Read El beso del arcángel: El Gremio de los Cazadores 2 Online
Authors: Nalini Singh
Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico
—No necesito el permiso de nadie. —Una sonrisa parsimoniosa—. ¿Sabías que existen formas de dejar cicatrices en un inmortal?
Por un segundo, a Elena le pareció percibir algo extraño en sus ojos, un relampagueo rojo. Sin embargo, cuando volvió a mirarla los tenía del mismo color verde brillante que siempre.
—Es posible —dijo mientras sacaba el arma— que no hayas tenido nada que ver con las heridas de Sam, pero el chico está bajo la protección de Rafael. Lo aterrorizarás si entras a verlo así.
Michaela pasó por alto ese comentario.
—¿Estás esperando a que Rafael te rescate? —Una risotada musical—. Está con Elijah, volando sobre el extremo más alejado del Refugio. Corre el rumor de que se ha descubierto el cadáver de un ángel en esa zona.
—¿De veras? —Tras mandar el orgullo al infierno, Elena envió una llamada de socorro mental con la esperanza de que su arcángel no estuviera demasiado lejos.
¡Rafael!
Michaela se encogió de hombros.
—Voy a ver al niño. Ahora.
De pronto, Elena se encontró aplastada contra la pared. El impacto fue tan fuerte que se clavó los dientes en el labio inferior y se quedó aturdida. Luchó contra las ataduras invisibles que la mantenían contra el muro de piedra mientras intentaba aclararse la vista. La pistola cayó al suelo con un golpe sordo.
—Vaya, estás sangrando. —Michaela la besó con suavidad. Un beso macabro lleno de malicia... y de algo más.
Almizcle y orquídeas... con un agudo matiz ácido.
El horror extendió sus alas en el interior de la cazadora. Porque esa última nota, el sabor ácido teñido con rayos de sol, no formaba parte de la esencia de Michaela. Le pertenecía a un arcángel que había sido ejecutado sobre Manhattan. Uram había estado a solas con Michaela el tiempo suficiente para sacarle el corazón, pero la cuestión era: ¿qué había introducido en ella?
—Podría matarte ahora... —murmuró la arcángel contra su boca—, pero creo que será mucho más divertido observarte cuando Rafael se canse de ti. —Otra línea roja apareció en la mejilla opuesta de Elena, y el aroma del hierro llenó el aire cuando las palabras de Michaela se le clavaron en el corazón—. Entonces no serás más que un desecho, una presa fácil para cualquiera que quiera saborear a un ángel creado. Tendremos mucho tiempo para jugar.
Un instante después, avanzaba por el pasillo en un remolino de tejido con el color del óxido. Sus palabras reverberaban dentro del cráneo de Elena. Sin embargo, en esos momentos lo único que importaba era Sam. En el estado mental en el que se encontraba (un estado que parecía carente de cordura y lleno de un placer sádico), la arcángel podía hacerle daño.
Aterrada por lo que podría ocurrirle al niño, Elena estaba luchando contra sus ataduras cuando Galen y Veneno pasaron junto a ella a una velocidad sobrenatural.
—¡Uf! —Un grito muy poco elegante que exclamó cuando el poder que la ataba a la pared se evaporó. Tras ponerse en pie, cogió la pistola y corrió en pos de los otros dos... y frenó en seco a un metro escaso de la espalda de Michaela.
Galen se encontraba frente a la arcángel, con varias heridas sangrantes en el cuerpo y en la cara. Veneno se estaba levantando en un rincón en el que la piedra de la pared se había hecho añicos tras el impacto de su cuerpo. Su rostro estaba cubierto de sangre, pero sus ojos mostraban un brillo hipnótico entre verde y dorado: la cobra había salido a la superficie.
Michaela miraba a Galen.
—Crees que voy a hacerle daño al niño.
—Ya has utilizado la violencia en un lugar destinado a la sanación.
Elena se quedó sin aliento al ver el resplandor tenue que emitían las alas de Michaela.
Dios.
—Si liberas ese poder aquí —dijo, aunque sus labios comenzaban a hincharse—, es probable que derrumbes el edificio, con lo que matarías no solo a Sam, sino también a cualquier otro niño que haya dentro.
Michaela se volvió para fulminar a Elena con una mirada que era pura luz: sin pupilas, sin iris, si rastro de cualquier cosa que pareciera humana. Aunque claro, Michaela jamás lo había sido.
Con todo, ese día la diferencia entre un ángel y un arcángel era un fastidio, así que Elena luchó por enfrentar su mirada a pesar de las lágrimas que le llenaban los ojos.
Era tentador, muy tentador, disparar la pistola, pero si la bala atravesaba el cuerpo de Michaela, podría rebotar en las paredes y romper los cristales de las salas de los pacientes, que estaban al lado. Apartó el arma de fuego y cogió un cuchillo sin apartar la vista del cuello de Michaela.
—No le haré daño al niño. —Era la voz de Michaela, pero tan cargada de poder que rugía de furia, como si hubiera mil voces en una.
