Al Filo de las Sombras (47 page)

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Authors: Brent Weeks

BOOK: Al Filo de las Sombras
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La hermana Ariel se alejó de él, pero el ka’kari se estiró entre los dos, chupando magia como una lamprea haría con la sangre.

Kylar sintió que se llenaba gloriosamente de magia, de poder, luz y vida. Distinguía las venas de sus manos y las nervaduras de las pocas hojas que quedaban sobre su cabeza. Veía retorcerse y agitarse la vida por todo el bosque. Veía la zorrera a través de la hierba, el nido del pájaro carpintero a través de la corteza del abeto. Sentía el beso de la luz de las estrellas sobre la piel. Podía oler a cien hombres diferentes del campamento rebelde y saber qué habían comido, cuánto habían trabajado, quién estaba enfermo y quién sano. Oía tanto que resultaba abrumador, apenas atinaba a distinguir las hebras. El viento hacía que las hojas entrechocasen como címbalos, sonaba un rugido que era la respiración de dos... no, tres grandes animales: él mismo, la hermana Ariel y otro. Las propias hojas respiraban. Oyó el pulso de un búho, el golpetazo ensordecedor de... una rodilla al chocar contra el suelo.

—¡Para! ¡Para! —exclamó la hermana Ariel. Estaba arrodillada en el suelo y todavía fluía magia desde ella.

Kylar retiró el ka’kari de un tirón y lo guardó en su cuerpo.

La hermana Ariel cayó, pero ni siquiera se fijó en ella. La luz... la magia... la vida... salían como centellas, como sangre, como una explosión de cada uno de los poros de su cuerpo. Era demasiado. Dolía. Cada latido de su corazón transportaba más poder por sus venas. Su cuerpo era demasiado pequeño.

—VEEETEEE —dijo la hermana Ariel. Hablaba con una lentitud ridícula. Esperó mientras los labios de la maga se movían y el susurro proseguía atronador—: SAAAALVAAA... —¿Salva? ¿Que salvara a quién? ¿Por qué no lo decía de una vez? ¿Por qué era todo tan lento, tan interminable y condenadamente lento? A duras penas podía mantenerse quieto. Sangraba luz. Le palpitaba la cabeza. Otra cámara de su corazón se contrajo mientras esperaba y esperaba—. AAAAAL...

«Salva al rey», completó su impaciencia. Tenía que salvar al rey. Tenía que salvar a Logan.

Antes de que la hermana Ariel hablase de nuevo, Kylar arrancó a correr.

¿Correr? No, correr era un término demasiado prosaico. Se movía al doble de velocidad que el hombre más rápido. Al triple.

Era un gozo incontaminado, un momento puro, pues no había nada salvo el momento. Esquivaba, retorcía el cuerpo y miraba al frente hasta donde alcanzaban a ver sus ojos resplandecientes.

Se movía tan rápido que el aire empezó a plantarle batalla. Sus pies no conseguían la tracción que necesitaban para propulsarlo más deprisa. Amenazaba con despegar de la tierra.

Entonces vio un campamento al frente, justo en mitad de su camino. Saltó y en verdad despegó de la tierra. Voló cien pasos, doscientos. Derecho contra un árbol.

Proyectó el ka’kari hacia delante y dio un latigazo con el cuerpo mientras atravesaba el tronco de un metro de grosor. La madera salió despedida en todas direcciones, pero él siguió adelante. Oyó a sus espaldas que el árbol crujía y empezaba a caer, pero ya se había alejado demasiado para oírlo aterrizar.

Corrió sin parar. Extendía el ka’kari ante él para cortar el viento, por detrás para que adhiriese sus pies al suelo y así poder correr más deprisa todavía.

La noche clareó, y Kylar siguió corriendo. Salió el sol, y siguió corriendo, devorando kilómetros incansable.

