Pellaeon frunció el ceño y pensó en el gordo Teradoc sentado en su búnker detrás de docenas de metros de blindaje de la mejor calidad, totalmente a salvo de los peligros mientras la batalla rugía en el exterior. Pellaeon no creía que un verdadero líder militar debiera mantenerse tan aislado.
—Con todos mis respetos, Almirante Supremo, debo decirle que no estoy de acuerdo con usted. El Señor de la Guerra Harrsk no es mi enemigo. Pienso que deberíamos hablar con la almirante Daala y oír lo que tenga que decirnos.
El rostro de Teradoc pasó del rojo al púrpura.
—Me da igual lo que piense. Si no abre fuego contra Harrsk, se habrá convertido en un traidor. ¿Ha olvidado su adiestramiento? Toda su vida habla del servicio al Imperio, de seguir las órdenes de sus oficiales superiores. Si no obedece a su legítimo comandante, entonces no es más que un excremento. ¿Qué pensaría de usted el Gran Almirante Thrawn?
El fruncimiento de ceño de Pellaeon se volvió todavía más profundo mientras se encaraba con la imagen del gordo señor de la guerra. Teradoc tenía razón, al menos desde cierto punto de vista. Pellaeon había pasado muchas décadas de su vida sirviendo en la Armada Imperial. Había mandado Destructores Estelares. Después de la batalla de Endor, había asumido el mando del Quimera cuando su comandante murió durante las hostilidades. Pellaeon había dedicado los años siguientes a tratar de conseguir que el Imperio recuperase su poderío anterior a lo largo de una sucesión de gobernantes débiles, rendiciones que minaban sus fuerzas y pérdidas de territorio. Pellaeon había visto cómo aquel Imperio, que había sido tan magnífico en el pasado, se iba empequeñeciendo hasta quedar convertido en una mera isla en los que habían sido considerados como los territorios más remotos y menos importantes y en los sistemas anteriormente inhabitables cercanos al núcleo de la galaxia.
Pellaeon tuvo que esperar a que el Gran Almirante Thrawn volviera de los Territorios Desconocidos para encontrar un auténtico líder al que pudiera seguir y obedecer teniendo una verdadera posibilidad de recuperar la gloria perdida. Cuando Thrawn fue derrotado, Pellaeon volvió a perder las esperanzas y se limitó a servir a cualquier comandante imperial que el azar pusiera en su camino, obedeciendo las órdenes más como un autómata que como un verdadero soldado.
Pero la convicción y el entusiasmo de la almirante Daala, y el que estuviera dispuesta a arriesgarlo todo por la causa correcta, hicieron que algo volviera a agitarse dentro de él..., y ese algo era muy poderoso.
Pellaeon respiró hondo y le habló a la hinchada imagen de Teradoc.
—Creo que sé qué pensaría de mí —dijo con amargura—, y usted, señor, no es ningún Gran Almirante Thrawn.
Cerró el canal del sistema de comunicaciones y se volvió hacia su tripulación.
—Preparen una lanzadera e informen a la almirante Daala de que subiré a bordo de su nave. No disponemos de mucho tiempo, y quiero hablar con ella cara a cara.
Luke Skywalker salió corriendo del Gran Templo con Erredós rodando a toda velocidad delante de él para averiguar la identidad de su nuevo visitante. Los vientos habían desgarrado las nubes dejándolas convertidas en hilachas harapientas, y Luke parpadeó bajo la neblinosa claridad solar del atardecer de la jungla.
Casi todos los estudiantes Jedi estaban ejercitándose dentro de sus frescas cámaras o paseaban por las profundidades del bosque. Calista estaba estudiando las historias que Tionne compilaba para ella, aunque durante los últimos días no había encontrado nada que pudiera ayudarla a recuperar sus poderes.
Luke vio cómo una mujer alta y esbelta bajaba de una nave de diseño personalizado que lucía la insignia de la Alianza de Contrabandistas.
—¡Mara Jade! —exclamó—. ¿Qué he hecho para merecer el honor de tu presencia?
Mara le dirigió una fugaz sonrisa llena de salvaje energía.
—No lo mereces, Skywalker —dijo—, pero he venido de todas maneras.
Luke fue hacia ella y le estrechó la mano. Mara la retiró casi enseguida. y después contempló los tallos recortados que crecían en la pista de descenso y acabó alzando la mirada hacia las vertiginosas alturas de la vieja pirámide massassi.
—¿Quieres entrar? —preguntó Luke.
—No, vamos a dar una vuelta en mi nave —respondió Mara—. Hay algo de lo que debo hablarte.
Luke asintió con una lenta inclinación de cabeza.
—Ya me lo había imaginado. Normalmente no vienes aquí sólo porque estés aburrida.
Mara meneó la cabeza, y su melena rubio rojiza onduló en el aire como oleadas de una especia exótica.
—Nunca me aburro, Skywalker. —Señaló la cabina de su nave y el asiento de pasajeros, que estaba vacío—. Es una de las ventajas de mi forma de ver la vida.