Elena contuvo el impulso de retroceder, porque aunque sabía que no tenía nada que hacer frente a esa criatura, también sabía que debía intentar distraerla todo el tiempo posible. Hasta que llegara una ayuda más poderosa.
—Si no te tranquilizas, lo harás.
El arcángel femenino no apartó la mirada de ella, e inclinó la cabeza de una forma escalofriantemente inhumana. Elena tuvo la sensación de que unos dedos toqueteaban su mente en un intento por indagar en su interior. Sintió la bilis en la garganta, pero se mantuvo firme: el hecho de que Michaela tuviera que esforzarse para colarse en su cabeza significaba que Rafael la estaba protegiendo. Y no era tan estúpida como para rechazar esa protección.
—Tan débil. —Un comentario casi carente de malicia... como si Elena fuera demasiado insignificante para tenerla en cuenta. Eso la asustó aún más. Porque, a pesar de todo, Michaela siempre había sido muy humana en sus emociones.
En esos momentos, podría haber estado en un período Silente.
Michaela se volvió hacia Galen y alzó una mano. Galen se tambaleó como si hubiera recibido un golpe, pero no retrocedió. La arcángel se echó a reír y realizó un brusco movimiento tajante. En esa ocasión, el ángel pelirrojo, grande y musculoso, chocó contra la pared, pero logró salvar sus alas gracias a que giró el cuerpo para impactar de frente.
La sangre manchó el muro, pero Elena ya estaba concentrada en Veneno. El vampiro había atacado mientras Michaela estaba distraída con Galen, y había clavado los colmillos en el cuello de la arcángel un segundo después de que el pelirrojo chocara contra la pared. Elena arrojó la daga en ese mismo instante.
Se clavó al otro lado del cuello de Michaela.
Con un grito de rabia, la arcángel se libró de Veneno y lo lanzó por los aires con tanta fuerza que el vampiro terminó inmóvil y retorcido en el otro extremo del pasillo. Luego alzó la mano para sacarse el cuchillo del cuello, como si no fuera más que un mondadientes. Elena pudo apreciar cómo se cerraban las arterias delante de sus ojos. La daga chocó contra el suelo con un ruido metálico mientras Michaela alzaba un dedo para señalarla.
—¿Qué miembro te gustaría perder primero?
Dios.
Dios.
Elena supo que no tenía ninguna oportunidad de detener a Michaela, ya que dos inmortales mucho mayores habían fallado en el intento. La arcángel le aplastaría el corazón antes de que llegara a tocar el arma, así que lo de apretar el gatillo era pura ilusión.
¿Dónde estás, Rafael?
El mar inundó su mente en una violenta tormenta.
Estoy de camino. Haz que se calme. Si libera su poder, destruirá todo el Refugio
.
Elena tomó una decisión instantánea y se limpió la boca con el dorso de la mano, ya que los cortes de los labios no habían dejado de sangrar.
—Te llevaré con Sam.
La arcángel aguardó.
Aunque se le había erizado el vello de la nuca a modo de primitiva advertencia, Elena echó a andar. Oyó el susurro del vestido de Michaela, lo que indicaba que la arcángel la seguía.
Galen y Veneno yacen en el suelo
.
Los ojos del pelirrojo se habían abierto unos instantes en los últimos segundos, pero Veneno estaba mal, muy mal.
Creo que le ha roto la columna vertebral, tal vez el cuello
.
Y un vampiro podía morir de una fractura de cuello si tenía, además, otros daños importantes.
Todavía no está muerto
.
Con el corazón en un puño, Elena se detuvo frente al cristal que delimitaba la habitación de Sam. El niño estaba profundamente dormido. Con el rabillo del ojo vio que Keir se acercaba e intentó advertirle con un gesto frenético de la mano, pero el sanador sacudió la cabeza.
—Sam está descansando —dijo con un tono calmo, como si no hubiera una arcángel a punto de sufrir una reacción nuclear a su lado—. La curación progresa muy bien.
—¿No le quedarán cicatrices?
Elena encontró la pregunta de Michaela de lo más peculiar, pero solo hasta que comprendió que la arcángel no se refería a las heridas superficiales del niño.
—No, no habrá ningún daño permanente. —Keir apoyó una mano sobre el brazo de Michaela, haciendo frente al resplandor que emanaba de su piel—. Crecerá con normalidad.
Elena vio que Michaela apoyaba la mano sobre el cristal.
—Es tan frágil... —El brillo de su piel empezó a atenuarse muy despacio—. Tan vulnerable...
—Los niños siempre lo son —dijo Keir con tono amable. Sus ojos parecían demasiado ancianos para su joven rostro—. Es un riesgo que todos debemos aceptar.
—Demasiado —susurró Michaela—. Es demasiado riesgo.
La imagen se grabó en la mente de Elena: una arcángel de belleza imposible, ataviada con un vestido cubierto de sangre, con la mano apoyada sobre el cristal y los dedos temblorosos a causa de las desgarradoras emociones que la embargaban. Elena sintió un nudo en la garganta. ¿Cómo habría sido Michaela si no hubiera perdido a su hijo? ¿Ese egoísmo que teñía todos sus actos se habría transformado en algo mejor? ¿O habría sido otra Neha y habría convertido a su hijo en su venenoso reflejo?
