Read La emperatriz de los Etéreos Online
Authors: Laura Gallego García
Tags: #Aventuras, fantástico, infantil y juvenil
Rozó la superficie con la punta de los dedos, produciendo en ella una gran ondulación. Con sorpresa y algo de aprensión, Bipa observó que las ondas seguían una trayectoria antinatural, concentrándose en un solo punto, hasta formar un rostro líquido que emergía directamente del agua, hierático, inexpresivo, como los del túnel de las máscaras de cristal.
—¿Eres... Todo? —osó preguntar Bipa.
El rostro habló, no con una voz humana, sino con el sonido del agua que fluye:
—Así me llaman.
—¿Por qué?
—Porque soy el agua —repuso aquella voz líquida—. Porque mi ser puede contraerse en este estanque o expandirse para tocar hasta la última gota del océano. Porque puedo recorrer en un instante toda la región de los
Líquidos
, por debajo de nuestros frágiles suelos de cristal. Por eso soy Todo. Y por eso me llaman Todo.
—Pero me miras desde la cara de una persona —dijo Bipa, sobrecogida, recordando las palabras de Uno—. ¿Fuiste una vez alguien sólido?
—Sí —respondió Todo—, pero permanecí demasiado tiempo en este lugar y
Cambié
demasiado deprisa. Me licué, me mezclé con el agua y ya no puedo
Cambiar
más. Y por eso —continuó—, dedico gran parte de mis esfuerzos a mantener los túneles de agua.
Bipa alzó la cabeza para contemplar la fantástica cúpula líquida.
—¿Los has hecho tú?
—Es parte de mí.
Bipa quiso preguntarle por los gólems de agua, por el
Cambio
, por la
Estrella
... por tantas cosas que no conocía, tantos misterios para los cuales Todo podía tener las respuestas; pero temía que aquel ser fluido desapareciese, fundiéndose en el agua en cualquier momento, por lo que se limitó a hacerle la pregunta más acuciante:
—Estoy buscando a un amigo mío. Se llama Aer. ¿Ha pasado por aquí?
—No lo sé —respondió Todo—. No puedo saberlo si no lo he visto antes.
—Puedo describírtelo —se apresuró a responder Bipa.
—Es inútil —sonrió Todo—. Para cuando llegan a este lugar, todos los
Cambiantes
son iguales. Pero déjame verlo a través de tus ojos. Acércate.
Bipa se inclinó sobre el agua, con precaución.
—Acércate más —ordenó Todo.
Bipa obedeció. Cuando su nariz casi rozaba ya la superficie del estanque, el rostro líquido de Todo desapareció para volver a emerger justo bajo el suyo. Los labios de Todo se fundieron con los suyos y, cuando Bipa lanzó una exclamación de sorpresa ante aquel inesperado beso, tragó agua sin querer. Tosió para escupirla y se alejó del estanque.
—Eso no ha sido muy amable por tu parte —comentó Todo—. ¿Quieres encontrar a tu amigo o no?
Bipa suspiró. Por toda respuesta, inspiró hondo y volvió a agacharse sobre el estanque.
De nuevo, el rostro de Todo se unió al suyo, de nuevo sus labios líquidos rozaron los suyos. Pero en esta ocasión, Bipa no se movió. Contuvo la respiración y se dejó arrastrar por la fuerza del agua, que tiró de ella hasta obligarla a sumergir la cara en el estanque. Bipa abrió los ojos, pero no vio más que oscuridad. Aguantó la respiración tanto como pudo y, cuando ya sentía sus pulmones a punto de estallar, sacó la cabeza del agua y respiró hondo, entre toses y jadeos.
El rostro de Todo volvió a emerger en la superficie del estanque.
Bipa temió que le dijese que aún no tenía suficiente, pero, por fortuna, Todo no le pidió de nuevo que sumergiera la cara en el agua.
—Lo he visto —dijo solamente.
