Las ardillas de Central Park están tristes los lunes (103 page)

BOOK: Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
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Cogió sus grandes gafas negras, un fular de muselina rosa moteado de blanco, levantó los hombros, respiró tres veces, se deseó buena suerte y franqueó el umbral de su apartamento.

El conserje la vio pasar y le gritó
have a good day!
[85]

Ella gritó una respuesta y oyó su voz que temblaba...

Entró en el parque por la puerta frente a su casa.

Caminó hasta el quiosco que vendía bebidas y donuts.

Giró a la izquierda. Subió de frente. Vio la pancarta verde que decía
«Chess and checkers»
... Giró a la derecha y caminó, y caminó. Se detuvo para verificar que no le brillaba la nariz ni se le corría el rímel, cerró con un gesto seco la polvera azul, se mojó los labios, levantó la cabeza y se le cortó la respiración. Ante ella, a una decena de metros, estaba el puentecito de planchas grises.

Franqueó el puente y vio la cabaña.

Una cabaña de troncos grises con un techo enrejado. Cubierto de ramas y hojas. Una cabaña abierta a todos los vientos del norte, del este y del sur.

Entró en la cabaña y le vio.

Estaba sentado en un banco y se inclinaba hacia una ardilla a la que ofrecía un cacahuete.

La ardilla la vio y huyó.

Gary se volvió.

—¡Hortense!

Primero pareció sorprendido. Luego adoptó una expresión recelosa y dijo:

—¿Qué haces aquí?

—Pasaba por aquí...

La miró, burlón:

—¿Pasabas por aquí por casualidad?

—Pasaba por aquí y tuve ganas de entrar... Me paseo muy a menudo por el parque, vivo justo al lado... En Central Park South.

—Desde hace un mes. Lo sé...

Había un reproche en su voz. Un reproche que decía estás aquí desde hace un mes y no has intentado verme.

—Sé lo que piensas —dijo Hortense.

—Pues sí que eres lista...

—Eso es verdad...

Le miró, se quitó las gafas negras, clavó la mirada en sus ojos articulando cada palabra para que entraran en su cabeza y comprendiera:

—Escúchame bien, Gary... No recibí tu mensaje cuando te fuiste de Londres. Nunca. Tienes que creerme... Más adelante supe que querías que me fuera contigo... Y me puse muy triste cuando me enteré de que te habías ido sin decirme nada... Te odié mucho, mucho... Y durante mucho tiempo...

Él jugaba con los cacahuetes que quedaban en el paquete, los aplastaba entre los dedos, los convertía en polvo y los tiraba al suelo.

—Sé que me habías comprado un billete de avión... Pero me enteré hace muy poco. Estaba tan enfadada que tardé mucho en perdonarte. Pensaba que era una declaración de guerra, que tú y yo estábamos siempre en guerra, y después, de pronto, se me quitaron las ganas de hacer la guerra...

Él aplastó un cacahuete y lo peló con los dientes. Se comió otro y acabó diciendo:

—Has decidido poner fin a la guerra y has pensado, voy a ver al viejo Gary, debe de estar con sus colegas en el parque...

—Algo así... Fue tu madre quien me dijo que las ardillas están tristes los lunes...

—Y has encontrado esta cabaña por casualidad.

—No. La he buscado...

—¿Y tú qué buscas, Hortense?

Había rabia en su voz. Rascaba el suelo con la punta del zapato y hundía los puños en los bolsillos.

Ella se apoyó sobre el reborde de madera de la cabaña, dejó el bolso y dijo:

—Pensé que me gustaría saber qué se siente estando en tus brazos...

Él encogió los hombros y alargó las piernas, como si no quisiese en absoluto ponerse de pie para besarla.

Hortense se acercó a él. Se arrodilló. Se cuidó mucho de no tocarle. Y añadió:

—Quería decir en los brazos de un pianista de la Juilliard School. De la famosa Juilliard School de Nueva York...

Gary giró la cabeza hacia ella y murmuró:

—Puedo decirte que produce el mismo efecto que estar en los brazos de cualquiera...

—Eso es lo que tú te crees... Pero yo, por ejemplo, no lo sé... Porque nunca he estado en brazos de un pianista de la célebre Juilliard School de Nueva York...

—Cállate, Hortense, todo eso son estupideces...

—Quizás... Pero mientras no lo haya probado, no podré decir nada... Y no cuesta nada probar, ¿no?

Él volvió a encogerse de hombros. Su mirada la evitaba. Estaba sentado, a la defensiva, hostil, desconfiado.

—¿Quieres que me tire a tus pies? —preguntó Hortense.

—No —dijo él dejando escapar una sonrisa—. Tu vestido es muy bonito y tus cabellos brillan...

—¡Ah! ¿Te has dado cuenta? ¿Así que no me odias del todo?

—Te he odiado mucho yo también...

—Deberíamos hacer las paces porque nos hemos equivocado los dos...

—¡Eso es fácil de decir! —murmuró—. ¡Tú olvidas pronto, yo no!

