Fingía preocupación, pero estaba más interesado en oír el informe de su Supremo Bashar, en cuanto la flota imperial regresara a Kaitain. ¡Oh, qué maravilloso sería!
Mohiam no se arredró.
—Solo una hermana Galena cualificada puede tratarla, señor. —Suavizó el tono de su voz—. Y la Hermandad proporcionará dichos servicios sin cobrar a la Casa Corrino.
El medico Suk se dispuso a replicar, pero el emperador le mandó callar. Los servicios Suk eran muy caros, más de lo que Shaddam deseaba gastar en Anirul.
—A fin de cuentas, tal vez sería mejor que mi querida esposa fuera atendida por una de las suyas.
Tras las altas puertas, Anirul dormía un sueño inquieto, y de vez en cuando emitía largas series de palabras sin sentido y sonidos extraños. Aunque no pensaba admitirlo ante nadie, Shaddam estaba complacido de que se estuviera volviendo loca.
La hermana Galena Aver Yohsa, una mujer menuda vestida con hábito negro, solo llevaba una pequeña bolsa colgada al hombro cuando entró en el dormitorio, indiferente a los guardias Sardaukar y al protocolo.
Lady Margot Fenring cerró la habitación con llave para impedir que les interrumpieran y miró a Mohiam, la cual cabeceó. Yohsa puso una inyección en la base del cuello a la madre Kwisatz.
—Está abrumada por las voces interiores. Esto amortiguará la Otra Memoria, para que pueda descansar.
Yohsa estaba de pie junto a la cabecera de la cama, y meneó la cabeza. Extrajo conclusiones con celeridad y absoluta seguridad.
—Tal vez Anirul ha sondeado demasiado sin el apoyo y la guía de otra hermana. He visto casos parecidos antes, y son muy graves. Una forma de posesión.
—¿Se recuperará? —Preguntó Mohiam—. Anirul es una Bene Gesserit de rango oculto, y su misión se encuentra en un momento muy delicado.
Yohsa no ahorró palabras.
—No sé nada de rangos o misiones. En asuntos médicos, sobre todo en cuestiones relacionadas con el complicado funcionamiento de la mente, no existen respuestas sencillas. Ha sufrido un ataque, y la continua presencia de estas voces ha tenido un… efecto… perturbador en ella.
—Mirad qué bien duerme ahora —dijo Margot en voz baja—. Deberíamos dejarla. Que sueñe.
La soñadora soñaba con el desierto. Un gusano de arena solitario huía a través de las dunas, intentaba escapar de un perseguidor incansable, algo tan silencioso e implacable como la muerte. El gusano, aunque inmenso, parecía minúsculo en el inmenso mar de arena, vulnerable a fuerzas mucho mayores que él.
En el sueño, Anirul sentía la arena caliente contra su piel desnuda. Se agitó en la cama y apartó las sábanas de seda. Anhelaba el frescor de un oasis.
De repente, se encontró dentro de la mente del sinuoso animal, sus pensamientos recorrieron senderos neuronales y sinapsis no humanas. Ella era el gusano. Sintió la fricción de la sílice bajo su cuerpo segmentado, hogueras en el estómago cuando efectuó un frenético intento de escapar.
El perseguidor desconocido se acercaba. Anirul quiso zambullirse en las profundidades de la arena, pero no pudo. En su pesadilla no había sonidos, ni siquiera el ruido de sus propios pasos. Emitió un largo chillido por la garganta flanqueada de dientes de cristal.
¿Por qué estoy huyendo? ¿Qué temo?
Se incorporó de súbito, con los ojos enrojecidos, poseída por el terror. Había caído al frío suelo de la habitación. Su cuerpo estaba magullado y contusionado, empapado en sudor. El misterioso desastre continuaba al acecho, se acercaba, pero ella no podía comprender qué era.
Los humanos son más diferentes en privado que en presencia de los demás. Si bien la persona privada se funde con la persona social en diversos grados, la unión nunca es total. Siempre se reprime algo.
Doctrina Bene Gesserit
Mientras el sol se ponía tras él, el duque Leto aguardaba flanqueado por Thufir Hawat y Duncan Idaho ante la multitud expectante que se estaba congregando en una zona rocosa paralela a la playa. Otro espectáculo para impresionar al populacho antes de que sus tropas partieran a la guerra.
Durante la ausencia de Rhombur y Gurney, la espera era lo peor.
Acompañado por guardias con librea y representantes de las principales ciudades de Caladan, miró hacia atrás y alzó la vista hacia el magnífico monumento que había encargado, el cual serviría de faro y algo más. En una lengua de tierra que limitaba una estrecha cala, la imponente imagen de Paulus Atreides se erguía como un guardián de la costa, un coloso visible para todos los barcos que se acercaran a los muelles. La estatua, resplandeciente en su atavío de matador, apoyaba una mano paternal sobre el hombro de un Victor de ojos abiertos de par en par. La otra mano de Paulus sostenía un pebetero autónomo lleno de aceites inflamables.
