»Como ministro responsable de la producción de todas las empresas y del mantenimiento de las carreteras, canales y transportes, y de acuerdo con las instancias superiores de la Wehrmacht, ordeno lo siguiente:
1. A partir de ahora queda prohibida la destrucción o paralización de puentes, empresas de cualquier tipo, canales o instalaciones ferroviarias y de comunicaciones.
2. Deberán quitarse las cargas de todos los puentes y suspenderse todos los preparativos encaminados a realizar cualquier destrucción y paralización. Respecto a las paralizaciones que ya se hayan efectuado, las piezas retiradas deberán ser repuestas.
3. Los organismos locales adoptarán de inmediato medidas para proteger las fábricas y las instalaciones ferroviarias y de comunicaciones.
4. Estas órdenes son aplicables tanto en el territorio del Reich como en los territorios ocupados de Noruega, Dinamarca, Bohemia, Moravia e Italia.
5. Todo aquel que se oponga a esta disposición estará perjudicando de forma consciente y decisiva al pueblo alemán, lo que lo convertirá en su enemigo. Los soldados de la Wehrmacht y del
Volkssturm
quedan facultados por la presente para proceder por todos los medios contra estos enemigos del pueblo y para recurrir a las armas en caso necesario.
»Al renunciar a la voladura de los puentes que ya están preparados para ello, damos a nuestros enemigos una ventaja operativa. Por eso, pero más aún por razones de estrategia humanitaria, reclamamos que nuestros enemigos suspendan los ataques aéreos contra las ciudades y pueblos alemanes, incluso aunque en ellos se encuentren instalaciones de importancia militar. Por nuestra parte, procederemos a una entrega ordenada de las ciudades y pueblos que están ya completamente cercados. Las ciudades que carezcan de posibilidades reales de defensa deberán declararse abiertas.
»Para evitar injusticias y graves equivocaciones en esta última fase de la guerra, y en interés del pueblo alemán, se ordena lo siguiente:
1. Los prisioneros de guerra y los trabajadores extranjeros continuarán en sus lugares de trabajo. Si ya se están desplazando, deberán ser dirigidos a su patria.
2. En los campos de concentración deberá separarse a los presos políticos y, por tanto, también a los judíos, de los internados por delitos comunes. Los primeros deberán ser entregados, sin sufrir ningún daño, en los campamentos de las tropas ocupantes.
3. El cumplimiento de sentencias aplicadas a los presos políticos, incluidos los judíos, queda sin efecto hasta nueva orden.
4. El servicio en el
Volkssturm
para luchar contra el enemigo es completamente voluntario. Por lo demás, el
Volkssturm
está obligado a cuidar del orden en el territorio nacional y los miembros del Partido nacionalsocialista deberán auxiliar al
Volkssturm
en sus cometidos hasta que se produzca la ocupación, con el fin de demostrar que tienen el propósito de servir a la nación hasta el último momento.
5. Se suspenderán inmediatamente las actividades de la organización Werwolf y otras similares, pues justifican las represalias del enemigo y, además, minan las bases del mantenimiento de la fuerza vital del pueblo.
»El sentido del orden y el cumplimiento del deber son premisas primordiales para la supervivencia del pueblo alemán.
»La devastación que esta guerra ha ocasionado a Alemania sólo puede compararse con la de la guerra de los Treinta Años. Sin embargo, las pérdidas de vidas humanas a consecuencia de las epidemias y el hambre no deben alcanzar el mismo volumen que en aquella época. Queda exclusivamente en manos del enemigo decidir hasta qué punto concederá al pueblo alemán los honores y oportunidades que merece un adversario que, aunque vencido, ha combatido heroicamente, y así pasar también a la Historia por su generosidad y rectitud.
«También cada uno de vosotros puede contribuir desde donde esté a evitar gravísimos daños a la nación. Para este fin, durante los próximos meses habréis de mostrar con mayor fuerza que nunca la voluntad de reconstrucción con que, tanto obreros como jefes de empresas y ferroviarios, habéis intentado subsanar una y otra vez las consecuencias de los ataques aéreos. Tiene que desaparecer la comprensible apatía que se ha adueñado del pueblo a consecuencia del terror paralizante y de los tremendos desengaños sufridos durante los últimos meses. Dios ayudará únicamente a un pueblo que no se abandone en esta situación desesperada.
»Para el futuro próximo os doy las siguientes directrices, que se aplicarán incluso en los territorios ya ocupados:
1. Lo más importante de todo es reparar los daños sufridos por las instalaciones ferroviarias. Por tanto, siempre que el enemigo lo permita o Lo ordene debe procederse a la reconstrucción de este sector utilizando todos los medios y empleando toda clase de recursos, pues mantener el tráfico permitirá alimentar a grandes territorios en los que, de no existir comunicaciones, la población se vería expuesta a agudas hambrunas. Además, sólo si se restablece en lo imprescindible la red de comunicaciones podréis reuniros algún día con vuestras familias. Por consiguiente, en interés de todos vosotros, debéis apoyar por todos los medios el restablecimiento de la circulación.