La hermana Ariel volvió a rastras al árbol al que había atado a Ulyssandra. Le llevó mucho tiempo, pero tenía que hacerlo. Si se quedaba dormida, no estaba segura de despertar. Al final llegó hasta Uly. La niña estaba despabilada, con los ojos enrojecidos y las mejillas surcadas de lágrimas. De modo que sabía que Kylar había despertado y que la hermana Ariel la había mantenido oculta, la había traicionado.

No había nada que Ariel pudiera decir. No había nada que ninguna de las dos pudiera hacer, en cualquier caso. La hermana había soltado a Vi y a Kylar como si fueran halcones de caza gemelos. Ya no podía llamarlos de vuelta. Si Uly seguía allí cuando Ariel despertase, llevaría a la niña a la Capilla. Sería un largo viaje, y quizá le diera algo de tiempo para pensar en lo que acababa de experimentar.

Por todos los dioses, el chico la había dejado seca y todavía tenía sitio para más. ¡A ella! ¡Una de las mujeres más poderosas de la Capilla! Era tan joven, tan despreocupado y terrorífico...

Necesitó toda su fuerza de voluntad para desamarrar a Uly. Tocar la magia era como beber alcohol estando de resaca. Sin embargo, en un momento lo tuvo hecho, y se derrumbó.

Capítulo 49

Por algún motivo, Logan había creído que tenía algo especial. Se lo habían quitado todo. Le habían arrebatado a sus amigos, a su esposa, sus esperanzas, su libertad, su dignidad y su inocencia. Pero le habían perdonado la vida.

Ahora también le quitarían eso. El rey dios no lo dejaría allí abajo. Logan ya había muerto una vez y lo habían resucitado. En esa ocasión, Garoth Ursuul querría verlo morir con sus propios ojos. Sin duda antes habría torturas, pero eso a Logan no le importaba.

Si se hubiese sentido más fuerte, habría intentado algún plan desesperado de última hora, pero su fiebre lo había reducido a una carcasa. Como mínimo, habría podido dar la vida para matar a Fin. Podría haberlo hecho... antes de la fiebre. La cuestión era que nunca había estado dispuesto a realizar ese sacrificio mientras aún albergaba esperanzas. Siempre había querido conservar la vida, y por ello había acabado perdiéndola sin ganar nada. Ni siquiera para sus amigos.

Logan rumiaba en la oscuridad. Por suerte, aquella Khali, fuese lo que fuera, se había alejado un poco, y la sensación asfixiante que había invadido de aquel modo las Fauces se había reducido a una mera presión sorda. Todo lo que había parecido tan insoportable del Agujero —el hedor, el calor, los aullidos— volvía a ser familiar, ya que no cómodo.

—Zorra, ven aquí —dijo Fin.

Lilly se levantó y dio a Logan una palmadita en el hombro. Susurró algo al oído del Chirríos, probablemente que cuidase de Logan, y después se fue.

Por supuesto que se fue. Logan no la culpaba, aunque lo hizo sentirse aún más vacío y desolado. Lilly tenía que ser práctica. El sentimentalismo de todos los libros que Logan había amado antaño moría al acercarse lo suficiente para oler el Agujero. Lilly era una superviviente. Logan estaría muerto en una hora o dos. La vida seguía. El corazón de Logan tal vez la culpara, pero su cabeza no podía. Al fin y al cabo, en cualquier otra circunstancia se habría condenado a sí mismo por comer carne humana.

Entonces el Chirríos se levantó y se alejó.

«¿Tanto apesto a muerto?» No era justo culpar al hombretón y no a Lilly, pero eso hizo Logan. De pronto odió a aquel hombre estúpido y contrahecho. ¿Cómo podía dejarlo? Después de todo lo que había perdido, Logan quería creer por lo menos que había ganado un amigo o dos.

El Chirríos probablemente ni siquiera sabía que Logan iba a morir. Solo quería jugar con el extremo de la cuerda de tendones de Fin, que estaba demasiado ocupado tirándose a Lilly para prestarle atención. Logan observó a Chi e intentó verlo con compasión. A buen seguro estaba allí por menos motivos que Logan. No lo había traicionado, tan solo había visto la oportunidad de jugar con algo nuevo. Fin nunca dejaba que nadie tocase su cuerda.

