La comunidad del anillo (20 page)

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Authors: J. R. R. Tolkien

Tags: #Fantasía épica

BOOK: La comunidad del anillo
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—¿Dónde está? —preguntó Frodo, mirando alrededor, como si esperase que una figura enmascarada y siniestra saliera de un armario.

—Adelántate, Sam —ordenó Merry. Sam se levantó, rojo hasta las orejas—. ¡He aquí a nuestro informante! Nos dijo muchas cosas, te lo aseguro, antes que lo atraparan. Después se consideró a sí mismo como juramentado y nuestra fuente se agotó.

—¡Sam! —exclamó Frodo, sintiendo que su asombro llegaba al máximo e incapaz de decidir si se sentía enojado, divertido, aliviado o simplemente aturdido.

—¡Sí, señor! —dijo Sam—. ¡Le pido perdón, señor! Pero no quise hacer daño, ni a usted ni al señor Gandalf. Él es persona de buen sentido, recuérdelo, pues cuando usted le habló de partir
solo, él
le respondió:
¡No! Lleva a alguien en quien puedas confiar.

—Pero parece que no puedo confiar en nadie —dijo Frodo.

Sam lo miró tristemente.

—Todo depende de lo que quieras —Intervino Merry—. Puedes confiar en que te seguiremos en las buenas y en las malas hasta el fin, por amargo que sea, y en que guardaremos cualquier secreto, mejor que tú. Pero no creas que te dejaremos afrontar solo las dificultades, o partir sin una palabra. Somos tus amigos, Frodo. De cualquier modo, el caso es claro. Sabemos casi todo lo que te dijo Gandalf. Sabemos muchas cosas del Anillo. Estamos terriblemente asustados, pero iremos contigo, o te seguiremos como sabuesos.

—Y después de todo, señor —agregó Sam—, tendría que seguir el consejo de los elfos. Gildor le dijo que llevase voluntarios que lo acompañaran, no lo puede negar.

—No lo niego —dijo Frodo, mirando a Sam, que ahora sonreía satisfecho—. No lo niego, pero ya nunca creeré que duermes, ronques o no. Para asegurarme, te patearé con fuerza. ¡Sois un par de pillos solapados! —dijo, volviéndose a los otros—. ¡Pero que el cielo os bendiga! —rió levantándose y agitando los brazos—. Acepto; seguiré el consejo de Gildor. Si el peligro fuera menos sombrío, bailaría de alegría. Sin embargo, no puedo evitar sentirme feliz, más feliz de lo que me he sentido en mucho tiempo. La perspectiva de esta noche me aterraba.

—¡Bien! Decidido. ¡Tres hurras por el capitán Frodo y sus compañeros! —gritaron los otros mientras bailaban alrededor.

Merry y Pippin entonaron una canción que habían preparado aparentemente para esta oportunidad. La habían compuesto tomando como modelo la canción de los enanos que había acompañado la partida de Bilbo, tiempo atrás. Y la melodía era la misma:

Adiós les decimos al hogar y a la sala.

Aunque sople el viento y caiga la lluvia

hemos de partir antes que amanezca,

lejos, por el bosque y la montaña alta.

 

Rivendel, donde los ellos habitan aún,

en claros al pie de las nieblas del monte,

cruzando páramos y eriales iremos de prisa

y de allí no sabemos a dónde.

 

Delante el enemigo y detrás el terror,

dormiremos bajo el dosel del cielo,

hasta que al fin se acaben las penurias,

el viaje termine y la misión concluya.

 

¡Hay que partir, hay que partir!

¡Saldremos a caballo antes que amanezca!

—¡Muy bien! — dijo Frodo —. En este caso hay mucho que hacer antes de irnos a la cama. Dormiremos bajo techo, aunque sólo sea esta noche.

—¡Oh! ¡Eso era poesía! —dijo Pippin—. ¿Realmente piensas partir antes que amanezca?

—No lo sé —respondió Frodo—. Temo a esos Jinetes Negros y estoy seguro de que es imprudente quedarse mucho tiempo en un mismo sitio, especialmente en un sitio adonde se sabe que yo iría. También Gildor me aconsejó no esperar. Pero me gustaría tanto ver a Gandalf. Me di cuenta de que el mismo Gildor se turbó cuando supo que Gandalf no había aparecido. La partida depende de dos cosas. ¿Cuánto tiempo necesitarían los Jinetes para llegar a Gamoburgo? ¿Y cuándo podremos partir? Tendremos que hacer muchos preparativos.

—Como respuesta a esa segunda pregunta —dijo Merry—, te diré que podemos partir dentro de una hora. Prácticamente he preparado todo. Hay seis poneys en un establo al otro lado del campo; las provisiones y los enseres están todos empacados, excepto unas pocas ropas de uso y los alimentos perecederos.

—Parece haber sido una conspiración muy eficiente —dijo Frodo—. Pero, ¿y los Jinetes Negros? ¿Habría peligro si esperamos a Gandalf un día más?