Hortense se incorporó y dijo:

—¡Peor para mí! ¡No sabré nunca cómo besa un chico de la Juilliard School!

Volvió a ponerse las gafas negras, recogió el bolso y retiró el brazo hacia atrás, como si se batiera en retirada. Se dirigió hacia el parque, aún con el brazo hacia atrás, por si él cambiaba de opinión, despreocupada, como si siempre caminara así, con un brazo detrás...

Estaba a punto de franquear el límite que separaba la sombra de la cabaña del soleado parque cuando notó la mano de Gary que le sujetaba el brazo, los brazos de Gary atrayéndola hacia sí, y la boca de Gary pegarse a la suya.

La besó, la besó y ella se dejó llevar, pegada a él, suspirando.

Apoyó la cabeza en el hueco del hombro, jugó con el cuello de su camisa, levantó la cabeza, sonrió y dijo:

—Tenías razón... No hay nada extraordinario en estar en brazos de un chico de la Juilliard School.

Él se apartó, sorprendido y furioso.

—¿Cómo que «nada extraordinario»?

—¡No! La rutina habitual..., creo incluso que prefiero al Gary de París o de Londres...

—Ah...

La miró un momento en silencio, desconfiado, preguntándose si bromeaba o no. Ella canturreaba, jugaba con los botones de su camisa haciendo la mueca de la que está un poco decepcionada.

Entonces él bramó me vas a volver loco, Hortense Cortès, ¡me vas a volver loco! La abrazó con fuerza y la besó como si su vida dependiera de ello.

La ardilla gris, en el umbral de la cabaña, les contemplaba royendo su cacahuete.

Debía de pensar que, al final, los lunes en Central Park no eran tan tristes...

AGRADECIMIENTOS

Un escritor es una pared con dos grandes orejas y un ojo de cíclope.

Escribir es escuchar, observar, husmear, convertirse en castaño, en lámpara o en tela de araña. Aguzar el oído, la mirada, el olfato y hacer un vacío dentro de uno mismo para que la vida penetre y deje sus sedimentos...

Olvidarse para convertirse en todos los personajes, las risas y las lágrimas, las esperanzas y las impaciencias, hundirse hasta el fondo, recoger una moneda de oro...

Depositarla sobre el relato y volver a sumergirse...

Cuando escribo, abro completamente los brazos y me trago la vida...

Atravieso mares y montañas, a la caza del detalle, devoro kilos de documentación, escucho.

A todos los que me habéis nutrido de detalles, de colores, de reflexiones, de ternura, de dulzura, de huracanes y frescos céfiros, ¡gracias!

Patricia... ¡y el quai aux Fleurs!

Réjane, Michel, siempre ahí...

Huguette..., ¡me quito el sombrero!

Thierry, ángel guardián...

Marie, diseñadora en Londres...

Andy, futuro gran chambelán...

Dom..., que se reconocerá en algunos detalles.

Lydie, Laurence, Marie, Fatiha, Dominique, Jean, Thierry y sus correos con tanta información...

Jacqueline, que recoge erizos en la carretera y los cuida...

Aude, sus largos cigarrillos turcos en un sobre...

Sophie, que me envía libros raros y cup-cakes desde Londres...

François, inventor genial...

Béatrice y sus cursos de yoga...

Sarah, que me entrega a Diderot en una bandeja y correos asombrosos...

Samantha...

Roberta...

Y todos los mensajes de la página web que me hacen viajar, reír, me dan ganas de escucharos y dar palmas...

Gracias a Hugues y a Alvisé en Londres...

Maggy y Marianne, en Nueva York, I’m a brain! You’re a brain!

Gracias, Michel... ¡y sus detalles de inspector puntilloso!

Fabrice...

Bruno y sus CD de Gould... siempre.

Jean-Christophe, hombre culto, preciso, aplicado...

Béatrice, que me ha paseado por las galerías de arte de París, Londres y Nueva York...

Sharon, en Edimburgo...

Richard y Jean-Éric en China...

Michael Enneser, su refugio para indigentes en Nueva York.

Louis y nuestras largas conversaciones sobre la vida y la carpintería.

Un beso a Romain, dulce Daddy, George, Laurent...

Gracias a Cary Grant por haberme prestado un poco de su vida y de su sustanciosa médula...

A Élisabeth, que me lo enseñó todo sobre las cruzadas...

A Lise, que me enseñó los laberintos del HDI y las intrigas en el CNRS...

A Pierre el Magnífico y a su mirada dirigida hacia mí...

A Octavie, mi amigo tan dulce, tan agudo...

Gracias, Clément, mi hijo adorado... Gracias, Chacha, mi hija adorada.

Gracias, Coco, hada de la casa... ¡Es usted mi apoyo fiel y generoso y le beso la nariz, la frente y el mentón!

Tres notitas de música

Glenn Gould interpreta a Bach
, Columbia.

Russian Romantic Songs
, Kaïa Urb, Harmonia Mundi.

