Cruising (20 page)

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Authors: Frank García

BOOK: Cruising
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—Te has quedado muy silencioso.

En ese momento la puerta de la casa se abrió. Respiré profundamente. Sabía quién era

—Creo que me voy a ir, he quedado con un amigo para cenar —me levanté y le di un beso en la mejilla a Carlos— Como siempre es un placer hablar contigo.

—¡Qué sorpresa! Los amigos juntos, el día que yo me voy.

—¿Qué insinúas? —le preguntó Carlos.

—Nada. Comprendo que necesites a otro macho que caliente la cama en mi ausencia, pero por lo menos podrías haber esperado a que me fuera y elegir a alguien mejor.

—Me voy. Hay gente que no aprenderá a cerrar su bocaza.

—¿No tienes bastante con aquel espécimen qué llevaste a la cena? Que bajo has caído. Pensé que tenías más clase. Pero bueno, todos van perdiendo popularidad en la vida. La sangre joven sustituye a la vieja.

—Eres un imbécil. Nunca me llegarás ni a la suela de los zapatos.

—Desde luego. Yo al menos no me exhibo con un chapero.

—¿A quién llamas chapero? Creo que te estás equivocando y las neuronas te patinan. El que se hace viejo eres tú y lo peor de todo, no lo asumes. No te soporta nadie y no hablemos de chaperos.

—¿Qué has querido decir con eso?

—Nada. Pero te diré algo, no te acerques a mis amigos.

—¿Tus amigos? Tú no tienes amigos. La única amiga que tienes es tu polla y también te abandona.

—¡Qué infeliz! Mi polla como tú dices, sigue siendo la reina y la más deseada. En cambio la tuya…

—Dejadlo ya —intervino Carlos.

—Tú cállate. Nadie te ha dicho que hables.

—¿Cómo te atreves a mandar callar a Carlos? No tienes vergüenza —decidí darme la vuelta para irme y me agarró por brazo, le miré con cara de odio—. ¡No me toques! ¡Suéltame!

—No sin que me pidas disculpas

—¿Disculpas?

—Sí, por lo de la otra noche.

—Repito que eres imbécil. Fui a la cena por Carlos, porque en realidad yo quería estar con mi chico. No con el puto aprovechado que eres tú.

Intentó golpearme con el puño cerrado y lo evité agarrándolo con fuerza, mientras lo bloqueaba contra la pared.

—¡Aún no sabes quién soy ni de lo que soy capaz de hacer! —me gritó con rabia.

—Lo sé y muy bien. Te diré algo antes de irme. Si vuelves a insultar, atacar, menospreciar o cualquier cosa que se te ocurra a uno de mis amigos, te juro por lo más sagrado, que te corto esa mierda de rabo que tienes. Tú no eres un hombre, eres una mierda, lo más despreciable que ha parido una mujer. Y antes de irte, dile la verdad a Carlos, se un hombre por lo menos —le empujé y se desplomó en el suelo. No se movió, me miraba con odio y por una vez en la vida, me alegré de sentir esa mirada—. Lo siento Carlos, pero alguien tenía que parar los pies a este chulo venido a menos. Aunque hoy hemos sido dos, o debería de decir tres, ¿no estás de acuerdo conmigo? —le pregunté mientras le miraba con firmeza.

No respondió, Carlos se quedó inmóvil, sin saber que hacer ni decir. Abrí la puerta y salí. Cogí el ascensor y apoyado contra una de sus paredes, mientras bajaba, sentí que me desplomaba por dentro. Necesitaba respirar, percibir el frío de la noche en mi rostro. Necesitaba olvidar aquel encuentro. Hacía mucho que no discutía con nadie tan acaloradamente y sinceramente, aunque pensaba que había obrado bien, me encontraba fatal.

Abrí la puerta del portal, el azote del aire frío y la lluvia me hizo contener la respiración. Saqué un cigarrillo, lo encendí y caminé, caminé sin rumbo hasta que el teléfono sonó. Lo cogí, era Iván. En aquellos momentos se me había olvidado que había quedado con él.