El corazón de Bipa latió todavía más deprisa.
—¿Dónde? —inquirió.
La faz de Todo desapareció de la superficie del estanque y ésta se quedó otra vez lisa como un espejo.
Pero en el agua empezaron a reflejarse imágenes, imágenes que inundaron a Bipa de añoranza.
Allí estaban las Cuevas. Y su padre. Y Maga.
Y Aer.
Aer cargando con aquella estúpida lámina de cuarzo, Aer trepando por la colina para ver la
Estrella
, Aer lanzando bolas de nieve y haciendo el tonto como de costumbre, Aer derrumbándose ante su puerta...; Aer contemplando el horizonte con aquella expresión, entre nostálgica y resuelta, que vaticinaba que un día abandonaría su hogar y a su gente, tal vez para siempre.
—Es él —jadeó Bipa, casi sin aliento—. Pero son imágenes del pasado, no del presente, ¿verdad? De cuando vivíamos en las Cuevas —parecía haber pasado una eternidad desde entonces—. ¿Y dónde estoy yo?
—Al otro lado —respondió la voz borboteante de Todo—. Esas imágenes son tus recuerdos. Fuiste tú quien las registraste en tu propia memoria.
Los recuerdos seguían sucediéndose, y Bipa constató, no sin cierta vergüenza, que había mirado a Aer con mucha más atención de lo que estaba dispuesta a admitir.
Pero, en aquel momento, descubrir aquello no le importó.
—Bien —murmuró, sin poder apartar todavía los ojos de sus propios recuerdos—. Ya sabes cómo es Aer. Y ahora, dime, ¿le has visto?
Las imágenes desaparecieron de pronto, y el estanque reflejó de nuevo los rasgos de Bipa. La voz de Todo la hizo regresar a la realidad.
—Y éstos son mis recuerdos —dijo.
El estanque le mostraba ahora imágenes del país de los
Líquidos,
un amplio mar cristalino recorrido por una extensa red de caminos sólidos que sostenían túneles de agua. Aquellos caminos permitían que los
transparentes
se desplazasen sobre el agua sin hundirse, eso estaba claro. Pero... ¿por qué razón tenían que estar cubiertos por bóvedas de agua?
Dio con la respuesta casi en el instante en que Todo volvía a hablar.
—Lo has adivinado —dijo—. Los puentes de cristal han de estar cubiertos porque, de lo contrario, se licuarían como todo lo demás.
Bipa recordó cómo su balsa de cristal se había derretido como la escarcha junto al fuego.
—Es el brillo de la
Estrella
lo que hace que las cosas y las personas pierdan corporeidad —siguió explicando Todo—. Nada
opaco
debe mancillar la morada de la Emperatriz. Por eso su
Estrella
actúa de faro que guía a los
Caminantes
y de barrera para aquellos que no han
Cambiado
.
—Pero tú mantienes estos caminos sólidos sobre el mar —murmuró Bipa, tratando de asimilar toda aquella información—. Los cubres con cortinas y bóvedas de agua. ¿Por qué?
—Porque el agua es el único elemento que puedo manejar, en mi estado.
—No, no quiero decir eso. Preguntaba... por qué tiendes caminos sobre el mar. Si la
Estrella
sirve a la Emperatriz, y ella no quiere que nada sólido llegue hasta su palacio... ¿por qué ayudas a cruzar a los
Caminantes
?
—Porque
Cambiar
es un proceso largo. Muchos tardan un tiempo, y a menudo el viaje por los túneles los ayuda a
Cambiar
a su debido tiempo... Ni antes, ni después. Si no existieran mis túneles de agua, muchos
Caminantes
se quedarían en la orilla y se licuarían allí, como...
—... como gólems de nieve —murmuró Bipa a media voz.
—... como me sucedió a mí —completó Todo.
—¿Tú ya no puedes llegar hasta el palacio de la Emperatriz?
