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Authors: Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

La espada oscura (18 page)

BOOK: La espada oscura
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Calista respiró hondo. Sus ojos brillaron con un destello de determinación, y conectó su arma. La mezcla de chasquido y siseo de las dos hojas crepitó en el pequeño recinto de la sala. La espada de luz de Calista brillaba con el luminoso resplandor amarillo solar del topacio, y su mirada fue más allá de la hoja resplandeciente para posarse en el rostro de Luke.

—Ya sabes que esto es peligroso, ¿no? —dijo.

Luke cruzó su hoja con la de ella, poniéndola a prueba y presionando hasta unir las dos espadas de luz con un chisporroteo de energía bruscamente liberada. Cuando le respondió, su rostro ya estaba muy serio.

—Sé que es peligroso, Calista..., pero debemos correr ese riesgo. Podríamos descubrir alguna pista que nos permita devolverte a nosotros.

Luke retrocedió, levantó la hoja y atacó. Calista alzó su espada de luz para bloquear el golpe, empezando a dejarse absorber por el enfrentamiento.

—Son armas mortíferas —dijo Luke—, pero también son la mejor manera de poner a prueba tu habilidad.

Calista atacó a su vez, y una sonrisa traviesa iluminó su rostro cuando aceptó el desafío. Luke tuvo que actuar muy deprisa para detener sus golpes. Rió y aumentó la intensidad de su ofensiva. Calista la igualó movimiento por movimiento.

Aquella sesión de esgrima con Calista también suponía un desafío para Luke, pues con cualquier otro enemigo habría podido utilizar la Fuerza para percibir los estados emocionales y detectar los sutiles cambios que anunciaban movimientos inminentes, ataques inesperados y trucos sucios. Pero Calista era un desconcertante vacío para él, un hueco en el que no había absolutamente nada..., y eso la convertía en una digna oponente. Calista no podía percibir los movimientos o los planes de Luke, pero él tampoco podía percibir los suyos.

Siguieron librando su duelo, sintiendo cómo sus músculos vibraban con el esfuerzo, la repentina liberación de energías y emociones y la alegría de ponerse a prueba el uno al otro. Luke rió y siguieron luchando, con destellos luminosos llenando el aire y las espadas de luz siseando cada vez que él y Calista se atacaban. El simulacro de batalla prosiguió durante casi una hora.

El rostro de Calista estaba iluminado por una expresión de abierta fascinación, y mostraba con toda claridad la inmensa alegría que sentía al poder encontrar de nuevo una porción de su antigua identidad Jedi. Calista no había utilizado una espada de luz desde que volvió a la vida dentro de aquel nuevo cuerpo, y en aquel instante —aunque Luke seguía sin poder percibir ningún contacto entre ella y la Fuerza— estaba recobrando una parte muy importante de la confianza en sí misma que había perdido.

Las hojas de energía se cruzaron y Calista y Luke se miraron a los ojos y empujaron con todas sus fuerzas, sin que ninguno de los cediera ni un milímetro: habían llegado a una situación de tablas imposible de romper. Gotitas de sudor perlaron la frente de Luke hasta que acabó apartando la mirada de los ojos de Calista, retrocedió y apagó su espada de luz. Calista también apagó la suya.

Y después, riendo, fueron el uno hacia el otro y permanecieron abrazados durante un rato.

Calista se sentó en el sillón de pilotaje para hacer su turno en los controles, y los dos se pusieron el arnés de seguridad y contemplaron los datos de las pantallas. Luke no paraba de volver la cabeza hacia ella.

—Estamos a punto de salir del hiperespacio —dijo.

Calista deslizó la yema de un dedo a lo largo de su mentón.

—Me muero de impaciencia por ver ese sitio tan misterioso al que me estás llevando.

La cuenta atrás del ordenador de navegación llegó a su fin, y los remolinos de colores cobraron una súbita nitidez cristalina y se precipitaron velozmente por un gigantesco embudo de negrura para convertirse en luminosas estrellas suspendidas sobre el negro telón del espacio. Un sol anaranjado de tamaño mediano flotaba cerca de ellos. Las brillantes esferas de varios planetas avanzaban por sus senderos orbitales dentro del pozo de gravedad.

—Ahí —dijo Luke, señalando con un dedo.

Contempló la expresión de Calista mientras detectaba la forma hinchada de un cometa periódico cuyos gases se evaporaban en el espacio, desprendiendo una coma y una larga cola borrosa a medida que se iba aproximando al sol.

—¿Un cometa? —preguntó Calista—. Estamos terriblemente cerca. Luke asintió e intentó ocultar una sonrisa. —Sí, Calista —respondió—. Ahí es adonde vamos.

Capítulo 16

Mientras Calista le observaba, con sus ojos grises iluminados por la curiosidad, Luke fue acercando el yate espacial al cometa vagabundo. Entró en la coma nebulosa donde las partículas de gases y las estelas iónicas centellearon al chocar con sus escudos, causando estallidos de estática en el sistema de comunicaciones.