—¿Dónde estás?

—Muy cerca, ahora voy.

—Te espero. Voy a pedir comida en el chino. Al final no me apetecía cocinar.

—Te estás volviendo un perezoso. En diez minutos estoy ahí.

Intenté refugiarme del agua. La llamada de Iván despejó mi mente. La vida continuaba y no merecía la pena sufrir por algo absurdo. ¿Qué estaría pensando Carlos ahora? ¿Le contaría la verdad aquel cabrón antes de irse? Había resultado un día perfecto para el recuerdo o mejor dicho para el olvido.

Llegué al portal de Iván y antes de subir se me ocurrió llamar a Andrés.

—Hola nene… Sí, estoy en la calle, estoy empapado — me reí—. Ya me gustaría… Voy a cenar con Iván… Si, el chico que te conté… No seas tonto, ya te contaré el viernes, hoy ha sido un día de esos de película… como si hubiese cruzado los límites de la realidad… No te rías cabrón, cuando te lo cuente vas a flipar… ¿Ya estás en la cama?… Cómo me gustaría estar ahí, abrazándote y queriéndote como te quiero… Si amor, un beso muy grande.

Llamé al timbre y subí.

—¡Estás empapado tío! ¿Tanto llueve?

—Creo que toda el agua ha caído sobre mí, pero me hacía falta.

—Quítate toda la ropa, la meteré en la lavadora y haré un secado total.

Me desnudé y empecé a temblar aunque la temperatura allí dentro era elevada.

—Me voy a dar una ducha de agua caliente, no me faltaba más que coger un resfriado.

—Sí, ahora te llevo una toalla —recogió mi ropa y la llevó a la lavadora, luego entró en el cuarto de baño y me entregó una toalla. Me sequé y se quedó mirando.

—¿Por qué me miras así?

—No sé. ¿Qué te pasaba esta mañana cuando te llamé?

—Iván, amigo mío, hoy ha sido uno de esos días memorables. Espero que la comida del chino no esté envenenada.

—¿Qué te ha ocurrido?

Le conté todo. La cara de Iván pasaba de la sorpresa a la incredulidad. Se movía, se detenía, se levantaba, se sentaba en el suelo frente a mí. Me miraba a los ojos, bajaba la cabeza. Cuando terminé mi exposición, se hizo el silencio durante unos segundos. Yo estaba sentado al borde de la bañera y él en el suelo. Se levantó dirigiéndose al salón. El timbre sonó e Iván abrió. Era el chino con la cena. Me enrollé en la toalla y salí. Preparamos la mesa, colocamos los platos, los vasos, los cubiertos y los recipientes con la comida en el centro. Nos fuimos sirviendo de todo, llenando aquellos platos.

—¿No me vas a decir nada en toda la noche? —le pregunté.

—No sé que decirte, porque te has enfrentado tú solo a todo. Has cargado con el peso de los problemas de tus amigos y ninguno hemos estado ahí para ayudarte.

—No seas tonto. Al final ha resultado ser un día divertido. Me he encontrado dentro de una película, siendo un protagonista sin guión y teniendo que improvisar para mantenerme vivo hasta la última secuencia. Es cierto eso de que "la realidad supera a la ficción".

—Admiro la forma de ser que tienes.

—No lo creas. Hace unos instantes estaba totalmente roto, como te he contado. Pero me alegro. Al final han salido todos los fantasmas, pero aún queda uno por vencer. No podrá conmigo, te aseguro que ese hijo de puta, va a sufrir.

—¿Qué vas a hacer con tu jefe?

—Voy a grabar el polvo de su vida. Le voy a provocar de tal manera, que la película sería censurada incluso en un sex shop. Este cabrón se va a acordar de quien soy. Nadie me chantajea y menos jugando con el amor.

—Ten cuidado. Si descubre lo que pretendes…

—No te preocupes. No daré un paso en falso. Sé que tengo que tener mucho cuidado. Juego en su terreno y…

—¿Te quedas a dormir?