2. La industria y los artesanos, que han prestado en esta guerra unos servicios inigualables, tienen la obligación de atender con la mayor rapidez posible cualquier pedido que se les haga para la reconstrucción de las instalaciones ferroviarias y de dar siempre preferencia a estos pedidos.
3. En el transcurso de seis años de guerra, el campesino alemán ha demostrado disciplina y ha entregado sus productos de forma ejemplar, según las disposiciones dictadas al efecto. Todos los agricultores alemanes deben suministrar en el futuro la mayor cantidad posible de sus productos. No es necesario decir que el campesino alemán realizará con pleno sentido del deber los trabajos necesarios para la cosecha de este año. Él conoce la responsabilidad que ha contraído con todo el pueblo alemán.
4. Los productos alimenticios deben gozar siempre de prioridad en el transporte. Las industrias alimenticias serán abastecidas de energía eléctrica, gas, carbón o madera antes que cualquier otra industriado servicio.
5. Los departamentos oficiales no deben disolverse. Sus jefes son totalmente responsables de ello. Será culpable a los ojos del pueblo todo aquel que abandone su puesto de trabajo sin autorización de sus superiores. La administración es también necesaria para impedir que el pueblo alemán se vea sumido en el caos.
»Si trabajamos con la misma tenacidad que hemos observado en los últimos años, el pueblo alemán continuará existiendo sin experimentar graves pérdidas. El tráfico puede hallarse en condiciones satisfactorias dentro de dos o tres meses. Según nuestros cálculos, la zona que se extiende al oeste del Oder puede seguir siendo abastecida, aunque frugalmente, hasta la próxima cosecha. Si nuestros enemigos van a permitirlo es algo que aún está por ver. Sin embargo, es mi obligación luchar hasta el último momento por la subsistencia de nuestro pueblo.
»Los reveses militares que Alemania ha sufrido en los últimos meses son estremecedores. Ya no está en nuestras manos el rumbo que pueda tomar el destino de nuestra nación. Sólo la Providencia puede cambiar nuestro futuro. Pero nosotros mismos podemos favorecerlo si trabajamos con aplicación y diligencia, si nos mostramos dignos y llenos de confianza en nosotros mismos al relacionarnos con el enemigo al tiempo que nos volvemos más modestos y autocríticos en nuestro fuero interno y mantenemos una fe inquebrantable en el futuro de nuestro pueblo, que perdurará por los siglos de los siglos.
»Dios proteja a Alemania».
{423}
La carta dice así:
«16 de abril de 1945. Querido señor Fischer: Dado que pronto se romperán las líneas de comunicaciones, es posible que tenga que utilizar las emisoras de radio para difundir instrucciones fundamentales: paralizar en vez de destruir, etc. Usted responderá personalmente de que se mantenga el suministro de energía eléctrica hasta el último instante incluso en la emisora Werwolf, es decir, la de Kónigwusterhausen. El corte de energía eléctrica sólo deberá ser ejecutado por usted en persona uña vez haya comprobado por las emisiones enemigas que las emisoras han sido ocupadas. Cordialmente, Speer».
{424}
Acto seguido fui a entrevistarme con el comandante en jefe del grupo de ejércitos, mariscal Busch, quien estuvo de acuerdo en entregar intactos los puentes de Hamburgo sobre el Elba, incluso aunque hubiera combates en la zona. Me prometió al mismo tiempo no utilizar como base de apoyo militar la central térmica de turba de Wiesmoor, en Emsland (15.000 kw), de gran importancia para el abastecimiento de emergencia de Hamburgo, ya que en un futuro próximo no se podría contar con ningún tipo de transporte de carbón ni de suministros procedentes de otras zonas.
{425}
En aquella época Kaufmann ya había establecido contacto con los ingleses para entregar sin lucha la ciudad de Hamburgo, que había sido declarada «fortaleza» por Hitler. El 22 de abril se perdió Königwusterhausen.
{426}
El capitán general de las SS Berger me confirmó en Nuremberg que Hitler había querido suicidarse el 22 de abril de 1945.
{427}
Se había adoptado ya la decisión de que, en caso de que Alemania quedara dividida, debería crearse un territorio septentrional, que sería gobernado por Dönitz, mientras que Hitler se reservaba la parte meridional.
El 2 de abril de 1945 Bormann dijo a los funcionarios del Partido: «Será un canalla quien abandone su región sin una orden expresa del
Führer
a causa de los ataques enemigos, quien no luche hasta el último aliento. Será tachado de desertor y tratado como tal. Alzad los corazones y superad cualquier flaqueza. Ahora sólo vale una consigna: vencer o caer».
