Asunto: ¿Sigues bien?
Querida Emmi:
¿Sigue en pie lo de esta noche?
Treinta minutos después
Re:
Sí, desde luego, querido Leo. ¡Ah!, se me olvidaba decirte que Bernhard y los niños vienen conmigo. ¿Te parece bien?
Diez minutos después
Asunto: Broma
¡Era una broma, Leo! ¡Una broma! ¡Una broooooooooomaaaaaaaaa!
Tres minutos después
Fw:
¡Pues sí que será una noche divertida! Bueno, mejor ya dejo de escribir. Hasta luego, Leo
Un minuto después
Re:
¡Tengo ganas de verte!
Treinta segundos después
Fw:
¡Y yo a ti!
A la mañana siguiente
Sin asunto
¿Has descansado?
Cinco minutos después
Fw:
Aún no me he dormido. Tengo demasiadas imágenes en la cabeza y estoy ávido de verlas una y otra vez. ¿Cómo te sientes, querida?
Un minuto después
Re:
Sólo puedo desearte que te sientas igual que yo, querido.
Dos minutos después
Fw:
Duplica la intensidad de tus sensaciones y te sentirás más o menos como me siento yo, Emmi.
Tres minutos después
Re:
Divídelo por dos y multiplícalo por cuatro: ¡así es como me siento! ¿Se puede saber por qué no me preguntaste si quería subir a tu casa?
Cincuenta segundos después
Fw:
Entre otras cosas, porque hubieses dicho que no, Emmi.
Cuarenta segundos después
Re:
Vaya, ¿eso crees? ¿Parecía como si fuese a decir que no?
Un minuto después
Fw:
Quienes dicen que no, no suele parecer que van a decir que no. De lo contrario ni siquiera se les pregunta.
Cuarenta segundos después
Re:
Leo, buen conocedor de mujeres, lo sabe por su amplia experiencia en la materia. Y tras haber recibido tantos noes de mujeres que no parecía que fueran a decir que no, ya no pregunta más.
Treinta segundos después
Fw:
Tú habrías dicho que no, Emmi, ¿verdad?
Cuarenta segundos después
Re:
Y tú no habrías tenido ningún inconveniente en que yo subiera a tu casa, Leo, ¿verdad?
Treinta segundos después
Fw:
¿Por qué lo dices?
Cuarenta segundos después
Re:
Alguien que besa y… mmm… «abraza» así, no tiene ningún inconveniente.
Cincuenta segundos después
Fw:
Emmi, la conquistadora de hombres, lo deduce de sus incontables pruebas de sabores y sensaciones.
Cuarenta segundos después
Re:
Y bien: ¿querías que subiera a tu casa?
Veinte segundos después
Fw:
Por supuesto.
Treinta segundos después
Re:
¿Y por qué no me lo preguntaste? Te habría dicho que sí. ¡De veras!
Treinta segundos después
Fw:
¿De veras? ¡Joder!
Cincuenta segundos después
Re:
De todos modos, la escena del portal tampoco estuvo mal, querido. He visto muchas buenas escenas de besuqueos en portales (la mayoría en el cine, lo admito). Pero pocas tan buenas y tan largas. Además, ésta no tuvo momentos aburridos. Me sentí como si tuviera diecisiete.
Cuarenta segundos después
Fw:
¡Fue una noche grandiosa, querida!
Cincuenta segundos después
Re:
¡Sí que lo fue! Sólo hay una cosa que no entiendo, querido.
Treinta segundos después
Fw:
¿Qué cosa, querida?
Veinte segundos después
Re:
¿Cómo pudiste, cómo pudiste, cómo pudiste?
Treinta segundos después
Fw:
¡Dilo de una vez!
Cuarenta segundos después
Re:
¿Cómo pudiste dejar cuatro de los siete trozos de esos sensacionales
penne asparagi e prosciutto in salsa limone?
Cincuenta segundos después
Fw:
¡Lo hice por ti!
Treinta segundos después
Re:
Te lo agradezco muchísimo.
Cincuenta segundos después
Fw:
Bueno, querida Emmi. Ahora voy a retirarme, cerraré los ojos, detendré el tiempo y soñaré… con todo esto y más.
Un beso.
Cuarenta segundos después
Re:
¡Que duermas bien, amor! Por la noche te escribo para contarte qué más me llamó la atención. Te devuelvo el beso. No, mejor no. Te doy otro. El tuyo me lo quedo. No todos los días le dan a una besos como los tuyos.
Nueve horas después
Asunto: Algo llamativo Querido Leo:
¿Ya estás despierto? Pues bien: anoche no pronunciaste ni una sola vez la palabra «Bernhard».
Cuarenta segundos después
Fw:
Tú tampoco, Emmi.
Cincuenta segundos después
Re:
Yo puedo dominarme en ese aspecto. Pero no estoy acostumbrada a que lo hagas tú, querido mío.
