Darth Maul. El cazador en las tinieblas (23 page)

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Authors: Michael Reaves

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Darth Maul. El cazador en las tinieblas
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Esa pareja moriría discutiendo, pensó Darsha mientras retrocedía con cuidado, procurando mantener el equilibrio en el agitado puente. Para ella, lo importante era por qué no le había avisado la Fuerza de la presencia de esa cosa. Si bien era cierto que era más fácil sentir a los seres inteligentes que a los no inteligentes, una criatura de ese tamaño debería dejar una marca notable en el campo de energía, aunque tuviera el cerebro del tamaño de una semilla jakka.

A medida que retrocedía, Darsha envió una sonda mental hacia la criatura, y sintió que desaparecía en ella. No emitía ninguna reverberación psíquica.

¿Cómo podía ser eso posible?

La sorpresa casi la hace caer al abismo. Sus ojos le decían que tenían delante al monstruo, su cuerpo sentía que el puente se agitaba y vibraba a medida que continuaba sacando más y más masa de las profundidades, pero cuando intentaba sentirla mediante la Fuerza, no sentía nada.

Era
imposible
. Puede que no estuviera a la altura de los Maestros Yoda o Jinn, ¡pero debía tener cero coma cero midiclorianos en su torrente sanguíneo para no percibir nada de algo tan grande!

La criatura alzó finalmente su parte trasera, y algunas de sus patas temblaron a la luz de los fotorreceptores de I-Cinco. Se escuchó un sonido, una especie de seco rascar, que parecía producido por el entrechocar de sus segmentadas placas quitinosas. Se alzó sobre ellos y abrió la boca.

Darsha activó el sable láser al tiempo que el androide disparaba con ambos dedos, acertando a varios pares de patas e hiriendo el torso de la criatura. Ésta chilló y golpeó el puente con la parte superior del cuerpo, casi arrojando al trío del mismo. Tuvieron que tumbarse para evitar caerse, lo cual fue una suerte porque el chorro de líquido que brotó del oscuro rictus de su boca pasó sobre sus cabezas en vez de cubrirlos por entero. Cuando se aferró a la plancha metálica que tenía debajo, a la padawan le resultó obvio que la materia escupida por el monstruo era de la misma sustancia que la gris y sedosa que conformaba el puente.

Esa cosa había hecho el puente.

Había algo que le resultaba familiar en todo eso, pero no podía recordar ni el cómo ni el porqué. Un chorro perdido de esa seda se deslizó hacia ella y, sin pensar, movió el sable láser para interceptarlo. La seda se quemó cuando tocó el amarillo rayo de energía, vaporizándose en una nube de vapor apestoso.

Los tres se pusieron en pie y empezaron a desplazarse rápidamente puente abajo, en dirección al túnel. Detrás de ellos, el monstruo avanzaba aferrándose al puente de seda con sus múltiples patas.

Los dedos láser de I-Cinco no habían servido de nada, se dijo Darsha. Veamos lo bien que se porta ante un sable.

— o O o —

Lorn deseaba de verdad poder tener un arma consigo. Pero nada de pistolas láser. Ya no deseaba algo tan pequeño. Puede que una V-90 montada sobre un trípode, o unas pocas granadas de plasma. Y, ya puestos a desear, ¿por qué no un turboláser montado en una nave, con él a salvo en su interior?

¿De dónde había salido esa criatura? Estaban caminando por el puente cuando apareció de pronto.

La retirada era la opción más evidente. Pero ¿no había oído a Darsha decir, justo antes de que esa cosa asomase su fea cabeza, algo sobre que tenían al Sith justo detrás de ellos?

Eso sí que era estar atrapado entre el Agujero Negro de Nakat y el maelstrom de Magataran.

En ese momento se dio cuenta de lo que era la criatura.

Cuando Lorn trabajaba para los Jedi, había tenido acceso a un montón de literatura sobre ellos y otros temas relacionados. En cuanto supo que ya no podía ver a Jax, se pasó varias semanas estudiando todo lo que pudo encontrar sobre los Jedi: su historia, sus poderes, sus puntos fuertes y sus puntos débiles. No consiguió encontrar nada que pudiera ayudarle, pero se había topado con todo tipo de conocimientos interesantes y esotéricos, incluyendo un viejo texto que hablaba de una especie de invertebrados gigantes supuestamente extinta que, en cierto sentido, podía esconderse de la Fuerza. ¿Cómo los llamaban?

Taozin
, eso es.

Parecía ser que no estaban extintos.

En ese momento, Darsha saltó por encima de I-Cinco y de él, en dirección al monstruo, enarbolando el sable láser.

—¡Darsha! ¡No! ¡Es un taozin!

— o O o —

Darsha se levantó de su voltereta muy cerca de la criatura, con el sable láser extendido. Lo clavó hacia adelante, inclinando el ángulo de corte para arrancarle un enorme trozo al vientre del monstruo.
Veamos lo hambriento que estás cuando tu presa te devuelve el mordisco
, pensó.

