Excesión (17 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Excesión
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–¿Y me dejarán ir a explorar a ese chico? –preguntó, tratando de mantener una expresión seria.

–Ulver, si haces lo que te digo, hay muchas posibilidades de que Contacto te proporcione gustosamente
naves
enteras llenas de chicos guapísimos. Y ahora, da media vuelta, por favor.

Ulver resopló, despectiva, y se puso de puntillas para asomarse por encima de la estructura central de la máquina y dirigir una mirada hacia la sala en la que estaba celebrándose la fiesta. Todavía podía oír la música del baile que había abandonado.

–Ya, pero a mí el que me interesaba era ese...

El dron volvió a cogerle las manos con campos teñidos de amistosa tranquilidad de color amarillo y verde y la hizo bajar.

–Jovencita –dijo–. Nunca te diré dos verdades mayores que las que vas a escuchar ahora. Primero: habrá
muchos
más chicos guapísimos en tu vida. Segundo: jamás tendrás una ocasión mejor para ingresar en Contacto, o incluso en Circunstancias Especiales. Y encima
debiéndote
un favor. O dos. ¿Lo comprendes? Esta es tu gran oportunidad, chica.

–No me trates como si fuera una niña –le dijo, indignada. El dron Churt Lyne había sido amigo de su familia desde hacía casi un milenio y se suponía que algunas partes de su personalidad se remontaban a cuando habían sido programadas por un ordenador doméstico, novecientos años atrás. No tenía la costumbre de hacer referencia a su edad y recordarle a Ulver que, frente a su venerablemente crujiente senectud, ella no era más que una flor fugaz, pero tampoco era impropio de él hacerlo cuando la situación lo demandaba. La chica cerró un ojo y miró fijamente a la máquina–. ¿Acabas de decir «Circunstancias Especiales»?

–Sí.

Se apartó un paso.

–Hmm –dijo, entornando la mirada.

A su espalda, el metro emitió un pitido y se abrieron las puertas. Ulver se volvió y se dirigió hacia allí.

–¡Vamos, pues! –dijo sin volverse del todo.

Roca Phage llevaba casi nueve mil años vagando por la galaxia. Esto la convertía en uno de los elementos más antiguos de la Cultura. Había comenzado siendo un asteroide de tres kilómetros de longitud en uno de los primeros sistemas solares explorados por una de las especies que acabarían conformando la Cultura. Le habían extraído los metales, minerales y piedras preciosas y más tarde sus grandes vacíos interiores se habían sellado y se habían inundado de aire, se la había hecho girar para proporcionarle una gravedad artificial y se había convertido en un hábitat en órbita alrededor de su estrella progenitora.

Más adelante, cuando la tecnología lo permitió y las condiciones políticas reinantes aconsejaron abandonar el sistema, la equiparon con cohetes de fusión y motores de iones para llevarla al espacio interestelar. Como consecuencia de las mismas condiciones políticas, se la armó con láseres de señales potenciados y cierto número de proyectores de masa parcialmente dirigibles que servían también como cañones gigantes. Algunos años más tarde, llena de cicatrices pero entera, y aceptada finalmente como una personalidad consciente por sus habitantes humanos, había sido una de las primeras entidades con base espacial en solicitar su ingreso en la agrupación de civilizaciones y especies que empezaba a llamarse a sí misma la Cultura.

A lo largo de los años, décadas, siglos y milenios que siguieron, Phage había recorrido la galaxia, viajando de sistema en sistema, concentrada al principio en el comercio y las manufacturas y luego en un papel cada vez más cultural y educativo, a medida que los avances que la Cultura estaba llevando a cabo empezaban a distribuirse de forma tan general que la capacidad de fabricar casi cualquier cosa concebible aparecía por todas partes y el comercio se convertía en una relativa rareza.

Y Roca Phage –a esas alturas reconocida ya como miembro de esa categoría de artefactos de la Cultura que no eran ni naves ni mundos sino algo intermedio– había crecido, recogiendo fragmentos de desechos interestelares o sistémicos a medida que sus necesidades y su población iban en aumento y sedimentando el metal, la roca, el hielo y el polvo compactado en su todavía roída superficie en un lento proceso de adquisición, consumo y evolución, de tal modo que trascurrido solo un milenio de su transición de mina a hábitat, su yo original no se hubiera reconocido en ella. Para entonces tenía treinta kilómetros de longitud en lugar de tres y solo la mitad del cuerpo original sobresalía aún de la proa de la nudosa colección de montañas de maquinaria y rotondas de hangares y esas viviendas expandidas y parecidas a balones que ahora formaban la mayor parte de su cuerpo cónico.