Brazilian Sketches
, Jim Tomlinson, Candid Productions.

Pequeña misa solemne
de Rossini, Harmonia Mundi.

Ballads
, Enrico Pieranunzi, Marc Johnson, Joey Baron, Cam Jazz.

Mare nostrum
, Paolo Fresu, Richard Galliano, Jan Lundgren, Blue Note.

In my Dreams y Samba tzigane
, Dusko Goykovich, Enja.

Estos discos los he escuchado una y otra vez mientras escribía...

Al igual que TSF Jazz (89.9) y Radio Classique (101.1)...

¡Chaussette - Du Guesclin también!

Notas

[1]
Dulce típico de la ciudad francesa de Montélimar a base de clara de huevo, miel y almendra, y de gusto y aspecto parecidos al turrón. (N. del T.)

[2]
Película de Leo McCarey de 1957, estrenada en España con el título Tú y yo.

[3]
«¡Estoy hasta los huevos!».

[4]
Cf. Los ojos amarillos de los cocodrilos, La Esfera de los Libros, 2010.

[5]
«¡Aparta las ficciones de tus estúpidas novelas, / esos harapos de falsedad tejidos por la locura! / Dame el fugaz espíritu con su suave resplandor / o el éxtasis que mora en el primer beso de amor», El primer beso de amor (1806).

[6]
Revista ilustrada franco-belga, destinada al público infantil y juvenil. (N. del T.)

[7]
«¡Es la estrategia del amor, querido!».

[8]
«¿Todo controlado?».

[9]
Habilitación para Dirigir Investigaciones. Cf. El vals lento de las tortugas, La Esfera de los Libros, 2011.

[10]
«Prohibido perros. Prohibido bicicletas. Prohibido radios. Prohibido ahogarse».

[11]
«¡Claro, mi amor!».

[12]
«No es asunto tuyo».

[13]
Cf. Los ojos amarillos de los cocodrilos, op. cit.

[14]
En francés, «pescado». (N. del T.)

[15]
Maman, les p’tits bateaux qui vont sur l’eau ont-ils des jambes? / Mais oui, mon gros bêta, s’ils n’en avaient pas, ils ne marcheraient pas...
Nana popular francesa. (N. del T.)

[16]
École National d’Administration
. Escuela Nacional de Administración, establecimiento universitario donde el Estado francés forma a sus élites.
(N. del T.)

[17]
Cf. Los ojos amarillos de los cocodrilos, op. cit.

[18]
Cf. Los ojos amarillos de los cocodrilos, op. cit., y El vals lento de las tortugas, op. cit.

[19]
Cf. El vals lento de las tortugas, op. cit.

[20]
Fenómeno óptico real, llamado rayo verde por su color, que se produce bajo ciertas condiciones atmosféricas particulares.

[21]
«Pasé la noche en París».

[22]
«De nada, querida».

[23]
«¡Avergüénzate!».

[24]
«¡y tan elegante!».

[25]
Cf. El vals lento de las tortugas, op. cit.

[26]
«El sexo es lentitud».

[27]
Cf. El vals lento de las tortugas, op. cit.

[28]
Cf. El vals lento de las tortugas, op. cit.

[29]
«¡Muy elegante! ¡Muy elegante!».

[30]
Cf. Los ojos amarillos de los cocodrilos, op. cit.

[31]
Índice de la Bolsa parisina. (N. del T.)

[32]
«Mi único amor».

[33]
«A los que comprenden, bastan pocas palabras. ¡Que se haga la luz! He dicho...».

[34]
Cf. El vals lento de las tortugas, op. cit.

[35]
«Quiero con un verso loar a mi dama, / y reunir en él la rosa y el lis, / parece brillar más que la estrella de la mañana, / y lo que allá arriba es hermoso se le asemeja».

[36]
«Un penique por tus pensamientos».

[37]
«¡Gilipolleces!».

[38]
«Paula Farland al teléfono. ¡Lo ha conseguido! ¡Es usted la elegida! ¡Ha ganado!».

[39]
«¿Está usted segura?».

[40]
«Quiero verla en mi oficina hoy, ¡a las cinco en punto!».

[41]
«¡Aquí estoy!».

[42]
«De acuerdo, Miss Farland, ¡a las cinco en punto en su despacho!».

[43]
«¡Llámame Paula!».

[44]
«Lo hice, lo hice».

[45]
Goupillon: escobilla, hisopo.
(N. del T.)

[46]
Cf. Los ojos amarillos de los cocodrilos, op. cit.

[47]
Asociación benéfica laica francesa. (N. del T.)

[48]
«¡Es usted demasiado lenta! ¡Deprisa! ¡Póngalas directamente en la bandeja!».

[49]
«Es maravilloso, es maravilloso».

[50]
Cf. El vals lento de las tortugas, op. cit.

[51]
Cf. Los ojos amarillos de los cocodrilos, op. cit.

BOOK: Las ardillas de Central Park están tristes los lunes
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