Qué vergüenza… Doy gracias al cielo por la máscara.
Grace acude en mi rescate.
—Madre, no incomodes a Ana.
—No hagas caso a esta vieja tonta, querida. —El señor Trevelyan me estrecha la mano—. Se cree que, como es tan mayor, tiene el derecho divino a decir cualquier tontería que se le pase por esa cabecita loca.
—Ana, este es mi acompañante, Sean.
Mia presenta tímidamente al joven. Al darme la mano, me dedica una sonrisa traviesa y un brillo divertido baila en sus ojos castaños.
—Encantado de conocerte, Sean.
Christian estrecha la mano de Sean y le observa con suspicacia. No me digas que la pobre Mia tiene que sufrir también a su sobreprotector hermano. Sonrío a Mia con expresión compasiva.
Lance y Janine, unos amigos de Grace, son la última pareja en sentarse a nuestra mesa, pero el señor Carrick Grey sigue sin aparecer.
De pronto, se oye el zumbido de un micrófono, y la voz del señor Grey retumba por encima del sistema de megafonía, logrando acallar el murmullo de voces. Carrick, de pie sobre un pequeño escenario en un extremo de la carpa, luce una impresionante máscara dorada de Polichinela.
—Damas y caballeros, quiero darles la bienvenida a nuestro baile benéfico anual. Espero que disfruten de lo que hemos preparado para ustedes esta noche, y que se rasquen los bolsillos para apoyar el fantástico trabajo que hace nuestro equipo de Afrontarlo Juntos. Como saben, esta es una causa a la que estamos muy vinculados y que tanto mi esposa como yo apoyamos de todo corazón.
Nerviosa, observo de reojo a Christian, que mira impasible, creo, hacia el escenario. Se da cuenta y me sonríe.
—Ahora les dejo con el maestro de ceremonias. Por favor, tomen asiento y disfruten —concluye Carrick.
Después de un aplauso cortés, regresa el bullicio a la carpa. Estoy sentada entre Christian y su abuelo. Contemplo admirada la tarjetita blanca en la que aparece mi nombre escrito con elegante caligrafía plateada, mientras un camarero enciende el candelabro con una vela larga. Carrick se une a nosotros, y me sorprende besándome en ambas mejillas.
—Me alegro de volver a verte, Ana —murmura.
Está realmente magnífico con su extraordinaria máscara dorada.
—Damas y caballeros, escojan por favor quién presidirá su mesa —dice el maestro de ceremonias.
—¡Oh… yo, yo! —dice Mia inmediatamente, dando saltitos entusiasmados en su asiento.
—En el centro de sus mesas encontrarán un sobre —continúa el maestro de ceremonias—. ¿Serían todos ustedes tan amables de sacar, pedir, tomar prestado o si es preciso robar un billete de la suma más alta posible, escribir su nombre en él y meterlo dentro del sobre? Presidentes de mesa, por favor, vigilen atentamente los sobres. Más tarde los necesitaremos.
Maldición… He venido sin dinero. ¡Qué tonta… es una gala benéfica!
Christian saca dos billetes de cien dólares de su cartera.
—Toma —dice.
¿Qué?
—Luego te lo devuelvo —susurro.
Él tuerce levemente la boca. Sé que no le ha gustado, pero no dice nada. Escribo mi nombre con su pluma —es negra, con una flor blanca en el capuchón—, y Mia va pasando el sobre.
Encuentro delante de mí otro tarjetón con el menú impreso en letras plateadas.
BAILE DE MÁSCARAS A BENEFICIO DE «COPING TOGETHER»
MENÚ
TARTAR DE SALMÓN CON NATA LÍQUIDA Y PEPINOS SOBRE TOSTADA DE BRIOCHE
ALBAN ESTATE ROUSSANNE 2006
MAGRET DE PATO DE MUSCOVY ASADO
PURÉ CREMOSO DE ALCACHOFAS DE JERUSALÉN
CEREZAS PICOTAS ASADAS CON TOMILLO, FOIE GRAS
CHÂTEAUNEF-DU-PAPE VIEILLES VIGNES 2006
DOMAINE DE LA JANASSE
MOUSSE CARAMELIZADA DE NUECES
HIGOS CONFITADOS, SABAYON, HELADO DE ARCE
VIN DE CONSTANCE 2004 KLEIN CONSTANTIA
SURTIDO DE QUESOS Y PANES LOCALES
ALBAN ESTATE GRENACHE 2006
CAFÉ Y PETITS FOURS
Bueno, eso justifica la cantidad de copas de cristal de todos los tamaños que atiborran el espacio que tengo asignado en la mesa. Nuestro camarero ha vuelto, y nos ofrece vino y agua. A mis espaldas, están cerrando los faldones de la carpa por donde hemos entrado, mientras que, en la parte delantera, dos miembros del servicio retiran la lona para revelar ante nuestros ojos la puesta de sol sobre Seattle y la bahía Meydenbauer.