El viejo duque había muerto en la plaza de toros años antes de que Victor naciera, de modo que nunca se habían conocido. Aun así, habían ejercido una tremenda influencia sobre Leto. El liderazgo inflexible de su padre había forjado su filosofía política, y el amor de su hijo lo había dotado de compasión.
El corazón de Leto se sentía desconsolado. Cada día, mientras se ocupaba de los asuntos de la Casa Atreides, se sentía solo sin Jessica. Ojalá pudiera estar con él ahora, para participar en la dedicatoria oficial de este monumento espectacular, aunque suponía que ella no aprobaría aquella extravagancia en memoria de su padre…
Hasta el momento, no había recibido ningún mensaje de Rhombur y Gurney, pero a estas alturas solo podía esperar que hubieran llegado sanos y salvos a Ix y estuvieran dando inicio a su peligrosa misión. La Casa Atreides pronto se dedicaría a cosas mucho más importantes que descubrir estatuas.
Un andamio provisional se elevaba detrás de las estatuas. Dos jóvenes musculosos treparon a lo alto de la plataforma y esperaron sobre el pebetero, con antorchas preparadas. Elegidos entre los pescadores locales, los acrobáticos muchachos solían pasar sus días encaramados en el aparejo como cangrejos voladores. Los orgullosos padres, así como los capitanes de sus barcos, esperaban abajo con una guardia de honor Atreides.
Leto respiró hondo.
—Todo el pueblo de Caladan está en deuda de gratitud con los aquí inmortalizados: mi padre, el amado duque Paulus, y mi hijo Victor, cuya vida fue truncada de una manera tan trágica. He ordenado la creación de este memorial para que todos los barcos que entren y salgan de nuestro puerto recuerden a estos héroes reverenciados.
El asunto de ser duque…
Leto alzó una mano, y el sol del ocaso destelló en el anillo de sello. Desde su precaria posición, los jóvenes inclinaron sus antorchas hacia el pebetero y encendieron los aceites. Llamas azules se elevaron sin chisporrotear ni desprender humo, una antorcha silenciosa en la palma de la gigantesca mano de la estatua.
Duncan sostenía la espada del viejo duque delante de él, como si fuera un cetro real. Thufir le miraba, sombrío e indiferente.
—Que esta llama eterna no se extinga jamás. Que su recuerdo queme para siempre.
La multitud vitoreó, pero los aplausos no confortaron el corazón de Leto cuando recordó la disputa que había sostenido con Jessica sobre el nombre que quería para su futuro hijo. Ojalá hubiera podido la joven conocer al duque, tal vez incluso discutir de filosofía con él. Entonces, tal vez tendría una opinión mejor de Paulus, en lugar de concentrar su ira en la política del viejo, que Leto se negaba a cambiar.
Alzó la vista hacia el rostro idealizado de Paulus Atreides, al lado de la hermosa estatua del niño. El brillo de la antorcha eterna arrojaba un halo alrededor de sus facciones gigantes. Oh, cómo echaba de menos Leto a su padre, y a su hijo. Y sobre todo, a Jessica.
Por favor, que mi segundo hijo goce de una vida larga y plena de significado
, pensó, sin saber muy bien a quién rezaba.
Al otro lado del Imperio, en otro balcón, contemplando otro ocaso, Jessica pensaba en su duque. Miró la gloriosa arquitectura de la ciudad imperial, y después alzó la vista hacia los colores del crepúsculo.
Cuánto deseaba estar con Leto. Todo su cuerpo lo deseaba.
Por la mañana, la reverenda madre Mohiam y la hermana Galena recién llegada, Yohsa, la habían sometido a diversas pruebas, y luego anunciaron a Jessica que su embarazo transcurría con normalidad a las puertas del último trimestre. Con el fin de asegurarse de que el niño se desarrollaba bien, Yohsa había querido hacer un sonograma, utilizando máquinas que enviarían pulsaciones inofensivas al útero de Jessica y tomarían holoimágenes del feto. En teoría, dichos procedimientos no violaban la prohibición Bene Gesserit de manipular niños
in utero
, pero Jessica se había negado de plano a la prueba, asustada de lo que revelaría.
Al ver la expresión sorprendida e irritada de la hermana Galena, Mohiam se llevó a Jessica aparte y demostró una bondad poco usual.
—No habrá sonogramas, Yohsa. Como todas nosotras, Jessica posee la capacidad de determinar por sí misma si algo ha ido mal durante el período de gestación. Confiamos en ella.
Jessica había mirado a su mentora y reprimido un escozor en los ojos.
—Gracias, reverenda madre.
La mirada de Mohiam había buscado respuestas, aunque Jessica no las dio…
Ahora, la concubina del duque estaba sentada sola en el balcón, bañada por el ocaso imperial. Pensó en los cielos de Caladan, en las tormentas que descargaban procedentes del mar. Durante los últimos meses estándar, Leto y ella habían intercambiado numerosas cartas y regalos, pero eso no era suficiente para ninguno los dos.
Aunque Kaitain albergaba muchos tesoros que asombraban a los visitantes, Jessica quería volver a su planeta oceánico con el hombre al que amaba, en paz, y seguir su vida anterior.