Erredós soltó una larga serie de silbidos y trinos electrónicos mientras se mecía hacia atrás y hacia adelante, bamboleándose sobre sus soportes. ——Quédate aquí, Erredós —dijo Luke——. Si alguien pregunta por mí,diles que me he ido. No tardaremos mucho en volver —añadió, lanzando una mirada de soslayo a Mara.
Mientras Luke se instalaba en el asiento vacío y se colocaba el arnés de seguridad, Mara pulsó un botón de los controles de la cabina. La puerta basculante lateral bajó velozmente y emitió un silbido al quedar herméticamente sellada. Después Mara conectó los aceleradores antes de que Luke hubiera tenido tiempo de acabar de abrocharse el cierre de su arnés de seguridad. La esbelta nave subió hacia el cielo con un estallido de energía de los haces repulsores y salió disparada por encima de las copas de los árboles.
Luke creyó oír el chirrido de las largas uñas de unas brujas cuando el fondo del casco rozó las ramas más altas de los árboles. Mara sonrió y aumentó la velocidad, haciendo que la nave subiera un poco más. La aceleración empujó a Luke contra el respaldo de su asiento, y el Maestro Jedi acabó decidiendo que tenía dos opciones: podía preocuparse..., o podía relajarse y disfrutar del viaje.
Luke pensó en sus días de juventud, cuando pilotaba un saltacielos T—16 que aullaba a través del Cañón del Mendigo en Tatooine, esquivando los obstáculos y llevando a cabo temerarias maniobras aéreas. Mara estaba exhibiendo sus habilidades de pilotaje, y Luke decidió permitírselo. Probablemente quería asustarle un poco, pero el truco no funcionaría.
La gruesa capa de verdor parecía una nube de follaje que se extendía por debajo de ellos. Mara siguió volando a toda velocidad, con los ojos clavados en los controles. El templo massassi se fue empequeñeciendo en la lejanía, pero Luke no estaba preocupado. Mara había hecho repetidos intentos de matarle en el pasado, pero de eso ya hacía mucho tiempo y Luke confiaba en la nueva Mara. La ironía de su situación le hizo sonreír.
—Bien, ¿de qué querías hablarme? —preguntó Luke.
—Tengo alguna información para ti —dijo Mara, lanzándole una rápida mirada y desviando la vista con idéntica rapidez— Cuando hago mi trabajo para la Alianza de Contrabandistas, siempre mantengo los ojos y los oídos bien abiertos. A veces oigo cosas que la Nueva República debería saber.
Luke enarcó las cejas.
—¿Como por ejemplo?
Mara fingió que fruncía el ceño.
—¿Esperas que te dé una información tan importante gratis?
Luke la contempló sin decir nada durante un segundo, y después sonrió. —Sí —dijo—. Sí, eso espero.
Mara se rió.
—Es una respuesta que no me sorprende en lo más mínimo viniendo de ti, Skywalker —dijo—. De acuerdo. Ya sabes que la Alianza de Contrabandistas fue creada con el propósito específico de organizar un frente sólido contra algunas de las organizaciones criminales más poderosas, especialmente las de los hutts.
—Sí, lo sé —dijo Luke, sospechando adónde podía llevar todo aquello. —Procuramos mantenernos informados sobre las idas y venidas de los hutts, ya que son nuestros enemigos..., o tal vez debería decir que son «la competencia». Bien, pues recientemente los hutts han estado creando bastantes problemas a nuestras fuentes de información habitual: han estado organizando lo que parece ser una fachada legítima y respetable consistente en varias corporaciones comerciales. La más importante de esas corporaciones es Minas Celestes Orko, un consorcio de explotación minera.
—¿Y no debería alegrarnos que los hutts estén intentando ser «respetables», para utilizar los términos que habría empleado Lando Calrissian'?
—Debería alegrarnos..., si pudiéramos creer en su sinceridad —replicó Mara, y después volvió a concentrarse en los controles cuando unas corrientes de aire caliente abofetearon la nave. El viento hizo temblar las ventanillas de transpariacero, y Mara viró hacia la izquierda para pasar junto a una protuberancia de roca volcánica y ascendió un poco más—. Pero tú sabes tan bien como yo que en realidad nunca puedes creer lo que digan los hutts. —Volvió a mirar a Luke . Creo que están tramando algo, y creo que es algo serio.
Luke no se inmutó.
—Aunque sólo soy un Maestro Jedi, tengo algunas fuentes de información propias..., y me siento inclinado a pensar que tus sospechas son ciertas, Mara Jade.
Mara parpadeó, visiblemente sorprendida.
—Ah. Así que no era necesario que viniera aquí después de todo. Luke meneó la cabeza.
—Que vengas a Yavin 4 nunca es innecesario. ¿Qué querías que hiciera con esta información?
—Pensé que podrías ir a Coruscant y comunicársela a tu hermana. Es la jefe de Estado, por lo que probablemente se le ocurrirá alguna idea para evitar que haya problemas.
Luke formó un puente con las manos, practicando un ejercicio consciente de relajación para poder soportar mejor la temeraria manera de pilotar de Mara.
