Antes bruja que muerta (70 page)

Read Antes bruja que muerta Online

Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

BOOK: Antes bruja que muerta
12.22Mb size Format: txt, pdf, ePub

El árbol de Navidad de Ivy resplandecía en la esquina con un aspecto etéreo. Yo nunca había tenido uno y me había parecido un honor que me dejara ayudarla a decorarlo con adornos que tenía envueltos en papel de seda. Habíamos convertido aquella noche en una fiesta mientras escuchábamos música y nos comíamos las palomitas que jamás llegaron a convertirse en guirnaldas.

Solo había dos cosas debajo: una para mí y otra para Ivy, las dos de Jenks. El se había ido pero los regalos que nos quería hacer habían quedado en el dormitorio de la otra.

Cogí el pomo de la puerta nueva con un nudo en la garganta. Ya los habíamos abierto, a ninguna de las dos se nos daba muy bien esperar. Ivy se había sentado y se había quedado mirando su Betty Mordiscos con la mandíbula apretada y casi sin respirar. Mi reacción no había sido mucho mejor, casi me había echado a llorar al encontrar un par de móviles en su caja de poliestireno. Uno para mí y el otro, mucho más pequeño, para Jenks. Según el recibo que seguía en la caja, los había activado el mes anterior e incluso había puesto su número en la función de marcado rápido del mío.

Abrí la puerta de un tirón y la sujeté para que pasara David sin dejar de apretar los dientes. Conseguiría que volviera. Aunque tuviera que contratar a un piloto para que escribiera mi disculpa en el cielo, conseguiría que volviera.

—David —le dije cuando pasó a mi lado—. Si te doy algo, ¿querrás llevárselo a Jenks?

El hombre lobo me miró desde el primer escalón.

—Quizá —dijo con cautela. Hice una mueca.

—Son solo unas semillas. No encontré nada en mi libro del lenguaje de las flores que dijera «Lo siento mucho, soy una imbécil», así que me decidí por las nomeolvides.

—De acuerdo —dijo, parecía más seguro—. Eso puedo hacerlo.

—Gracias. —Era solo un susurro pero estaba segura de que me había oído por encima de los saludos que brotaron al verlo llegar.

Le quité a David el vino caliente y lo puse cerca del fuego. Howard parecía contento charlando con Keasley y Ceri y lanzándole miradas furtivas a Takata, que merodeaba por las sombras más seguras del roble.

—Acércate —le dije a David cuando Kisten intentó llamar su atención. La hermana de Ivy estaba parloteando sin descanso a su lado y él parecía exhaus— to—. Quiero que conozcas a Takata.

El aire nocturno era frío y despejado, tan seco que casi dolía y le sonreí a Ivy cuando la vi intentando explicarle a Ceri el arte de hacer un
s'more
[4]
. La perpleja elfa no entendía cómo podía saber bien algo hecho con capas de chocolate colocadas entre un producto azucarado hecho de grano y un confite hilado. Palabras suyas. Yo estaba convencida de que cambiaría de opinión en cuanto probara uno.

Sentí los ojos de Kisten clavados en mí desde el otro lado de las llamas, que habían bajado un poco, y contuve un escalofrío. La luz intermitente jugaba con su rostro, más delgado pero no por ello menos atractivo tras su estancia en el hospital. Bajo las atenciones del vampiro vivo, mis sentimientos por Nick se habían reducido a un dolor suave. A Kist lo tenía allí, a Nick no. Lo cierto era que ya hacía meses que Nick no estaba allí. No había llamado ni enviado una tarjeta de solsticio, y no había dejado forma de que me pusiera en contacto con él, y lo había hecho de forma intencionada. Ya era hora de que siguiera adelante.

Takata cambió de postura encima de la mesa de
picnic
por si queríamos sentarnos. El concierto de esa noche había transcurrido sin contratiempos y dado que no había rastro de Lee, Ivy y yo lo habíamos visto entre bambalinas. Takata le había dedicado
Lazos Rojos
a nuestra firma y la mitad de la multitud había agitado mecheros a modo de homenaje porque pensaban que seguía muerta.

