Descanso de caminantes

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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Otros, #Biografía, #Memorias

BOOK: Descanso de caminantes
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Cualquier imagen de Adolfo Bioy Casares sería incompleta si, además del forjador de tramas perfectas y del irónico narrador de desencuentros amorosos, no incluyera al testigo atento e implacable que, en silencio y durante más de cincuenta años registró cuidadosamente su vida y sus opiniones en un imponente Diario de casi 20.000 páginas.

La obra, en la que se echan en falta los pasajes sobre sus conversaciones con Borges y cuya publicación está en manos del albacea literario Daniel Martino, descubre la visión de Bioy sobre temas como la Dictadura («era consciente de lo que pasaba pero no le importaba demasiado»), las torturas («referidas a la etapa peronista y no a la Dictadura») o la muerte, (asunto este último que aborda «con su característica elegancia»).

Adolfo Bioy Casares

Descanso de caminantes

Diarios íntimos

ePUB v1.0

hermes 10
20.10.12

Título original:
Descanso de caminantes

Adolfo Bioy Casares, 2001.

Editor original: hermes 10 (v1.0)

ePub base v2.0

ÍNDICE

Marginalia 5

Apuntes 36

Extravagantes 62

Descanso de Caminantes 134

Vida Íntima 157

Tiempo Libre 167

Bric À Brac 182

Posfacio 250

.

Tenía alguna razón Borges cuando desaprobaba los libros de brevedades. Yo replicaba que eran libros de lectura grata y que no veía por qué se privaría de ellos a los lectores. Los
Note-books
de Samuel Butler,
A Writer's Note-book
de Somerset Maugham me acompañaron a lo largo de viajes y de años. «Los de Butler se publicaron después de la muerte del autor», dijo Borges y yo aún no vislumbré su argumento. Sin embargo, de algún modo debí admitirlo, porque a pesar de tener infinidad de observaciones y reflexiones breves, más o menos epigramáticas, sin contar sueños, relatos cortos y dísticos, año tras año he postergado la publicación de mi anunciado libro de brevedades. Debo sentir que su publicación, en vida, excedería el límite de vanidad soportable. Digo
soportable
porque en casi toda publicación hay vanidad. ¿O es absurdo pensar que al publicar nuestros libros los proponemos a la admiración de nuestros contemporáneos y aun de lectores del futuro?

Sea este cuaderno testimonio de la rapidez de manos del pasado, que oculta, entierra, hace desaparecer todas las cosas, incluso a quien escribe estas líneas y también a ti, querido lector.

ADOLFO BIOY CASARES

Marginalia

9 febrero 1975
. Entreveo la posibilidad de un cuento de un alpinista en Suiza al que, en lo alto de una montaña, un señor le dice «venga a refugiarse» y lo lleva a una cueva, donde hay otros pasajeros. Oyen, por radio, noticias de la invasión. Larga temporada: ganas de salir, temor, amores; por último, todo acabó. Baja a Ginebra. Nada habla del asunto.

19 febrero 1975
.
Encuentro con la estudiosa
. Muy inteligente, pero irremediablemente extraviada por críticos y profesores. Esta gente no sabe cómo se escribe e interpretan como si estuvieran en otro mundo y dijeran: «Un hombre y una mujer, escondidos, entran alborozados en un cuartito, ahí él la moja un poco a ella y salen muy contentos».

31 marzo 1975
.
Cuestiones de edad
. Antes nadie calificaba de «obra maestra»
La invención de Morel
. Ahora se habla de mis libros como de obras maestras (con indiferencia, como si
obras maestras
fuera un simple género literario, como si dijeran que son «novelas» o «cuentos»). Hasta me vi en una suerte de Parnaso de la colección Pavillons
[1]
, que reúne a los tres o cuatro principales autores. Jinetas que se confieren a los que están por irse.

Me explicaron que un perro guardián debe ejercitar su instinto. Si el amo no le encomienda algo para defender, el perro un día lo elige. En una casa un perro eligió el cuarto de baño y no permitió que los moradores lo usaran; otro, un
cocker spaniel
, cuando se resiente con sus amos defiende un sillón de la sala.

El carácter de un perro
. Cuando viaja en el coche si las personas hablan, ladra hasta que se callan. No deja que su dueña viaje en el asiento de adelante, con el novio; tiene que ir en el de atrás, con él. Cuando lo dejan solo en la casa hace sus necesidades en las camas. Cuando se queda solo con las dos ancianas de la familia, las aterroriza ladrando, corriendo, pasando a toda velocidad al lado de ellas. Respeta al hombre de la familia.

¿Amor a la sociedad? Prácticamente, no existe. Es algo que se alega para perseguir a individuos odiados.

Palabras de un fiscal
. «Con los traidores, ¿habrá que ser tan severo? Fuera del hampa (o de la policía o de la política o del ejército o de la diplomacia, que son variedades del hampa) los traidores a lo mejor se hubieran distinguido como personas de imaginación y sensibilidad, tal vez poetas o siquiera novelistas».

Sinceridad de una de mis enamoradas
. «Tuve un sueño atroz. Con un tipo. Estábamos en cama y comprendí que quería violarme. Yo quería que me besara, no más. Entonces le pregunté si estaba loco. Se enojó, empezó a vestirse, me dejaba… Era horrible».