—Todo depende de lo que pienses que harán los Jinetes, si te encuentran aquí —respondió Merry —. Podrían haber llegado ya, por supuesto, si no los hubiesen detenido en la Puerta Norte, donde el seto desciende hasta el río, de este lado del puente. Los guardias no les habrían permitido cruzar de noche, aunque ellos hubiesen podido abrirse paso a la fuerza. Aun a la luz del día, tratarían de no dejarlos pasar, por lo menos hasta mandarle un mensaje al Señor de la Casa, pues no les agradaría el aspecto de los Jinetes y seguramente estarían asustados. Por supuesto, Los Gamos no podría resistir mucho tiempo un ataque decidido. Y es posible que en la mañana se permita pasar a un jinete Negro que llegue preguntando por el señor Bolsón. Es bastante conocida tu idea de regresar y establecerte en Cricava.

 

Frodo se quedó sentado, un rato, muy pensativo.

—Me he decidido —dijo al fin—. Partiré mañana, tan pronto amanezca; pero no iré por el camino, sería más seguro quedarse aquí. Si yo atravesase la Puerta Norte, mi partida se conocería en seguida, en vez de mantenerse en secreto, al menos unos pocos días más, como tendría que ser. Además, el puente y el Camino del Este cerca del límite estarán vigilados, entre o no en Los Gamos algún jinete. No sabemos cuántos son; por lo menos dos y quizá más. Lo único que nos queda es partir en una dirección del todo inesperada.

—¡Pero eso significa entrar en el Bosque Viejo! —dijo Fredegar horrorizado—. No puedes pensar en algo semejante. Es tan peligroso como los Jinetes Negros.

—No tanto —dijo Merry—. Es una solución desesperada, pero creo que Frodo tiene razón; sólo así podríamos evitar que nos siguieran en seguida. Con un poco de suerte podríamos ganar una considerable ventaja.

—Pero no tendrás ninguna suerte en el Bosque Viejo —objetó Fredegar—. Nadie ha tenido suerte ahí. Te perderás, La gente nunca entra en el bosque.

—¡Oh, sí! —dijo Merry—. Los Brandigamo van a veces, cuando les da por ahí. Tenemos una entrada particular. Frodo la conoció hace tiempo, Yo he estado varias veces; en general durante el día, por supuesto, cuando los árboles están quietos y adormecidos.

—¡Bueno, haced como mejor os parezca! —dijo Fredegar—, Tengo más miedo del Bosque Viejo que de cualquier otra cosa; las historias que he oído son verdaderas pesadillas. Pero mi voto apenas cuenta, pues no iré con vosotros. De todos modos, me alegra que alguien se quede para contarle todo a Gandalf, cuando vuelva, y estoy seguro de que no tardará.

El Gordo Bolger, aunque quería mucho a Frodo, no deseaba abandonar la Comarca ni ver lo que había más allá. Era de una familia de la Cuaderna del Este, de Bolgovado, los Campos del Puente, para ser más exactos; pero él nunca había ido más allá del Brandivino. De acuerdo con el plan original, la obligación de Bolger era quedarse allí y tratar con los preguntones y mantener así todo lo posible el engaño de que el señor Bolsón continuaba en Cricava. Hasta habían traído algunas ropas viejas de Frodo para ayudarlo a interpretar ese papel. Nadie
pensó
que ese papel pudiera llegar a ser de veras peligroso.

—¡Excelente! —dijo Frodo cuando comprendió el plan—. De otro modo no podríamos haber dejado un mensaje para Gandalf. No sé sí esos Jinetes saben leer o no, pero no me hubiese atrevido a correr el riesgo de un mensaje escrito, pensando que ellos podrían entrar y revisar la casa. Pero si Gordo está dispuesto a custodiar la fortaleza, lo que significa que Gandalf sabrá a dónde fuimos, eso me decide. Mañana temprano entraré en el Bosque Viejo.

—Está bien —dijo Pippin—, Total, prefiero nuestra tarea a la de Gordo, que aguardará aquí la llegada de los Jinetes Negros.

—Espera a encontrarte en medio del bosque —dijo Fredegar—. Mañana antes de esta hora desearás estar aquí conmigo,

—Basta de discusiones — dijo Merry —. Todavía tenemos que ordenar las cosas y dar los últimos toques al equipaje. Los despertaré antes que amanezca.

 

Cuando por fin se acostaron, Frodo tardó en dormirse. Le dolían las piernas, Le alegraba saber que partirían a caballo. Al fin cayó en un vago sueño; creía estar mirando a través de una ventana alta, sobre un mar oscuro de árboles enmarañados. De abajo, entre las raíces, venía el murmullo de unas criaturas que se arrastraban y bufaban. Estaba seguro de que tarde o temprano lo descubrirían por el olfato.

Luego oyó un ruido a lo lejos. Al principio creyó que era un viento huracanado, que soplaba sobre las hojas del bosque. En seguida comprendió que no eran las hojas sino el sonido del mar lejano, un sonido que nunca había oído en la vigilia, pero que a menudo había turbado sus sueños. De pronto se encontró fuera, al aire libre. No había árboles, después de todo. Estaba ahora entre unos matorrales oscuros y un extraño olor salobre flotaba en el aire. Alzando los ojos, vio delante una torre blanca y alta, que se erguía solitaria sobre un escarpado arrecife y tuvo
entonces deseos
de subir a la torre y ver el mar. Comenzó a trepar penosamente por el arrecife hacia la torre, pero de pronto una luz apareció en el cielo y el trueno retumbó.

