Medité sobre el particular y hallé una explicación posible. Un círculo tiene 360 grados, si se divide 360 por 5, se obtiene 72.
Si multiplicamos esto por 360, obtendremos el número que indica la precesión del zodíaco: 360 x 72 = 25 920 = precesión. Dado que el templo estaba dedicado al zodíaco, podía ser una buena explicación. Mas adelante, surgió otra hipótesis plausible.
Después de medir la posición, pasamos gran parte del resto del día admirando el edificio. El complejo entero era tan imponente que nos dejó boquiabiertos. Podría escribir un libro sobre el tema. Había que verlo para creerlo. La construcción nos impulsa a aprender. Entonces, uno empieza a darse cuenta de lo avanzado que es y de los secretos que hay detrás de esto. Aquello que pasó hace casi 12 000 años está a punto de suceder ahora. Ese es el poder que emana del templo de Dendera, el cual permanecerá en mí por el resto de mi vida.
Figura 21
. El zodíaco circular de Dendera.
Esna es la estrella Altaír
Esna, Egipto, miércoles 26 de marzo de 1997
. La primera evaluación que hicimos fue que el nivel del templo está por debajo del nivel del Nilo. El arqueólogo de turno nos explicó que sólo a esa profundidad había terreno sólido para construir sobre él. Debido a su bajo nivel, padecía filtraciones de agua subterránea y eso perjudicaba la conservación de los jeroglíficos.
Dado que los egipcios eran muy inteligentes para guardar todo en el mejor estado de conservación posible, llegamos a la conclusión de que tuvo que haber una razón especial para construir un templo justo allí, una razón mucho más importante que el grado de dificultad de construirlo allí. Pronto Gino encontró el signo de Altaír (en la constelación del Águila llamada Aquila), el cual nuevamente reforzó nuestra teoría. Más aún, vimos columnas similares a las de Dendera; el templo había sido construido en la misma era, de ahí su similitud. Otros elementos de correspondencia son los signos del zodíaco y el patrón de los cielos rasos; ambos tienen también un pozo de noria, pero en Dendera hay un pequeño oasis. Después de haberlo medido, se pudo demostrar que el templo tenía dirección hacia el Norte con una desviación de cinco grados al Este. ¡Dos desviaciones tan llamativas no podían ser una mera coincidencia!
Las pirámides son la constelación de Orión
Giza, Egipto, lunes 31 de marzo de 1997
. Caminábamos hacia las pirámides, distantes a menos de un kilómetro de nuestro hotel. Yo había leído una elaborada descripción en el libro
Fingerprints of the Gods [Las huellas de los dioses]
y, el día anterior, ya había saboreado una primera visión de las pirámides, desde la ventana de nuestro cuarto de hotel: grandiosas, misteriosas, místicas, y un número infinito de otros adjetivos podrían atribuírseles.
«Apuesto a que las pirámides también tienen una desviación de cinco grados», le dije desafiante a Gino.
«No voy a apostar, porque ya conozco la respuesta».
Eso nos hizo soltar las carcajadas. Unos minutos después estábamos parados frente a la construcción más grande de la Tierra. Hay que verlo para creerlo; sobrepasa a cualquier descripción que se haya leído acerca de ella. Estaba abrumado por su magnificencia, y la hallaba misteriosa por sus ocultos secretos, mística por su carácter esotérico. Dejamos que esa impresión nos invadiera durante algunos minutos y luego, empezamos a trabajar. Con el SPG, Gino midió las esquinas desde la pirámide; cuando caminamos de una esquina a la otra, también evaluó la dirección de la pirámide. El resultado ya no era una sorpresa para nosotros: había una desviación de cinco grados al Este, la misma desviación detectada en las otras dos pirámides.
