Read Arcángeles. Doce historias de revolucionarios herejes del siglo XX Online
Authors: Paco Ignacio Taibo II
Pocas horas después de la batalla, sin tiempo para celebrar la victoria, Díaz Argüelles parte rumbo al sur con la primera compañía de las tropas especiales para frenar a los sudafricanos. Van a tratar de detener los blindados y obligar a la ofensiva enemiga a abandonar la carretera de la costa y girar hacia el este, haciendo más lento su avance y obligando a un mayor desgaste de recursos. La Revolución angoleña combate también contra el tiempo.
Mientras el coronel Domingos da Silva avanza hacia Benguela, encabezando una pequeña columna de combatientes cubanos (que habían descendido del avión cuatro horas antes) y guerrilleros de las FLAPA [Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola], Agostinho Neto proclama la independencia de Angola en un discurso público. Un discurso escueto pronunciado apenas se inicia el día 11, por la noche, bajo escasas luces, porque se teme que se pueda bombardear a la concentración civil. Tras los aplausos, el eco de los tiros al aire de los pocos soldados que se encuentran en la guarnición de la capital.
El 13 noviembre por la tarde, el escritor angoleño
Pepetela
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y Casano, comisario político del MPLA, se encuentran en Zumbe tratando de frenar a los sudafricanos, resistiendo una fuerte presión. «No podíamos abandonar a la población, porque habíamos dicho que no retrocederíamos». Armados con rifles automáticos, los dos cuadros deciden quedarse ahí para dejarse matar;
Pepetela
está muy débil porque se encuentra enfermo de hepatitis. En esos momentos aparece un oficial cubano en jeep. Les ordena retirarse, los angoleños no le hacen caso. Zumban las granadas de mortero a su alrededor y los tres personajes se lían en una discusión sobre el romanticismo y el realismo, la teoría de la eficacia: cómo a veces hay que saber irse para volver; como las revoluciones tienen más héroes muertos de los que necesitan y como constantemente están exiguas de combatientes vivos. Años después
Pepetela
recordaría aquellos cinco minutos con Raúl Díaz Argüelles. El cubano los convence. Qué lejos se encuentra de sus días de locura habanera. Ahora piensa en salvar una revolución, no en morir en una «cama de piedra».
Pepetela
sobrevivirá tras ser atendido en un hospital de Luanda, Casano muere al día siguiente en combate.
El 13 de noviembre Diaz Argüelles se encuentra en Puerto Amboim. Agotado, tenso, pero victorioso. Se han producido combates en Novo Redondo y Lobito. La velocidad de la ofensiva sudafricana ha descendido. Actúan junto a los cubanos las guerrillas del comandante de las FAPLA, Faseiras. Se producen continuas infiltraciones en el frente enemigo, se siembran de minas antitanque los caminos, se hostiga con emboscadas a las vanguardias.
El 20 de noviembre los sudafricanos y las fuerzas de la UNITA se ven obligados a dejar la costa y a tratar de penetrar por el interior hacia el norte. El objetivo estratégico de la resistencia se ha logrado. Díaz Argüelles manda personalmente una de las columnas del frente. A las siete de la mañana del 23 de noviembre, en la misma fecha que Díaz Argüelles había previsto, se inicia la batalla de Evo en la dirección en la que se encuentran sus fuerzas. Ya no se trata de escaramuzas o combates aislados, los sudafricanos lanzan a sus blindados frontalmente contra las débiles defensas de las FAPLA y los cubanos, que cuentan tan sólo con dos compañías mixtas y una de las escuadras de asesores para detener el golpe principal. Los defensores hacen milagros para frenar la ofensiva de los blindados sudafricanos. La cohetería juega un papel esencial. Al cabo del día los sudafricanos se retiran dejando sobre el campo de combate diez blindados MN90 destruidos y decenas de muertos. En su retirada recogen los cadáveres de los soldados blancos, pero no los de los hombres de la UNITA. El racismo no reconoce alianzas temporales. En materia de muertos el racismo pervive. No todos los cadáveres son iguales.
Domingos da Silva ha estado en todos lados. Dirigiendo el combate, disparando, corriendo por las trincheras repartiendo municiones a los combatientes. Al día siguiente dirige el fuego contra un avión de reconocimiento, que se desploma atrás de la línea de contención. Los sudafricanos pierden a dos altos oficiales.
Las crónicas coinciden en señalar que la revolución se salvó en los combates de Evo.
