Entre sombras (4 page)

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Authors: Lucía Solaz Frasquet

Tags: #Infantil y juvenil

BOOK: Entre sombras
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La mujer miró atrás un momento y Acacia reconoció con un sobresalto sus ojos verdes.

Esa mañana bajó las escaleras descalza, todavía en pijama, los largos cabellos revueltos. Encontró a sus padres desayunado en la mesa de la cocina.

—¡Buenos días, princesa! —la saludó su madre—. ¿Te apetece un poco de zumo de naranja? Recién exprimido.

Entonces se percató de la palidez de Acacia y su extraña expresión.

—¿Qué ocurre, cariño? —preguntó Bill Corrigan levantando el rostro del periódico.

—Vosotros no sois mis padres —dijo Acacia.

Se lo explicaron todo. Había sido su intención hacerlo cuando cumpliera trece años. Entonces decidieron posponerlo hasta que tuviera catorce. Cuando llegó ese momento, volvieron a perder el valor, temerosos de su reacción. Pasó otro año y casi se habían convencido de que no era necesario desvelarle la verdad. ¿Qué bien podía hacer?

Y ahora sus peores temores se habían convertido en realidad.

Andy la había encontrado realmente debajo de una acacia un día de finales de marzo. Bill se había quedado rezagado examinando una valla cuando Andy vislumbró un bulto que se agitaba debajo de un árbol. Desmontó su pony, se acercó con cautela y descubrió una niñita recién nacida depositada por una mano invisible. Llamó a su padre de inmediato y juntos se la llevaron a Lillian, tan excitados como el día de Navidad.

Lillian la examinó con cuidado, comprobó que se encontraba perfectamente sana y calculó que contaba entre los ocho y los diez días de vida. Bill recorrió la granja en busca de una pista que los llevara a la madre e indagó discretamente en Tavistock y los alrededores. Cuando esto no produjo ningún resultado, mantuvieron en secreto su hallazgo sin apenas atreverse a creer su buena fortuna. Fueron a comprar ropa, pañales, leche y biberones a Plymouth para evitar tener que dar explicaciones en Tavistock. Pasaron quince días en los que vivieron con el corazón en vilo, temiendo que alguien reclamara a la pequeña o se descubriera alguna noticia sobre la identidad o el paradero de los padres.

Un mes después de que apareciera en sus vidas, hablaron con su abogado y contactaron con la policía. El proceso y los trámites para adoptarla legalmente transcurrieron sin problemas y así fue como el bebé anónimo se convirtió en Acacia Corrigan y disfrutó de una vida perfecta.

Esto es lo que debe sentirse cuando todo se derrumba a tu alrededor
, pensó Acacia saliendo de la casa.

Decidió ir a clase como de costumbre y se comportó con tanta normalidad que solo James pareció darse cuenta de que algo iba mal. Pero James no era de los que hacía preguntas indiscretas.

Sintiéndose como anestesiada y al mismo tiempo agotada por su resolución de no pensar en lo ocurrido, se saltó el entrenamiento de hockey. Andy la llamó por teléfono en el autobús de regreso a casa.

—Mamá me lo ha contado todo. ¿Cómo estás?

Su voz, tan familiar y querida, tan cargada de amor y preocupación, logró abrirse paso a través de las barreras protectoras que había logrado levantar a su alrededor.

—¿Cómo quieres que esté, Andy? —replicó luchando por reprimir las lágrimas—. Mis padres no son mis padres y tú no eres mi hermano. Siento como si hubiera vivido una mentira durante todos estos años.

—No ha sido una mentira, Acacia. Para mí siempre has sido mi hermanita y siempre lo serás.

—Pero ni siquiera sé quién soy…

—Eres Acacia Corrigan y todos te queremos.

—¿Por qué no me lo contaste, Andy? ¿Por qué te convertiste en su cómplice?

—Cariño, no se trata de eso.

Acacia reprimió un sollozo y Andy permaneció un momento en silencio.

—Voy a intentar salir esta misma noche para allá. No quiero que hablemos de esto por teléfono.

Al llegar a la granja, Acacia caminó hasta la parte de atrás de la casa y se sentó en el columpio en el que tan a menudo había jugado con Andy y con Enstel. Se meció distraída, absorta en sus pensamientos, hasta que vio por el rabillo del ojo que el columpio de al lado se movía ligeramente.

—¿Ya te has decidido a aparecer? —inquirió con frialdad.

Enstel no respondió y Acacia notó cómo la furia comenzaba a apoderarse de ella.

—¿Dónde estabas cuándo más te necesitaba? ¿No se supone que debes cuidar de mí? ¿O eso también es mentira? ¿También tú me has estado engañando todos estos años?

Una voz débil, apenas un murmullo, resonó al fondo de su mente.

—¡No seas cobarde y muéstrate! ¡Estoy harta de estos juegos!

No puedo
, escuchó, y su angustia era tan evidente que dudó unos instantes.

