Emmi
Cinco minutos después
Fw:
Me pides demasiado, Emmi. ¡Probablemente no seas consciente de LO MUCHO QUE ME PIDES!
Leo
Cuatro días después
Re:
¡Por lo visto, demasiado!
Tres días después
Asunto: ¡Venga, Leo!
¡Venga, Leo! Concéntrate, haz un esfuerzo. Cuéntame de ti y Pamela. ¡Por favor, por favor, por favor! ¿Cómo estáis? ¿Qué tal la convivencia? ¿Ella ya se ha adaptado? ¿Se siente a gusto en el ático 15? ¿Desayuna muesli o grasientos bocadillos de atún? ¿Duerme de costado, boca abajo o boca arriba? ¿Cómo le va en el trabajo? ¿Qué cuenta de sus compañeros? ¿Adónde vais los fines de semana? ¿Qué hacéis por las noches? ¿Ella lleva tangas o ropa interior como las abuelas de Boston? ¿Cuántas veces hacéis el amor? ¿Quién suele empezar? ¿Quién acaba antes y por qué? ¿Qué hándicap tiene ella (me refiero al golf)? ¿Qué más hacéis? ¿A ella le gustan los escalopes y el
strudel
de manzana? ¿Cuáles son sus aficiones? ¿Salto con pértiga? ¿Qué otra clase de zapatos lleva (aparte de los marrón claro de Boston)? ¿Cuánto tiempo pasa secándose ese pelo rubio con el secador? ¿En qué idioma habláis? ¿Te escribe mensajes en inglés o en alemán? ¿Estás muy enamorado de ella?
Un día después
Fw:
En el desayuno bebe el clásico café con leche de Boston, con mucha agua, leche y azúcar, pero sin café. Y come pan con mermelada de albaricoque sin mantequilla. Duerme sobre la mejilla derecha y, por suerte, aún no sueña con el trabajo. Pero tu interés por todo esto es más bien escaso, ¿verdad? Lleguemos, pues, enseguida al punto culminante: ¿cuántas veces hacemos el amor? Todo el tiempo, Emmi, te lo aseguro, ¡pffffffffffffff…!, todo el tiempo. Por lo general empezamos temprano (los dos a la vez) y, sencillamente, no acabamos nunca, por ejemplo, desde hace una semana. No es nada fácil escribir al mismo tiempo mensajes platónicos para Emmi. La pregunta por la ropa interior está de más entonces. Y en los raros descansos del sexo, ella se seca el pelo rubio, que le llega a las rodillas. ¡Que pases una buena tarde, amiga por correspondencia! Leo
Ocho minutos después
Re:
En cierto modo, la respuesta ha sido buena, Leo. ¡Tenía un no sé qué! ¡Pues ya ves, sí que puedes todavía! Que pases una buena tarde tú también. Ahora iré a comprar unos pantalones. Por desgracia, con Jonas. ¡Y, por desgracia, para Jonas! Es muy injusto lo que pasa con la moda: los que necesitan pantalones nuevos, no los quieren (Jonas), y los que quieren pantalones nuevos, no los necesitan (yo).
P. D.: Sigo sin saber si escribís vuestros mensajes en inglés o en alemán.
Cinco horas después
Fw:
Ninguna de las dos cosas.
Al día siguiente
Re:
¿En ruso?
Diez horas después
Fw:
No nos escribimos mensajes. Hablamos por teléfono.
Tres minutos después
Re:
¡¡¡Ah…!!!
Cinco días después
Asunto: ¡Hola, Leo!
Una pura amistad por correspondencia sin matices picantes te resulta demasiado aburrida, ¿verdad?
Dos días después
Asunto: ¡Hola, Emmi!
No, te equivocas, querida Emmi. Desde que sé que no se te hunde el mundo cuando no te escribo, no me conecto a Internet tan a menudo. Ésa es la razón por la cual los intervalos son más largos. Ruego tu comprensión y un poco de paciencia cada vez.
Tres minutos después
Re:
¿De modo que durante dos años sólo me has escrito para que no se me hunda el mundo?
Ocho minutos después
Fw:
¡Me sorprende haber aguantado otra semana entera sin tus impresionantes conclusiones inversas, querida mía! Por cierto, contestaré tu primera pregunta con otra: la calma empieza a resultarte un poco aburrida, ¿verdad?
Cuatro minutos después
Re:
No, te equivocas, querido Leo. ¡Estás en un gran error! Estoy completamente relajada y disfruto de la tranquilidad, la paz interior y los
fettucini
con cangrejos de río en salsa de nata y almendras. Ya he engordado ocho kilos (o por lo menos 0,8). Y bien: ¿estás muy enamorado de ella?
Un minuto después
Fw:
¿Por qué te preocupa tanto eso, amiga por correspondencia?
Cincuenta segundos después
Re:
No me preocupa, sólo me interesa. Supongo que una podrá seguir interesada en los principales estados emocionales de su amigo por correspondencia, ¿no?