Yo solo bromeaba cuando lo había invitado a mi hoguera pero me alegraba de que hubiera aceptado. Parecía disfrutar del hecho de que nadie se dedicara a hacerle la pelota mientras él se sentaba muy tranquilo en segundo plano. Reconocí la mirada distante de su rostro arrugado, era la misma que tenía Ivy cuando planeaba uno de sus trabajos, y me pregunté si su siguiente álbum tendría una canción sobre chispas entre las ramas de un roble oscurecidas por la escarcha.

—Takata —dije cuando nos acercamos y él pareció volver en sí—. Me gustaría presentarte a David Hue. Es el investigador de seguros que me ayudó a llegar a Saladan.

—David —dijo Takata, y se quitó el guante antes de tenderle a David una mano larga y delgada—. Encantado de conocerte. Al parecer conseguiste escapar ileso del último trabajito de Rachel.

David sonrió con amabilidad sin enseñar los dientes.

—Sí, eso parece. —Le soltó la mano y dio un paso atrás—. Aunque no lo tenía muy claro cuando aparecieron esas pistolas. —Fingió un escalofrío y cambió de postura para calentarse por delante—. Demasiado para mí —dijo en voz baja.

Me alegré de que no hubiera abierto unos ojos como platos ni tartamudeara, y de que no se hubiera puesto a chillar y pegar saltos como Erica hasta que Kisten la había cogido por el cuello de la cazadora y se la había llevado.

—¡David! —exclamó Kisten cuando lo miré al pensar en él—. ¿Puedo hablar contigo sobre mi barco? ¿Cuánto crees que me costaría asegurarlo contigo?

A David se le escapó un gemido de dolor.

—El precio de trabajar en seguros —dijo en voz baja.

Alcé las cejas.

—Creo que solo quiere meter a alguien entre Erica y él. Esa chica no se calla ni debajo del agua.

David se puso en movimiento.

—No me dejarás solo mucho tiempo, ¿verdad?

Esbocé una gran sonrisa.

—¿Es esa una de mis responsabilidades como miembro de tu manada? —dije y Takata abrió mucho los ojos.

—De hecho, sí, así es. —Levantó una mano para saludar a Kisten y se acercó a él sin prisas, no sin detenerse antes un momento para empujar con la punta de la bota un tronco que se había escapado de las llamas. Howard se estaba riendo de él al otro lado del fuego, le brillaban los ojos verdes.

Miré y me encontré con que Takata había alzado unas gruesas cejas.

—¿Miembro de su manada? —preguntó.

Asentí y me senté junto a él encima de la mesa de
picnic
.

—Solo por el seguro. —Dejé la sidra encima de la mesa, apoyé los codos en las rodillas y suspiré. Me encantaba el solsticio y no solo por la comida y las fiestas. Cincinnati apagaba todas las luces desde la medianoche hasta el amanecer y era la única noche del año que se podía ver el cielo nocturno como se suponía que tenía que ser. Cualquiera que robara durante el apagón lo pagaba muy caro, lo que reducía bastante los problemas.

—¿Cómo te encuentras? —dijo Takata. Me sobresalté, ya casi me había olvidado de su presencia—. Oí que te habían ingresado.

Esbocé una sonrisa avergonzada, sabía que empezaba a parecer cansada después de pasarme dos horas y pico chillando en el concierto de Takata.

—Estoy bien. No querían darme el alta pero Kisten estaba al otro lado del pasillo y después de que nos pillaran, bueno, digamos que haciendo experimentos con los controles de la cama, decidieron que los dos estábamos lo bastante curados como para salir a la calle. —Pero qué mala leche tenía esa vieja enfermera de noche. Con el jaleo que había montado, cualquiera diría que éramos un par de pervertidos… Bueno, da igual, esa vieja enfermera de noche tenía muy mala leche.

Takata me miró cuando me puse colorada y me bajé el gorro de lana hasta taparme las orejas.