Logan sonrió al ver que el Chirríos se sentaba, agarraba la cuerda con las dos manos y la apretaba con todas sus fuerzas y toda la concentración del mundo, como si fuese a escapársele. El hombre realmente vivía en otro mundo.

Logan era consciente de que el resto de los ojeteros lo observaban. Adivinaba lo que estaban pensando. Rey. Se había hecho llamar Rey como chiste siniestro al saltar allí abajo; un chiste estúpido y demencial, pero salido de un hombre que acababa de ver cómo su esposa se desangraba. Les estaba costando un poco asimilar que todo era cierto.

Tatu se puso en pie y se acercó. Se agachó junto a Logan. Bajo la mugre que le cubría la piel, sus oscuros tatuajes parecían el vir de un brujo. Sorbió de sus encías y escupió sangre; el escorbuto empezaba a afectarle también.

—Me habría gustado —dijo Tatu, hablando por tercera vez desde que Logan lo conocía— que fueras rey. Tienes más pelotas que ningún principito que conozca.

—¡Pelotas! —Fin hizo una pausa en sus embates, alzó el torso sobre las manos y se rió. Era una visión grotesca, sudoroso y sucio, con la boca ensangrentada, la cuerda de tendones medio deshecha y medio envuelta en torno a su cuerpo desnudo—. Alguien le va a arrancar esas pelotas dentro de nada.

Logan apartó la vista, porque todavía le avergonzaba ver hacer a Lilly lo que necesitaba para sobrevivir, y a punto estuvo de perdérselo. La mujer dio un empujón a Fin, que rodó hasta el borde del agujero, intentando agarrarse a algo con las manos.

Entonces Lilly le propinó una patada en la entrepierna con todas sus fuerzas y Fin cayó para abajo.

Lilly se apartó a toda prisa de las vueltas de cuerda que se tensaron de golpe en el suelo. Atada a Fin, la cuerda fue desapareciendo por el agujero.

Los brazos del Chirríos se contrajeron y su cuerpo entero dio una sacudida hacia delante. La maniobra se repitió una vez y luego otra: la cuerda de tendones frenaba en seco la caída de Fin, volvía a soltarse, se detenía de nuevo y luego seguía desenrrollándose a gran velocidad por efecto de la gravedad.

Al fin, el cuerpo de Fin debió de tocar fondo, porque la tensión de la cuerda se aflojó.

Lilly lanzó una exclamación de alegría y abrazó y besó al Chirríos.

—¡Has estado perfecto! ¡Perfecto! —Se volvió hacia Logan—. Tú, en cambio, podrías haber sido mucho más útil.

Logan estaba anonadado. Había intentado dar con maneras de matar a Fin desde... en fin, desde el tiempo que llevara en aquel infierno. Ahora había desaparecido sin más. Desaparecido, y Logan no había hecho nada.

—Ahora escuchadme —dijo Lilly—. Todos vosotros. Estamos jodidos. Siempre lo hemos estado. Todos hicimos lo que hicimos, y ni uno de nosotros es de fiar. Pero Rey no es uno de los nuestros. Podemos confiar en él. Solo tenemos una oportunidad de mierda y, para tener aunque sea eso, hace falta que todos demos el callo.

—¿Qué pides? —preguntó Nick Nuevededos.

—Teníamos una llave. Ahora tenemos la cuerda de Fin. Pero no tenemos tiempo. Yo digo que bajemos a Rey y a Chi al agujero. A Rey porque es de fiar y vio dónde caía la llave, y a Chi porque es el único lo bastante fuerte para escalar por la cuerda si hace falta. Bajarán, echarán un vistazo y verán si pueden encontrar una salida allí abajo o la llave. Una cosa o la otra podrían darnos una oportunidad de salir antes de que vuelvan los paliduchos.

—¿Por qué no bajamos todos con la cuerda? —preguntó Nick.

—Porque tenemos que aguantarla, melón. No hay donde atarla.