{428}
Krebs llevaba los asuntos del «enfermo» Guderian. Aunque Hitler había entregado oficialmente a Keitel el mando supremo de la Wehrmacht y sólo se había reservado el mando de las tropas que se encontraban en Berlín, no salió de su bunker para dirigirlas, sino que continuó dando las órdenes desde su despacho. Es probable que la del 23 de abril fuera una «pequeña reunión estratégica», pues no estuvieron presentes el comandante militar de Berlín ni los restantes jefes de tropas.
{429}
Canciller alemán del 3 de octubre al 9 de noviembre de 1918, el príncipe Max de Baden tuvo que asumir la ingrata tarea de cursar la solicitud de armisticio a los vencedores de la Primera Guerra Mundial. [N. del T.]
{430}
El primer radiograma, fechado el 30 de abril de 1945 y recibido a las 18.35 horas, rezaba así:
«Gran almirante Dönitz: El
Führer
, señor gran almirante, lo ha nombrado sucesor suyo en sustitución del mariscal del Reich Göring, anteriormente designado para el cargo. Los poderes por escrito ya están en camino. Puede adoptar inmediatamente todas las medidas derivadas de la actual situación. Bormann».
El radiograma del 1 de mayo de 1945, recibido a las 15.18 horas, decía así:
«Gran almirante Dönitz (Asunto de Mando. Transmítase únicamente por medio de un oficial.)
Führer
fallecido ayer a las 15.30 horas. El testamento del 29-IV le transfiere a usted el cargo de presidente del Reich. El ministro Goebbels será canciller del Reich, el jefe nacional Bormann será ministro del Partido y el ministro Seyss-Inquart será ministro de Asuntos Exteriores. Por disposición del
Führer
, el testamento ha sido comunicado a usted y al mariscal Schörner y sacado de Berlín para asegurar que llegue a conocimiento público. El jefe nacional Bormann intentará visitarlo hoy mismo para exponerle la situación. Quedan a su elección la forma y el momento de comunicarlo a las tropas y al público.
»Ruego acuse de recibo. Goebbels. Bormann».
{431}
Bien mirado, Dönitz no podía remitirse a una sucesión legal de Hitler, que según la Constitución del Reich alemán requería que se convocaran elecciones. Su legitimidad se basaba más bien en el carisma de su predecesor, lo que él mismo confirmaba al decir en público que ejercía su cargo en cumplimiento de la última voluntad de Hitler. Así pues, la primera acción gubernamental de Dönitz sólo fue ilegítima en el sentido de que con ella despreció gran parte de la voluntad de Hitler, que por otra parte había acatado desde el momento en que empezó a ejercer sus funciones tras recibir el primer telegrama.
Por lo demás, posiblemente la imposición de Hitler al nombrar a los ministros que habrían de constituir el gabinete, en vez de dejar que lo hiciera su sucesor, fue una de las ocurrencias más grotescas de su actividad de estadista. Como tantas otras veces en los últimos años, también entonces dejó en el aire si, en última instancia, correspondía al canciller o al presidente del Reich decidir, como autoridad suprema, en caso de que se produjeran divergencias en el gabinete. De acuerdo con la letra del testamento, Dönitz no podía destituir al canciller del Reich ni a ninguno de los ministros, incluso aunque demostraran ser unos ineptos. Había sido privado de antemano de esta autoridad, la más importante de todo jefe de Estado.
{432}
Para las ideas de aquella época, el continente groenlandés se hallaba tan alejado y solitario que ni siquiera un vuelo de reconocimiento intensivo podía resultar peligroso. Los aviones que aprovisionan a las estaciones meteorológicas podían almacenar en sus depósitos combustible suficiente para volar de Groenlandia a Inglaterra, donde pensábamos entregarnos a fines de otoño de 1945.
{433}
Se trataba de una versión resumida del discurso que hice grabar el 21 de abril de 1945 en la emisora de radio de Hamburgo. El añadido que exigió Schwerin-Krosigk rezaba así: «Sólo por esta razón (la de evitar pérdidas a la población alemana), el gran almirante se ve obligado a no deponer las armas. El único objeto de que la lucha prosiga es no dejar morir a los alemanes que huyan de los ejércitos soviéticos o se encuentren amenazados por ellos. Nuestro pueblo, que tan valientemente ha resistido todos los sufrimientos ocasionados por esta guerra, tendrá que aceptar el último deber que le impone la heroica lucha de Alemania».
{434}
El
Berliner Zeituttg
publicó el 8 de mayo de 1945 una noticia procedente del cuartel general de Zukov: «Después de la firma, Keitel y sus acompañantes fueron obsequiados en la residencia que se puso a su disposición con caviar, vodka y champaña. La comida no se diferenció en absoluto de los banquetes de los aliados».