—Ésta es la Cantera de Agua Primordial de la Corporación Mulako —explicó Luke—, un cometa periódico de largo término que vuelve aproximadamente cada siglo. En estos momentos se halla muy cerca de alcanzar su punto de máxima proximidad al sol, y estamos en la temporada alta del turismo.

El yate espacial siguió acercándose a la esfera llena de irregularidades y protuberancias envuelta en una cola de vapor congelado. Luke fue señalando las masas cuadradas de las máquinas que se arrastraban sobre la superficie opaca para llevar a cabo las operaciones de minería en el hielo. Géiseres de gas lanzaban sustancias volátiles al espacio allí donde la débil gravedad del cometa no era capaz de retenerlas, creando una tenue cola que se iba esparciendo a lo largo de la órbita del cometa.

—Pero ¿,qué hacen aquí`? —preguntó Calista—. Nunca había oído hablar de este sistema.

—Eh, te has pasado décadas atrapada dentro de un ordenador—replicó Luke.

—No me lo recuerdes —dijo Calista.

—Durante la mayor parte de la órbita del cometa—le explicó Luke—.la corporación minera va recogiendo el agua en forma de hielo, almacenándola y destilándola. Después la venden, cobrando precios muy elevados, a los gourmets y los altos cargos a los que les encanta poder exhibirse demostrando que sólo se conforman con lo mejor de lo mejor. Estamos hablando de agua absolutamente pura que nunca había sido tocada o reciclada a través de formas de vida orgánica. —Luke se encogió de hombros—. El agua es químicamente idéntica a cualquier otra, por supuesto, pero eso no lo mencionan en sus anuncios.

—Sí, pero... Bueno, ¿por qué elegiste este lugar'? —preguntó Calista.

La Cantera de la Corporación Mulako les envió una baliza de orientación, y el ordenador de guía de Luke centró sus lectores en ella y fue llevando su nave hacia una cavernosa abertura rodeada de luces —amarillo brillante alternándose con púrpura oscuro, rojo fuerte y algunas que parecían casi negras— transmitidas para aquellos clientes cuyos ojos veían en partes distintas del espectro luminoso.

—Cuando está cerca del perihelio —siguió explicando Luke—— el cometa se convierte en uno de los centros turísticos más exclusivos de este sector. El clima se va volviendo más cálido, una parte de las sustancias volátiles lo suficientemente grande como para formar una atmósfera respirable se evapora del hielo, y la gente puede vivir dentro de esa bola de nieve. Es algo muy inusual. Pensé que tal vez te gustaría... Y además, aquí nadie nos encontrará nunca.

Su yate entró por la abertura y fue dejando atrás luces indicadoras cuyos haces brillaban con tanta potencia como espadas de luz a través de las densas capas de neblina que se iban desprendiendo de la superficie del cometa.

—El gran atractivo de este lugar es su transitoriedad, por supuesto —siguió explicando Luke—. La Corporación Mulako explota el cometa en cada órbita a medida que se va dirigiendo hacia el sol y se vuelve habitable. Vuelven a montar las instalaciones, las abren a los turistas durante unos cuantos meses y luego vuelven a cerrarlas cuando el cometa se acerca demasiado al sol, ya que en ese momento la excesiva evaporación de gases, la erupción de nuevos géiseres, e incluso una pequeña posibilidad de que la bola de hielo acabe hecha pedazos debido a todos los túneles y la actividad minera, hacen que se vuelva demasiado inestable. Después, cuando el cometa se va alejando del sol y los gases empiezan a congelarse, hay otro período de varios meses durante los que el complejo turístico vuelve a ser montado v abierto. Cuando el frío acaba volviéndose excesivo, la cantera queda cerrada al público y durante los cien años siguientes la compañía minera trabaja en el espacio profundo, explotando las capas de hielo que acaban de depositarse sobre el cometa.

—Ardo en deseos de verlo —dijo Calista, y alargó el brazo para apretar la mano de Luke entre sus dedos.

Descendieron en una zona de recepción cálidamente iluminada. Tonos amarillos y anaranjados brillaban entre la neblina omnipresente, y unos androides porteadores surgieron de la nada para descargar su equipaje. Luke se ocupó de los trámites de recepción tecleando sus reservas en una terminal automatizada, y los androides los escoltaron al complejo turístico propiamente dicho.

Luke y Calista se cogieron de la mano mientras seguían a los androides cargados de equipaje. Calista no paraba de mirar a su alrededor, y sus cortos cabellos de un color rubio malta se balanceaban levemente de un lado a otro con cada movimiento. Calista contempló lo que la rodeaba con un parpadeo asombrado y después sonrió. El logotipo de la Corporación Mulako —las letras CM rodeadas por un círculo del que brotaba una larga cola cometaria— adornaban casi todas las puertas y ornamentos.