—Podríamos atarla a la reja —sugirió Nick.

—El cuerpo de Fin sigue colgado al otro extremo. Tendríamos que hacer un pilar de tres personas y después levantar el peso de Fin; es imposible. Cuando Rey baje y desate el cuerpo, podremos hacerlo. O, si no hay salida allí abajo, quizá encuentre la llave y podamos salir todos a lo loco por arriba.

—Tendríamos que pasar por delante de esa... cosa —observó Nick, temeroso.

—Nadie ha dicho que vaya a ser fácil —dijo Lilly—. Si preferís quedaros, moriremos seguro.

Tatu asintió. Se apuntaba.

—Sigue pareciéndome mejor bajar a algún otro —dijo Nick.

—Yo he conseguido la cuerda —replicó Lilly—. Lo hacemos a mi manera o no lo hacemos.

—Venga, Lill...

—¿Te fiarías si aguantásemos nosotros la cuerda mientras tú bajabas, Nick? La soltaríamos y nos repartiríamos tu parte de la comida.

Eso calló a Nick.

—¿Puedes confiar en nosotros, Rey? —preguntó Tatu.

—Confío en vosotros. —«No tengo nada que perder.»

Tardaron unos minutos en explicárselo al Chirríos, y aun entonces Logan no quedó muy convencido de que lo hubiese entendido. Organizaron al resto de los ojeteros para que sostuvieran la cuerda. Lilly se puso delante de todo. Informó a los demás de que, aunque ellos la soltasen, ella no pensaba hacerlo. Si querían conservar sus favores sexuales, más les valía agarrar la cuerda.

—Te lo debo todo —le dijo Logan.

Lilly era cualquier cosa menos guapa pero, en ese momento, estaba radiante. Parecía orgullosa de sí misma por primera vez desde que Logan la había conocido.

—No, yo estoy en deuda contigo, Rey. Cuando bajaste aquí, te dije que te aferrases a algo bueno, pero eres tú quien me ha enseñado cómo hacerlo. Soy más que esto, da igual lo que haya hecho. Ya puedo morir tranquila. No soy buena, pero tú sí, y te estoy ayudando. Nadie puede quitarme eso. Solo prométeme, Rey, que cuando lo recuperes todo y vayas a tus fiestas elegantes, te acordarás. También eres el rey de nosotros, los criminales.

—No me olvidaré. —Se acercó al borde del agujero—. Lilly, ¿cómo te llamas de verdad?

La mujer vaciló como si casi no se acordara, y después dijo con timidez:

—Lilene. Lilene Rauzana.

Logan enderezó la espalda y habló:

—Por los poderes investidos en nuestra persona y nuestro real cargo, hacemos saber que Lilene Rauzana queda absuelta de todos los delitos cometidos hasta la fecha y que se le conmutan todas las penas de ellos derivadas. Lilene Rauzana es inocente a nuestros ojos. Que el registro de sus malas acciones se lleve tan lejos como el este se halla del oeste. Que así se escriba, que así se haga.

Era una parrafada ridícula teniendo en cuenta que se la decía un andrajoso a una prostituta. Y sin embargo, de algún modo, era lo correcto. Logan nunca había tenido más poder que en ese momento, en el que poseía el don de perdonar. Ninguno de los ojeteros se burló.

A Lilly se le anegaron los ojos de lágrimas.

—No sabes lo que hice —dijo.

—No necesito saberlo.

—Quiero arreglarlo. No quiero ser como he sido...

—Pues no lo seas. Desde ahora, eres inocente.

Dicho eso, Logan se metió en el agujero.

Capítulo 50

Resultó que la hermana Ariel Wyant Sa’fastae se había alojado en Vuelta del Torras durante varias semanas y que los lugareños la conocían bien. Aunque pocos se sentían cómodos teniendo a una maga entre ellos, Ariel les había parecido de la variedad erudita y despistada, además de una mujer amable. La descripción supuso un consuelo inmenso para Elene. Significaba que la carta probablemente era legítima.

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