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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Otros, #Biografía, #Memorias

Descanso de caminantes (33 page)

BOOK: Descanso de caminantes
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II. El cómico Sandrini estaba casado con la cantante de tangos Tita Merello, mujer insoportable (amén de peronista). Una tarde Sandrini dijo:

—Voy a comprar cigarrillos.

No volvió más, ni se acordó de pedir sus cosas.

III. Un juez de la Suprema Corte de salta había recibido en su casa a un colega, que debía consultarlo sobre un asunto urgente. Estaban conversando junto a una amplia ventana que daba a la calle, cuando vieron pasar a una mujer espléndida. El visitante pidió excusas para salir un segundo. Nunca volvieron a verlo.

IV. Mis dos amigas se fueron a esperarme a Mar del Plata (cada una por su lado; no se conocían). Yo demoré un poco el viaje. Finalmente, me despedí por escrito de una y otra —salvo destinataria y dirección, esas dos cartas, como las de Boswell a sus amadas de Turín, resultaron idénticas— y me fui a Francia.

En mi primera infancia había todavía lacayos. En Vicente Casares, cuando se ataban los coches, al lado de René, el cochero, iba un lacayo en el pescante. No estoy del todo seguro, pero creo recordar que en el pescante del Packard-Levasson que era el coche de mi abuela (en la ciudad), al lado de los sucesivos Gaston y Émile iba un lacayo (de librea, como el chofer). Cochero y chofer eran franceses; la mujer del cochero René era la muy criolla, de voz altísima, Gregoria, niñera de mi madre. El perro de caza del matrimonio se llamaba Tom. Una vez me mordió. Gregoria se vestía como criadas del siglo XIX, con una blusa de puntillas, cuello duro, almidonado, y puños similares, pollera muy ajustada en la cintura y larga. La librea de René incluía
breeches
, polainas y botines de cuero marrón oscuro.

En sueños alguien me dijo: «Si pudiera, compraría dos o tres ríos». Creo que era una chica.

Soy un llorón repulsivo. Soy ateo y hoy he llorado por Santa Escolástica, la hermana gemela de San Benito, que vivió en el siglo VI. Sintiendo la muerte próxima, Santa Escolástica pidió a Benito que no se apartara de ella esa noche. San Benito se negó, porque no quería infringir la regla que él mismo estableció para la abadía de Montecassino: ningún monje podía dormir afuera. Escolástica se echó de rodillas y empezó a rezar e inmediatamente se desató una terrible tormenta. El santo no pudo volver a Montecassino.

—Hermana mía, ¿qué has hecho? —preguntó Benito.

—Te pedí algo y me lo negaste. Dios me lo ha concedido.

Tres días después murió la santa. La enterraron en Montecassino. Tres semanas después murió Benito. Lo enterraron en el mismo sepulcro.

Un día, en un bar de Villa Allende, se rió de una mujer que continuamente movía la cabeza. Ahora la mueve ella.

Plegaria del padre de familia:

Líbreme Dios del infierno

y tome en cambio a mi yerno
.

12 febrero 1984
.
Muerte de Cortázar
. Vlady me previno: «Escribile pronto. Está enfermo. Va a morir». Como siempre, me dejé estar. Yo quería agradecerle la extraordinaria generosidad de referirse a mí, tan elogiosa, tan amistosamente en su admirable «Diario de un cuento». La carta era difícil. ¿Cómo explicar, sin exageraciones; sin falsear las cosas, la afinidad que siento con él si en política muchas veces hemos estado en posiciones encontradas? Es comunista, soy liberal. Apoyó la guerrilla; la aborrezco, aunque las modalidades de la represión en nuestro país me horrorizaron. Nos hemos visto pocas veces. Me he sentido muy amigo de él. Si estuviéramos en un mundo en que la verdad se comunicara directamente, sin necesidad de las palabras, que exageran o disminuyen, le hubiera dicho que siempre lo sentí cerca y que en lo esencial estábamos de acuerdo. Pero ¿la política no era esencial para él? Voy a contestar por mí. Aunque sea difícil distinguir el hombre de sus circunstancias, es posible y muchas veces lo hacemos. Yo sentía cierta hermandad con Cortázar, como hombre y como escritor. Sentí afecto por la persona. Además estaba seguro de que para él y para mí este oficio de escribir era el mismo y lo principal de nuestras vidas. No porque lo creyéramos sublime; simplemente porque fue siempre nuestro afán.

13 febrero 1984
. Cuando me dicen «Cortázar murió a los setenta años» voy a protestar, voy asegurar que no era tan viejo, pero entonces recuerdo que yo cumpliré en el próximo mes de septiembre esa edad, que imagino como una nevada cumbre de la vejez, peor, de la humanidad.

Santoral
. San Severo, sacerdote de Valesi, en los Abruzzos. Por medio de sus oraciones resucitó y, lo que parece aún más extraordinario, convirtió a un hombre a quien los demonios ya arrastraban al Infierno. San Gregorio el Grande certifica este milagro.