Ocho minutos después
Fw:
Tal vez debas (o puedas) ir acostumbrándote, querida mía. Yo también soy capaz de aprender de vez en cuando: Bernhard es tu problema, no el mío. Es tu marido, no el mío. Si me besas, es a ti a quien le remuerde la conciencia, no a mí. O a nadie, porque Bernhard sabe de nosotros… o sabía… o debería contar con ello… o se lo imagina… o… ni idea: yo ya no sé qué pensar de tu versión de la conveniencia y la franqueza, he perdido la orientación. No, peor aún, he perdido el interés: ya no quiero tener que vencer un eterno obstáculo llamado Bernhard cuando pienso en ti. Tampoco tengo ya que avergonzarme secretamente ante Pamela cuando pienso en ti. Pienso en ti cuando me place, siempre que me dé la gana y como me dé la gana. Nada me lo impide, nadie me detiene. ¿Sabes el alivio que es eso? Nuestro encuentro de ayer fue para mí como un salto cuántico. Logré verte como si existieras sólo para mí, como si hubieses sido creada sólo para mí, como si el restaurante italiano hubiera abierto especialmente para nosotros, como si la mesa se hubiese hecho a propósito para que nuestras piernas pudieran tocarse debajo, como si la retama amarilla de la puerta de mi casa hubiese sido plantada exclusivamente, veinte años atrás, previendo que florecería veinte años más tarde, cuando nosotros nos besáramos y nos abrazáramos delante de ella.
Siete minutos después
Re:
Viste muy bien, querido mío. ¡AYER EXISTÍA ÚNICAMENTE PARA TI! Y esa mirada que me capta a mí y a nadie más que a mí, que hace desaparecer todo lo que está alrededor, esa mirada que ve la retama de flores amarillas como si hubiese sido plantada para nosotros, el mundo, como si hubiera sido creado para nosotros, esa mirada… ¡grábatela, por favor, por favor, por favor! Practícala antes de dormir, repítela al despertarte, ensáyala frente al espejo. No la derroches, no la desperdicies con otros, protégela de los asaltos y de la luz del sol, no la expongas a ningún peligro, ten cuidado de que no se te rompa al transportarla. Y cuando volvamos a vernos, ¡desenvuélvela! Pues esa mirada, querido mío, me alucina, me vuelve loca. Ya sólo por eso merece la pena haberme pasado dos años y medio esperando mensajes tuyos. Nadie me había mirado así jamás, Leo. Así, tan, tan, tan… Sí. Tan así. Quería que lo supieras. Por cierto, es un cumplido, un pequeño cumplido, amor. ¿Lo has notado?
Diez minutos después
Fw:
¿Sabes qué, querida Emmi? Dejémoslo por hoy. No puede ser más bonito. Y quizá sólo pueda seguir siendo así de bonito si por una noche guardamos silencio. Te mando un beso.
Tuyo,
Leo
(Y ahora me voy a practicar la mirada tan, tan, tan…)
A la noche siguiente
Asunto: Pregunta
Pregunta al hombre del bonito silencio: ¿cuánto tiempo piensas seguir guardando este bonito silencio sobre lo «nuestro»?
Veinte minutos después
Fw:
Pregunta a la mujer que rompe el bonito silencio: ¿qué pasará con nosotros?
Tres minutos después
Re:
Eso depende de ti, querido Leo.
Cincuenta segundos después
Fw:
¿No depende más bien de ti, querida Emmi?
Un minuto después
Re:
No, querido mío, ése es tu gran error, un error fatal que ya lleva demasiado tiempo acompañándote en tu camino, que te desvió a Boston, que regresó intacto contigo, se aclimató enseguida y se adaptó tan bien a estar a tu lado. Se pega a ti como una lapa. ¡Quítatelo de encima de una vez!
Cuarenta segundos después
Fw:
¿Qué te imaginas? ¿Quieres que te pregunte si vienes a casa esta noche y duermes conmigo?
Cincuenta segundos después
Re:
Mi querido Leo:
No se trata de lo que yo me imagino, eso ya lo sé, y no te puedes imaginar todo lo que puedo imaginarme, sobre todo desde ayer. Esta vez se trata claramente de lo que TÚ te imaginas. Y no: ¡haz el favor de no preguntarme por esta noche!
Veinte segundos después
Fw:
¿Por qué no?
Cuarenta segundos después
Re:
Porque debería decir que no.
Cuarenta segundos después
Fw:
¿Por qué deberías hacerlo?
Cincuenta segundos después
Re:
Porque, porque, porque… Porque no quiero que creas que quiero tener una aventura contigo. Y lo que es casi más importante aún: ¡porque no quiero tener una aventura contigo! Para tener una aventura podríamos habernos ahorrado dos años y medio y treinta y siete metros cúbicos de letras.
Treinta segundos después
Fw:
Si no quieres una aventura, ¿qué es lo que quieres?
Cuarenta segundos después
Re:
¡Quiero que digas qué es lo que TÚ quieres!
Veinte segundos después
Fw:
¡A TI!