—Enstel, ¿qué te pasa? —inquirió todavía recelosa—. No será uno de tus trucos, ¿verdad?

No sé qué es lo que me ocurre. Estoy demasiado débil para materializarme. Siento tanto que te hayas tenido que enterar de esta forma. Sabía que el momento tenía que llegar y solo quería evitarte el dolor. Mantuve el sueño alejado tanto tiempo como me fue posible
.

—Parece que todo el mundo piensa que soy estúpida, un niña pequeña incapaz de tomar mis propias decisiones, alguien débil a quien proteger de la cruda realidad.

La verdad es más compleja de lo que parece
.

—¿Ah, sí? Pues tú no has ayudado a esclarecerla. ¿Qué es lo que has estado ocultándome?

Te contaré lo que sé
.

La voz de Enstel estaba cargada de tristeza. Acacia nunca lo había notado vibrar en una frecuencia tan baja y por un segundo se sintió tentada a dejar de lado el resentimiento, pero debía mantenerse firme.

Soy un espíritu que solo los más poderosos son capaces de invocar
.

¿
Como quién
?

Brujas, hechiceros, sumos sacerdotes
.

Pero yo no te he invocado
.

No, fue tu madre
.

Mi madre… ¿la mujer pelirroja?


.

Acacia recordó haber leído que, en la Edad Media, el pelo rojo y los ojos verdes eran considerados indicios que señalaban a una bruja, un hombre lobo o un vampiro.

¿
Qué era mi madre
?, se atrevió a preguntar con el corazón encogido.

Una mujer muy sabia y poderosa
.

¿
Una bruja
?

Algunos así la calificarían
.

A la joven le costó continuar respirando. Delante de sus ojos desfilaron imágenes de aquelarres, sacrificios, húmedos pasajes subterráneos, rituales satánicos, oscuridad y terror.

¿
De quién huía
?

No lo sé con seguridad
.

¿
Y mi padre
?

Nunca supe quién era
.

Mi madre era malvada, ¿verdad? Por eso la perseguían, para evitar que continuara haciendo mal
.

Tu madre dio su vida para salvarte
.

¿
Cómo es eso
?

Convocarme supone un gran riesgo en la mejor de las condiciones y ella lo sabía. Acababa de dar a luz y se encontraba muy débil, pero era consciente de que era la única posibilidad de ponerte y mantenerte a salvo. Te quería tanto, tanto… me pidió que te llevara tan lejos como fuera posible y que te protegiera. Debía encontrar un hogar seguro para ti y lo hice
.

Acacia notó una gruesa lágrima deslizándose silenciosa por su mejilla.

Soy la hija del diablo
.

¿
Por qué dices eso
?

¿
Qué otra explicación puede haber? ¿Tú crees que la gente normal va por ahí haciendo pactos con espíritus? ¿Y ahora se supone que debo estaros agradecida
?

Enstel no respondió. Acacia apenas podía percibir su presencia, pero no le preocupó. Era evidente que sabía cuidar de sí mismo.

Absorbiste toda su energía, ¿verdad?

Era el único modo de proporcionarme el poder necesario para llevar a cabo mi misión
.

Entonces fuiste tú quien la mató
.

Acacia se levantó del columpio, se enjugó las lágrimas y recogió su bolso con los libros del colegio.

—No quiero volver a verte —pronunció tajante antes de girarse y desaparecer en dirección a la casa—. Ninguno de nosotros merece estar vivo.

5

La casa en la que había crecido le dio la bienvenida con su familiar aroma y esto no hizo sino acrecentar la sensación de irrealidad en la que se había sentido envuelta desde la mañana.

Como cada miércoles, antes de salir al centro de la tercera edad, su madre había horneado un pan para la cena. Sin saber muy bien lo que hacía, retiró el paño que lo cubría, cogió un cuchillo y empezó a cortar una rebanada. No era un cuchillo para pan y la hoja resbaló haciéndole un pequeño corte en el pulgar.

Acacia observó el dedo con curiosidad. No había sentido nada y no supo que se había cortado hasta que vio aparecer una gota de sangre. Miró el cuchillo. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada contra los armarios de la cocina y se arremangó la camisa del uniforme. Apoyó el brazo en la pierna e hizo resbalar la hoja por la tierna piel del interior. Con un cuchillo tan afilado, una ligera presión fue todo lo que necesitó para provocar un largo corte superficial. Pensó que el rojo intenso contrastaba de una forma muy bonita contra la palidez de la piel. Volvió a pasar la hoja por el brazo, haciéndose otro corte, y otro. La sangre comenzó a deslizarse, apenas visible contra la tela azul oscuro de su falda. Acacia observó los cortes y le cruzó la mente el pensamiento de que quizás no fuera su brazo después de todo. ¿Cómo era posible sentirse tan desconectada de su cuerpo y de todo lo que la rodeaba? No sentía absolutamente nada. Quizás si presionaba un poco más…

Al abrir los ojos encontró el rostro angustiado de su hermano.