La vista es absolutamente impresionante, con las luces centelleantes de Seattle a lo lejos y la calma anaranjada y crepuscular de la bahía reflejando el cielo opalino. Qué maravilla. Resulta tan tranquilo y relajante…
Diez camareros, llevando cada uno una bandeja, se colocan de pie entre los asientos. Acto seguido, cada uno va sirviendo los entrantes en silencio y con una sincronización total, y luego desaparece. El salmón tiene un aspecto delicioso, y me doy cuenta de que estoy hambrienta.
—¿Tienes hambre? —musita Christian para que solo pueda oírle yo.
Sé que no se refiere a la comida, y los músculos del fondo de mi vientre responden.
—Mucha —susurro, y le miro desafiante.
Christian separa los labios e inspira.
¡Ja! ¿Lo ves? Yo también sé jugar a este juego.
El abuelo de Christian enseguida me da conversación. Es un anciano encantador, muy orgulloso de su hija y de sus tres nietos.
Me resulta extraño pensar en Christian de niño. El recuerdo de las cicatrices de sus quemaduras me viene repentinamente a la mente, pero lo desecho de inmediato. Ahora no quiero pensar en eso, aunque sea el auténtico motivo de esta velada, por irónico que resulte.
Ojalá Kate estuviera aquí con Elliot. Ella encajaría muy bien: si Kate tuviera delante esta gran cantidad de tenedores y cuchillos no se amilanaría… y además, tomaría el mando de la mesa. Me la imagino discutiendo con Mia sobre quién debería presidir la mesa, y esa imagen me hace sonreír.
La conversación fluye agradablemente entre los comensales. Mia se muestra muy amena, como siempre, eclipsando bastante al pobre Sean, que básicamente se limita a permanecer callado, como yo. La abuela de Christian es la más locuaz. También tiene un sentido del humor mordaz, normalmente a costa de su marido. Empiezo a sentir un poco de lástima por el señor Trevelyan.
Christian y Lance charlan animadamente sobre un dispositivo que la empresa de Christian está desarrollando, inspirado en el principio de E. F. Schumacher de «Lo pequeño es hermoso». Es difícil seguir lo que dicen. Por lo visto Christian pretende impulsar el desarrollo de las comunidades más pobres del planeta por medio de la tecnología eólica: mediante dispositivos que no necesitan electricidad, ni pilas, y cuyo mantenimiento es mínimo.
Verle tan implicado es algo fascinante. Está apasionadamente comprometido en mejorar la vida de los más desfavorecidos. A través de su empresa de telecomunicaciones, pretende ser el primero en sacar al mercado un teléfono móvil eólico.
Vaya… No tenía ni idea. Quiero decir que conocía su pasión por querer alimentar al mundo, pero esto…
Lance parece incapaz de comprender esa idea de Christian de ceder tecnología sin patentarla. Me pregunto vagamente cómo ha conseguido ganar Christian tanto dinero, si está tan dispuesto a cederlo todo.
A lo largo de la cena, un flujo constante de hombres con elegantes esmóquines y máscaras oscuras se acerca a la mesa, deseosos de conocer a Christian. Le estrechan la mano e intercambian amables comentarios. Él me presenta a algunos, pero no a otros. Me intriga saber el cómo y el porqué de tal distinción.
Durante una de esas conversaciones, Mia se inclina hacia delante y me sonríe.
—Ana, ¿colaborarás en la subasta?
—Por supuesto —le contesto con excesiva prontitud.
Cuando llega el momento de los postres, ya se ha hecho de noche y yo me siento francamente incómoda. Tengo que librarme de las bolas. El maestro de ceremonias se acerca a nuestra mesa antes de que pueda retirarme, y con él, si no me equivoco, viene miss Coletitas Europeas.