El 27 de noviembre comienzan a llegar a Angola por barco los refuerzos regulares del ejército cubano: un regimiento de artillería, un batallón de tropas mecanizadas. Un par de semanas más tarde las FAPLA y los cubanos pasan a la ofensiva en todos los frentes. En el sur los sudafricanos han sufrido varias derrotas en sus intentos de penetrar la línea defensiva. Díaz Argüelles, en esos momentos el legendario coronel Domingos da Silva, dirige la Columna 26 de Julio, una de las tres agrupaciones de la ofensiva revolucionaria, que parte el 9 de diciembre al contraataque. Los sudafricanos resisten, frenan el avance del flanco izquierdo utilizando su artillería; Argüelles decide utilizar su columna para envolverlos. El día 10 por la noche, se movilizan dos pelotones hacia el pueblo de Galengo. El oficial de tropas especiales Estevanell, quien también moriría en Angola, recibe la orden de avanzar.
El periodista Julio Martí describe la madrugada de aquel 11 de diciembre de 1975: Díaz Argüelles «fue el primero en ponerse de pie en su puesto de mando en Hengo. Había un silencio interrumpido sólo por el lejano rugir de alguna fiera hambrienta, el largo chillido de advertencia de los elefantes y los aullidos de alarma de los monos; pero era un amanecer gélido con una niebla que invitaba al sueño y se extendía por la llanura hasta más allá de los morros distantes [...] un oficial de estado mayor tuvo la ocurrencia de decir acurrucado desde debajo de su manta: “Con esta neblina el día no está para combates”. Entonces se levantó la voz de Domingos da Silva para recordar que estaban en guerra».
Nada de bromas. Las bromas tan sólo para abrir la puerta de la guerra, no para salirse al jardín a pasear.
La pequeña columna de blindados debería avanzar desde el campamento de Hengo hacia la aldea de Galengo para tratar de atacar a los sudafricanos desde el flanco. Al llegar a ésta descubrieron que el enemigo se había replegado. La columna continuó su avance hasta encontrarse con territorio minado. Díaz Argüelles viajaba en el cuarto blindado. Casualmente los tres anteriores habían pasado sobre una mina antitanque sin hacerla explotar. En el momento de reiniciar la marcha, el artefacto hizo explosión dañando a los oficiales que ocupaban el vehículo. Las esquirlas metálicas hirieron en ambas piernas y cortaron la femoral de Díaz Argüelles. La columna se puso a la defensiva y se inició una desesperada operación para tratar de salvar a los heridos.
El registro de las palabras de los moribundos suele ser terreno fácil para la elaboración fraudulenta, para la heromanía barata, porque se ignora que el héroe es, en esos momentos, un hombre que se encuentra dándose brutalmente un beso con la muerte. Desconfío habitualmente de estas frases que vienen recorriendo los tortuosos caminos de registros imprecisos, artículos escritos años más tarde, memorias retocadas por el tiempo. Pero en este caso, el instinto me dice que es cierto que Raúl Díaz Argüelles, coronel cubano de treinta y nueve años, conocido en esas tierras como Domingos da Silva, mientras recorre la carretera en medio de la selva, sostenido por los brazos de sus compañeros sobre la parte delantera de un transporte militar y desangrándose, pidió a sus camaradas: «Cuenten lo que hemos hecho». Sabía que en esos días había formado parte de una historia imposible, no quería que fuera olvidada.
Díaz Argüelles, a pesar de los esfuerzos de sus compañeros, falleció en una pequeña carretera rural al sur de Puerto Amboim cuando trataban de llevarlo a un hospital de campaña.
Se cuenta que el rumor de su muerte recorrió el frente y que en varias zonas de combate los oficiales se vieron obligados a frenar a las tropas que querían salir a vengar al legendario coronel muerto. En su mochila había una biografía de Maceo, un libro ensangrentado que llegó dando media vuelta al mundo, semanas más tarde, hasta su casa en La Habana. Ésa sería la única herencia material, tangible, que volvió desde Angola.
Todo se encuentra demasiado cerca; la historia, cuando se aproxima demasiado al historiador, trae una carga de emociones que bailan vertiginosas en las teclas de la máquina; los héroes son como nosotros y sin embargo inatrapables; hacerles justicia es una forma de deshumanizarlos, de hacerles injusticia, de recordar el momento clave que aparecerá en los artículos, los recuerdos y los libros y de olvidar cómo tomaban un café cubriendo la taza y dejando salir el humo entre los dedos; o las dificultades que tenían para hacerse el nudo de la corbata (por cierto, nunca vi una foto de Díaz Argüelles con corbata), la forma como acariciaban a su mujer o la novela que los fascinaba en la lectura nocturna; las ocultas pasiones por los caballitos de la feria, el amor por los paseos nocturnos en el Malecón habanero...
Los historiadores no tenemos posibilidad de contar historias como éstas, es cosa sabida que son cuentos que nos desbordan, que les quitamos la vida al narrarlas, que el único lugar preciso, exacto, el reducto que les pertenece, es esa vaga cosa que no podemos definir, pero que todos sabemos que existe y a la que llamamos la memoria colectiva de los pueblos. Ése es su lugar, a él pertenecen.