—No debería, pero esta noche no quiero estar solo. Esta noche te necesito. Necesito que me abraces, que me protejas, que me hagas sentir seguro. Esta noche soy yo el que está aterrado. Sí, estoy aterrado. Demasiadas emociones para un solo día. ¿Quién da más? Me siento tan cansado que…

—Tú no necesitas eso. Tú eres el más fuerte.

—No, Iván. A ti no te puedo engañar. Hoy me siento el ser más vulnerable del universo y necesito el abrazo de un amigo.

—Lo tendrás. Te protegeré y abrazaré como tú lo has hecho conmigo. En eso consiste la amistad, ¿no?

—Sí y tú eres…

—Recojamos todo y vayamos a dormir. Los dos hemos tenido un día intenso y nos merecemos un buen descanso. Mañana lo veremos todo de forma distinta.

Así lo hicimos, nos metimos en la cama, dejé caer mi cabeza sobre su pecho y me abrazó. Brotaron lágrimas de dolor, irritación, felicidad, impotencia, pesadumbre, agotamiento. Las contemplé deslizándose por el cuerpo de Iván que respiraba con tranquilidad. No dijo nada, se mantuvo en silencio, dejando que mi alma se desahogase, mientras él me protegía con sus poderosos brazos y sentía el calor de su cuerpo. Su corazón latía tranquilo y aquel sonido endulzó mi mente.

—Descansa amigo. Mañana será otro día.

—Gracias. Buenas noches.

—Buenas noches —me contestó sin dejar de abrazarme.

CAPÍTULO VI

Me desperté una vez más, sintiendo el abrazo de Iván, su calor y el olor que desprende su piel. No habíamos cambiado de postura en toda la noche y el sueño resultó plácido. Al abrir los ojos me sentía tranquilo, despreocupado y aliviado de la tensión que durante el día anterior sufriera todo mi ser. Dicen que las lágrimas limpian nuestra alma del dolor y nos hacen ver las cosas con más claridad. Las derramadas aquella noche, lo habían hecho, al igual que el abrazo de Iván. Le besé en el torso.

—Buenos días —saludé.

—Buenos días, ¿qué tal has descansado?

—Genial y gracias por tus abrazos —le besé de nuevo en pecho y me levanté. Miré por la ventana. No llovía, el sol brillaba con fuerza y presentí que la primavera comenzaría a ofrecernos días más calurosos. Me volví, cogí un cigarrillo y lo encendí—. Hoy tengo que empezar a preparar la mudanza. No tengo demasiadas cosas que trasladar, pero debo tenerlo empaquetado todo para el viernes.

—Si quieres te ayudo. Cerca de donde yo trabajo hay una tienda de cartonaje, puedo comprar unas cajas y ayudarte esta tarde.

—Me harías un gran favor y si tienes una maleta grande, también. En las dos mías no entra toda la ropa que tengo.

—Claro —se levantó desperezándose—. Cuando salga paso a buscarte y comenzamos con la faena.

—Ahora sólo me queda una cosa en la que pensar y lo tengo que meditar muy bien. Tengo que pillar a ese hijo de puta y que me deje vivir tranquilo. Iván, quiero ser feliz junto a Andrés.

—Tienes que tener mucho cuidado. Juegas en campo contrario y él de tonto no debe de tener ni un pelo.

—No, es muy listo el cabrón, pero yo lo seré más. Al menos lo intentaré. Si pierdo, sé que no me faltará trabajo. Mi experiencia es muy importante e iré con la verdad por delante en la entrevista.

—Sé que actuarás bien. Tú siempre lo haces.

—No creas, soy humano y cometo errores. Uno de ellos ha sido este. Jamás debi juntar el trabajo con el sexo. No volveré a caer en esa trampa. Fui un imbécil, pero de errores se aprende y me ocuparé de corregirlo, al menos éste. Amo demasiado a Andrés para perderlo por una estupidez.

—¿Se lo contarás?