El complejo turístico del cometa estaba lleno de agua y asombrosas cavernas tropicales, y era mucho más cálido de lo que podría haber sugerido una bola de hielo. Las paredes congeladas habían sido polimerizadas, y mostraban el hielo atrapado dentro de una capa impenetrable del grosor de una molécula e iluminado por relajantes luces azuladas. Algunas secciones de la pared habían sido quitadas para que los gases helados pudieran salir flotando por ellas y cumplir una función de humidificadores mientras emitían zarcillos de niebla que se deslizaban a lo largo del suelo. Gotitas de agua ultra limpia iban bajando por las paredes como otros tantos manantiales de valor incalculable. Las cascadas caían de los techos, siseando en un telón diamantino que desaparecía con un suave gorgoteo por los desagües del suelo.

Un asombro infantil llenó el rostro de Calista.

—Esto es precioso, Luke. Tanta agua... Adoro el agua.

—Lo sé —dijo Luke—. Me contaste las historias suficientes para que sepa lo mucho que añoras Chad, tu planeta natal.

Calista parecía un poco triste. Había crecido en un planeta acuático y había vivido con su padre y su madrastra en un rancho marino, destinada a seguir con el negocio familiar. Pero la llamada de los Jedi había sido más fuerte, y Calista se había visto obligada a abandonar sus hermosos océanos..., aunque seguía echándolos de menos.

Los androides porteadores guiaron a Luke y Calista por pasillos que se iban curvando suavemente, y fueron dejando atrás las puertas de elegantes suites hasta que llegaron al conjunto de habitaciones que Luke había reservado. Unidades iluminadoras multicolores reflejaban su claridad en las paredes de hielo polimerizado, creando la ilusión de que estaban caminando a través de un arco iris atrapado entre cristales.

Calista, encantada, se detuvo para besar a Luke.

—Esto es tan maravilloso... —dijo—. Puedo sentir el poder, la energía que hay en este sitio. ¡Sé que aquí podremos obtener algún resultado!

En el interior de su espaciosa suite, las fuentes burbujeaban en los rincones y las neblinas vagaban por las habitaciones, flotando junto a los calentadores iluminados que hacían que las múltiples cámaras resultaran acogedoras y hogareñas. El mobiliario tenía formas extrañas y distintos tamaños, y había sido tallado a partir de inclusiones rocosas encontradas dentro de la corteza de hielo cometario. Todos los muebles lucían el ubicuo logotipo de la corporación. Los androides porteadores depositaron sus cargas en el suelo y empezaron a hacer sonar anuncios pregrabados de los distintos restaurantes y cafeterías de los que se podía disfrutar en la lujosa Cantera CM.

Luke se apresuró a echarlos de la suite antes de que los androides pudieran iniciar un monótono recitado de todos los lugares magníficos que merecían ser vistos. Después cerró la puerta y se volvió hacia Calista con una sonrisa y un suspiro.

—Ya estamos aquí —dijo.

Se dejó caer sobre los almohadones de un sofá de piedra, y Calista se reunió con él.

—Según los folletos, hay montones de cosas que hacer en este sitio —dijo—. Podríamos explorar los túneles, o ponernos un traje de vacío y salir a la superficie. La baja gravedad hace que resulte muy divertido ir dando saltos por ahí —añadió—. O podríamos ir a ver uno de los géiseres de gases en erupción. Se supone que son francamente espectaculares.

Calista meneó la cabeza.

—Sólo quiero estar aquí contigo, Luke. Podemos relajarnos v hablar..., limitarnos a estar a solas durante algún tiempo.

Luke cerró los ojos y comprendió lo maravillosamente bien que sonaba aquella perspectiva.

—No encontrarás ninguna oposición por mi parte.

Calista clavó la mirada en la fuente espumante. y sus ojos adquirieron una expresión fija y distante. Luke sabía que debía de estar concentrando sus pensamientos, aunque seguía sin poder percibirla: era como si la misma Fuerza ignorase la existencia de Calista.

—Estoy pensando en los océanos de Chad ——dijo Calista, sin mirar a Luke pero plenamente consciente de que la estaba observando— Especialmente de noche, cuando la marca estaba más alta, cuando todas las lunas llenas brillaban en el cielo al mismo tiempo... Las algas errantes que manteníamos encerradas en corrales marinos durante la temporada de apareamiento empezaban a relucir con los destellos del fósforo que habían absorbido, _v brillaban como una mancha de aceite a la que hubieran prendido fuego,

—¿Qué son las algas errantes? ——preguntó Luke.

—Solíamos criarlas en nuestro rancho marino —le explico Calista— Es una forma de vida que se encuentra a medio camino entre la planta c el animal... Son realmente estúpidas, pero pueden moverse e ir adonde quieran. Un alga errante es una gran masa de hojas repletas de yodo que podíamos cortar varias veces al año para destilarlas v venderlas por su contenido medicinal, y luego usábamos el resto de la biomasa como fibra proteínica barata para alimentar a los animales.

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