Genar-Hofoen dejó que permaneciera así un momento y entonces le dio unas palmaditas en el antebrazo.
–No, gracias –dijo con sinceridad.
La expresión de la chica se tornó de dolida tristeza.
–Oh... ¿está seguro? –dijo con una vocecilla suave y vulnerable.
–Me temo que sí. Ya había hecho planes –dijo con genuino pero decidido pesar–. Pero si hubiera alguien aquí que pudiera tentarme a cancelarlos sería usted. –Le guiñó un ojo–. Me halaga su generosa oferta y le diré a Circunstancias Especiales que aprecio las molestias que se han tomado, pero esta es mi oportunidad de desconectar un poco durante unos días, ¿sabe? –Se echó a reír–. No se preocupe. Me divertiré y estaré preparado para partir cuando llegue el momento. –Sacó una pequeña pluma terminal de uno de sus bolsillos y la agitó frente a la cara de la chica–. Y llevaré siempre conmigo mi terminal. Se lo prometo.
Volvió a guardársela en el bolsillo.
Ella lo miró intensamente a los ojos durante un momento y entonces apartó la mirada y se encogió de hombros. Cuando la levantó, había una expresión irónica en su rostro. Y cuando habló, su voz había cambiado también, reemplazada por un tono más profundo, formal y casi avergonzado.
–Bueno –suspiró–. Confío en que se divierta, Byr. –Sonrió–. La oferta sigue en pie, si decide reconsiderarlo. Mis colegas y yo le deseamos suerte. –Recorrió la concurrida estancia con una mirada furtiva, se mordió el labio inferior y frunció ligeramente el ceño–. Supongo que no le apetecerá tomar una copa u otra cosa de todos modos, ¿verdad?
Genar-Hofoen se echó a reír, sacudió la cabeza, se inclinó y, mientras ella se marchaba, se cargó el guarda-todo al hombro.
Genar-Hofoen había llegado unos días después de la clausura del Festival anual de Grada. Reinaba en el lugar un aire de otoñal caducidad mezclado con sopor estival; la gente estaba limpiando, calmándose, volviendo a la normalidad y en general, comportándose de nuevo como de costumbre. Había hecho la reserva con antelación y había logrado contratar los servicios de un erogrupo de primera, así como alquilar un ático de lujo en La Vista, el mejor hotel del nivel tres.
En conjunto, más que suficiente para hacer que mereciera la pena ignorar las evidentes insinuaciones de aquella mujer perfecta (bueno, en realidad no... pero sí cuando la mujer perfecta era casi con toda seguridad un agente de Circunstancias Especiales modificado para parecerse a la criatura de sus fantasías y enviado para cuidar de él, mantenerlo contento y a salvo, cuando lo que él quería era un poco de variedad, un poco de excitación y algo de peligro no Cultural. Desde luego, su pareja perfecta debía de parecerse a la muy espléndida Verlioef Schung, pero aún más importante que esto era que no perteneciera a Circunstancias Especiales, a Contacto o siquiera a la Cultura. Era ese deseo de extrañeza, de alejamiento y de alienación lo que probablemente nunca entendieran).
Estaba tendido en la cama, agradablemente exhausto, rodeado por una extraña música que se manifestaba de cuando en cuando con un estremecimiento y por una pulcritud soñolienta, oyendo en su cabeza un zumbido provocado por alguna descarga glandular y viendo un canal de noticias (favorable a la Cultura) en una pantalla que flotaba en el aire, delante del árbol más cercano. Un auricular transmitía el sonido.
La noticia principal seguía siendo el conflicto Blitteringueh-Anegantes. Luego vino un reportaje sobre el incremento del aflotamiento entre las naves de la Cultura. El aflotamiento era lo que ocurría cuando dos o más Mentes decidían que estaban hartas de estar solas y de tener que comunicarse utilizando el equivalente a cartas; de modo que se acercaban y se mantenían físicamente próximas para poder conversar. Operacionalmente era de lo más ineficaz. Algunas Mentes más antiguas temían que esta costumbre significara que sus camaradas más recientemente construidos se habían vuelto blandos y querían que los estados-premisa de Mentes construidas en el futuro fueran alterados para eliminar esta muestra de decadencia.
Noticias locales: hubo un breve reportaje en directo en el que básicamente se decía que las misteriosas explosiones producidas en el muelle 807b el tercer día del Festival seguían siendo un misterio. El crucero de la Afrenta
Propósito furioso
había sufrido daños leves a causa de una pequeña detonación de energía pura que no había hecho otra cosa que chamuscar localmente una capa de su casco. Se sospechaba que se había tratado de una broma pesada impulsada por un exceso de entusiasmo festivo.
No tan localmente, continuaban las discusiones sobre la creación de una nueva hinteresfera a unos pocos de kiloaños de allí, hacia el exterior de la galaxia. Una hinteresfera era una zona del espacio en la que se prohibían los vuelos superlumínicos salvo en casos de emergencia y en el que la vida se movía generalmente a ritmo menor que en el resto de la Cultura. Genar-Hofoen sacudió la cabeza al escuchar la noticia. Pretencioso primitivismo...
