La chica del tiempo (51 page)

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Authors: Isabel Wolff

Tags: #Romántico

BOOK: La chica del tiempo
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Jennifer Aniston estaba tumbada en el sofá de cuero blanco viendo
Un hombre y su perro
en la tele. Su cara, como un crisantemo peludo, vuelta hacia la pantalla.

—¿Cómo es que no estás morena, Faith? —preguntó Lily de pronto—. Si acabas de volver del Caribe.

—No he ido al Caribe —anuncié.

—¿Y por qué no?

—Porque no me apetecía. ¿Y sabes por qué? Pues porque Jos, un tipo tan fantástico, maravilloso y fabuloso según tú, ha resultado ser un mierda.

Entonces le conté lo de Becky y su hija. Lily casi se ahoga con su canapé.

—¡Dios mío! ¡Qué canalla! Pero… parecía tan perfecto.

—Sí, sobre todo según tú.

—Ah, ya entiendo. Habéis tenido problemas y ahora me quieres echar la culpa.

—Es que la culpa es tuya.

—¿Por qué? ¿Por lo de Jos?

—Sí. Tú me presionaste para que saliera con él, Lily. Desde que le conocí no has hecho más que vendérmelo, insistir en que era perfecto para mí.

—¡Era lo que pensaba! —protestó ella.

—No podías dejar que fuera a mi ritmo. Tenías que meterte.

—Pero Peter te había defraudado, Faith. Yo quería que tu nueva relación funcionara.

—No, Lily, era mucho más que eso. Tú estabas casi dirigiendo la función. No dejabas de manipularnos, como si tuvieras un plan. —De pronto me acordé de Despina, la intrigante doncella de
Così fan tutte
, siempre maquinando, igual que Lily—. Te dedicas a vestirme con ropa de diseño, te ofreces a hacer de niñera, encargas que nos saquen fotos a Jos y a mí para el
Moi!
, para que todo el mundo nos vea juntos y, en general, le haces muchísima propaganda, con el mismo entusiasmo que si fuera el último bolso de Chanel. Pero desde el principio sabía que había algo oscuro en él.

—Ya. Pues si lo sabías, no tenías que haber salido con él —replicó ella enfadada—. Al fin y al cabo es tu vida. Madre mía, mira que eres ingenua, Faith.

—Sí, y tú lo sabías. Me conoces desde hace veinticinco años. Sabes que siempre te hago caso. Pero la cuestión es que no has hecho más que darme malos consejos.

—¿Entonces por qué los seguías? —me espetó.

—Pues… porque estaba deprimida y me sentía vulnerable, por lo que Peter había hecho.

—Lo que hizo Peter no tiene perdón.

—¿Ah, no? No estoy tan segura. En todo caso tiene gracia que lo digas precisamente tú, que has salido con un montón de hombres casados. Sí, Peter tuvo un desliz, Lily. Le pasa a mucha gente. Tú insististe en que yo no lo superaría, pero el caso es que lo he superado. Y cuando te dije que quería volver con él te quedaste horrorizada, casi furiosa. A mí entonces me pareció extraña tu reacción, pero ahora entiendo que el asunto es más complicado. Tú querías que me divorciara. Ese ha sido siempre tu objetivo. Querías que Peter y yo nos separásemos. Ahora lo tengo claro. Todo empezó en Snows, ¿no?, cuando me soltaste aquel comentario: «Creo que eres maravillosa al confiar en él». Así, de pronto, me lo soltaste en mitad de la conversación como una pedrada. Entonces fue cuando empecé a sospechar de Peter. Entonces fue cuando todo cambió. Y tú no hacías más que echar leña al fuego para aumentar mis sospechas. Alentaste mi inseguridad porque te convenía. Me enviaste aquel artículo sobre la infidelidad, me animaste a mirar aquella página web, ¿teengaña?.com. ¡Vamos, si hasta pagaste el detective privado! Y todo esto diciéndome que estabas segura de que Peter era inocente, mientras te encargabas de que yo descubriera lo contrario. Me presionaste, en contra de todos mis instintos, para que le preguntara sobre el tabaco y los chicles. Y luego, en el instante en que Peter confesó, tú te tiraste a su cuello y cada vez que yo tenía la tentación de volver con Peter insistías para que me quedara con Jos.