Después de eso, la tasa de aceleración de Roca Phage había descendido y en la actualidad tenía poco más de setenta kilómetros de longitud y albergaba a ciento cincuenta millones de personas. Parecía una colección de rocas dentadas, guijarros suaves y conchas aún más suaves recogida en una playa y cementada en un túmulo irregular, cubierto en toda su superficie por lo que parecía una exposición de La Cultura a Través de las Eras: pistas de aterrizaje, cavidades para sistemas de radar, estructuras aéreas, equipos de sensores, telescopios, torres de potencia para los cañones gigantes, pipetas del tamaño de cráteres, compuertas de hangares con forma de concha, puertas de iris y una desconcertante variedad de cúpulas, grandes y pequeñas, intactas, desmanteladas en parte o sencillamente en ruinas.

A medida que su tamaño y población crecían, lo hacían también las velocidades que Roca Phage era capaz de alcanzar. Sus motores se habían modernizado sucesivamente hasta que al fin había sido capaz de mantener una velocidad perfectamente respetable, bien con una torsión paralela al tejido del espacio-tiempo o bien creando una senda propia, inducida por singularidad, a través del hiperespacio o por encima o debajo de él.

La familia de Ulver Seich había sido una de las Familias Fundadoras de la Roca. Podía remontarse cincuenta y cuatro generaciones en el pasado de la propia Phage y entre sus antepasados se encontraban al menos dos que se mencionaban hasta en las Historias de la Cultura en un solo volumen, además de que descendía de –siguiendo las modas de los tiempos trascurridos entre medias– gente con aspecto de peces, pájaros, globos dirigibles, serpientes, nubéculas de humo cohesionado y arbustos animados.

El paso del tiempo se había rebelado generalmente contra estas extravagancias y, en su mayor parte, la gente había vuelto a parecer gente durante el último milenio. Sin duda gente con muy buen aspecto, pero lo cierto era que, al menos inicialmente, parte de la propia apariencia se dejaba en manos del azar y la naturaleza aleatoria de la herencia genética, y era causa de no poco orgullo para Ulver el hecho de que nunca se hubiera sometido a ninguna alteración física (bueno, aparte naturalmente del randa neural, pero eso no contaba). Habría hecho falta una máquina o un humano muy valiente o perturbado para atreverse a decirle a Ulver Seich a la cara que su forma humana básica no era grácil y tentadora en un grado insólito, especialmente porque era una chica, y más aún porque se llamaba Ulver Seich.

Su mirada recorrió la habitación a la que la había llevado el dron. Era semicircular y de un tamaño moderado, con forma de auditorio o de aula de tribunas no muy altas, pero la mayor parte de los asientos o pupitres parecían ocupados por consolas y piezas de aspecto complicado. Una enorme pantalla ocupaba la pared opuesta.

Habían entrado en la sala por un alargado túnel que ella no había visto nunca, protegido por una serie de gruesas compuertas cubiertas de espejo que se habían abierto silenciosamente al acercarse ellos y se habían vuelto a cerrar después de su paso. Ulver había admirado su reflejo en cada una de ellas y se había erguido un poco más en su espectacular vestido violeta.

Las luces de la sala semicircular se habían encendido en cuanto la última puerta se había cerrado. El lugar era muy luminoso pero estaba lleno de polvo. El dron salió volando a un lado y se detuvo sobre una de las consolas.

Ulver permaneció inmóvil, estudiando el lugar, intrigada. Estornudó.

–Salud.

–Gracias. ¿Qué lugar es este, Churt? –preguntó.

–La Zona de Mando del Centro de Emergencias –le dijo el dron mientras la consola se iluminaba y varios paneles de luz trémula aparecían flotando en el aire, sobre su superficie.

Ulver Seich se acercó a mirar las bonitas imágenes.

–Ni siquiera sabía que existiera –dijo mientras pasaba uno de sus dedos enguantados en negro sobre la superficie del escritorio. Las imágenes se alteraron y el escritorio emitió un pitido parecido a un trino. Churt Lyne le apartó la mano sin miramientos y soltó un
"tssssk"
mientras su aura adquiría una tonalidad blanquecina. Ulver respondió con una mirada iracunda, inspeccionó la capa de polvo que había quedado en la yema de su dedo y se lo limpió en el caparazón del dron.

Normalmente, Churt Lyne hubiera cubierto esa parte de su cuerpo con un campo y el polvo, sin nada a lo que pegarse, habría caído al suelo, pero esta vez la ignoró y siguió flotando sobre el escritorio y las imágenes, que, controladas evidentemente por él, no dejaban de cambiar a toda velocidad. Ulver, contrariada y sin quitarse los largos guantes negros, cruzó los brazos.

Los deslizantes paneles de luz que flotaban en el aire cambiaron y rotaron. Aparecieron datos y letras sobre su superficie. Entonces, de repente, todos desaparecieron.

