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Authors: Cayo Julio César

Tags: #Historia

La guerra de las Galias

BOOK: La guerra de las Galias
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Posiblemente a lo largo de la historia de la humanidad no haya otra figura que haya atraído como Cayo Julio César la atención de los historiadores. Su extraordinaria y fascinante personalidad como hombre y su envergadura y genio como militar y político lo justifican plenamente. César luchó por imponer el dominio universal de Roma con un mando único, fuerte e indiscutible, y marcó una línea irreversible hacia una estructura política de signo monárquico, pero con unas instituciones de corte democrático. Su asesinato en los idus de marzo le impidió consumar o, más bien, consolidar su objetivo, pero le dejó el camino prácticamente andado a su sucesor y heredero Cayo Augusto. Prueba evidente del reconocimiento y admiración que despertó entre sus contemporáneos fue que todos su sucesores en el mando supremo de Roma ostentaron el título de "César". En su obra
La guerra de las Galias
nos describe, con un estilo sorprendente, de prosa clara, incisiva y fluida, las campañas que realizó en las Galias desde el año 58 a.C. hasta el 52 a.C., y supone un fidedigno testimonio histórico de una época fundamental para la historia de Occidente.

Cayo Julio César

La guerra de las Galias

Con los comentarios de Napoleón

ePUB v1.0

Saganita y Jabo
05.03.12

Título original:
Bellum Gallicum

Traducción de: José Goya Muniáin

Copyright © Editorial Iberia, S. A., 1982

Copyright © Ediciones Orbis, S. A., 1986

Ediciones Orbis, S. A.

Apartado de Correos 35432

08080 Barcelona

ISBN: 84-7634-495-3

Depósito legal: B.2326-1986

Julio César, historiador de sí mismo

Cayo Julio César, que es uno de los tres más grandes capitanes de la Historia con Alejandro Magno y con Napoleón, es también uno de los tres más considerables historiadores latinos, con Cayo Crispo Salustio y con Tito Livio, formando el ejemplar triunvirato del período clásico por excelencia, período verdaderamente «áureo» de las letras latinas. Y Julio César es todo esto, tiene tal significación, precisamente como historiador de sí mismo, narrador de sus propias hazañas guerreras y de su política.

Había en él, además de un excepcional militar y un no menos extraordinario estadista y gobernante, un admirable literato, más plural o polifacético de lo que, por lo común, suele saberse; un literato al que, por haberse perdido varias de sus obras ajenas al género histórico, no podemos juzgar en su integridad y de modo directo, pero sin duda no muy inferior al historiador en el cultivo de otras manifestaciones literarias, distintas a lo histórico; un literato, en fin, autor del poema
El viaje
, de la tragedia
Edipo
y de otras creaciones poéticas, del
Anti-Catón
, de una astronomía
De astris
y de un tratado acerca de los augures y los auspicios.

Con todo, le bastan sus obras de carácter histórico, sobre la historia que él mismo vivió e hizo, protagonizándola, para que le juzguemos conforme se dice al principio de estas líneas; obras evidentemente originales, redactadas sin asistencia de persona alguna, en las que, lejos de imitar, se haría digno de imitación, afirmando notables cualidades y condiciones de historiador, de maestro de la historia narrativa. Sobrio y preciso, claro y metódico, brillante y colorista sin alardes, de acuerdo con la austeridad y la severidad propias del género en sus más dignas concepciones..., así es Julio César, historiador de sí mismo.

Cayo Julio César, nacido en Roma el 12 de julio del año -100, perteneció a una de las familias más distinguidas de Roma, habiendo desde sus primeros años manifestado una inteligencia y una elevación de ánimo en las que se preanunciaba su futura grandeza. A los trece años, fue nombrado sacerdote de Júpiter, y a los dieciocho, contrajo matrimonio con Cornelia, hija de Cinna, dando con esta ocasión una prueba de la firmeza de su carácter, al oponerse a la orden de Sila, entonces dueño absoluto de Roma, de que repudiase a su esposa. Más adelante se trasladó a Asia, incorporado al ejército, destacándose allí, por su heroico comportamiento, en el sitio de Mitilene.

Regresó a Roma a la muerte de Sila y de allí pasó, poco después, a Rodas, a fin de perfeccionarse en la elocuencia, volviendo a Roma en el año -74. Entonces dio comienzo a su vida política, poniéndose al frente del partido popular, contra el Senado y los patricios, sostenidos a la sazón por Pompeyo. No tardó, por su habilidad y su elocuencia, en verse convertido en el ídolo de las multitudes, alcanzando, con su favor, los más altos cargos del Estado. En el -67, fue cuestor; edil, en el -65; pontífice máximo, en el -63, y nuevamente cuestor, en el -62. Fue acusado de haber tomado parte en la conspiración de Catilina, pero supo defenderse con tal habilidad que salió del tribunal aclamado por el pueblo y paseado en triunfo por las calles de Roma.

Ha crecido con ello su poder, obtuvo en el año -61 el gobierno de la España Ulterior, donde mostró una vez más sus grandes dotes para el mando y para la política. Regresó de España vencedor, reclamado en Roma por los acontecimientos, y por la inestabilidad política, provocada por Pompeyo y los enemigos de este general, que hacía presagiar graves males para la República. Llegado a Roma, se atrajo César de nuevo el favor del pueblo, por haber renunciado al triunfo que se le debía. Se afanó entonces para conseguir un acuerdo con Pompeyo y con Craso, lográndolo al fin, y quedando de este modo constituido el Primer Triunvirato.