—Pensaba que Jos era toda una adquisición. No es culpa mía que haya salido rana.

—No, pero sí tienes la culpa de que yo me involucrara tanto con él. Porque si no te hubiera hecho caso, habría perdonado a Peter. Pero no; seguí tu consejo… y nunca me arrepentiré lo suficiente. ¡Has destruido mi matrimonio! —grité—. Éramos felices juntos y ahora nos estamos divorciando. ¡Y todo por tu culpa!

Lily bebió su champán con aire de condescendencia.

—Mira que eres idiota —dijo con toda tranquilidad—. Tú no eras feliz para nada, no te engañes.

—¡Sí que lo éramos! Éramos muy felices, Lily, muy felices. Felicísimos. Sí, Lily, yo era muy feliz con Peter.

—Más bien estabas aburrida, más aburrida que una ostra, hija. Se te notaba en la cara. Necesitabas un cambio desesperadamente.

—¿Y tú qué demonios sabes? Nunca has estado casada.

—Yo solo sé lo que veo. Estabas catatónica de puro aburrimiento. Los dos lo estabais, se notaba a la legua. Así que pensé que te estaba echando una mano. Yo también estaría aburrida después de pasar quince años con la misma persona. Con tus viajecitos a Ikea y tu casita y tus patéticas fantasías sexuales sobre las que hacías tantos chistes. Pero como decía Freud, «los chistes no existen».

—Yo quería a Peter —insistí—. Éramos felices.

—Ya. Tú misma me contaste que hacía más de un año que no dormíais juntos. ¡Preferías dormir con el perro!

—¿Por qué no? Me gusta dormir con mi perro. Tú duermes con el tuyo. Peter tenía problemas en el trabajo y, como ya sabes, yo tengo un horario imposible.

—Mira Faith, estabas tremendamente frustrada, y él también. Se os salía el tedio por las orejas. Así que no me vengas con eso de que erais tan felices juntos. Es mentira y tú lo sabes muy bien.

—¡Es verdad!

—No lo es.

—Sí lo es.

—¡No lo es!

—¿Y tú cómo lo sabes?

—¡Porque si de verdad hubieras sido feliz, so idiota, no me habrías hecho caso!

Me la quedé mirando. La lógica de sus palabras me había dejado sin habla.

—Si hubieras sido tan feliz como dices, me habrías mandado a la mierda —añadió con calma.

—Ojalá lo hubiera hecho.

—Pero además es que no te das cuenta de que yo solo quería lo mejor para ti.

—Sí, ya me lo habías dicho, pero es mentira.

—No, Faith, es verdad.

—Es mentira podrida, Lily, porque si quisieras lo mejor para mí no habrías ido a la prensa con rumores malintencionados sobre mi marido. —Se quedó de piedra, con la copa de champán a medio camino—. Fuiste tú. —Ella se sacudió unas migas imaginarias de la falda—. Fuiste tú, ¿verdad?

—¿De qué demonios hablas? —preguntó enfadada.

—Fuiste tú la que vendió aquella basura a los periódicos.

—Faith, no…

—No te molestes en negarlo, porque lo sé de buena tinta. Y lo peor es que ni siquiera era verdad aquella información. No eran más que rumores para desacreditar a Peter todo lo posible y dar un empujoncito al divorcio. Fuiste tú. Durante un tiempo pensé que había sido Andie y luego Oliver. La verdad es que nunca me pasó por la cabeza que pudieras ser tú. Se supone que éramos amigas, ¿no? Llevamos juntas veinticinco años.

—Yo… —Lily no encontraba las palabras, pero es que además no le di ocasión de decir nada.