Cuarenta segundos después
Fw:
¿Y si digo: «Sí, estoy muy enamorado de ella»?
Treinta segundos después
Re:
Pues entonces yo diré: «Me alegro por ti. Por ti y por ella».
Cuarenta segundos después
Fw:
Pero la alegría no sonaría sincera.
Cincuenta segundos después
Re:
¡No tienes por qué preocuparte por la sinceridad del sonido de mi alegría, de verdad, querido mío! Y bien: ¿estás muy enamorado de ella?
Dos minutos después
Fw:
¡Ésos son métodos de interrogatorio emminianos, querida mía! Así no conseguirás de mí ninguna respuesta. Pero con mucho gusto podemos volver algún día a un café y charlar sobre las cosas que nos conmueven a pesar de la calma.
Un minuto después
Re:
¿Quieres que quedemos?
Tres minutos después
Fw:
Sí. ¿Por qué no? Somos amigos.
Dos minutos después
Re:
¿Y qué le dirás a «Pam»?
Cincuenta segundos después
Fw:
Nada.
Treinta segundos después
Re:
¿Por qué no?
Cincuenta segundos después
Fw:
Porque, como ya sabes, ella no sabe nada de nosotros.
Un minuto después
Re:
Lo sé, pero ¿ha pasado algo que no se pueda saber? ¿Qué es lo que ella no debe saber? ¿Que somos amigos por correspondencia?
Dos minutos después
Fw:
Que hay una mujer a la que le contesto esa clase de preguntas.
Cincuenta segundos después
Re:
De todos modos no las contestas.
Un minuto y medio después
Fw:
¿Por qué crees que llevo casi media hora sentado frente al ordenador, Emmi?
Treinta segundos después
Re:
Buena pregunta. ¿Por qué?
Cincuenta segundos después
Fw:
Para cambiar impresiones contigo.
Un minuto después
Re:
Así es. «Pam» no lo entendería. Preguntaría: «¿Por qué no habláis por teléfono? Os ahorraríais cuatro quintas partes de tiempo».
Cuarenta segundos después
Fw:
Así es. Y después de esas llamadas yo podría colgar con desenfado.
Cincuenta segundos después
Re:
Así es. Los mensajes son más flexibles que los teléfonos. ¡Vaya suerte la mía!
Cuarenta segundos después
Fw:
Así es. Y con los mensajes también se comparten los intervalos.
Treinta segundos después
Re:
Así es. Eso es lo peligroso.
Cuarenta segundos después
Fw:
Así es. Y al mismo tiempo adictivo.
Cincuenta segundos después
Re:
Así es. Por suerte voy bien con la cura de desintoxicación. A propósito: me despido por hoy, querido amigo por correspondencia. Bernhard está cocinando, lo vigilaré de cerca. ¡Buena suerte!
Emmi
Ocho días después
Asunto: Café
Hola, Emmi.
¿Vamos a tomar un café?
Cuatro horas después
Re:
Mira qué idea tan espontánea acaba de ocurrírsele a Leo, mi amigo por correspondencia, después de una semana de sólido silencio con estancamientos.
Tres minutos después
Fw:
No quería distraeros mientras cocinabais y os vigilabais de cerca, querida Emmi.
Dos minutos después
Re:
¡Que no te dé vergüenza, querido Leo! Si no, te invitamos a comer ahora mismo. «Pam» también puede venir si le apetece, desde luego. ¿Come cangrejos de río?
Un minuto después
Fw:
Tu nuevo humor de comunidades ensalzado en tono amistoso resulta estrafalario incluso para tu punto de vista, querida Emmi. Y bien: ¿vamos a tomar un café?
Cinco minutos después
Re:
Querido Leo:
¿Por qué no dices: «Quiero ir…»? ¿Por qué preguntas: «¿Vamos…?»? ¿Es que ni tú mismo sabes si quieres? ¿O te reservas el derecho de no querer tú tampoco en caso de que yo no quiera?
Cincuenta segundos después
Fw:
Querida Emmi:
Quiero ir a tomar un café contigo. ¿Tú quieres también? Si no quieres, yo tampoco quiero, pues no quiero hacerlo contigo (ir a tomar un café) contra tu voluntad. Y bien: ¿vamos?
Cinco minutos después
Re:
Sí, podemos hacerlo, Leo. ¿Cuándo y dónde sugieres?
Tres minutos después
Fw:
El martes o el jueves, sobre las cuatro o cinco de la tarde. ¿Conoces el café Bodinger, en la Dreisterngasse?
Cuarenta segundos después
Re:
Sí, lo conozco. Está bastante poco iluminado.
Cincuenta segundos después
Fw:
Depende de dónde te sientes. Justo debajo de la araña grande es tan luminoso como el café Huber.
Treinta segundos después
Re:
Y tú quieres sentarte justo debajo de la araña grande.
Cuarenta segundos después
Fw:
Me da igual dónde sentarme.
Veinte segundos después
Re:
A mí no.