14 febrero 1984
. Se pega un tiro Angelito Sánchez Elía. Su locura: se creía pobre. Qué pobreza.

Una verdad amarga, más que nada increíble, que los chicos de mi tiempo un día debían admitir, no porque realmente la creyeran, sino porque les llegaba con todo el peso de la autoridad de los chicos mayores: los propios padres hacían entre ellos «porquerías»,
id est
, copulaban.

Cortázar compró un lugar contiguo a la tumba de su mujer Carol, para que lo enterraran. Este hecho me asombra un poco, en un hombre que no creía en el más allá. La única justificación que veo estaría en una promesa hecha a la mujer querida antes de que ella muriera. A mí no me importa dónde me entierren. No me gusta pensar en eso. Tal vez lo menos desagradable para el mundo que me sobreviva, sería que me incineraran; pero la verdad es que no quiero pararme a pensar, porque da un poquito de asco.

Horresco referens
. La segunda mujer de Cortázar, la letona Ugné Karvelis, trata de convencer a las autoridades argentinas de repatriar los restos.

A un indio condenado a muerte por los españoles, un fraile le preguntó si no quería aceptar la verdadera religión e ir al cielo. El indio preguntó: «¿Los cristianos van al cielo?». Cuando el fraile le contestó afirmativamente, el indio dijo: «Entonces no quiero ir».

A un jinete mogol le preguntó un misionero si no quería ir al cielo. Él preguntó si podía llevar su caballo. El misionero le dijo que no había caballos en el cielo. «Entonces el cielo no me interesa», dijo el mogol.

19 febrero 1984
. En
La Nación
(leo declaraciones de varios escritores sobre la muerte de Cortázar. La mejor, increíblemente, es de Sabato. La de Silvina no está mal. En la de Beatriz [Guido] hay mentiras, lo que en ella es una prueba de sinceridad.

Vuelvo sobre la muerte de Cortázar. Odile Baron Supervielle me dijo: «Yo no estoy triste. Sé que está en el cielo, con Carol».

Sobre el suicidio de Angelito Sánchez Elía. Una señora me dijo: «Yo no estoy triste. Sé que no se ha condenado y que descansa».

Siempre aborrecí el olor a lavandina.

Chesterton dijo: «De neuróticos y de locos se ocupa ahora la psiquiatría; antes, la hagiografía. Creo que en eso hay decadencia».

Wilde dijo que la Historia del mundo es una sucesión de noticias de policía.

Idiomáticas
.
Tu abuela, tu abuela la tuerta, tu abuelita la tuerta
. Úsase para rechazar una proposición desventajosa.

No hay tu tía
, frase que se emplea para significar que las cosas son como son y no como uno quiere; que determinada solución, aunque sea amarga, es la única.

Escribir sobre la institución de los amantes, pilar indispensable para la estabilidad del matrimonio. Además, hay que tener ganas (dicho con ironía) para probar el matrimonio una segunda vez… Tipo de amante recomendable: el
cavalier servente
de Italia y los amantes del siglo XVIII de Francia e Inglaterra: una para el marido, uno para la mujer. Tipo de amante insoportable: la romántica prole del psicoanálisis que difama la condición de amante y quiere dejar al cónyuge, si lo tiene, casarse con su amante, con quien se lleva tan bien (porque no están casados, porque no viven juntos).

No creo que Cortázar tuviera una inteligencia muy despierta y enérgica. Desde luego, sus convicciones políticas corresponden a confusos impulsos comunicados por un patético tango intelectual. Le gustaban las novelas «góticas». Creía en la astrología.

Me aseguran que en el profesorado a Pezzoni lo ponen a la altura de Wittgenstein. También que Pezzoni, en sus clases, jamás aventura un juicio de valor. Sobre Fulano, Zutano dijo tal cosa; Perengano tal otra. Y que tanto él como Costa Picazo se complacen en dedicar íntegramente un curso de literatura americana, para señoritas que no saben nada de esa literatura ni de ninguna otra, a Emily Dickinson, o, peor aún, a Fitzgerald o a la llamada literatura negra. Los pobres pierden quizá la única oportunidad de acercarse a una literatura; oirán hablar, eso sí, de un autor menor o de un género menor.

El odio idiotiza
. Aseguró que Aldo Ferrer fue un excelente ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires, pero reconoció que fue un mal ministro de Economía de la Nación. «La explicación es clara —me dijo—. La Nación tiene asuntos que interesan a las multinacionales y la mujer de Aldo Ferrer es judía».

12 marzo 1984
. Oscar me dijo que hay tantos mosquitos ahora en la zona de Pardo que del pasto sube un ruido de hervor; los caballos estornudan y se estremecen; la hacienda y los caballos se amontonan en el campo, anca con anca y usted ve cómo trabajan las colas para espantar los mosquitos; las ovejas también se amontonan, como si las juntaran perros y se pasan la noche sin dormir.