—Podrías haber ido allí directamente —dijo después—. Venir a Yavin 4 sólo para entregar un mensaje te obliga a desviarte bastante de tu ruta, ¿no'? Mara respiró hondo.
—Quería hacerlo de la manera más discreta posible. Desde que estoy con la Alianza de Contrabandistas, he de moverme con sigilo. Mi relación con ellos no debería resultar demasiado obvia. Talon Karrde me enseñó esa lección.
—Comprendo —dijo Luke—. ¿Qué tal está Karrde? ¿Sigue retirado de los negocios?
—¡Ja! —exclamó Mara—. Unos cuantos meses de descanso bastaron para llevarle hasta el borde de la locura y el aburrimiento. Ha vuelto al trabajo y está más ocupado que nunca: tiene metidas las manos en tantos planes y maquinaciones extrañas que ya he perdido la cuenta.
Mara dirigió su esbelta y veloz nave hacia estribor en un apretado círculo y avanzó a toda velocidad por encima de las copas de los árboles, volviendo al Gran Templo.
—La otra razón por la que he venido aquí —siguió diciendo en un tono un tanto vacilante— es que de vez en cuando, por alguna razón desconocida... Bueno, hay momentos en los que casi me apetece volver a verte, Skywalker. No es algo que ocurra muy a menudo..., pero hay momentos en los que ocurre.
—¿Y éste es uno de ellos? ——preguntó Luke.
—Lo era—respondió Mara—. Será mejor que me vaya antes de que la magia del momento se disipe del todo.
Luke se rió.
—¿Por qué no te quedas unas horas más? Todos los estudiantes se reunirán en el comedor para !:i cena. Necesitas algo mejor que unas cuantas raciones rancias.
Mara accedió mucho más deprisa de lo que había esperado Luke. —De acuerdo —dijo—. Una cena rápida, y luego me largo de aquí.
Calista estaba sola en una mesa, removiendo su comida junto al asiento vacío en el que se sentaba normalmente Luke. Pero Luke se había ido para preparar los alojamientos de dos nuevos estudiantes con potencial Jedi que habían llegado en un transporte de la Nueva República.
Con la mente llena de una mezcla de desinterés y frustración, Calista contempló a los estudiantes Jedi que llenaban la pequeña sala de piedra. El más débil de ellos poseía poderes que no estaban a su alcance..., al menos por el momento. Ver cómo iban desarrollando sus capacidades a medida que jugaban con sus habilidades para emplear la Fuerza le resultaba muy doloroso. Eso era algo que le estaba negado a pesar de que lo había intentado una y otra vez. Calista era ciega y sorda a la Fuerza.
—Eh, ¿te importa si me siento aquí? —preguntó Mara Jade, que llevaba su uniforme de vuelo y sostenía en las manos una bandeja de estofado con verduras.
Calista asintió con una inclinación de cabeza apenas perceptible, y Mara se dejó caer en el asiento y colocó su bandeja sobre la mesa. Después cogió una rebanada de pan y la usó para hurgar en su estofado.
—Supongo que es mejor que las raciones empaquetadas, pero ya veo que no tenéis ningún androide con programación de gastrónomo trabajando en vuestra cocina. —Los luminosos ojos verdes de Mara chispearon—.Así que tú eres la nueva dama de Skywalker, ¿eh?
Calista deseó poder leer las emociones ocultas detrás del rostro de Mara. La comerciante era muy hábil a la hora de disimular sus expresiones, y Calista no tenía ni idea de qué pretendía con aquella conversación.
Sus cuerpos eran similares en edad, pero Calista había nacido décadas antes que Mara Jade. Sus poderes habían desaparecido, pero había sido una Jedi cuyas capacidades sobrepasaban con mucho cualquier capacidad de disimulo que Mara pudiera llegar a poseer jamás. Calista había oído hablar de conexiones pasadas entre Mara Jade y Luke, y decidió que sería preferible que tomara la iniciativa.
—Sí, lo soy —respondió— Y tú debes de ser Mara Jade. He oído hablar de ti.
Mara se limitó a asentir, y Calista enarcó las cejas.
——También he oído rumores de que hubo un tiempo en el que tal vez estuviste bastante interesada por Luke.
Mara volvió a dirigir un fruncimiento de ceño a su estofado, pero engulló un gran bocado. Lo tragó, tomó un sorbo y después dejó escapar una breve carcajada.
—¿Quién ha dicho que estuve interesada en Luke Skywalker'? Cuando le vi por primera vez, lo que más deseaba en el universo su era matarle. Seguí pensando de esa manera durante mucho tiempoSe encogió de hombros—. A veces me sigue pareciendo que sería una buena idea. —Mara se metió un poco más de estofado en la boca y lo masticó lentamente——. No me parece que sea una base muy sólida para una relación a largo plazo, ¿verdad'?
Calista meneó la cabeza.
—No, supongo que no lo es. —Incluso sin sus poderes Jedi, Calista no estaba muy segura de creer la respuesta de Mara—. Ahora ves mucho a Lando Calrissian, ¿no'? Oí decir que siempre estabais juntos.