De nuevo cerca de casa, unas naves se encontraban a solo un día de una posible anomalía, cerca de Esperi. La UGC que la había descubierto seguía informando de que no se habían producido cambios en el artefacto. A pesar de las peticiones de la sección de Contacto, otras civilizaciones Involucionadas habían enviado o iban a enviar naves a la zona, pero la propia Grada había renunciado a hacerlo. Para gran sorpresa de la mayoría de los observadores, la Afrenta había criticado el exceso de curiosidad de algunos y había decidido mantenerse al margen de la anomalía, aunque había informes sin confirmar sobre incremento de actividad Afrentadora en el Remolino Foliar Superior y aquel mismo día, cuatro naves...
–Apaga –dijo Genar-Hofoen en voz baja, y la pantalla, obedientemente, se apagó. Una de las chicas del erogrupo se agitó a su lado. La miró.
La cara de la muchacha era la viva imagen de Zreyn Tramow, la antigua capitana de la nave
Niño problemático
. Su cuerpo era diferente al de la original y había sido alterado ligeramente para ajustarse a los gustos de Genar-Hofoen, pero de forma sutil. Había otras dos como ella y tres más que eran idénticas a otras tantas personalidades famosas: una actriz, una intérprete musical y una experta en estilo de vida. Zreyn y Enhoff, Shpel, Py y Gidinley. Todas ellas habían estado encantadoras y sus interpretaciones habían sido más que correctas, pero Genar-Hofoen era incapaz de comprender a la gente que decidía alterar su apariencia y comportamiento cada pocos días para satisfacer los gustos –normalmente, aunque no siempre, sexuales– de otros. Puede que estuviera siendo un poco mojigato. Puede que fuesen gente aburrida en su vida normal o puede que solo tuviesen unos gustos más variados en estos asuntos que la mayoría de la gente.
Fueran cuales fuesen sus motivaciones, las cinco se habían quedado educadamente dormidas en la cama AG después de la diversión, que había venido precedida por una cena y una fiesta. Los componentes de la Pareja Ejemplar del Grupo, Gakic y Lelleril, también estaban dormidos, abrazados sobre el suelo de hierba que había entre la plataforma de la cama y el arroyo que se alejaba serpenteando de la cascada y del pequeño lago. Deshinchado, el pene del hombre tenía un aspecto casi normal. El propio Genar-Hofoen tenía sueño, pero estaba decidido a permanecer despierto durante todas las vacaciones. Barrió la somnolencia bajo los bordes de su mente segregando una dosis de «
ganancia»
glandular. Si seguía haciéndolo los tres días, después necesitaría un montón de sueño, pero pasaría una semana a bordo de la
Zona gris/Follacarne;
tiempo de sobra para recuperarse. El zumbido de la
ganancia
lo recorrió, aclarándole la cabeza y limpiando los efectos de la fatiga de su cuerpo. Gradualmente, lo fue embargando una sensación de paz descansada y preparada.
Juntó las manos detrás del cuello y levantó una mirada de felicidad hacia el cielo azul y salpicado de nubes que había más allá de las frondas de los dos árboles que flotaban sobre él. El mero movimiento, realizado en la gravedad de un G estándar, le proporcionó una sensación de ligereza, casi puerilmente agradable. La gravedad estándar para la Afrenta era más del doble que la gravedad humana que predominaba en la Cultura y Genar-Hofoen pensó que el hecho de que hubiera dejado de percatarse hacía tiempo de que cada día se sentía más pesado era una muestra de lo bien y lo deprisa que se había adaptado a las condiciones ambientales de God'shole.
Tuvo una idea. Cerró los ojos un momento y se sumió en el estado de semi-trance que los adultos de la Cultura empleaban cuando necesitaban comprobar su estado fisiológico y tenían tiempo de hacerlo. Rebuscó entre las diversas imágenes interiores de su cuerpo hasta que se vio a sí mismo sobre una pequeña esfera. La esfera proyectaba una gravedad estándar. Su cerebro había registrado el hecho de que llevaba varias horas en un campo gravitatorio reducido y se había ajustado a ello. A partir de ahora empezaría a perder masa muscular y ósea, a reducir el grosor de sus venas y a acometer los centenares de alteraciones diminutas pero importantes que necesitaba para adaptar su estructura, sus tejidos y sus órganos al peso reducido. Bueno, su subconsciente estaba haciendo su trabajo y no podía saber que regresaría a una gravedad Afrentadora dentro de un mes más o menos. Incrementó el tamaño de la esfera sobre la que estaba su imagen hasta que volvió a corresponder a las dos punto uno gravedades a las que tendría que adaptarse cuando regresara a God'shole. Ya, eso debería bastar. Ya que estaba allí, echó un vistazo rápido a su estado interno. No es que hubiera nada raro; las señales de alarma se hacían notar automáticamente. Todo estaba bien, seguro. La fatiga estaba siendo eliminada, había constancia de la presencia de la
ganancia
, los niveles de azúcar en sangre volvían a la normalidad y, en general, las hormonas estaban regresando a sus niveles óptimos.
