Europa, construido en el año 1870 por el arquitecto Luigi Fontana.

La tarjeta que tengo en mis manos, por una parte hace publicidad del nuevo El Perro Vagabundo en caracteres latinos, en inglés; y por la otra, en cirílico, en ruso. El emblema es el mismo. Un perro sentado a tres patas, con la cola enroscada, girada la cabeza hacia atrás con una cuerda atada al cuello y con una de las patas delanteras apoyada sobre una máscara de teatro. El local está sumergido en un sótano. Bajadas las escaleras se penetra en una entrada diáfana donde sólo hay algunas mesas con montones de revistas ofreciendo la información turística y cultural de la ciudad. Este espacio, ahora desocupado, hace a veces de galería de arte. Luego el establecimiento se divide en dos partes. Una especie de bar-confitería con mesas, y un restaurante. Ambas zonas están conectadas por un pasillo que alberga cocinas y servicios. La distribución se transforma cuando el local vuelve a utilizarse como cabaret y teatro. Este espacio submarino fue el centro angular, el ombligo de aquella Edad de Plata. Por aquí pasaron futuristas y acmeístas, todos rebeldes contra todo. Por aquí pasaron los formalistas rusos, padrinos de unos y verdugos de otros. Brik, Jacobson y Tunianov apoyaron el futurismo; mientras que Zirmunski, Vinogradov y Tomasevski sintieron simpatía por el acmeísmo. En El Perro Vagabundo corrían de mesa en mesa las revistas y manifiestos de unos y otros.
Apolo
(1913) fue el órgano programático de los acmeístas y Gumiliov y Gorodetsky sus máximos agitadores. Mandelstam y Ajmátova estuvieron en un segundo plano más reflexivo y menos virulento. En su arenga «La herencia del simbolismo y el acmeísmo», el primer marido de Ajmátova, Gumiliov, criticaba el simbolismo por aburrido, abstracto, impúdico y frío como la teología. Proponía una mayor relación con la vida y una poesía mezcla de la tradición rusa proveniente del romanticismo y la europea de influencia francesa. También, sobre todo en el caso de Mandelstam, fue decisiva la relectura de alguno de los poetas clásicos grecolatinos y renacentistas italianos. En la misma revista
Apolo
, Gorodetsky publicó el ensayo titulado «Algunas tendencias en la poesía rusa contemporánea».
Hiperbórea
fue otra de las publicaciones acmeístas. Ajmátova participó también en calidad de secretaria en el
Taller de los poetas
, fundado por Gumiliov y Gorodetsky en el año 1911.

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