Escudero
El periodista mexicano Mario Gil fue el primero en descubrir la historia del escuderismo en los tiempos modernos y publicó un largo artículo titulado «Los Escudero de Acapulco», que reescribió más tarde como «El Movimiento Escuderista en Acapulco». Rogelio Vizcaíno y yo pudimos ver muchos de los documentos originales y consultar sus notas en su archivo personal gracias a la generosa colaboración de su hermosa compañera Benita Galeana. Gil volvió sobre el tema en el libro
México y revolución de Octubre
.
El otro estudio contemporáneo de valor es el de Renato Ravelo:
Juan R. Escudero, biografía política
. Renato compartió con nosotros varios de sus archivos.
Hay algún otro material interesante en la biografía de Alejandro Martínez Carvajal:
Juan Escudero y Amadeo Vidales
y en el libro de Gómez Maganda:
Acapulco en mi vida y mi tiempo
.
Los documentos esenciales se encuentran en la colección de
Regeneración
, así como en la documentación que se encuentra en el Archivo Municipal de Acapulco (un fondo del que se decía frecuentemente en los medios de la historia regional guerrerense que había desaparecido y cuyo acceso nos abrió Marisela Ruiz Massieu), en particular en las actas de cabildo del período; en los informes consulares norteamericanos al Departamento de Estado, localizable en los Archivos Nacionales de Washington y en el Archivo General de la Nación, ramo Presidentes, Obregón/Calles, en particular en los expedientes: 811-E-7, 202-A82, 701-A-5, 24l-G-D-26, 428-A-6, 707-A-16, 701-G-4, 818-A-88 y 826-E-20.
Hay otras informaciones menores en los libros de Castellblanch:
Memorias de un delahuertista
, y en la antología de Ricardo Flores Magón:
Epistolario revolucionario e íntimo
.
La prensa mexicana de la época apenas si recoge las historias del escuderismo, a lo más unos cuantos artículos en el que era el periódico más conservador de la capital,
El Universal
.
Adler
El propio Friedrich Adler en su defensa (
J´acuse
) aclara muy bien los motivos del atentado; el texto fue publicado en Nueva York en 1917, donde lo encontré editado por la Socialist Public Society; en él está el origen de mi interés por la historia. Mis amigos alemanes me hicieron llegar dos trabajos muy importantes, el de Julius Braunthal:
Victor und Friedrich Adler, zwei generationen arbeiter bewegun
, editado en Viena en el 65, y la antología de Benedikt:
Geschichte der republick Oestrreichs
, editada en Munich en l954, que me tradujo en sesiones muy divertidas don Guillermo Pohorrille, aportando además sus recuerdos personales sobre la Viena de la primera guerra.
El contexto está muy bien narrado en la
Historia del pensamiento socialista
de G. D. H. Cole, y los ecos del atentado en el
Lenin
de Schub, las memorias de Leo Lania,
Todos somos hermanos
; y el artículo «Federico Adler» de Joan Salvat en
Humo de fábrica
.
Los muralistas
La historia del nacimiento del muralismo mexicano se encuentra fundamentalmente narrada en las memorias de los protagonistas, pero de una manera caótica, de tal forma que se pierde la secuencia de los acontecimientos. Para rearmar esta secuencia, el autor utilizó la prensa de la época (
Universal, Heraldo, Demócrata, Excelsior
) junto con los textos del Partido Comunista (Memorias del III Congreso, Constitución electoral del partido, colección de
El Machete
que se encuentra en el archivo de la ENAH). Fueron además materiales de apoyo los estudios de Margarita Nelken, Raquel Tibol y Luis Cardoza y Aragón, así como cronologías y libros de reproducciones, en particular la excelente muestra de la pintura de Rivera en los patios de la SEP, editada en 1980 por la SEP, el catálogo de la retrospectiva de Rivera editado por el Museo Reina Sofía y el catálogo de la muestra antológica de Fermín Revueltas.
Respecto a los materiales testimoniales citados, he encontrado particularmente útiles los referidos a Siqueiros (su autobiografía:
Me llamaban coronel
y
La piel y la entraña
de Julio Scherer), Rivera (
Confesiones de Diego Rivera
, de Luis Suárez,
Arte y política
,
Mi arte y mi vida
, de Gladys March,
Memoria y razones de Diego Rivera
, de Loló de la Torriente), Orozco (
Autobiografía
), Bertram Wolfe (
Diego Rivera
y
A life in two centuries
) y Jean Charlot (
The mexican mural renaissance
).
Fueron también utilizados los artículos de Xavier Guerrero, Bertram Wolfe y Frederic Leighton aparecidos en la prensa radical mexicana y norteamericana.
Habría que añadir que la mayor parte de los murales de los que aquí se habla (salvo los que fueron repintados o destruidos) se encuentran en San lldefonso 43 (local de la antigua preparatoria) y en el edificio central de la Secretaría de Educación Pública en las calles de Argentina, en el centro de Ciudad de México. Y que sigo pensando que es maravilloso pasear entre ellos.