6

El bosque viejo

Frodo despertó bruscamente. La habitación estaba todavía a oscuras. Merry estaba allí, de pie, con una vela en una mano y golpeando la puerta con la otra.

—Bien, bien, ¿qué ocurre? —dijo Frodo, todavía tembloroso y aturdido.

—¿Qué ocurre? —exclamó Merry—. Hora de levantarse. Son las cuatro y media y hay mucha niebla. ¡Arriba! Sam está preparando el desayuno. Hasta Pippin está levantado. Voy ahora a ensillar los poneys y elegir el que llevará el equipaje. ¡Despierta a ese Gordo haragán! Que se levante a despedirnos, por lo menos.

Poco después de las seis, los cinco hobbits estaban listos para partir. Gordo Bolger todavía bostezaba. Salieron de la casa en silencio. Merry iba al frente guiando un poney que llevaba el cargamento; tomó un sendero que atravesaba un bosquecillo detrás de la casa y luego cortó por el campo. Las hojas de los árboles centelleaban a la luz y las ramas goteaban; un rocío helado había agrisado las hierbas. Todo estaba tranquilo y los ruidos lejanos parecían lejanos y próximos: unas aves parloteaban en un corral; alguien cerraba una puerta en una casa distante.

Encontraron los poneys en el establo; bestias pequeñas y robustas de la clase que preferían los hobbits; no muy rápidas, pero buenas para una larga jornada. Los hobbits montaron y pronto se encontraron cabalgando en la niebla que parecía abrirse de mala gana y cerrar el paso detrás de ellos. Luego de cabalgar alrededor de una hora, lentamente y sin hablar, una cerca se levantó de pronto delante. Era alta y estaba envuelta en una red de plateadas telarañas.

—¿Cómo vas a atravesarla? —preguntó Fredegar.

—¡Sígueme! —dijo Merry— y ya verás.

Fue hacia la izquierda, a lo largo de la cerca y pronto llegaron a un sitio donde el vallado torcía hacia adentro, corriendo por el borde de una depresión. A cierta distancia de la cerca habían hecho una excavación en pendiente; las paredes de ladrillo se arqueaban hasta formar un túnel que pasaba por debajo de la cerca y desembocaba en la depresión del otro lado.

Aquí Gordo Bolger se detuvo. —¡Adiós, Frodo! —dijo—. Desearía de veras que no te internaras en el bosque. Espero sólo que no necesites auxilio antes de terminar el día. ¡Buena suerte, hoy y todos los días!

—¡Tendré suerte, si no nos aguarda nada peor que el Bosque Viejo! —dijo Frodo—. Dile a Gandalf que se apresure por el camino del este. Lo retomaremos pronto, e iremos de prisa.

—¡Adiós! —gritaron y corrieron cuesta abajo entrando en el túnel y desapareciendo de la vista de Fredegar.

El túnel era oscuro y húmedo; una puerta con barrotes de hierro cerraba el otro extremo. Merry desmontó y la abrió y cuando todos pasaron la empujó hacia atrás. La puerta se cerró con un golpe metálico y el cerrojo cayó otra vez. El sonido fue siniestro.

—¡Ya está! —exclamó Merry—. Hemos dejado la Comarca y estamos fuera en los linderos del Bosque Viejo.

—¿Son ciertas las historias que se cuentan? —preguntó Pippin.

—No sé a qué historias te refieres —respondió Merry—. Si es a esas historias de miedo, que las nodrizas le contaban a Gordo sobre duendes y lobos y cosas así, te diré que no. En todo caso yo no las creo. Pero el Bosque
es
raro. Todo ahí está más vivo y es más atento a todo lo que ocurre, por así decir, que las cosas de la Comarca. A los árboles no les gustan los extraños te vigilan. Por lo general se contentan con esto, mientras hay luz, y no te molestan demasiado. A veces los más hostiles dejan caer una rama, o levantan una raíz, o te atrapan con una liana. Pero de noche las cosas pueden ser muy alarmantes, según me han dicho. No he estado aquí después de oscurecer sino una o dos veces y sin alejarme del cercado. Me pareció entonces que todos los árboles murmuraban entre sí, contándose noticias y conspirando en un lenguaje ininteligible; y las ramas se balanceaban y rozaban sin ningún viento. Dicen que los árboles se mueven realmente y pueden rodear y envolver a los extravíos. En verdad, hace tiempo atacaron la cerca; vinieron y se plantaron al lado, inclinándose hasta cubrirla. Pero los hobbits acudieron y cortaron cientos de árboles e hicieron una gran hoguera en el bosque y quemaron el suelo en una larga franja al este de la cerca. Los árboles dejaron de atacar, pero se volvieron muy hostiles. Hay aún un ancho espacio despejado, no muy adentro, donde hicieron la hoguera.

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