Caminos cruzados (33 page)

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Authors: Ally Condie

Tags: #Infantil y juvenil, #Romántico

BOOK: Caminos cruzados
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Eso es bien cierto. E incluso si tengo razón en cómo se quemó la aeronave, podría haber ocurrido de un modo distinto. Puede que el Alzamiento tratara de ayudar a los labradores pero ellos creyeran que las aeronaves pertenecían a la Sociedad.

Puede que no.

El único modo de averiguar cómo funciona este sistema es desde dentro.

El archivista viene a mi encuentro unas horas más tarde, justo cuando estoy a punto de partir. Me separo de mi grupo para hablar un momento con él.

—Está confirmado —susurra—. Ella ha vuelto a Central. Realizaré el envío ahora mismo.

—Bien —digo. Está a salvo. Han dicho que la llevarían a Central y lo han hecho. Un punto para el Alzamiento—. ¿Has tenido algún problema?

—Ninguno —responde. Entonces me da la piedra labrada con escamas—. Me ha dado pena dejarla, aunque sé que no te la puedes llevar —dice. El Alzamiento tiene reglas similares a la Sociedad: ningún objeto personal innecesario—. Es bonita.

—Gracias —digo.

—No hay muchas personas que sepan escribir letras como esta —dice.

—¿Letras? —pregunto. Entonces comprendo a qué se refiere. Creía que había labrado ondulaciones. U olas. O escamas. Pero, de hecho, parece la letra «C», repetida innumerables veces. Dejo la piedra en el suelo para señalar otro lugar donde hemos estado los dos.

—¿Has enseñado a alguien? —pregunta.

—Solo a una persona —respondo.

Capítulo 54

Cassia

La primavera acaba de comenzar en Central y el hielo del margen del lago ha empezado a derretirse. A veces, cuando voy al trabajo a pie, me asomo a la barandilla de la parada del tren aéreo para contemplar su distante superficie gris y las ramas rojas de los arbustos que lo bordean. Me gusta detenerme aquí. Ver cómo el viento agita el agua y mece las ramas me recuerda que, antes de regresar a la Sociedad, crucé ríos y cañones.

Pero no me detengo aquí por las vistas. La archivista con quien trato manda a alguien para que me observe y vea cuánto tiempo espero. Así sabe si estoy de acuerdo con las condiciones de nuestro siguiente intercambio. Si me quedo aquí hasta que llegue el próximo tren aéreo (solo faltan unos segundos), significa que las acepto. En los meses que llevo en Central, me he dado a conocer entre los archivistas como alguien que no realiza intercambios a menudo pero sí posee objetos de valor.

Me aparto de la barandilla y, al volverme, veo la urbe, sus edificios blancos y multitudes de personas vestidas con ropa oscura que la recorren. Me recuerdan a mí atravesando la Talla y, una vez más, me acuerdo de la vez, hace ya mucho tiempo, que vi el diagrama de mi cuerpo en el distrito, aquellos ríos de sangre y aquellos robustos huesos blancos.

Justo antes de que llegue el próximo tren, comienzo a bajar las escaleras.

El precio es demasiado bajo. No acepto. Todavía.

«No conocía esto de mí.»

Tampoco lo conocía todo de él. Pensaba que sí, pero las personas son hondas y complejas como los ríos, mantienen la forma y se esculpen como la piedra.

Me ha enviado un mensaje. Es difícil hacer una cosa así, pero él está en el Alzamiento y no es la primera vez que logra lo imposible. En el mensaje me dice dónde puedo reunirme con él. Cuando termine de trabajar, iré a verlo.

Esta noche. Lo veré esta noche.

Al pie de las escaleras, la escarcha ha dibujado una cenefa en la pared de cemento. Parece que alguien haya pintado estrellas o flores en el momento preciso, que haya plasmado de forma fugaz una belleza que se desvanecerá demasiado pronto.

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