—Hay una limusina delante de la iglesia —le dije para cambiar de tema—. ¿Quieres que les diga que se vayan?

Levantó la cabeza y miró las ramas negras.

—Pueden esperar. Tienen comida.

Asentí y me relajé.

—¿Quieres un poco de vino caliente?

Se sobresaltó y sus grandes ojos me miraron estupefactos.

—No. No, gracias.

—¿Un poco más de sidra especiada, entonces? —le ofrecí—. Toma. Yo no he probado todavía la mía.

—Echa, pero solo un poco —dijo, me extendió su taza vacía y le eché allí la mitad de mi bebida. Me sentía casi especial, sentada al lado de Takata y con la mitad de mi bebida en su taza, pero me puse rígida cuando una tenue punzada me recorrió el cuerpo entero. Me quedé inmóvil, sin saber lo que era; los ojos de Takata se encontraron con los míos.

—¿Tú también lo has sentido? —me dijo y asentí, estaba inquieta y un poco preocupada.

—¿Qué ha sido?

La gran boca de Takata se convirtió en una enorme sonrisa cuando se rió de mí.

—El círculo de Fountain Square. Feliz solsticio. —Levantó la taza y yo entrechoqué automáticamente la mía con ella.

—Feliz solsticio —le imité, me parecía extraño haberlo sentido. Jamás lo había notado hasta entonces. Claro que quizá al haberlo cerrado una vez era más sensible a él.

Con la sensación de que todo iba bien en el mundo, tomé un sorbo de sidra y me encontré con los ojos de David, me rogaba que lo rescatara cuando lo miré por encima del borde de la taza. La boca de Erica era incansable y Kisten lo cogía por el hombro para intentar sostener una conversación a pesar de ella.

—Disculpa —dije al bajarme de la mesa—. Tengo que rescatar a David.

Takata lanzó una risita y yo rodeé el fuego sin prisas. Aunque no dejó de hablar con David, Kisten había clavado los ojos en mí y yo comencé a sentir cierto calor en el estomago.

—Erica —dije al acercarme a ellos—. Takata quiere tocarte una canción.

Takata se irguió de repente y me lanzó una mirada aterrada cuando la jovencita se puso a chillar. Tanto Kisten como David hundieron los hombros, aliviados, y Erica rodeó como un rayo la hoguera hacia el cantante.

—Gracias a Dios —susurró Kisten cuando me senté en el sitio que había dejado libre la hermana de Ivy—. Esa chica no se calla jamás.

Lancé un bufido, me acerqué un poco más a él y le rocé el muslo, insinuante. Mi vampiro me rodeó con un brazo, como yo quería, y me apretó contra él. Kisten exhaló con suavidad y me recorrió entera un escalofrío. Supe que lo sentía cuando me empezó a cosquillear la marca.

—Para ya —susurré, avergonzada, y él me apretó un poco más.

—No puedo evitarlo —dijo Kisten con una bocanada de aire—. ¿Cuándo se va todo el mundo?

—Al amanecer —dije mientras dejaba la taza en el suelo—. La ausencia es al amor lo que el viento al aire, que apaga el pequeño y aviva el grande.

—No es mi corazón lo que se engrandece —me susurró sin aliento, con lo que me recorrió un segundo escalofrío—. Bueno —añadió en voz alta, David empezaba a parecer un tanto incómodo—. Según me ha dicho Rachel, le has pedido que sea tu compañera ausente, así tú tienes dos sueldos y ella puede disfrutar de una mejor tarifa en el seguro.

—Eh, sí… —tartamudeó David, que había bajado los ojos para que se los ocultara el sombrero—. En cuanto a eso…

Di un salto cuando la mano fría de Kisten se abrió camino bajo mi cazadora y me tocó la piel desnuda de la cintura.

—Me gusta —murmuró, y no estaba hablando del modo que tenían sus dedos de dibujar pequeños círculos para calentarme el estómago—. Muy creativo. Eres de los míos, tío.

David levantó la cabeza.