—¿Por qué lo has hecho? —pregunté—. Me gustaría saberlo. ¿Qué te he hecho yo para que me tengas manía? ¿Qué mal te he podido hacer para darte motivos? Lo único que sé es que todo empezó en aquella cena de aniversario. Algo pasó esa noche… ¡Ya sé! —exclamé—. Fue lo de Otelo, ¿verdad? Tuve la falta de tacto de recordarte la única ocasión en que no triunfaste. Siempre ha sido un tema tabú contigo, así que esa noche decidiste castigarme.

—¡No digas tonterías! —replicó ella—. Como si todo eso me importara, después de dieciocho años.

—¿Entonces por qué, Lily? Necesito saberlo. Todo ese rollo de que solo quieres lo mejor para mí… Has querido arruinar mi matrimonio y la carrera de Peter. ¿Por qué? ¿Por qué odias tanto a Peter? Él nunca te ha hecho daño.

—¡Ahí te equivocas! ¡Peter me ha hecho daño!

—¿Cómo?

—Hay cosas de Peter que tú no sabes —chilló—. No sabes lo que intentó hacerme. Te lo aseguro, hay cosas que tú no sabes. Yo me enteré el año pasado.

—¿Qué cosas? —pregunté sorprendida—. ¿De qué demonios hablas?

Volvió a sentarse y bajó la voz:

—¿Quieres que te lo diga? Hace un año —comenzó nerviosa—, en noviembre, fui a cenar con el editor del
Moi!
, Ronnie Keats, ¿te acuerdas? Te lo presenté en el partido de polo.

—Sí. ¿Qué tiene que ver con todo esto?

Lily respiró hondo, como si algo le doliera.

—Bueno, yo solo llevaba en mi puesto un mes cuando Ronnie me contó algo terrible. La verdad es que debería haberse callado. —Se le habían llenado los ojos de lágrimas y le temblaba el labio—. Me dijo que cuando me estaban considerando para el
Moi!
pidió referencias mías a cuatro personas. Una de ellas, Peter.

—Sí, lo sé.

—Bueno, Ronnie se va a veces de la lengua y esa noche había bebido un poco. —Sacó un kleenex de una caja—. Me dijo que una de esas personas me había hecho muy mala crítica.

—¿Sí?

—Con la consecuencia de que se lo tuvieron que pensar muchísimo antes de darme el trabajo.

—¿Y?

—Estuvieron a punto de rechazarme. Así que sabiendo que a Peter siempre le he caído mal, pensé que solo había podido ser él.

—Pero te dieron el puesto —señalé.

—¡Pero por los pelos! —exclamó ella.

—¿Y crees que fue por culpa de Peter?

—Sí.

—Ya. Así que planeaste tu venganza.

—Sí. —Se levantó de nuevo—. Así es. Decidí que me las iba a pagar, porque en esta vida o pisas o te pisan. ¡Y a mí no me pisa nadie!

Me dieron ganas de echarme a reír.

—Estás loca —dije con calma, levantándome también—. Eres mala y patética.

—¡No estoy loca!

—Sí que lo estás, loca de atar.

—¿Es que no lo entiendes, Faith? Esta era la cima de mi carrera. Dirigir el
Moi!
era lo más importante del mundo para mí. Me he pasado la vida luchando por eso. Por fin iba a conseguir que esas pijas del colegio se tragaran sus críticas. ¿No te acuerdas de cómo se reían cuando yo decía que sería editora de una revista? Se reían de mí, Faith, aquellas pijas con sus ponis y sus trajecitos caros. Ya entonces pensaba yo: ¡Ya veréis, idiotas! Y por fin triunfé, Faith, por fin les di una lección. Y entonces me entero de que Peter casi me lo impide.

—Ahí es donde te equivocas.

—No —insistió ella—. Fue Peter.

—No fue él.

—¡Te digo que sí!

—¿Ah, sí? ¿Acaso tienes pruebas?

—¡Venga ya, Faith! No necesito pruebas. Siempre le he caído fatal. ¿Qué otra persona podría haber sido?