—Soy Todo —dijo él con sencillez—. Para que yo pudiera dar un solo paso fuera del país de los
Líquidos,
el océano entero tendría que evaporarse.
El rostro desapareció de la superficie del agua, dejando una última onda, como un leve suspiro.
Pero las imágenes seguían sucediéndose, y Bipa prestó atención, porque ahora le mostraban una figura que avanzaba sobre los caminos de cristal desafiando al impertérrito mar.
Era esbelto, muy esbelto, y se movía con la gracia y delicadeza de un gólem de agua. Su cabello, completamente blanco, caía sobre sus hombros como una cascada líquida. Su rostro era pálido como la nieve. Sus ojos, dos botones de agua.
—No puede ser él —susurró Bipa—. Casi parece un fantasma.
—Es ya casi un
etéreo
—corroboró Todo, con un deje de melancolía en su voz—. Está a punto de alcanzar el estadio perfecto.
—¡Perfecto! —repitió Bipa, sin poder creer lo que estaba oyendo—. ¡Si... si no es ni la sombra de lo que era! ¿La
Estrella
le ha hecho eso? Pero... —se miró las manos, aturdida—. Pero yo he recorrido el mismo camino que él. Y sigo siendo...
opaca
.
—Estás anclada a la tierra —le respondió Todo, con un cierto tono de reproche—. Llevas la marca de la Diosa. Si sabes lo que te conviene, no te atreverás a acudir con ella al palacio de la Emperatriz.
—¿La marca de la Diosa? —repitió Bipa.
Se llevó una mano al
Ópalo
.
—Ésa es la maldición de todos los
Caminantes
—dijo Todo con rencor—. Muchos ansian poseer un objeto como ése, porque les da poder para animar gólems. Pero al mismo tiempo mantiene corpóreos a sus portadores.
—¿Quieres decir que el
Ópalo
me protege de la influencia de la
Estrella
? —preguntó Bipa, y recordó entonces que Lumen le había dicho que los portadores del
Ópalo
veían frenado su proceso de
Cambio
—. ¿Y que por eso no he
Cambiado
, como lo ha hecho Aer?
—Por eso y porque no tienes voluntad de
Cambiar
—dijo Todo, con un cierto tono altanero—. Pero sí, es cierto —añadió, persuasivo—. Si te deshaces de ese
Ópalo
,
Cambiar
ás más deprisa. Esas cosas no le gustan nada a la Emperatriz. Son las armas que la Diosa utiliza para arrebatarle súbditos.
—La Diosa es la tierra que nos sostiene —dijo Bipa, repitiendo las enseñanzas de Maga—. Es la fuerza que hace crecer las plantas, el poder que alimenta el fuego, la sangre que corre por nuestras venas. La Diosa es la vida. ¿Qué clase de persona es esa Emperatriz que tanto la odia?
Todo rió de nuevo.
—Qué poco sabes, joven
opaca
. Viajas en busca de la Emperatriz y no tienes ni idea de quién es ella...
—Yo no viajo en busca de la Emperatriz —corrigió Bipa, ceñuda—. Voy a buscar a Aer. No tengo la culpa de que él se haya vuelto lo bastante loco como para querer convertirse en una especie de sombra escuchimizada.
Todo sonrió.
—Sin embargo, deberías saber a qué te enfrentas. Si eres adoradora de la Diosa, acercarte a la Emperatriz no es una buena idea. Son enemigas desde tiempo inmemorial.
»Antiguamente, nuestro mundo estaba gobernado por una Diosa que recordaba constantemente a sus criaturas que estaban hechas de materia impura, que tenían cuerpos a los que debían atender. Cuerpos que nacían de otros cuerpos. Que había que alimentar. Cuerpos que crecían y envejecían, que experimentaban dolor, hambre, sed. Cuerpos que necesitaban descansar y que sentían el impulso de unirse a otros cuerpos.