Un minuto y medio después
Re:
¡Bravo, Leo! Ha sido espontáneo, intuitivo, ha quedado muy bien, y además con mayúscula. Pero ¿qué es lo que quieres hacer conmigo? ¿Leerme? ¿Tenerme en mente? ¿Llevarme siempre contigo en tus armarios emocionales? ¿Tenerme como un punto en la mano? ¿No perderme? ¿Adorarme? ¿Verme? ¿Escucharme? ¿Olerme? ¿Tocarme? ¿Besarme? ¿Agarrarme? ¿Derribarme? ¿Dejarme embarazada? ¿Comerme?
Cincuenta segundos después
Fw:
¡TODO! (Menos dejarte embarazada, aunque pensándolo bien, ¿por qué no?)
Un minuto después
Re:
¡Bien, Leo! En el punto máximo de tu timidez, a veces muestras vestigios de sentido del humor. Pero, de verdad, ¿quién te impide hacer conmigo todo lo que quieres? Y bien, ¡dime qué pasará con nosotros!
Siete minutos después
Asunto: ¡Habla!
¡Leeeeeeeeeeooooooooo! ¡Por favor! ¡No vuelvas a callarte ahora! ¡Dilo! ¡Escríbelo! ¡Tú puedes! ¡Lo conseguirás! ¡Atrévete! ¡Estás tan cerca…!
Cuatro minutos después
Fw:
Bien, si a toda costa quieres leer lo que quiero, a pesar de que ya lo sabes: querida Emmi, queremos…, no, quieres…, o te puedes imaginar… Está bien, de acuerdo, no se trata de lo que te imaginas tú, sino de lo que me imagino YO. ¡Emmi, me imagino que me gustaría que lo intentemos!
Treinta segundos después
Re:
¿Intentar qué?
Cuarenta segundos después
Fw:
El futuro.
Un minuto después
Re:
El «futuro» es imprevisible. Mejor probemos primero a «salir juntos», eso sería posible, probable.
Cuarenta segundos después
Fw:
¡Ya sabía yo que se trataba sobre todo de lo que TÚ te imaginas! ¿Y se puede saber qué diferencia hay entre «tu» salir juntos y «mi» aventura?
Cincuenta segundos después
Re:
La pretensión, la intención, el objetivo. Las aventuras se tienen para vivirlas. Juntos se sale para seguir juntos y tal vez algún día llegar a vivir juntos en buena armonía.
Tres minutos después
Fw:
Querida Emmi:
En el (supuesto) caso de salir juntos para seguir juntos y algún día vivir juntos en tan buena armonía, lo siento, pero debo preguntártelo: ¿podrías imagin… te separarías de Bernhard?, ¿te divorciarías?
Veinte segundos después
Re:
No.
Cuarenta segundos después
Fw:
¡Pues ya ves! Olvídalo.
Treinta segundos después
Re:
Querido Leo:
En lugar de decir «¡Pues ya ves! Olvídalo», pregúntame: «¿Por qué no?».
Cuarenta segundos después
Fw:
¿Por qué quieres que te lo pregunte, Emmi?
Cincuenta segundos después
Re:
No me preguntes por qué quiero que me lo preguntes, ¡pregúntame por qué no me divorciaría!
Treinta segundos después
Fw:
Querida Emmi:
No permitiré que me digas lo que debo preguntarte. Lo que te pregunto, te lo pregunto siempre yo. Y bien: ¿por qué no te divorciarías?
Veinte segundos después
Re:
Porque ya estoy divorciada.
Dos minutos después
Fw:
No.
Doce minutos después
Re:
Sí. Desde el 17 de noviembre, a las 11.33 horas. Aproximadamente, desde hace medio año. Si has borrado de tu memoria esa fase poco edificante, fue durante los tres meses que no nos escribimos, después de mi visita nocturna y nebulosa a tu casa, después de mi anunciado FIN con mayúsculas. Entonces me marché. Entonces se lo conté todo sobre nosotros a Bernhard (mejor dicho, sobre la segunda parte de nuestra historia, la que él desconocía). Entonces declaramos de manera oficial, de común acuerdo y sin acusaciones, que nuestro matrimonio ya no marchaba a las mil maravillas y se había quedado paralizado en estado de fracaso. Entonces asumimos las consecuencias. Entonces nos divorciamos. Sí, así fue. Y estuvo bien que lo hiciéramos. Y estuvo bien como lo hicimos. Dolió, pero no mucho. Los niños ni lo notaron. Pues en los hechos no cambió demasiado. Seguimos siendo una familia.
Cuarenta segundos después
Fw:
¿Por qué me lo ocultaste?
Un minuto después
Re:
No te lo oculté, Leo, simplemente no te lo dije. No era tan, tan, tan… importante, pues sí, no era tan importante. En el fondo fue una simple formalidad. En algún momento pensaba mencionarlo. Pero entonces surgió «Pam». Ella estaba, por así decir, a la vuelta de la esquina. Me pareció que no hubiera sido muy oportuno.