–Bien –dijo el dron. Un campo manipulador teñido de un azul muy serio y formal se extendió desde el cuerpo de la máquina, apartó del escritorio un pequeño asiento de metal, lo colocó detrás de ella y a continuación lo empujó rápidamente hacia delante. Ulver no tuvo más remedio que sentarse.

–Au –dijo con tono marcado. Se ajustó la cola del vestido y fulminó al dron con la mirada pero este ya no le estaba prestando atención.

–¿Preparada? –le preguntó.

–Mm-hmm –dijo.

–Ulver, niña –dijo el dron con un tono que ella sabía llevaba siglos invistiendo de gravedad. Flotó por el aire hasta situarse directamente frente a su rostro.

Ulver puso los ojos en blanco.

–¿Sí? ¿Qué?

–Ulver, ya sé que estás un poco...

–Estoy borracha, dron, lo sé –le dijo–. Pero no me he vuelto tonta.

–Bueno, bien, pero tengo que saber si estás en condiciones de tomar esta decisión. Lo que estás a punto de ver podría cambiarte la vida.

Ulver suspiró, apoyó su enguantado codo sobre la superficie de la mesa y la barbilla sobre la mano.

–Eso mismo me han dicho varios chicos alguna vez –dijo con voz cansina–. Al final siempre resulta una decepción, o una broma de lo más desagradable.

–Esto no es ninguna de las dos cosas. Pero debes comprender que lo que estoy a punto de mostrarte podría hacer que Circunstancias Especiales sienta por ti un interés que no desaparecerá. Aunque decidas que quieres ingresar en Contacto, o aunque decidas hacerlo pero seas rechazada, podría ocurrir que te vigilen el resto de tu vida, a causa de lo que estás a punto de ver. Siento parecer tan melodramático, pero no quiero que te metas en algo sin comprender del todo sus implicaciones.

–Ni yo. –Bostezó–. ¿Podemos terminar de una vez?

–¿Estás segura de que entiendes lo que te he dicho?

–¡Que sí, coño! –exclamó sacudiendo los brazos–. Termina de una vez.

–Oh; solo una cosa más...


¿Qué?
–gritó.

–¿Estás dispuesta a viajar a un lugar lejano, disfrazada como otra persona, y (probablemente) colaborar en el secuestro de alguien, de otro ciudadano de la Cultura?

–¿Que si estoy dispuesta a qué? –dijo, arrugando la nariz y resoplando de risa e incredulidad.

–Eso me suena a "No" –dijo el dron–. Pensaba que lo dirías. Pero tenía que preguntártelo. Eso significa que no tengo más remedio que enseñarte esto. –Parecía aliviado.

Ulver puso los brazos embutidos de negro sobre el escritorio, apoyó la barbilla en ellos y miró al dron con la expresión más sobria posible.

–Churt –dijo–.
¿Qué
está pasando aquí?

–Ahora lo verás –le dijo mientras se apartaba de la pantalla–. ¿Estás preparada?

–Como esté más preparada, voy a quedarme dormida.

–Bien. Presta atención.

–Oh, sí,
señor
–dijo, mirando a la máquina de soslayo y con los ojos entornados.

–¡Presta atención! –dijo esta.

Ulver se reclinó en el asiento con los brazos cruzados.

Empezaron a aparecer palabras en la pantalla.


[Secuencia Señal recibida en Roca Phage:]

**

1)
[transmisión por el tejido, Mpública
{sistema estándar nonario}
, recibido @ n4.28.855.0065+]
:

*!c11505.*
{trad.: ("*" = transmisión) ("!" = advertencia) Número del sector de la galaxia; el conjunto representa una Señal de Emergencia de Alta Compresión}

–¿Qué significa "nonario"?

–En base nueve. Sistema ordinario. Se supone que lo aprendiste en el parvulario, por Dios. La red de tres por tres.

–Ah.

El texto siguió desplegándose.

2)
[haz de barrido
{Lenguaje Básico de Naves Intragalácticas de la Cultura}
recibido n4.28.855.0079-]
:

ºº {de}
UGC
{trad.:
U
nidad
G
eneral de
C
ontacto}
Destino susceptible de cambio

ADS
{Trad.:
A
nomalía
D
esarrollacional
S
ignificativa}

c231 4992+52
{trad.: emplazamiento galáctico de 4º nivel de precisión}

–¿Podríamos prescindir de esas cadenas de datos? –preguntó al dron–. En realidad, a mí no van a decirme nada, ¿verdad?

–Supongo que no. Muy bien.


3)
[haz de barrido, M2
{Idioma Estándar de Contacto}
, transmisión, recibida @n•]

º º UGC
Destino susceptible de cambio

ª ª{a} VGS
Gradiente ético

& de acuerdo a solicitud:

Anomalía desarrollacional significativa

c
• {trad.: emplazamiento galáctico} (@n•)

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