—Si me disculpáis —murmuró y levantó la mano a toda prisa para tocarse las gafas—. Todavía no he saludado a Ceri y Keasley.

Me eché a reír y Kisten me apretó un poco más.

—Eso, vaya, vaya, señor de las grandes ideas —dijo Kisten.

El hombre lobo quizá no fuera muy alto pero se detuvo en seco y le lanzó una mirada de advertencia antes de continuar, aunque de camino se detuvo un momento para servirse una copa de su vino.

Mi sonrisa se desvaneció poco a poco. El aroma a cuero se hizo más obvio, mezclado con el olor fuerte a cenizas quemadas y me acurruqué más cerca de Kisten.

—Oye —dije en voz baja con los ojos clavados en el fuego—. David quiere que firme un papel. Quiere que forme parte de su manada.

Se quedó sin aliento.

—Estás de broma. —Después me apartó un poco para poder mirarme bien. Tenía los ojos azules muy abiertos y una expresión sorprendida y perpleja en la cara.

Me miré los dedos fríos y los deslicé entre los suyos.

—Me gustaría que fueras uno de los testigos.

—Oh. —Posó la mirada en la hoguera y cambió el brazo de postura para apartarse una pizca de mí.

Sonreí al comprender lo que pensaba y me eché a reír.

—No, idiota —le dije mientras le tiraba del brazo—. Solo me convierto en miembro de su manada, no se trata de ningún vínculo entre especies. No me voy a casar con ese tío, por todas las Revelaciones, hombre. Es solo un acuerdo legal para poder hacerme el seguro con él y que su compañía no lo despida. Se lo pediría a alguien de su especie pero no quiere ninguna manada y eso es con lo que terminaría si se lo pidiera a una mujer lobo.

Kisten exhaló un largo y lento suspiro y yo sentí la suavidad que regresaba a sus manos.

—Bien —dijo mientras me apretaba contra sí—. Porque tú eres mi perra alfa, nena, mía y de nadie más.

Le lancé una mirada asesina, cosa nada fácil porque prácticamente me tenía encima de las rodillas.

—¿«Nena»? —dije con sequedad—. ¿Sabes lo que le hice al último tío que me llamó eso?

Kisten me acercó todavía más de un tirón.

—Quizá más tarde, cielo —susurró para provocarme un delicioso cosquilleo—. No queremos escandalizar a tus amigos —añadió y yo seguí su mirada hacia donde Howard y Keasley se reían mirando a Ceri, que intentaba comerse su
s'more
sin mancharse mucho.

—¿Vas a firmarme el papel como testigo? —le pregunté.

—Claro. —Me rodeó con más fuerza—. Opino que crear vínculos es bueno. —Me soltó y yo seguí su mirada. Ivy nos miraba furiosa—. Pero Ivy puede que no piense lo mismo.

Me aparté, preocupada de repente. Ivy se levantó y con pasos rápidos y largos, subió los escalones del porche y se metió en la iglesia. La puerta de atrás se cerró con la fuerza suficiente como para que se cayera la guirnalda.

Erica, que no se había dado cuenta, se levantó de un salto y acercó un banco más al fuego. La conversación se animó y Keasley y Ceri se acercaron sin prisas cuando Takata sacó por fin la guitarra que se había traído consigo pero a la que no había hecho ningún caso. Se acomodó mejor y sus largos dedos comenzaron a calentarse poco a poco al rasguear el instrumento. Era una escena bonita. Muy bonita. Lo único que faltaban era los comentarios de sabihondo de Jenks y unas gotitas de polvo de pixie.

Other books

The Legacy of Heorot by Niven, Larry, Pournelle, Jerry, Barnes, Steven
The Masuda Affair by I. J. Parker
Brimstone by Rosemary Clement-Moore
Being Hartley by Allison Rushby
The Voyage by Roberta Kagan
Rollover by Susan Slater
Parker 02 - The Guilty by Pinter, Jason
Can't Buy Me Love by Beth K. Vogt
The Boss Vol. 3: a Hot Billionaire Romance by Quinn, Cari, Elliott, Taryn