Al año siguiente, César se hacía nombrar cónsul y antes de expirar el término de su consulado conseguía su nombramiento de gobernador de la Galia, donde una invasión de los germanos le ofrecía entonces la magnífica ocasión que esperaba para aumentar aún su gloria y su poder.

La historia de sus luchas en la Galia constituye el tema de
La guerra de las Galias
, que ofrecemos hoy a nuestros lectores. Siete de los ocho libros que componen esta obra se consideran como escritos por el propio César. Por la claridad y maravillosa sencillez de su estilo, se coloca su autor entre los primeros escritores de su tiempo; el octavo lo escribió Aulo Hircio, uno de sus generales, al parecer sobre notas dejadas por el propio César, y en el que se esfuerza por imitar a su jefe. Sigue luego, en el volumen próximo,
La Guerra Civil
, escrita también por César y en la que se narran los acontecimientos de aquel período agitado de la historia de Roma, con el triunfo final de César.

Tras ésta, también en el volumen próximo, ofreceremos al público
La guerra de Alejandría
, que se atribuye asimismo a Aulo Hircio, y los comentarios de la
Guerra de África
y
Guerra de España
, que completan la serie de estos libros. Se ignora quiénes son los autores de estos últimos, y su mérito literario es muy inferior a los del propio Hircio; pero, siguiendo con esto el criterio adoptado en la mayoría de las ediciones extranjeras, hemos querido ofrecer al público el relato completo de las campañas en que tomó parte César, hasta el exterminio de los últimos partidarios de Pompeyo, con su hijo, que refugiados en África y España, le ofrecían aún resistencia.

Para el período de la vida de César que va desde aquí hasta su muerte, remitimos al lector, ya sea a la
Vida de César
, que figura en
Los doce Césares
de Suetonio (volumen 7 de esta colección), ya a la del propio general, en las
Vidas paralelas
de Plutarco (que serán publicadas en nuestra colección en números posteriores).

En cuanto a la traducción, hemos adoptado la que el señor Goya Muniáin hizo de
La guerra de las Galias
, y la de don Manuel Balbuena, para el resto de los libros, por ser consideradas ambas como las mejores que existen en castellano. No obstante, ambos textos han sido revisados y corregidos en algunos detalles, de acuerdo con las mejores ediciones extranjeras.

La guerra de las Galias (Bellum Gallicum)
, principalmente, ha sido reiteradamente vertida en varios idiomas, y desde luego al castellano, en repetidas ocasiones, pero nunca, bien puede afirmarse, como lo hizo don José Goya a finales del siglo último. Y puestos a mencionar las mejores traducciones de esta obra (la cual viene imprimiéndose constantemente, ya en latín, ya vertida a otras lenguas, desde el año 1469), es obligado citarla, prescindiéndose del interés que pudiera suponer el ser la dada aquí, en esta colección, por nosotros.

Por otra parte, sin anotar otras de menos importancia, citaremos las ediciones críticas, del
Bellum Gallicum
y del
Bellum civile
, de A. Kloz (Leipzig, 1921-27); F. Ramorino (Turín, 1902-03); L. A. Constans (París, 1926); P. Favre (París, 1936); R. Schneider (Berlín, 1888); E. Wolffin y A. Miodonsky (Leipzig, 1889)...

LIBRO PRIMERO

I. La Galia
1
está dividida en tres partes: una que habitan los belgas, otra los aquitanos, la tercera los que en su lengua se llaman celtas y en la nuestra galos. Todos estos se diferencian entre sí en lenguaje, costumbres y leyes. A los galos separa de los aquitanos el río Carona, de los belgas el Marne y Sena. Los más valientes de todos son los belgas, porque viven muy remotos del fausto y delicadeza de nuestra provincia; y rarísima vez llegan allá los mercaderes con cosas a propósito para enflaquecer los bríos; y por estar vecinos a los germanos, que moran a la otra parte del Rin, con quienes traen continua guerra. Ésta es también la causa porque los helvecios
2
se aventajan en valor a los otros galos, pues casi todos los días vienen a las manos con los germanos, ya cubriendo sus propias fronteras, ya invadiendo las ajenas. La parte que hemos dicho ocupan los galos comienza del río Ródano, confina con el Carona, el Océano y el país de los belgas; por el de los secuanos
3
y helvecios toca en el Rin, inclinándose al Norte. Los belgas toman su principio de los últimos límites de la Galia, dilatándose hasta el Bajo Rin, mirando al Septentrión y al Oriente. La Aquitania entre Poniente y Norte por el río Carona se extiende hasta los montes Pirineos, y aquella parte del Océano que baña a España.

II. Entre los helvecios fue sin disputa el más noble y el más rico Orgetórige. Éste, siendo cónsules
4
Marco Mésala y Marco Pisón, llevado de la ambición de reinar, ganó a la nobleza y persuadió al pueblo «a salir de su patria con todo lo que tenían; diciendo que les era muy fácil, por la ventaja que hacían a todos en fuerzas, señorearse de toda la Galia». Poco le costó persuadírselo, porque los helvecios, por su situación, están cerrados por todas partes; de una por el Rin, río muy ancho y muy profundo, que divide el país Helvético de la Germania; de otra por el altísimo monte Jura, que lo separa de los secuanos; de la tercera por el lago Leman y el Ródano, que parte términos entre nuestra provincia y los helvecios. Por cuya causa tenían menos libertad de hacer correrías, y menos comodidad para mover guerra contra sus vecinos; cosa de gran pena para gente tan belicosa. Demás que para tanto número de habitantes, para la reputación de sus hazañas militares y valor, les parecía término estrecho el de doscientas cuarenta millas de largo, con ciento ochenta de ancho.

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