¿Cómo se llamaba? Hansel, Gretel… Gretchen.
Va enmascarada, naturalmente, pero sé que es ella porque no le quita la vista de encima a Christian. Se ruboriza, y yo, egoístamente, estoy más que encantada de que él no la reconozca en absoluto.
El maestro de ceremonias nos pide el sobre y, con una floritura elocuente y experta, le pide a Grace que saque el billete ganador. Es el de Sean, y le premian con la cesta envuelta en seda.
Yo aplaudo educadamente, pero me resulta imposible seguir concentrándome en el ritual.
—Si me perdonas —susurro a Christian.
Me mira atentamente.
—¿Tienes que ir al tocador?
Yo asiento.
—Te acompañaré —dice con aire misterioso.
Cuando me pongo de pie, todos los demás hombres de la mesa se levantan también. Oh, cuánto ceremonial.
—¡No, Christian!, tú no. Yo acompañaré a Ana.
Mia se pone de pie antes de que Christian pueda protestar. Él tensa la mandíbula y sé que está contrariado. Y, francamente, yo también. Tengo… necesidades. Me encojo de hombros a modo de disculpa y él se sienta enseguida, resignado.
Cuando volvemos me siento un poco mejor, aunque el alivio de quitarme las bolas no ha sido tan inmediato como esperaba. Ahora las tengo perfectamente guardadas en mi bolso de mano.
¿Por qué creí que podría soportarlas toda la noche? Sigo anhelante… quizá pueda convencer a Christian para que me acompañe más tarde a la casita del embarcadero. Al pensarlo me ruborizo, y cuando me siento le observo de reojo. Él me mira de frente, y la sombra de una sonrisa brota en sus labios.
Uf… ya no está enfadado por haber perdido la oportunidad; aunque quizá yo sí lo esté. Me siento frustrada; irritada incluso. Christian me aprieta la mano y ambos escuchamos atentos a Carrick, que está de nuevo en el escenario hablando sobre Afrontarlo Juntos. Christian me pasa otra tarjeta: una lista con los precios de la subasta. La repaso rápidamente.
REGALOS SUBASTADOS, Y SUS GENEROSOS
DONANTES, A BENEFICIO DE «COPING TOGETHER»
BATE DE BÉISBOL FIRMADO POR LOS MARINERS
-Dr. Emily Mainwaring
BOLSO, CARTERA Y LLAVERO GUCCI
-Andrea Washington
VALE PARA DOS PERSONAS POR UN DÍA EN EL ESCLAVA DE «BRAVERN CENTER»
-Elena Lincoln
DISEÑO DE PAISAJE Y JARDÍN
-Gia Matteo
ESTUCHE DE SELECCIÓN DE PRODUCTOS DE BELLEZA COCO DE MER
-Elizabeth Austin
ESPEJO VENECIANO
-Sr. y Sra. J. Bailey
DOS CAJAS DE VINO DE ALBAN ESTATES A ESCOGER
-Alban Estates
2 TICKETS VIP PARA XTY EN CONCIERTO
-Srta. L. Yesyov
JORNADA EN LAS CARRERAS DE DAYTONA
-Emc Britt Inc.
PRIMERA EDICIÓN DE «ORGULLO Y PREJUICIO» DE JANE AUSTEN
-Dr. A. F. M. Lace-Field
CONDUCIR UN ASTON MARTIN DB7 DURANTE UN DÍA
-Sr. y Sra. L. W. Nora
ÓLEO, «EN EL AZUL» DE J. TROUTON
-Kelly Trouton
CLASE DE VUELO SIN MOTOR
-Escuela de vuelo Soaring Seattle
FIN DE SEMANA PARA DOS EN EL HOTEL HEATHMAN DE PORTLAND
-Hotel Heathman
ESTANCIA DE FIN DE SEMANA EN ASPEN, COLORADO (6 PLAZAS)
-Sr. C. Grey
ESTANCIA DE UNA SEMANA A BORDO DEL YATE «SUSIECUE» (6 PLAZAS), AMARRADO EN STA. LUCÍA
Dc y Sra. Larin
UNA SEMANA EN EL LAGO ADRIANA, MONTANA (8, PLAZAS)
-Sr. y Dra. Grey