—Una de las otras tres. Porque da la casualidad de que yo sé exactamente lo que Peter le dijo de ti a Ronnie Keats. ¿Quieres saberlo, Lily? ¿Quieres que te lo diga? No me acuerdo palabra por palabra, pero mencionó tu «gran talento, visión y capacidad de trabajo». Ah, también alabó tu «magnífica imaginación visual», así como tus «grandes dotes editoriales». Te tachó de «muy inteligente y culta» y dijo que escribías «de maravilla». Me hizo prometer que no diría nada, puesto que el informe era confidencial, pero eso es exactamente lo que dijo.

Lily parecía como en trance y totalmente confusa, como si de pronto me hubiera puesto a hablar en lenguas desconocidas.

—Te has equivocado, Lily —repetí en voz queda—. Peter te puso por las nubes.

Se quedó mirándome, tan pasmada que no podía ni pestañear. Al cabo de un momento se llevó la mano a la boca.

—¡Mierda!

—Te has equivocado de víctima.

—Yo…

—Y todo por tu dichosa vanidad.

—Pero… no lo entiendo. Estaba convencida.

—Te equivocabas.

—Pero sé que a Peter le caigo mal. ¿Por qué iba a decir todo eso de mí?

—Porque Peter nunca permitiría que sus sentimientos personales influyeran en la alta opinión que tiene de tu trabajo.

—Pero… no lo entiendo.

—Pues es muy triste que no lo entiendas. No puedes comprender que Peter nunca mentiría sobre tu capacidad profesional. Supongo que otra gente estaría dispuesta a mentir, tú, por ejemplo, pero Peter siempre va con la verdad por delante.

—¡Dios! —murmuró ella, dejándose caer en una silla—. ¡Mierda, mierda! —Estaba horrorizada, casi parecía que se sintiera culpable de haber cometido un error tan garrafal—. Pero yo estaba segura de que había sido él. Estaba…

—Obsesionada. Y todo por un error de cálculo, Lily, por una equivocación. Y ahora, gracias a ti, casi estoy divorciada y Andie va a tener un hijo de Peter.

—Faith, no…

—Bueno, podríamos decir que Andie va a tener un hijo mío, porque Peter y yo íbamos a tener un hijo, Lily, porque nos habíamos vuelto a enamorar. Tú nunca has querido darte cuenta de lo mucho que yo quería a Peter. Y ahora, gracias a ti, todo se ha estropeado ¡y mi divorcio será definitivo dentro de una semana! —exclamé, cada vez más furiosa.

Jennifer Aniston se puso a ladrar.

—¡Andie va a tener un hijo! —repetí—. ¡Y yo voy a tener que vivir con eso el resto de mi vida! ¡Así que espero que estés satisfecha! —grité. Me dolía la garganta—. Porque por mucho que te hubieras esforzado, no podrías haberme destrozado más.

—No, pero…

—¡Se ha terminado todo! —Me eché a llorar—. ¡Se ha jodido todo!

—Faith, escucha.

—¡Es horrible! —sollocé, llevándome las manos a la cara.

—Pero tengo que decirte una cosa.

—¡No quiero oírla! —grité—. ¡No vuelvas a decirme nada! Se acabó, Lily. ¡Ya estoy harta!

—¡Pero es muy importante!

—¡Guau! ¡Guau!

—¡Calla, Jennifer! ¡Chucho gordo y asqueroso!

—¡Faith! —chilló Lily—. ¡Jennifer no está gorda!

—¡Está gordísima! ¡Gordísima! Porque se pasa el día con el culo pegado al sillón, poniéndose morada de canapés y soñando con Graham.

—¡Faith! ¡Eso es una grosería!

—¡Me da igual! Yo confiaba en ti, Lily. ¡Craso error! He confiado más en ti que en mi propio marido. ¡Y ahora lo voy a pagar!

—¡Guau! ¡Guau!

—¡Ay, calla, Jennifer! —saltó Lily, poniéndose en pie—. Escúchame, Faith…

—¡No! ¡No volveré a escucharte nunca más!

—¡Guau! ¡Guau!

Lily se acercó a mí, pasando en calcetines sobre la montaña de revistas en el suelo.

—Faith, hay una cosa…

—¡Déjame en paz! No me digas nada, Lily. No quiero saber. Me das pena. Eres horrible. Eres vengativa y superficial. ¡Eres una esnob!

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