—Andy… —consiguió balbucir—. ¿Qué haces aquí?

Y entonces se dio cuenta de que no estaba en su cama, ni en su casa.

—Por Dios Santo, Acacia, ¿en qué estabas pensando?

La joven lo miró sin saber de qué estaba hablando.

—Mamá te encontró desmayada en un charco de sangre. ¿Cómo has podido hacer algo así?

Acacia echó una ojeada a su alrededor. Una habitación de hospital. Tenía todo el antebrazo vendado. Empezó a recordar.

—Papá está ahora con ella. Ha sufrido un ataque de nervios y está sedada en la habitación contigua.

Andy comenzó a llorar. Acacia no le había visto hacerlo desde que se rompió la pierna por dos sitios al caerse del caballo cuando tenía trece años.

—No lo entiendo —balbució entre lágrimas—. ¿Es que no sabes lo mucho que te queremos?

Inconmovible, Acacia contempló al joven en silencio. ¿Era su amor una ilusión, como todo lo demás? Sabía de lo que Enstel era capaz. Podía inducir a cualquier humano a hacer lo que se le antojara.

Giró el rostro en dirección a la ventana y cerró los ojos, negándose a responder. En esos momentos solo quería desaparecer.

Informaron a la directora, a la jefa de estudios y a su tutor de lo ocurrido y, a pesar de que todo fue tratado con la mayor confidencialidad posible, los rumores no tardaron en propagarse por Burton College.

—Por ahí dicen que no fue un accidente —le confesó Millie un día con expresión preocupada—, que intentaste suicidarte. Les he dicho que no es posible, que tú nunca harías algo así, pero últimamente has estado tan rara que ya no sé qué pensar.

—No traté de suicidarme, Millie.

Su amiga le lanzó una mirada, no del todo convencida.

—Tómatelo de este modo: si hubiera querido matarme, lo habría hecho.

En ese momento llegó James.

—¡Acacia! —exclamó con rostro ansioso—. ¡Necesito tu ayuda con desesperación! Llevo dos días peleándome con el trabajo de literatura y estoy a punto de acabar como Romeo.

Para su sorpresa, Acacia encontró el tono de James y la expresión horrorizada de Millie tan cómicos que se encontró a sí misma riendo.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Una de las preguntas es «explica el uso de la antítesis en el lenguaje de
Romeo y Julieta
» y no sé ni por dónde empezar.

—Bueno, ya sabes que la antítesis consiste en el empleo deliberado de palabras que contrastan la una con la otra.

—¿Como cuando Julieta se entera de la muerte de Teobaldo a manos de Romeo y lo llama bello tirano, angelical demonio, santo maldito y villano honorable?

Las palabras removieron algo en su interior que Acacia se esforzó por ignorar.

—Eso es. Los opuestos realzan los conflictos de la historia y hay un montón de referencias a la luz y a la oscuridad, al amor y al odio. El oxímoron consiste en la unión de dos palabras de significado opuesto, por ejemplo, cuando Julieta habla de la despedida como un «dulce dolor».

—Ah, ya entiendo. ¿Y los juegos de palabras con sentido humorístico también entran en esta categoría?

—Sí, podrías mencionar la broma de Mercucio moribundo o la conversación de los sirvientes al principio de la obra, cuando relacionan todo lo que hacen y piensan con el sexo.

—¡Muchísimas gracias! —exclamó James con alivio evidente—. ¡Me salvas la vida! Todo parece mucho más claro cuando lo explicas tú.

Acacia nunca había estado ingresada en el hospital. Incluso las visitas al pediatra habían sido esporádicas, puramente reglamentarias. De igual modo que las cosechas y los animales de la granja habían permanecido misteriosamente inmunes a plagas y enfermedades desde su llegada, Acacia había gozado de una salud intachable. Solo había sufrido un accidente serio del que sus padres jamás tuvieron noticia.

Había sido también su primer intercambio con Enstel.

Una fría mañana de febrero, poco antes de cumplir los doce años, había salido a cabalgar a solas con Trueno mientras Andy ayudaba a su padre con las ovejas. Atravesó el riachuelo y continuó hasta uno de sus lugares favoritos, en lo alto de una pequeña colina desde la que se podía contemplar el Parque Nacional de Dartmoor en toda su gloria.

Desmontó y paseó durante un rato, disfrutando de la quietud de la mañana. Cuando se encontró frente a un roble solitario decidió comprobar cuál era la vista desde lo alto. Trepó con facilidad, se sentó en una de las ramas y miró a su alrededor, observando el paisaje en el que comenzaban a adivinarse indicios de la vida que despertaba después del largo intervalo invernal. El repentino relincho de Trueno a su espalda la sobresaltó y, al girarse para ver lo que le ocurría, perdió el equilibrio.

Mientras caía al suelo pedregoso llamó a Enstel con todas sus fuerzas.

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