Cuarenta segundos después
Fw:
¿Dónde prefieres sentarte, Emmi? ¿Debajo de la araña o en un rincón oscuro?
Treinta segundos después
Re:
Depende de con quién.
Veinte segundos después
Fw:
Conmigo.
Veinte segundos después
Re:
¿Contigo? Aún no lo he pensado, querido mío.
Treinta segundos después
Fw:
Pues piénsalo, querida mía.
Un minuto después
Re:
Está bien, ya lo he pensado. Contigo me gustaría sentarme a mitad de camino, entre los asientos de los rincones y las mesas que están debajo de la araña grande, donde la luz deja de ser débil y se vuelve intensa. ¿El jueves, a las 16.30?
Cincuenta segundos después
Fw:
¡El jueves, a las 16.30, está perfecto!
Cinco minutos después
Re:
¡Ah…! ¿Y qué esperas de nuestra… —uno, dos, tres (!), cuatro…— quinta cita?
Dos minutos después
Fw:
Así como cada encuentro fue diferente de todos los demás, espero que éste también sea diferente de todos los anteriores.
Cincuenta segundos después
Re:
Porque ahora somos amigos.
Treinta segundos después
Fw:
Sí, quizá también por eso. Y porque uno de «nosotros» se encarga muy bien de esgrimir el concepto de amistad.
Cinco minutos después
Re:
¿Cuál ha sido el mejor encuentro, Leo?
Cincuenta segundos después
Fw:
El que por el momento es el último, el cuarto.
Dos minutos después
Re:
¡Pues no te lo has pensado mucho! ¿Porque fue el más breve? ¿Porque tuvo un final (relativamente) claro? ¿Porque el futuro ya estaba encauzado? ¿Porque «Pam» estaba a punto de llegar?
Cuarenta segundos después
Fw:
Por tu «recuerdo», Emmi.
Treinta segundos después
Re:
¡Ah…! ¿Lo recuerdas?
Veinte segundos después
Fw:
No necesito recordarlo. Nunca he podido olvidarlo. Lo llevo siempre conmigo.
Cuarenta segundos después
Re:
Pero no dijiste una palabra al respecto.
Treinta segundos después
Fw:
Las palabras no llegan a tanto.
Cuarenta segundos después
Re:
En nuestro caso, hasta ahora las palabras han llegado a todo.
Treinta segundos después
Fw:
Hasta ahí no. Ahí no las dejo entrar. «Eso» lo ocupa todo.
Veinte segundos después
Re:
¿Entonces «lo» sigues sintiendo igual que antes?
Veinte segundos después
Fw:
¡Y tanto!
Cuarenta segundos después
Re:
¡¡¡Está muy bien, Leo!!! (Pausa. Pausa. Pausa.) Bueno, y ahora volvemos a ser amigos.
Treinta segundos después
Fw:
Sí, amiga por correspondencia, eres libre. Puedes vigilar de cerca a Bernhard mientras cocina. ¡Que lo pases bien!
Cuarenta segundos después
Re:
De acuerdo, amigo por correspondencia, y tú puedes ver cómo «Pam» se seca el pelo. Que lo pases bien tú también.
Treinta segundos después
Fw:
Ella se seca el pelo por la mañana, entre las siete y las siete y media (menos los fines de semana).
Cincuenta segundos después
Re:
Esta vez no quería saberlo con tanto detalle.
Cuatro días después
Asunto: Café Bodinger
Hola, Emmi.
¿Sigue en pie lo de esta tarde?
Un abrazo,
Leo
Una hora después
Re:
Hola, Leo.
Sí, desde luego. Sólo que…, ha surgido un problemita de organización. Pero es igual. No, en realidad no es ningún problema. Sigue en pie lo de esta tarde entonces. A las cuatro y media. ¡Hasta luego!
Tres minutos después
Fw:
¿Aplazamos…, perdón, quieres que aplacemos la cita, Emmi?
Dos minutos después
Re:
No, no, no. Todo está en orden. Sólo que …, no, en realidad no es ningún problema. ¡Hasta luego, amigo por correspondencia! ¡Me hace ilusión verte!
Cuarenta segundos después
Fw:
A mí también.
A la mañana siguiente
Asunto: Invitado sorpresa
Hola, Leo. ¡Le caes bien!
Una hora después
Fw:
Me alegro.
Cuarenta minutos después
Re:
¿Estás enfadado? No hubo más remedio, Leo. Su clase de trabajos manuales se suspendió y quiso venir conmigo a toda costa. Quería conocerte. Quería saber qué aspecto tiene una persona que lleva dos años escribiéndole mensajes a alguien (no, a alguien no, a su madre). Es que le parece bastante perverso lo que hacemos, mejor dicho, lo que no hacemos. Tú eras para él un extraterrestre, y por eso doblemente interesante. ¿Qué tendría que haber hecho? ¿Tendría que haberle dicho: «No, Jonas, no es posible, ese hombre del extraño planeta “Outlook” es sólo para mí»?