El eje Norte-Sur
Durante nuestro cuidadoso estudio de los alrededores, nos topamos con una flecha hecha en el rojo granito de Assuán. Si uno se encuentra frente a la entrada, puede hallarla del lado de la mano izquierda del eje Sur-Norte de la pirámide de Kefrén. Para nuestra sorpresa, la flecha estaba orientada precisamente hacia el Norte. Eso nos llevó a la conclusión de que la desviación de cinco grados, de hecho respondía a una razón específica, en especial porque ya habíamos dado con este ángulo varias veces:
Como ya lo mencioné, el ángulo puede explicarse por medio de la precesión o movimiento del zodíaco. Es así como los egipcios querían señalarles a las civilizaciones venideras que había que estudiar profundamente. De ahí que, cuando se desvela la construcción de la gran pirámide, se hallan varios ángulos de 72 grados, conectados con el ángulo de cinco grados: 360 ÷ 5 = 72. Al multiplicar 360 por 72 se halla la precesión: 72 x 360 = 25 920.
En Egipto, un año tenía 36 semanas de 10 días = 360 días. Los últimos cinco días eran dedicados a los dioses. Con el ángulo de cinco grados, los egipcios también quisieron decirnos que medían las horas y minutos de un día (24 x 60 = 1440 minutos).
Si multiplica esto por cinco obtendrá 7200, que es un múltiplo de 72. Otra vez, esto apunta a un código de precesión.
La enigmática desviación de los cinco grados en los templos y pirámides nos conduce a las siguientes conclusiones:
No subestime estos hallazgos porque ellos se basan en el enorme conocimiento astronómico que tenían los egipcios. Las similitudes entre los templos, las pirámides y sus imágenes celestiales son una prueba incontestable. A fin de poder llevar a cabo tan grande y difícil tarea, deben haber sabido muchísimo sobre astronomía, geología, geodesia, proyección de mapas, etc.
Investigación sobre la ubicación
Hawara, Egipto, miércoles 2 de abril de 1997, 11 hs
. A alta velocidad, el taxista apresuró su marcha por el desierto. El Sol me estaba quemando mis ojos. A cierta distancia podía ver el contorno de la pirámide Hawara. Me movía impacientemente hacia delante y atrás. Gino señaló la construcción y asintió con su cabeza. Esa era. Nos estábamos acercando rápidamente al objetivo de nuestro viaje.
Figura 22
. Existe un código astronómico oculto dentro del emplazamiento de las pirámides y los templos. Aquí puede apreciar una vista tridimensional de la relación entre las estrellas Deneb, Vega y Altaír, y la posición de los templos en Egipto.
Llegamos, el paisaje era desolado y no se veía ni a un solo turista. Tres guías y un vendedor de boletos nos dieron la bienvenida con los brazos abiertos. Ninguno de ellos hablaba inglés, pero afortunadamente nuestro conductor pudo facilitar la comunicación entre nosotros. La entrada costaba dieciséis libras egipcias, lo cual era bastante para una pirámide construida de arcilla, pero lo pagamos con gusto. Nos acompañaron dos guías. Gino y yo nos pusimos los sombreros para protegernos del Sol abrasador y emprendimos la marcha por el sendero de grava. Quedé sorprendido al ver que la pirámide se había derrumbado en el centro y que las piedras de arcilla se habían convertido en una pila informe. En el Valle de los Reyes y en Dendera yo había visto varias construcciones de arcilla. Dado que sólo llueve un día al año en estas regiones, pueden permanecer en bastantes buenas condiciones por miles de años. Era evidente que este no era el caso, aunque es probable que no hubiera más lluvia aquí que en cualquier otro lado. Muy pronto íbamos a resolver este enigma.
Uno de nuestros guías hizo gestos exagerados y señaló una columna blanca brillante, casi invisible sobre la arena, con la figura de dos cocodrilos cincelada en ella. Claramente, esta era una clave de que estábamos en el sitio correcto. Por cierto, Heródoto mencionó que el laberinto se hallaba ubicado cerca de la ciudad del cocodrilo. Nuestros guías se arrodillaron justo frente a la entrada e hicieron en la arena, el dibujo de una pirámide. Distinguieron tres capas en ella y apuntaron a la capa inferior y a una piedra hecha de granito rojo de Assuán. El uso de este tipo de piedra muy dura indicaba que la pirámide debe haber sido importante, puesto que no se trabaja con ella si no hay una buena razón. Encima de esta capa, se usó el mismo tipo de piedra que para las pirámides de Giza. En cuanto a la última capa, estaba hecha de piedras de arcilla, como ya lo hemos señalado.