¿Y si la Hermandad me exilia después de que nuestro hijo haya nacido? ¿Y si matan al bebé?
Jessica continuaba escribiendo en el diario que lady Anirul le había obsequiado. Plasmaba impresiones e ideas, utilizando un lenguaje codificado que había inventado. Apuntaba sus pensamientos más íntimos, llenaba página tras página con sus planes para el niño y para su relación con Leto.
Sin embargo, evitaba escribir sobre una sensación cada vez más inquietante que no comprendía, y de la que deseaba librarse. ¿Y si había tomado una decisión terriblemente equivocada?
Dependemos por completo de la benévola cooperación del inconsciente. El inconsciente, en cierto sentido, inventa nuestro siguiente momento.
Precepto Bene Gesserit
Cuando Anirul despertó, descubrió que la hermana Galena había estado controlando y ajustando su medicación para mantener a raya al clamor de la Otra Memoria.
—Buen color de piel, mirada despierta. Excelente, lady Anirul.
Yohsa sonrió para tranquilizarla.
Anirul logró incorporarse en la cama, para lo que tuvo que superar una oleada de debilidad. Se sentía casi recuperada, casi sana. De momento.
Margot Fenring y Mohiam entraron en el dormitorio, con expresiones angustiadas que les hubieran acarreado una reprimenda si se hubiera sentido mejor.
Margot cambió la polaridad del campo de filtrado situado en una puerta que daba al patio, para dejar entrar el sol en la habitación. Anirul se protegió los ojos y se sentó muy tiesa en la cama para que la luz del sol bañara su piel.
—No puedo pasarme la vida a oscuras.
Explicó a sus interesadas oyentes la pesadilla del gusano de arena que huía de un perseguidor invisible y desconocido.
—He de saber qué significa ese sueño, ahora que el terror sigue fresco en mi mente.
La piel de su cara empezaba a sentir el calor del sol, como si su visión la hubiera quemado.
La hermana Galena intentó interrumpirla, pero Anirul la despidió. Yohsa, con expresión desaprobadora, la dejó sola con las otras dos mujeres, y cerró la puerta a su espalda con más fuerza de la necesaria.
Anirul salió descalza a la terraza para recibir la caricia del sol. En lugar de huir del calor, se quedó desnuda, absorta en sus pensamientos.
—He viajado hasta el borde de la locura, y he regresado.
Experimentó un extraño deseo de rodar sobre… arena caliente.
Las tres hermanas se detuvieron ante un rosal immian.
—Los sueños siempre son espoleados por acontecimientos conscientes —dijo Mohiam, parafraseando un dicho Bene Gesserit.
Anirul cogió una diminuta rosa. Cuando la sensible flor se encogió, la alzó hasta su nariz para oler el delicado perfume.
—Creo que está relacionado con el emperador, la especia… y Arrakis… ¿Habéis oído hablar del Proyecto Amal? Un día, entré en el estudio de mi marido cuando estaba hablando de ese proyecto con el conde Fenring. Discutían acerca de los tleilaxu. Los dos guardaron un incómodo silencio, como hacen siempre los hombres culpables. Shaddam me dijo que no me entrometiera en asuntos de estado.
—Todos los hombres se comportan de una forma extraña —observó la reverenda madre Mohiam—. Siempre lo hemos sabido. Margot frunció el ceño.
—Hasimir intenta ocultar el hecho de que pasa mucho tiempo en Ix, y me pregunto a menudo por qué. Hace tan solo una hora, estropeó un vestido que me había puesto para él, tiró de un manotazo una taza de café especiado que yo sostenía antes de que pudiera beberlo, como si fuera veneno. Utilicé una melange que encontré en un compartimiento secreto del equipaje. —Entornó los ojos—. Era una bolsa con una marca, el símbolo tleilaxu de la «A». ¿Amal, tal vez?
—El emperador ha enviado en secreto refuerzos militares a Ix, y ha ocultado esta información al Landsraad. Fenring…, Ix…, los tleilaxu…, melange —dijo Anirul—. Nada bueno puede salir de esto.
—Y Shaddam ha declarado una guerra abierta a los acaparadores de especia —dijo Mohiam. Pese a la luminosidad del día, dio la impresión de que su piel arrugada absorbía sombras nuevas—. Todos los caminos conducen a la melange.
—Tal vez el gusano de arena de mi sueño huía de una tormenta de cataclismos que se abatirán sobre el Imperio. —Todavía desnuda a la luz del sol, Anirul miró hacia el palacio—. Hemos de ponernos en contacto con la madre superiora ahora mismo.
La sencillez es el más difícil de todos los conceptos.
Acertijo mentat
El emperador estaba sentado a solas en uno de sus salones de banquetes privados, por suerte sin su esposa. Sonrió con impaciencia cuando pensó en el sabroso menú de seis platos que le aguardaba. En aquel momento no quería oír hablar de problemas, ni de política, ni siquiera que el Supremo Bashar le refiriera hazañas bélicas. Tan solo una lujosa celebración en privado. El informe sobre Korona, y las detalladas holoimágenes de la explosión, habían bastado para abrirle el apetito.