Salió del semi-trance, abrió los ojos y miró la pluma terminal, que descansaba sobre un suave tocón esculpido que había junto a la cama. Hasta el momento la había utilizado sobre todo para recibir las respuestas de sus contactos en Contacto, que le habían confirmado lo que sabían sobre aquella misión tan poco –hasta el momento– exigente. La terminal debía emitir una lucecilla parpadeante cuando hubiera un mensaje para él. Todavía tenía que recibir noticias del VGS
No se inventó aquí
, el Coordinador de Incidentes nombrado para la Excesión. Seguía donde la había dejado, apagada. No había mensajes nuevos. Bueno.
Apartó la mirada y contempló el paso de las nubes por el cielo durante un rato. Entonces se preguntó qué aspecto tendría si lo apagaba.
–Cielo, apagado –dijo en voz baja.
El cielo desapareció y en su lugar apareció el auténtico techo de la suite: una lustrosa superficie negra, cubierta de proyectores, lámpara, protuberancias y surcos varios. Los sonidos de los animales se esfumaron. En el Hotel La Vista, todas las habitaciones eran áticos de lujo. Había cuatro por piso y el único piso que no tenía áticos era el último que, para que nadie en los pisos inferiores creyera que estaban dándole gato por liebre cuando había auténticos áticos disponibles, estaba reservado para la maquinaria y el equipo del hotel. La habitación de Genar-Hofoen se llamaba suite de la jungla, aunque sin la menor duda era la jungla más cuidada, fumigada, templada y en general civilizada que jamás hubiera visto.
–Cielo nocturno, encendido –dijo en voz baja. El lustroso cielo negro fue reemplazado por una negrura salpicada de estrellas de agudo brillo. Volvieron los sonidos animales, algunos de ellos diferentes a los que se oían a la luz del día. Eran animales de verdad, no grabaciones: de cuando en cuando un pájaro sobrevolaba el claro en el que se encontraba la cama o un pez chapoteaba en el lago de baño o un simio recorría a saltos las copas de los árboles o un enorme insecto brillante pasaba volando por el aire.
Era todo terriblemente elegante y aséptico y Genar-Hofoen esperaba con impaciencia la llegada de la noche, cuando tenía la intención de ponerse sus mejores galas y bajar a la ciudad, en este caso Ciudad Nocturna, situada un nivel por debajo de él y donde, tradicionalmente, solían congregarse todos los moradores de Grada capaz de respirar una atmósfera de nitrógeno-oxígeno y tolerar una gravedad estándar –y con ganas de disfrutar de un poco de excitación y diversión–. Una noche en Ciudad Nocturna era justo lo que necesitaba para completar un primer frenesí de diversión enloquecida al comienzo de aquellas cortas vacaciones. Llamar antes de llegar y encargar los servicios de un erogrupo fabulosamente caro para que llevase a la práctica todas sus fantasías sexuales era una cosa –extremadamente satisfactoria, sin la menor duda, se dijo a sí mismo con la debida solemnidad– pero la idea de un encuentro casual con alguien, otro espíritu libre e independiente con sus propios deseos y exigencias, sus propias reservas y requerimientos, eso –precisamente porque lo dejaba todo en manos del azar y de la negociación, precisamente porque podía terminar en nada, en rechazo, en un fracaso a la hora de impresionar y de conectar, en encontrarse deseando en lugar de deseado– era una cosa más valiosa, una empresa digna del riesgo de un rechazo.
Segregó «
carga
». Eso bastaría.
Segundos más tarde, lleno a rebosar con el deseo de actuar, moverse y la bendita necesidad de
hacer algo
, salió de la cama de un salto, riendo para sí y disculpándose con los adormilados y gruñones pero todavía deseables miembros del erogrupo.
Corrió a la cascada caliente y se metió debajo de ella. Mientras se secaba, le dijo a una criaturilla de pelaje azul y aspecto sabio, vestida con un pulcro chaleco y posada sobre un árbol cercano, la ropa que quería que le prepararan para la velada. La criatura asintió y se marchó saltando entre las ramas.
–No hay de qué preocuparse, Gestra –le dijo el dron mientras salía del voluminoso traje en el vestíbulo que había después de la cámara de descompresión. Gestra Ishmethit se apoyó en un campo manipulador que el dron extendió para él. Dirigió la mirada a la zona principal de la unidad de alojamiento, situada al otro lado del pasillo, pero todavía no había ni rastro de nadie–. La nave ha cambiado los códigos y ha actualizado los procedimientos de seguridad –continuó el dron–. Hace muchos años que no lo hacíamos, pero últimamente ha habido cierta actividad inusual en una zona próxima... Nada amenazante en sí mismo, pero siempre conviene ser cuidadoso. El caso es que ha decidido cambiar las cosas un poco y llevar a cabo la actualización ahora mismo en lugar de más adelante.