—Es mejor romperles el cuello en cuanto nacen.
Elena sacó la pistola. Si Michaela realizaba el más mínimo movimiento, vaciaría el cargador sobre sus alas antes de que pudiera girarse y utilizar sus poderes para desarmarla. Porque si debía elegir entre la posibilidad de un rebote y la muerte segura de Sam, se arriesgaría a los rebotes.
—¿No lo crees? —le preguntó la arcángel a Keir, que parecía absorto en sus propios pensamientos.
—Nosotros no matamos a nuestros hijos.
Silencio. Cuando Michaela se apartó del cristal, su rostro era el que Elena había visto siempre: un rostro perfecto y carente de clemencia. Tras despedirse de Keir con una inclinación de cabeza, la arcángel empezó a alejarse por el pasillo, con sus alas broncíneas y su vestido de seda blanco teñido de rojo oscuro. Su belleza dejaba un eco difícil de borrar.
Elena dejó escapar un suspiro trémulo. Se había ido.
Lleva a Keir hasta Veneno
.
La cazadora ya se dirigía hacia allí, con Keir a su lado. Cuando llegaron, encontraron a Galen, cuyo rostro era un amasijo de sangre y piel desgarrada, arrodillado junto al vampiro.
—Está muy malherido. Tiene la columna fracturada, el cráneo roto y los pulmones colapsados. Y creo que una de las costillas rotas le ha atravesado el corazón.
—Mordió a Michaela —dijo Elena, que no estaba segura de si eso era importante.
—En ese caso, es probable que haya descargado todo el veneno de sus colmillos. —Keir empezó a deslizar sus dedos, suaves como plumas, sobre el cuerpo de Veneno—. Eso hará que sea más fácil de manejar.
—¿Sus toxinas pueden hacer daño a un ángel?
—No a largo plazo —respondió Galen—, pero sí que producen un inmenso dolor.
—Se está muriendo. —Tras sentarse sobre los talones con el rostro pálido y una expresión tensa, Keir inclinó la cabeza hacia Galen—. ¿Te importaría llevarlo hasta la sala de tratamientos?
Galen metió los brazos bajo el cuerpo destrozado de Veneno. Elena contuvo un gesto negativo nacido de la sabiduría mortal que decía que una víctima con la médula dañada no debía moverse. Era evidente que Keir sabía mucho más sobre el tratamiento de esas heridas de lo que ella sabría jamás. Mientras caminaban hacia la sala, percibió las esencias del mar y del viento, que llenaron su mente. El alivio fue como la coz de un caballo.
—Rafael está aquí.
Pero ¿podría un arcángel salvar a un vampiro tan malherido? ¿Qué ocurriría si Rafael perdía a uno de sus Siete?
E
lena se estaba limpiando la sangre de las mejillas cuando Rafael salió de la habitación de Veneno.
—Necesito tus habilidades, Elena.
Ella soltó la toalla húmeda que había encontrado en una de las salas de tratamiento vacías. Aún le dolía la cara, pero no tanto como le habría dolido si todavía fuera humana: la sanación ya había comenzado.
—¿El ángel muerto?
Un asentimiento con la cabeza.
—Veneno... ¿Está...?
—No es fácil matarlo.
No hablaron mientras volaban hasta el cadáver. El lugar donde se encontraba era un enorme macizo rocoso. Tras realizar un rápido acercamiento a esa área peligrosa e irregular, Elena se dio cuenta de que el aterrizaje iba a ser bastante problemático. El orgullo podría haberla llevado a intentarlo de todas formas, pero era muy consciente de que en esos momentos Rafael la necesitaba en plena forma, capaz de realizar una tarea que solo ella podía llevar a cabo.
Necesito un poco de ayuda
.
Rafael cambió de posición para volar sobre ella y le ordenó que plegara las alas. Para su sorpresa, a Elena le resultó bastante difícil actuar en contra de sus recientes instintos, pero al final consiguió cerrarlas. El arcángel la recogió antes de que empezara a caer, y realizó un aterrizaje perfecto en el saliente de roca más cercano.
—Gracias.
Con la mente concentrada ya en el cadáver, se acercó un poco. Desde lo alto daba la impresión de que el ángel había sido arrojado sobre las rocas: tenía los huesos destrozados, y las extremidades habían sufrido tantos daños que no quedaba ni una sana. En esos momentos pudo apreciar que también le habían separado la cabeza del torso, y que su pecho tenía un agujero en el que faltaba no solo el corazón, sino también el resto de las vísceras internas.
—Alguien se tomó muchas molestias para que no se regenerara. —La caja torácica del ángel brillaba bajo la luz del sol de la montaña. Aunque su sangre ya no era líquida, aún conservaba un brillo endurecido que hizo que Elena se inclinara hacia delante para examinarla con el ceño fruncido—. Es como si el cuerpo se hubiese convertido en piedra. —El caparazón de color rojo oscuro resultaba extrañamente hermoso.