—Claro, suceda lo que suceda se lo contaré. No quiero secretos en nuestra relación. No. La complicidad entre dos personas que se aman, es la sinceridad y yo lo seré siempre con él. Seré un cabrón, o lo habré sido, pero en la pareja soy fiel.

—¿Y lo nuestro?

Le miré con cara de picarón:

—¿El qué? Tú y yo somos dos grandes amigos y lo seremos siempre y espero que también lo seáis vosotros dos. Estoy convencido de que os vais a caer muy bien. Sí, os parecéis mucho. Tal vez por eso me enamoré de él y te tengo a ti por alguien tan especial.

—Gracias por la parte que me toca.

—Te confesaré algo. Si Andrés no hubiera entrado en mi vida, te lo hubiera propuesto a ti. Con los dos siento de la misma forma. Con los dos me encuentro igual de cómodo. Con los dos ya no folio, hago el amor. Me encantaría seguir haciendo el amor contigo, pero…

—Te entiendo, no hace falta que digas nada.

—Me cuesta separarme de ti sexualmente. Me atraes mucho. Me excita todo lo que muestras tanto físicamente como interiormente. Representas mucho en mi vida. Te quiero mucho, cabrón.

Se abrazó a mí y sentí su piel y su olor. Percibí su calor y su energía. Desee hacerle el amor en aquel momento, pero me contuve. Hasta ella se quedó en estado de flacidez. Por primera vez mi corazón, mi cabeza y mi polla, coincidían. Me sonreí por la situación y por estar abrazando a Iván, por quien sentía un cariño y respeto total.

—Debemos vestirnos y emprender la rutina diaria.

—Sí. Salgamos al mundo y dejemos al destino que continúe con su juego y nos sorprenda.

Nos dimos una ducha rápida y nos vestimos. Salimos y cada uno tomó de nuevo su rumbo. Él más relajado, más tranquilo. Por fin su jefe sabía su secreto y le había liberado de la presión de un chantaje, por el contrario, yo tendría que enfrentarme de nuevo a mi jefe, sin saber si esa mañana buscaría un nuevo polvo. Si así era, lo haría, estaba dispuesto a todo para conseguir mi objetivo. No diría que no, le intentaría hacer ver que él tiene el poder y yo me doblegaba a sus órdenes, no sólo en el trabajo sino también en el placer. Sería su esclavo sexual, al menos hasta el momento de mi liberación. El momento en que el esclavo rompe sus cadenas y grita libertad.

Entré una mañana más en la cafetería, pedí el desayuno como el día anterior y como una mala repetición, apareció él. Se sentó frente a mí y me miró sonriendo.

—Buenos días. Veo que tomas como costumbre desayunar en la cafetería.

—Estos días estoy muy ocupado con la mudanza —le respondí sin mirarlo a la cara.

—Espero que el estrés no merme tu apetito sexual.

—Nunca he tenido problemas por tener la polla dura, si es a eso a lo que te refieres. Ella siempre está dispuesta cuando yo lo deseo.

—Me alegro. Siempre he sabido que eres un buen semental.

No dije nada, continué con mi desayuno.

—Hoy te invito a comer y después follaremos. Me gusta sentirte dentro de mí y aunque digas lo contrario, sé que te excito —el humo de su cigarrillo pasó ante mi cara.

—Está bien, pero si no te importa, preferiría desayunar tranquilo. No me gusta hablar de trabajo a estas horas y menos en mi tiempo libre.

—¿Trabajo? ¿Llamas trabajo a follar conmigo?

—Sí ¿Cómo quieres que lo llame? Placer desde luego que no. Desde hace unos días, sólo disfruto con mi chico. Es al único que de verdad siento cuando hacemos el amor.

—Llámalo como quieras. Pero serás mío siempre que lo desee.

—Lo sé y no te defraudaré. Seré tan bueno en ese trabajo, como en el que desempeño día a día.

—Ese punto de chulería me excita. No te pido que me folies ahora, porque tengo una reunión. No estaría mal empezar la mañana con un buen polvo y luego otro después de comer.

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