«Ese granito rojo se usaba para proteger las capas superiores del agua», dijo Gino, confirmando aquí lo que yo ya sospechaba. Asentí con la cabeza y nos dirigimos hacia la entrada. Al cabo de unos pocos metros nos detuvo el agua que había inundado toda la cámara mortuoria. Gino usó su lámpara, pero era insuficiente para penetrar la oscuridad delante de nosotros. Había agua por todas partes, entonces, alumbró las paredes con su lámpara y pudimos ver que estaban cubiertas de cristales de sal. Mi corazón dio un salto; el laberinto era mucho más profundo que la pirámide y ya había agua de pozo almacenada aquí. Esto también explicaba por qué la pirámide de arcilla se encontraba en tan malas condiciones, pues el agua de pozo había disuelto las capas de arcilla y entonces la pirámide se había derrumbado en parte. Me invadieron unos fríos temblores en el intenso calor de la tarde; si el laberinto estaba inundado, entonces debía contener miles de millones de litros de agua, sin mencionar el daño. Eso, en verdad, atemperó mi entusiasmo. Nos miramos con duda y entonces trepé una pared que se encontraba justo al lado de la pirámide. A unos veinte metros de distancia, y como a unos ocho metros de profundidad, vi el canal que fluía como lo había descripto Heródoto. La pirámide era mucho más alta y sin embargo, estaba inundada completamente. No podía entenderlo. Más tarde, Gino me iba a explicar que la tierra había absorbido el agua como una esponja. Esa era una buena explicación para el agua del Pozo, pero no resolvía el problema. No obstante, miré en la distancia y no vi nada más que un verde oasis frente a mí. Pude imaginar con facilidad que solía haber un lago con playas. Por cierto, lejos, hacia la derecha, el oasis cambia por la arena del desierto que casi no difiere de la arena del mar. Muchos geólogos están convencidos de que los desiertos alguna vez fueron mares que se elevaron por acción de la tierra. Mientras yo soñaba despierto, seguí mirando a mi alrededor y pronto tuve la sensación de que nos encontrábamos en el lugar correcto. Durante mi investigación había tenido impresiones similares varias veces y en cada ocasión resultaron ser correctas. Esta vez no iba a ser diferente. ¡El laberinto estaba justo aquí; podía apostar que así era!
Mientras anduvimos por la pirámide, Gino se detuvo para medir su posición. Lo había calculado teóricamente de antemano y, para nuestra satisfacción, sus resultados concordaban con los valores medidos. Nuevamente, se confirmaba lo que ya había sospechado. Del lado norte de la pirámide, el cual apuntaba directamente hacia Giza, había un paisaje desolado donde yacían ruinas de tumbas. En distintos lugares se habían derrumbado y había grandes aberturas. Con muchos gestos, los guías nos indicaron que era peligroso estar aquí y que podíamos hundirnos. Tomamos nota y seguimos con la búsqueda. No había mucho para descubrir, salvo por un hecho peculiar. Cerca de la pirámide, Gino halló dos piedras ubicadas en ángulo recto, con un agujero debajo de ellas. Casi se volvió loco cuando vio esto. En nuestro viaje al aeropuerto, me había contado acerca del sueño de su suegra, el cual decía que si descubríamos dos piedras con un agujero, aquí era el sitio donde se encontraba el laberinto, según su predicción. También me había dicho que muchos de los sueños de esta señora se habían hecho realidad. Y ahora nos encontrábamos aquí, en ese pequeño agujero en el piso. Esto hizo que las cosas parecieran más extrañas, pero más emocionantes. Tratamos de ampliar la brecha con nuestras manos pero no lo logramos muy bien; incluso, Gino tomó varias fotografías en el exterior, pero el resultado fue pobre. El enigma de este presagio, por lo tanto, aún existe. Dado que no tengo experiencia con tales asuntos como las predicciones, sólo quería mencionarlo, por su peculiaridad.