Las memorias de Casanova son como una larga novela, con infinidad de caracteres muy diversos y muy definidos: nos atrae por la clara variedad de hombres y de mujeres, y también por los episodios y por las reflexiones.

Casanova: Pese a la buena opinión que tenía de mi persona, nunca tuve la menor confianza en mí mismo (dice de sí cuando joven).

Casanova: «El hombre viejo tiene por enemigo toda la naturaleza». El matrimonio tiene por enemigo la realidad entera (ABC).

Casanova: Esa dama, para tratarme a la napolitana, me tuteó desde el momento en que nos presentaron.

Sobre la Calabria: «carece absolutamente de todas aquellas cosas agradablemente superfluas que hacen soportable la vida».

Llama
batticulo
a una bolsa que llevan
in situ
los frailes franciscanos. El nombre de baticola de nuestros arneses, ¿viene de ahí?

Dice que en Roma casi todos los hombres, fuera de los nobles, que no aspiran a puestos eclesiásticos, se visten como abades, aunque no lo sean (nada lo prohíbe) (siglo XVIII).

Dice que el bazo es el órgano de la risa.

Dice que siempre se dejó engañar por las mujeres (
anche io
).

Idiomáticas
.

Morir
. No contar el cuento; cantar para el carnero; cagar fuego; irse («Se nos fue Don Benito»); estirar la pata; dejar de existir; espichar; entregar el rosquete; entregar, dar, el alma; dar el último suspiro; cerrar los ojos; pasarle algo a uno («Por si le pasa algo, tomó la precaución de hacer testamento»).

Compartimento
. Compartimiento. En la Argentina,
compartimiento
parece afectado y hasta un poco absurdo. Ver el Diccionario de Garzón.

Domingo, 25 marzo 1984
. Silvina vio en la televisión la película
Perdida en el mar
. Entro en el cuarto y me dice: «Qué desagradable. Es como uno de mis cuentos pero mucho más divertido».

25 marzo 1984
. Hoy le dije a Drago: «Qué raro. Alfonsín quiere a todo el mundo, menos a nosotros. Quiere a gente tan poco querible como los peronistas, o los democratacristianos, o el propio señor Alende. A nosotros, no».

25 marzo 1984
.
Santoral
. San Dimas. El buen ladrón: uno de los dos delincuentes crucificados junto a Cristo; el que dijo: «Acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Jesús le contestó: «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Idiomáticas
. Curiosa acepción del verbo
irse
: se valen, son parecidos, equivalentes, etcétera:

Don Rubén y don Román

por ahí nomás se van
.

El interlocutor cree siempre que hay que decir únicamente lo que levanta el ánimo. Nos hemos convertido, por eso, en un país de mentirosos. Peor: de incapacitados para la realidad.

Sueño
. Sueño que estoy en París. De pronto descubro con agrado, con la nostalgia del que está lejos de su tierra, que ando por calles y plazas de Buenos Aires. «¿No te has enterado? —me preguntan—. Hasta el lunes Buenos Aires está en París». Recuerdo entonces que he visto carteles que anuncian
La Semana de Buenos Aires en París
. Estoy orgulloso de mi ciudad, ansioso de que los amigos franceses la valoren y la alaben. Me llevo una desilusión: ocupados en protestar contra los excesos de la propaganda moderna, los franceses no miran, ni siquiera ven, a Buenos Aires.

En el San Martín hubo una mesa redonda de escritores, en que se discutió sobre literatura erótica. Como suele ocurrir en estos casos (trátese de mesas redondas de mujeres o de hombres) se dijeron, con la mayor seriedad, muchas pavadas. El público era casi exclusivamente femenino; en todo caso parece que el único escritor presente fue Dalmiro Sáenz. Le preguntaron si tenía algo que decir: «Bueno —contestó—, ya que me preguntan les confesaré que después de oírlas hablar de todo eso me siento un poco excitado».

En mi juventud, de la mujer que recibía plata de un amigo, de decía «es una mantenida». Estaba mal vista. Hoy, la que está mal vista es la que no recibe nada; en cuanto al hombre que no da plata, que no aporta, como se dice, es un vividor, tal vez un rufián. «El desgraciado no aporta un peso para la otra», dijo una señora de su último yerno
à la mode de Bretagne
.

Hasta que anduve por los cincuenta, ninguna mujer me pidió plata para sus gastos. Después varias; pensé «les piden a los viejos». Me equivocaba. Mi edad no era la causa, o por lo menos la causa única. Hubo un cambio en las costumbres.

5 abril 1984
. Estaba preocupado porque el resfrío me impidiera la asistencia al acto, en la Feria del Libro, en que me darían un vigilante de bronce (
timeo danaos
), un reconocimiento de «lo que hice» por la literatura policial. A la noche soñé que iba al acto, que me encontraba con Ulyses Petit de Murat y que lo abrazaba con mucho afecto. De pronto creí recordar que a Ulyses algo le había pasado… Es claro, me dije, se ha muero. Mientras tanto, en el fondo del salón, saludaba a otras personas (mal informadas, sin duda).

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