»Todas las criaturas vivían esclavas de su propia corporeidad. Y, cuando, por fin, esos cuerpos morían, regresaban a la tierra para alimentar a su Diosa. Le pertenecían desde que nacían hasta que la tierra se los tragaba. Hasta tal punto los controlaba ella.
»Todo esto cambió con la llegada de la Emperatriz. Ella derrotó a la Diosa y la obligó a retirarse a las profundidades del subsuelo, desde donde todavía hoy escupe de vez en cuando esas... piedras...
Ópalos
... que condensan parte de su poder.
—El poder de la vida —le recordó Bipa con cierta dureza.
—Pero es la Emperatriz quien gobierna ahora sobre el mundo —prosiguió Todo, imperturbable—. Ella descendió de los cielos y nos ofreció la posibilidad de liberarnos de la esclavitud de nuestros cuerpos. Nos enseñó a
Cambiar
. Nos dio la oportunidad de alcanzar la eternidad.
—¡La eternidad! —exclamó Bipa con desdén—. ¿De qué te sirve la eternidad si para ello has de renunciar a la vida?
—La eternidad —replicó Todo— es la libertad ansiada por todos aquellos que son esclavos de su cuerpo. Tu amigo lo sabe. Sabe que lo que la Emperatriz le ofrece vale más que una corta vida que pasará alimentándose, durmiendo, envejeciendo y criando a unos hijos que serán tan esclavos como él. Por eso te ha dado la espalda, muchacha. A ti y a todo lo que conoció. Sabe muy bien que el don de la Emperatriz no tiene precio. ¿Qué podrías ofrecerle tú a cambio de la eternidad? ¿Qué puedes regalarle que valga más que la libertad?
Bipa montó en cólera. Las palabras de Todo le parecían una sarta de disparates.
—Vivir la vida —dijo—, eso no tiene precio. Quien no haya pasado nunca frío no apreciará el valor de una hoguera. Quien nunca haya llorado no disfrutará de los momentos de risas. Quien no haya pasado hambre no valorará un plato de estofado caliente. Quien no conozca la muerte no sentirá amor por la vida. Esto es lo que Maga me enseñó.
»Los
etéreo
s pierden la capacidad de sentir, de emocionarse. Eso es lo que nos hace amar la vida. Los
etéreo
s buscan una existencia sin límites y al mismo tiempo renuncian a las cosas que valen la pena. Serán eternos, sí. Pero estarán eternamente vacíos.
»Tú lo sabes —concluyó, con una traviesa sonrisa—. Presumes de ser Todo, pero estás atrapado en una cárcel líquida. Presumes de no sentir necesidades corporales, pero me has robado un beso. Sólo para tratar de recordar qué se sentía al besar a una mujer.
Todo no respondió.
Bipa se levantó, segura y confiada, por primera vez en mucho tiempo.
—No eres Todo —le aseguró—. No eres yo. Porque aún poseo un cuerpo que me delimita. Porque tengo una identidad, y porque aún recuerdo mi nombre.
»Y sé que tú desearías poder acordarte del tuyo.
—Mientes —farfulló aquel ser de agua—. La Diosa habla por tu boca y trata de confundirme. Tú...
Bipa no oyó más. Se alejó del estanque, sin prestar atención a los borboteos de Todo. El gólem la siguió, deslizándose sobre el suelo de cristal, como una sombra líquida.
Cuando la muchacha llegó a la galería, Uno ya se había marchado. El gólem de agua la acompañó de regreso a la caverna de donde partía el túnel que la conduciría hasta el país de los
etéreo
s. Ahora sabía que Aer se había adentrado en él.
«A estas alturas —pensaba Bipa—, tal vez ya no pueda encontrarlo. Quizá ya no tenga cuerpo.»
Habría debido seguir su camino sin entretenerse, se decía a sí misma. Pero, por otro lado, su conversación con Todo le había enseñado muchas cosas. Y, además, no era tan sencillo continuar adelante.