Ejecutó el movimiento con la misma perfección que en un ejercicio; el Maestro Bondara se habría sentido orgulloso. Lo único malo es que no sirvió de nada.

Observó con incredulidad cómo el brillo amarillo de su arma se dispersaba al hundirse en la criatura, perdiendo coherencia e irradiándose en todas direcciones. Darsha se encogió, echándose hacia atrás, evitando por poco el retroceso de su propia arma. La hoja recuperó la congruencia al ser retirada del abdomen de la criatura. La bestia sufrió un espasmo y rugió furiosa, agitando la piel translúcida; era evidente que el ataque le había hecho daño, pero no tanto como Darsha había anticipado.

Estaba tan asombrada por el resultado de su ataque que casi dejó que la bestia la atrapase con sus afiladas mandíbulas para depositarla en la boca que se abría encima de ellas. Se apartó en el último momento, agitando el sable láser para evaporar el chorro de seda húmeda que vomitaba hacia ella. Al menos la espada de energía servía contra eso. Notó que el expelente de seda sólo se volvía opaco tras dejar la boca de la cosa.

Se dio cuenta con retraso que Lorn le había gritado algo un momento antes. No se había dado cuenta en ese momento, pero no se le había olvidado.

¿Un taozin?

Recordó que se había hablado de esas bestias en su primera clase de historia. Se las consideraba extintas, y se contaban entre las pocas criaturas vivas que no podían ser percibidas mediante la Fuerza. Parecía que alguien había importado una a Coruscant en algún momento del pasado.

Había un viejo adagio Jedi que al Maestro Bondara le gustaba citar:

Cualquier enemigo puede ser derrotado, en el momento adecuado.

Darsha se dio cuenta de que ése no era el momento adecuado.

Retrocedió hacia Lorn e I-Cinco, que habían avanzado unos cuantos metros más. El taozin proyectó más redes contra ellos. Darsha usó la Fuerza para desviar el flujo de fluido pegajoso siempre que podía y vaporizándolo con el sable láser cuando no podía. No tenían otro remedio que seguir retirándose hacia las garras de los Sith.

Capítulo 25

L
orn, I-Cinco y Darsha se apartaron del taozin con toda la rapidez que les era posible sin desmontar las planchas y placas que componían el puente. Sólo se mantenían en su sitio por lo pegajosos que eran los cables de soporte de la red, así que no podían correr a toda velocidad.

Por fortuna, la criatura no era muy rápida pese a sus muchas patas. Avanzaba arqueándose detrás de ellos, lanzando de vez en cuando redes que Darsha se las arreglaba para desviar. Mientras se retiraban, I-Cinco se dirigió a Lorn en voz baja, señalando las diversas superficies sobre las que caminaban.

—Ayúdame a apartar algunas de ésas.

Lorn pestañeó desconcertado. ¿Creería I-Cinco que el taozin podría caerse por el hueco? Estuvo a punto de cuestionar las instrucciones del androide, pero después se encogió de hombros. Su compañero parecía tener un plan, lo cual era más de lo que en esos momentos tenía él. No tenía nada mejor que hacer, así que ¿por qué no podía pasarse los últimos momentos de su vida desmantelando un puente?

Darsha vio lo que estaban haciendo y disminuyó ligeramente la marcha, dándoles más tiempo para la labor. Hicieron el trabajo con sorprendente rapidez, teniendo en cuenta que Lorn carecía de herramientas. I-Cinco empleaba sus dedos láser para cortar los principales puntos de conexión entre los objetos y la red que los soportaba, mientras él arrojaba los pedazos al vacío.

Calculó que habían deshecho las tres cuartas partes del camino que les separaba de la cornisa. Por un instante tuvo la loca esperanza de que Darsha se hubiera equivocado y que el Sith no siguiera tras ellos. Eso les proporcionaría algo más de margen para retirarse, aunque acabasen reencontrándose con los chton. Pero esa esperanza se desvaneció enseguida cuando miró por encima del hombro para ver las dos hojas escarlatas del sable láser del Sith brillando detrás de ellos. Perdió toda esperanza. Su némesis les estaba esperando.

Se volvió a I-Cinco.

—Si vas a hacer algo, éste es un buen momento para ello.

—Todavía no. Debemos estar más cerca de la cornisa —dijo el androide mirando al Sith y negando con la cabeza.

Lorn resistió la tentación de decirle que él ya se sentía más cerca de la cornisa de lo que le gustaría estar. En vez de ello, agarró por una esquina la siguiente plancha, parecía la tapadera de una unidad vaporizadora, y la arrancó del puente. Igual optaba por saltar al vacío antes de dejar que el Sith lo cogiera. Tiró la tapadera y observó cómo planeaba saliendo del alcance de los fotorreceptores de I-Cinco. No consiguió oírla tocando fondo. Tenía muchas maneras de morir y ninguna de ellas era agradable: devorado por un monstruo, decapitado por un sable láser, o saltando del puente para aplastarse contra el lecho rocoso del planeta.

Lorn apretó los dientes y arrancó otro soporte.