Es bien sabido que el viajero, cuando llega a tan lejanas regiones, no sabe dónde está y padece de una extraña confusión que lo mueve a reconocer, a recordar parajes que nunca ha visto. Con valerosa frivolidad afirma entonces: «Por aquí yo he pasado».

Descubrimiento muy tardío
. Hoy, después de cincuenta y tantos años, he descubierto que el Negro Raúl no me conocía. El Negro Raúl era popular mendigo de Buenos Aires; aunque tal vez popular en el Barrio Norte, pues me parece que componía el papel de una suerte de bufón de los chicos de la clase alta. Se congraciaba por la risa cordial que blanqueaba en su cara tosca, por algunos pasos de baile, más o menos cómicos, y, sobre todo, por su negrura. Yo siempre creí (sin indagar mucho las causas) que el Negro Raúl me conocía. El hecho me infundía cierto orgullo. Evidentemente, el Negro me saludaba como a un conocido y hasta hoy no se me ocurrió pensar que para lograr sus fines le convenía esa actitud de personaje conocido y aceptado. Desde luego, en esto no mentía; él era un hombre conocido, más conocido que sus muchos protectores. Ahora estoy por afirmar que me llamaba
Adolfito
; habrá oído a la niñera, que me llamaba así, y debió de ser bastante vivo, rápido para pescar en el aire informaciones útiles.

Me acuerdo del Negro, parado y gesticulando, en medio de la calle Uruguay o Montevideo, mientras yo lo miraba y le tiraba monedas desde los balcones del tercer piso de la casa de mi abuela, que hacía esquina (Uruguay 1400), donde vivíamos en aquellos años. Debía de haber entonces poco tráfico, ya que el Negro hacía sus piruetas en medio de la calle y mirando para arriba a la gente que le arrojaba limosna desde los balcones y ventanas.

Del catálogo de un museo de juguetes
. Mono en bicicleta, a cuerda, con palanca de dos posiciones, para recorrido grande y recorrido chico. Con fallas por desgaste. En la posición para recorrido grande no funciona, simplemente cumple el recorrido chico. Adviértese, además, que el área del recorrido chico es de menor extensión que In estipulada en el prospecto.

31 agosto 1975
.
Para que me lo explique Galton
. Me despierto. Aún acostado, aún en la oscuridad, imagino el cuadrante del reloj con las agujas en las 9 y 5. Enciendo la luz, me incorporo y veo que las agujas del reloj marcan las 9 y 5. Un hecho similar me ocurrió en 1972, en Niza.

Idiomáticas
.
Guindado
. Suerte de confitería, cuyos clientes no bajan de sus automóviles, donde los atiende y sirve el personal. Como me dijo un taxista: «El guindado es el
porche
[sic] de la amueblada».

Un enamorado de las mujeres
. Mándenme una chica cualquiera. Yo le encontraré encantos para quererla y es claro, a la larga, exigencias, amarguras y estupideces que tarde o temprano me pondrán en fuga.

Subjuntivos y condicionales
. Irritado por la lentitud con que se desplazaban algunos automóviles, el taxista comentó;

—Yo, si podría, volara.

La gente habla de cualquier modo
. «Cuando lo oí, me crucé las manos» por «me hice cruces»; un
Chubut
por un
yogurt
;
Petit Swing
por
Petit Suisse
;
crisantelmo
por
crisantemo
;
agua de beneficencia
por
Agua Villavicencio
; las
pampas fúnebres
; las
morrois
; el
quíster
. Oído a una maestra de Marta, del Cinco Esquinas: por
Aberdeen Angus
,
Aberdeen Agnus
.

Hablando de cosas de la patria, un amigo francés comentó: «Aunque tenga más lectores que nadie, ¿quién sueña, ni siquiera la computadora de una ciudad de provincia norteamericana, con atribuir la suprema autoridad en literatura a Fernández y González, autor del
Cocinero de Su Majestad
, a Georges Ohnet o a la señora Bullrich? En política, donde las consecuencias son más graves, hay otro criterio. Porque se volcaron a su favor tres cuartas partes de los electores del país, entronizamos a Ponson du Terrail (no se habla de este carismático sino de rodillas, a cabeza descubierta), que se nos fue y nos dejó a Madama Delly y al caos. La democracia, caro amigo, es una locura».

«No tenía vicios —es decir, no bebía ni fumaba en exceso—. Pero no podía vivir sin mujer, o mujeres. Dadas sus circunstancias, puede afirmarse que éste fue, en gran parte, el origen de sus infortunios. Reparaba en alguna muchacha fácil, cuyo cuerpo lo atraía… ». Lo que O´Sullivan dice de George Gissing, podría tal vez decirse de un servidor.

Hacia 1940, en Pardo, después de leer
Relativity and Robinson
, y
The ABC Relativity de Russell
, y un libro de un tal Lynch contra Einstein, pensé escribir un cuento sobre un matemático polaco que había descubierto lo que todo el mundo sabe: que la luz no tiene velocidad. Esto explicaría, por cierto, por qué la velocidad de la luz tiene una conducta insólita, que no se parece a la de las otras velocidades.

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