— o O o —

Pese a contar con la ayuda de la Fuerza, Darsha apenas conseguía esquivar con la suficiente rapidez las descargas de sedosa red que el taozin le lanzaba una y otra vez. Ya había renunciado a intentar influenciarlo con la Fuerza; era evidente que su extraña invulnerabilidad a esa forma de ataque era completa.

No obstante, y pese a la desesperada situación en que se hallaba, nunca se había sentido tan en la Fuerza. Tan en paz, tan… calmada. La parte lógica, racional, de su mente seguía recordándole que estaba atrapada en una situación cada vez más apurada, pero por algún motivo eso no la preocupaba. Lo único que le importaba era reaccionar ante el ataque del monstruo, dejando que la Fuerza guiase sus movimientos, dejando que llenase el cuenco en que se había convertido. Era una corriente constante de reto y oposición, de ataque y defensa. Y, por muy demencial que pareciera en esa situación, se sentía bien. Mejor que bien. De hecho, se sentía estupendamente.

El Maestro Bondara le había dicho que sería así. «Cuando se es uno con la Fuerza, no se es nada. Eres la calma en la tormenta, el punto de apoyo de la palanca. El caos rugirá a tu alrededor, pero tú permanecerás tranquila. Algún día lo experimentarás, Darsha, y entonces lo entenderás.»

Una parte distante de su mente se entristecía por no poder contárselo, por no poder compartir con él la alegría del descubrimiento, pero otra parte estaba segura de que, de algún modo, él ya lo sabía.

Mantuvo el sable láser en movimiento, manteniendo al taozin a raya. Aunque la hoja no era muy efectiva contra la criatura, ésta seguía respetando su incandescente mordico. Volvió a agitarlo, tocando el exoesqueleto de la cosa y cortándole un par de esos pequeños nódulos de la piel. Al caerse tocaron la superficie del puente y se quedaron pegados a la telaraña.

Fuera cual fuera la idea que había tenido el androide, sería mejor que la llevara pronto a cabo. Darsha ya sentía la presencia del Sith sin necesidad de buscarla.

— o O o —

Darth Maul se sorprendió al ver que la padawan y su objetivo se acercaban a él sin mirarlo. Estaban huyendo de una criatura gigantesca e increíble.

La reconoció en cuanto estuvo lo bastante cerca como para poder verla con claridad. Darth Sidious le había hecho leer y releer hasta el último retazo de información disponible sobre los Jedi, además de todos los datos relativos a ellos, por remotos que fueran éstos. El conocimiento del enemigo es poder, le había dicho su Maestro, y los Sith eran la cumbre del poder. Un artículo perdido de la holored, sobre bestias invisibles a la Fuerza debido a diversos azares de la mutación y la selección natural, mencionaba al taozin.

Se los suponía extintos, pero igual sucedía con los Sith. El aprendiz de Sidious envió un fuerte tentáculo del poder del Lado Oscuro hacia la criatura, y sintió que la sonda mental pasaba a través de ella, tal y como la luz atraviesa el acero transparente.

Fascinante.

Darth Maul retrocedió un paso; su presencia había llamado la atención de la criatura. Ésta le disparó un delgado hilo de telaraña, y él dejó que su conexión con la Fuerza se hiciera cargo, vaporizado fácilmente la descarga con el sable láser.

— o O o —

La criatura hizo una pausa en su avance y escupió su tela al Sith, que ya sólo estaba a unos metros de ellos. I-Cinco apartó un último objeto de la superficie del puente y se dirigió a Lorn y a Darsha.

—Es el momento. Agarraos a mí con fuerza.

El androide esperó a que los dos humanos hicieran lo que les pedía, y saltó a un lado del puente, sujetándose con uno de sus brazos a la cuerda de soporte que tenía más cerca.

—Corta el soporte —le dijo a Darsha.

La padawan comprendió entonces su plan. Debía admitir que era muy arriesgado. Pavan y él habían arrancado suficientes detritus de la red del puente como para desestabilizar los cables de soporte. Al cortar el grueso cable, había hecho que esa parte de la estructura se desmoronara. Cuando el trío empezó a caer, I-Cinco disparó hacia arriba, a las juntas de las placas que quedaban pegadas a la cuerda de soporte a la que se agarraban. Su velocidad aumentó y pronto se vieron dejando atrás la cola del taozin y columpiándose en un arco muy largo hacia el otro lado del abismo.

Mientras caían, oyeron al Sith gritar en la distancia, posiblemente de rabia. Unos segundos después, el androide ya no tenía que disparar para separar el cable de soporte del resto de la superficie del puente. Su peso y velocidad iban arrancándolo a medida que caían.

—Si pudieras disminuir nuestra aceleración —le dijo el androide a Darsha—, puede que así consigamos sobrevivir a la caída.

Darsha cerró los ojos, frunciendo el ceño por la concentración, y volvió a buscar a la Fuerza. Unos segundos después notó que su velocidad disminuía.

—Según mis cálculos —dijo I-Cinco—, llegaremos al otro lado de la caverna en unos…

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